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Capítulo 4

Regresar al trabajo al día siguiente tratando de ignorarlo fue lo más difícil que he hecho y siendo una terrible mentirosa, todos supieron de inmediato que algo andaba mal.

-Jessi, cariño, ¿pasó algo?- La voz de Marika me despertó de mil pensamientos, ella era la dueña de Snoopy, el bar donde yo trabajaba.

Marika era una mujer de mediana edad aún muy hermosa, rubia de ojos muy oscuros, su cuerpo había sufrido un poco por los dos embarazos pero su sonrisa dulce y maternal la hacía irresistible, se había vuelto como una madre para mí sobre todo desde mi padre comenzó a apostar.

-Nada Mari... solo tengo tantos pensamientos en mi cabeza...-

-¿Se trata de la universidad?- preguntó -Mira Jessi, sé que cuando comiencen las nuevas lecciones no podrás estar aquí todos los días, y también sé que con tu padre es difícil que vengas por la noche... Pero no te preocupes cariño, vendrás los fines de semana o cuando puedas... En fin, podemos de acuerdo...- -¡Ay

Mari, si ese fuera solo mi problema!-

-Lo sé Mari, gracias...-

-Jessi, ¿estás segura de que es solo eso?- no estaba muy convencida, traté de sonreír para tranquilizarla.

¡Sí, Mari! ¡No te preocupes!-

Pasaron los días y una extraña e inestable sensación de tranquilidad se apoderó de mí, mi padre buscaba una solución y mientras tanto se había comprometido a no beber y sobre todo a no jugar.. Y lo conseguía, la mayoría casi siempre menos..

Una tarde mientras preparaba la cena y esperaba su regreso escuché un golpe en la puerta fui a abrir cuando escuché una voz -¡James! ¡Viejo bastardo! ¡Te di un mes! ¡Ahora quiero mi maldito dinero! ¡Abre carajo o rompe la puerta!-

Aterrada huí a mi habitación cerrando la puerta y rezando para que mi padre no volviera a casa, esperé a que los golpes cesaran con lágrimas corriendo por mi rostro.

Cuando paró el ruido bajé tratando de quedarme lo más callado posible y sobre todo de no hacer ruido, miré por la mirilla y al no ver a nadie respiré aliviado, al poco rato mi padre volvió, cuando Le conté lo que había pasado, me dijo que no me preocupara que él lo habría solucionado todo, pero cuanto más me repetía esas palabras, más me parecían mentiras ridículas.

Este sentimiento se hizo realidad unas semanas después cuando mi padre llegó a casa con un labio partido y un ojo morado, además de varios moretones en todo el cuerpo.

-¡Basta!- exploté -Vamos a la policía o...-

-¡No hables de eso! ¡Sin policías, Jessi! Esta gente no bromea si se enteran de algo estamos muertos! ¡Tú y yo! Así que, por favor, Jessi, ¡ni siquiera pienses en estas cosas!-

-Entonces, ¿quieres decirme qué podemos hacer? ¡Dijiste que te encargarías de eso pero estamos en peor forma que antes!- grité exasperado.

-Jessi.. Lo he intentado... Pero te juro que no sé cómo hacerlo..- dijo entre lágrimas.

En ese momento lo odia, con un odio puro y profundo, lo miré y por primera vez lo vi como un miserable sin una gota de amor propio, ¿cómo había logrado reducirse así? Me dio asco fue doloroso a los ojos de todos, el mío primero.

Salí de casa enojada y comencé a correr, quería escapar de esa vida asquerosa, quería irme y vivir mi vida, el odio y el rencor se habían anidado en mi corazón construyéndonos un castillo.

Había ido, sin darme cuenta, al parque donde jugaba de niño, me senté en un banco viendo a los niños jugar alegremente al atardecer mientras sus padres intentaban por todos los medios llamarlos al orden, de pronto mi mirada fue capturada por un una niña que después de caerse estaba llorando agarrándose de la pierna, un hombre corpulento se acercó a ella, la niña estiró los brazos y la cargó sobre él abrazándola luego le susurró algo al oído y ella rió feliz.

Mi mente fue catapultada a un recuerdo: yo llorando de niña porque mi madre no quería comprarme un helado y mi padre el único que podía hacerme sonreír de nuevo que me enseñó a hacer un collar con flores, un sentido la culpa me golpeó de repente, él siempre había estado ahí cuando lo necesitaba y yo ni siquiera era capaz de ayudarlo, además al mirarlo entre lágrimas sentí asco en lugar de dolor, pero ¿en qué clase de persona me estaba convirtiendo?

Ya había oscurecido, me levanté y corrí hacia la casa.

La vi caminar a casa, pronto se daría por vencida y luego la tendría para mí solo.

-¡Ah, la sensación que tendré cuando la tenga en mis brazos! ¡Ese tierno cuerpecito presionado contra el mío!- Solo pensar en eso me emocionaba.

Disminuí la velocidad tratando de llamar su atención.

-Señorita Stoon, me alegro de verla de nuevo-, sonreí ante la mirada venenosa que me dio.

-Oh vamos, él siempre se dirigía a mí como tú ¿por qué eres tan respetuoso hoy?- dijo venenosa.

-¡Mmmh ángel, conviértete en mío y la próxima respuesta como esa resultará en que te inclines sobre el capó de mi auto y mi polla entre tus muslos!-

-Decidí mantener cierta distancia entre nosotros hasta que ella sea mía... ¿Quieres que te lleve?- Le expliqué, ella arqueó una ceja.

-¿Esta es tu idea de mantener la distancia? Ofrecerme un paseo? - preguntó

- ¡Ay, vamos! ¡Sabes muy bien que no le haré nada hasta que acceda a nuestro pequeño acuerdo!- me defendí.

-¡O al menos trataré de no lastimarte ángel!-

-De todos modos, conozco el camino a casa-, dijo mientras continuaba caminando.

Suspiré -Jessi, subamos, lo harás antes si te acompaño- dije desistiendo de llamarla.

Ella no me escuchó mientras continuaba caminando sin inmutarse.

-¡Jessi, mira el cielo! ¡Va a llover!- dije exasperado, como para confirmar mi hipótesis que empezó a llover.

-¡Nunca nadie ha muerto por un poco de lluvia!- dijo

-¡Está bien, es suficiente!

-¡Levántate Jessi!- dije furiosa.

-¡Todavía no soy tuya!-, protestó ella.

-¡Levántate dije! ¡O te dejo entrar!- rugí.

-¡Está bien, su majestad!- dijo furiosa subiendo al auto, en cuanto la puerta se cerró inserté el seguro y me giré hacia ella, -¡Nunca más

intentes negarme nada!- murmuré intimidante apretando su barbilla con una mano.

-¡Aún no soy tuya!- volvió a protestar.

-¡Exacto! Aún no eres mía , ¡pero pronto lo serás! Entonces, ¡no te atrevas a negarme nada! ¡Si te ordeno que hagas algo, lo haces! ¡La próxima vez no seré tan amable!- dije dejándola.

-¿Cómo crees que podría aceptar tu propuesta si te comportas así cuando todavía no tenemos un acuerdo?- susurró mi ángel.

-¡Eso lo aceptarás es un hecho! Será mejor que entiendas de inmediato cómo será entre nosotros...-

Se volvió hacia la ventana sin hablarme.

Una vez en su casa trató de abrir la puerta lo antes posible, pero con el seguro puesto no avanzó mucho.

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