Capítulo 4
-Si- Me hace una señal para que me acerque. –Ella es Dagmar y ella se encargara de limpiar las zonas faltantes-
-Mucho gusto Dagmar, soy Meg Giry- Me da un caluroso abrazo y un beso en la mejilla.
-Un gusto Meg-
Su forma de actuar me dejo un poco sorprendida ya que nadie me había tratado de una forma tan informal jamás.
Armand carraspea la garganta y aparta un poco a Meg para darme espacio; Espero que ella y yo podamos ser amigas y llevarnos bien ya que por lo visto, la señora Carlotta me odia sin motivo alguno.
-Señorita Meg, ¿No tiene cosas que hacer?- La mira con enojo mientras la saca del camerino. –No se le paga por pasearse por el teatro, póngase a trabajar- Y de un portazo se despide de ella.
-Creo que fue muy brusco con ella señor Moncharmind, pero usted la conoce mejor que yo- Sonrío de forma amable mientras doblo la manta blanca que cubría el tocador.
-No se preocupe my lady, mejor concéntrese en buscar respuestas- Me sonríe de forma algo burlona y me quita suavemente la manta de las manos.
-Gracias por ser tan considerado conmigo señor Moncharmind- Le contesto de forma un poco brusca, su actitud me está empezando a molestar.
-No se moleste señorita Dagmar, esa expresión de enfado en su rostro la hace ver… envejecida- Me sonríe con una hipócrita amabilidad.
-Es todo un caballero señor Moncharmind, me alegra mucho que la vida lo haya puesto en mi camino- Frunzo el ceño.
-Bueno señorita Dagmar, si necesita algo o si tiene alguna duda avíseme, estaré feliz de ayudarle en todo lo que pueda- Se retira haciendo una reverencia muy exagerada.
Dejo salir un suave suspiro, antes de que pueda tumbarme sobre el sillón tocan a la puerta.
-Adelante- Tomo mi maleta de mano y la pongo sobre el sofá.
-Disculpa que te moleste Dagmar, quería saber si necesitas ayuda con algo- Su voz amable y cálida me alegra mucho el corazón. La puerta se abre y la voz de la señorita Meg resuena por el camerino.
-De hecho si señorita Meg, ¿Quería saber si sabe dónde están los productos de limpieza?-
-¿Señorita?- Dice entre risitas mientras se acerca a mí. –Claro que si- Me ofrece su mano para que la siga.
Su forma de actuar tan confianzuda aun me sorprende, pero teniendo en cuenta que no sabe mi apellido, creo que es normal su actuar hacia mí.
Tomo su mano con algo de desconfianza, ella lo aprieta un poco y salimos del camerino cerrando la puerta detrás de nosotras.
Mientras buscamos la bodega donde guardan los productos de limpieza, ella me habla sobre muchas cosas.
-¿Y de dónde Dagmar? Puedo percibir un ligero acento pero no logro distinguir de donde es-
-Soy de Suecia-
-¿De verdad? Eres la segunda sueca que conozco y que pone un pie en esta ópera- Su tono de voz se volvió un poco triste.
-¿Quién fue la primera?- Ya se quien fue la primera, pero quizás pueda conseguir algo de información sobre mi hermana.
-Se llamaba Christine Daáe-
Volteo a verla y puedo notar la tristeza en sus ojos.
-¿Se llevaban bien?-
-Sí, ella era mi mejor amiga y la extraño mucho-
-¿Qué le paso?-
-Se fugó con su amante- Suelta un ligero suspiro.
-¿De verdad? Bueno, supongo que conoció al amor de su vida-
-Es posible, pero se fue sin decirme nada y si ella planeaba fugarse me lo hubiera comentado- Pone una mano sobre su barbilla, como si estuviera tratando de recordar algo.
-¿Piensas que le pasó algo?-
Ella mira a nuestro alrededor y empieza a tomar la misma postura paranoica que el señor Richard en su oficina.
-Bueno… yo creo que…- Se acerca a mí como si estuviera a punto de decirme un secreto. –Yo sé que el fantasma se la llevo- Después de decir esto, ambas sentimos como el ambiente se pone tenso y un aire frio recorre nuestra piel.
-¿Cómo es que estas segura de eso?- Le hablo en el mismo tono bajo con el que ella me hablo.
-Porque ella me mostro unas cartas que él le mando diciéndole lo mucho que la amaba y que no podía vivir sin su canto-
-Entonces él estaba embelesado por la voz de Christine, no de ella-
-Es posible, pero déjame decirte que ella era o bueno es muy hermosa, su cabello rizado de color dorado y sus bellos ojos azul cielo le daban un toque inocente y puro- Suelta un ligero suspiro que esconde algo de miedo. –Ella podía enamorar a cualquier hombre con tan solo mirarlo-
Ambas nos incorporamos y puedo notar como sus ojos me estudian con detenimiento.
-De hecho, tú tienes ese mismo aire de inocencia y pureza- Me sonríe de forma amable. –Tu cabello rojo como el fuego, tus ojos verdes escarlata te hacen toda una mujer deslumbrante igual que esas pecas que acompañan tu fino rostro-
No puedo evitar sonrojarme por las palabras de Meg; Debo admitir que ella es muy elocuente con sus palabras.
-Gra-Gracias Meg, eres muy amable-
-De nada Dagmar, pero solo digo la verdad-
Llegamos hasta la bodega y sacamos todo lo que voy a necesitar para limpiar el camerino.
-Me alegra mucho que te quedes en ese camerino, ya no me sentiré sola-
Ya de regreso en el comedor Meg se queda conmigo para ayudarme.
-¿No te dirán nada porque te quedes aquí?-
-No Dagmar, ya terminamos los ensayos y como me siento cómoda a tu lado, quiero seguir platicando un rato más contigo-
Asiento con la cabeza y acepto de buen agrado su ayuda.
Luego de un rato, la señora Giry aparece en frente del camerino y se ve algo molesta.
-Meg, te dije que te fueras a casa, sabes que es peligroso quedarse hasta tarde en la ópera-
-Lo sé mamá, pero no quiera dejar sola a Dagmar tan rápido, por eso me quede con ella para ayudarla- Le dice a su madre sin dejar de barrer.
-Señorita Dagmar- Dice con asombro mientras ve que guardo las pertenencias de mi hermana que están sobre el tocador. –Me alegro que se quede, pero no es bueno que toque las cosas de la señorita Daáe ya que el fantasma podría enojarse-
-No tendría que enojarse señora Giry, ya que no los voy a tirar a la basura, solo las voy a guardar en esta caja para que pueda poner mis pertenencias- Le sonrío amablemente, regreso la mirada a los objetos para no romperlos. –Le invito a sentarse señora Giry-