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Capítulo 6

Fue como si todo el aire de mis pulmones desapareciera de repente.

Puso una mano detrás de mi nuca empujándome hacia él, traté de alejarlo colocando una mano en su pecho pero era mucho más fuerte que yo así que logré moverlo solo unos milímetros, me miró fijamente. Con expresión de deseo y deseo en su rostro de sufrimiento, puso su otra mano detrás de mi espalda empujándome hacia él, besándome una y otra vez.

Miles de escalofríos recorrieron mi columna inflamándome, de repente fue como si cada célula de mi cuerpo se concentrara en los puntos donde la piel de ese hombre tocaba la mía.

Alejandro se alejó de mí por un segundo como para darme la posibilidad de decidir y finalmente sus labios volvieron a estar sobre los míos, gemí sin poder contener ese placer en mí, mis manos subieron por voluntad propia alrededor de su cuello y luego apretaron su cabello, me abrazó recorriendo todo mi cuerpo con sus manos, como si no creyera que todo esto estaba pasando de verdad, me levantó haciéndome sentar en la mesa y luego me abrió las piernas y me metí entre ellas, yo Sentí su emoción presionarme y sorprendentemente me gustó, saber que este hombre me deseaba tanto me embriagaba.

De pronto, sin embargo, el beso se volvió crudo, violento, sus labios implacables sobre los míos, su lengua entró en mi boca sin pedir consentimiento alguno, con voracidad. Me arrancó todo, cualquier inocencia en mí desapareció con ese beso.

Sus manos tiraban de mi cabello causándome dolor, pero sus labios volvían suaves dándome placer, nacía en mí una mezcla de sensaciones sin que yo tuviera el más mínimo control mientras jugaba conmigo como si fuera su muñeca, me mordía el labio y yo gemía de dolor como él gemía de placer, traté de liberarme pero él apretó su agarre en mi cabello, dejé escapar un grito de dolor y me miró con severidad, sus ojos dos hoyos negros sin rastro del azul que tenía. visto el primer día.

- Quédate quieta – dijo con voz seca, tomó mi mano y la llevó a frotar su erección, cerró los ojos y gimió de placer, copiosas lágrimas corrían por mi rostro, pero ¿qué podía hacer? Ya había aceptado, ahora él era mi maestro.

- No eres muy experta en besos.. - dijo, respirando aceleradamente, miró las lágrimas en mi rostro y las recogió con su mano libre para luego llevarlas a sus labios - Delicioso... - susurró.

- No soy experto en nada... - admití.

- No me digas que eres virgen… - comentó, me sonrojé.

- ¿ Has al menos besado a alguien antes? preguntó con una sonrisa en la boca.

- Claro que sí... - Dije, ¡vámonos! ¡Tenía veintiuno! ¡Por supuesto que me había besado antes! Tuve mi primer beso con mi mejor amigo, Samuel, estaba enamorada de él desde que tenía catorce años.

- Pero no hiciste nada más o me equivoco? preguntó serio, había soltado mi mano y yo la había alejado lo más posible de él.

- No te equivocas... - No lo miré a los ojos, no pude.

- Bueno niño... - tomó mi rostro entre sus manos obligándome a mirarlo a los ojos - Yo te enseñaré... Y la primera lección empieza ahora... -

Lo miré aterrorizada - Qué.. . ¿Qué tengo que hacer? -

Me miró con lujuria y me temblaron las piernas - Desabrocha mis pantalones y tócame... - pasó un dedo de mi mandíbula a mis labios - Dame placer bebé... -

Hice lo que me dijo, estaba virgen pero no estúpido, también sabía lo básico aunque nunca lo había probado comencé a tocarlo y me sorprendió esperaba que fuera duro y viscoso pero no era para nada como me imaginaba era duro pero también cálido y suave y terso extraño para definirlo me avergonzaba pensar lo que estaba haciendo, pero me gustaba escuchar sus gemidos de placer me encantaba la forma en que me abrazaba, como si el mundo se estuviera desmoronando y yo fuera su único punto de apoyo.

Siempre había pensado en el sexo como algo asqueroso que solo podía ser bueno en los brazos correctos.

Alejandro apoyó su cabeza en mi hombro sofocando los gemidos en mi cuello, cuando se corrió me apretó muy fuerte, abrazándome y besando mi cuello.

Traté de moverme para limpiar el desorden que tenía en mi mano.

- Quédate.. - susurró, tan bajo que apenas lo escuché.

Nos quedamos así por varios segundos mientras acariciaba su cabello, era tan suave, tan esponjoso y olía bien, olía a casa.

Éramos como presas de un hechizo y como todos los sueños pronto terminó.

Se alejó de mí amarrándose los pantalones.

- Ve a lavarte la mano - dijo - Hablamos luego -

Su tono seco de voz me trajo nuevas lágrimas, ¿cómo podía hacer ciertas cosas conmigo y luego volver frío como si nada hubiera pasado? Miré su espalda con odio y corrí al baño tratando de no mostrar las lágrimas que inundaban mi rostro.

que cojones me paso?? ¿Cómo había perdido el control de esa manera? ¿Y cuál era esa sensación de plenitud que se había apoderado de mí después de mi orgasmo cuando había sostenido el cuerpo de mi angelito cerca de mí?

Me pasé una mano por la cara, sin duda era cansancio y quizás también el sabor de la victoria sobre Jessi.

Agarré un vaso de whisky, siempre había odiado su sabor, pero a veces había tanto hielo en mí que el calor y el ardor que necesitaba para sentirme bien.

Lentamente tomé un sorbo del líquido ambarino mientras mi cabeza seguía volviendo impertérrita al episodio con Jessi y a cómo su manita insegura me había agarrado llevándome al cielo, pequeña querida había tratado por todos los medios de ocultarme las lágrimas que corrían por ella. cara después de que la había tratado mal, estaba traumatizada, había dado placer a un hombre en contra de su voluntad y encima también le gustaba, lo entendí por la forma en que se aferró a mí cuando le eché el lo entendí de la los temblores que tenía mientras le besaba el cuello y sobre todo por la forma en que me miró inmediatamente después, llena de esperanza.

No quería llegar tan lejos, en un principio solo tenía la intención de saborear esos jugosos labios pero diablos, cuando la probé no pude evitarlo, quería abrazarla de otras maneras, entrar en ella y llevarnos a los dos a la parte superior más alta que el placer, fue su virginidad lo que me impidió hacerlo. Inicialmente fue una sorpresa muy desagradable, las vírgenes son aburridas y dolorosamente inexpertas, además lloraban demasiado por todo, no es que haya estado alguna vez con una virgen, pero algunos las cosas son legendarias entre los hombres...

Sin embargo inmediatamente después la idea de ser el único en haberla tocado me había excitado aún más si cabe. Ella era mía, sólo mía .

Además era sorprendente que una niña hermosa como mi Jessi hubiera permanecido virgen hasta los años, significaba que estaba buscando el amor verdadero, me daba risa, pobre niña hubiera roto cualquier ilusión sobre el amor, al final de ella no habría habido más nada, sólo el vacío que reinaba en mí...

Un ligero golpe rompió el silencio de mis pensamientos, Jessi estaba en la puerta más hermosa que nunca, sus ojos enrojecidos eran aún más verdes que de costumbre y su Los labios estaban más hinchados y sonrosados después de las lágrimas y mis besos.

-Siéntate, Jessi-, le dije.

-¿Por qué estás enojado conmigo?- preguntó sentándose frente a mí, la miré asombrado, no lo tenía en absoluto con ella.

-Yo.. cometí un error mientras... nunca lo hice...-

-¡Piccola fue el mejor orgasmo de mi vida!- -No estuviste muy bien, pero mejorarás...- le dije para bromear, ella bajó la mirada sonrojada.

-No estoy enojada Jessi-susurré -Solo estoy cansada... Ven, te mostraré tu habitación...- Me levanté invitándola a hacer lo mismo y luego la guié escaleras arriba, a la habitación contigua a la mía.

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