Una segunda oportunidad

Miro por la ventana del tren, a lo lejos distingo la siguiente estación, el final de mi viaje.

Cuando el tren se detiene, me levanto de mi asiento y con la ayuda de uno de los acomodadores me alcanza mis maletas que están sobre el maletero arriba de mi asiento. Ya con mis maletas salgo del vagón y camino hacia la central para pedir información.

A lo lejos veo a un hombre con uniforme de color negro, me acerco a él y cuando estoy a unos centímetros de distancia estiro mi brazo y pongo mi mano sobre su hombro para llamar su atención, el hombre se gira sobre sus talones revelando a un hombre de edad mayor, con la cara arrugada, ojos de color café que reflejan el cansancio de la edad y un bigote canoso.

—Señorita buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarle? - Pregunta de forma amable mientras se acomoda el sombrero.

—Buenas tardes señor, disculpe la interrupción— El señor mayor niega con la cabeza y con un gesto de mano me pide que prosiga. –Quería saber si de usted sabe dónde queda la opera de parís-

—¿También desea alcanzar la fama en el palacio Garnier señorita? — Sonríe de forma cálida.

El anciano no se nota nada sorprendido por mi pregunta; Al parecer es algo muy común que le pregunten esto al guardia. Su mirada se desvía hacia abajo de forma breve y se percata del montón de maletas que traigo encima.

—Está en la plaza de la opera señorita, en el distrito nueve de parís—

—Y… ¿Dónde queda eso? —Pregunto avergonzada.

El señor deja salir una risa bonachona, saca de uno de sus bolsillos un mapa, lo extiende y me señala como llegar, antes de que me vaya me pregunta si no preferiría ir en una carroza en vez de ir caminando con el montón de maletas que traigo encima.

-Claro que sí señor-

Él asiente y ambos salimos a la calle, el guardia llama a una carroza y el chofer me ayuda a subir mis maletas, me despido del anciano y le agradezco la ayuda prestada.

Después de un rato, por fin llego a la opera de Paris, no puedo esconder mi asombro al ver semejante belleza arquitectónica, es tan llamativo y roba la atención apenas llegas a la plaza de la ópera. Con la ayuda del chofer bajo, me entrega mis maletas y me despido, no sin antes pagarle el pasaje. Recojo mis maletas y camino a paso firme hacia la ópera, la miro con un poco más de detenimiento y al saciar mi curiosidad tomo un poco de aire y entro al imponente edificio.

El interior está igual de hermoso, las columnas de mármol pulido con ligeros destellos dorados, la hermosa alfombra de color rojo bien cuidado, un elaborado candelabro que cuelga en medio de la habitación le da un toque único, al fondo veo la taquilla y también logro distinguir con un poco de dificultad a alguien en su interior así que decido acercarme con algo de cautela.

—Buenas tardes- Digo con la voz un poco baja. –Disculpe, ¿Podría ayudarme?-

La persona se gira hacia mí, revelando a una mujer mayor, su cabello canoso y bien arreglado adornado por un tocado en forma de flor.

-Buenas tardes jovencita, ¿En qué puedo ayudarla?- Su voz de anciana me recuerda mucho a la de mi abuela.

-Estoy buscando al señor Firmin Richard-

La señora abre una puerta para salir de la taquilla, me pide que la siga y que no me distraiga, hago lo que la señora me dice, subimos por unas escaleras y caminamos por un largo pasillo bien iluminado, me quedo pasmada al ver que no solo las áreas públicas del palacio Garnier están bien cuidadas.

Al final del pasillo puedo ver a lo lejos un escritorio de mano factura cara y artesanal sin dejar de ser elegante, muy limpio y arreglado, al otro lado del escritorio esta un joven con anteojos, bien peinado y con un porte elegante.

-Señora Giry, ¿En qué puedo ayudarle?-

-Rémy, buenos días- Le dice la señora con tono serio. –Esta jovencita está buscando al señor Richard-

La señora Giry se hace a un lado para que Rémy me pueda ver, este al verme hace una pequeña mueca, se levanta de su asiento y camina hacia la puerta de madera que está a su derecha, da tres ligeros golpes y alguien del otro lado de invita a pasar, abre la puerta con sumo cuidado, entra y entre cierra la puerta detrás de él, al poco rato sale y me mira a los ojos.

-La recibirán enseguida señorita-

Él abre la puerta de par en par y me invita a pasar.

-Gracias- Me giro hacia la anciana mientras recojo mi equipaje. –Gracias señora Giry-

Ella se despide de mi sin siquiera mirarme y regresa por donde vinimos. Entro a la oficina un poco nerviosa.

-Señorita, buenas tardes-La voz madura del señor Firmin me recibe apenas cruzo el umbral de la puerta.

Levanto la mirada y veo que él extiende su mano hacia uno de los sillones que está en frente de su escritorio.

-Señor Richard, buenas tardes- Camino hacia el sillón que me indica y con algo de torpeza tomo asiento. –Gracias- Digo un poco agitada mientras me acomodo en el sillón. -Lamento interrumpirlo señor Richard, solo quería…-

La puerta se abre de forma abrupta haciendo que me calle enseguida y voltee a ver en dirección al ruido.

-¡Firmin, amigo mío tengo noticias!- Un señor de aproximadamente unos 40 años entra en la habitación dando un fuerte portazo.

-Armand- Le dice el señor Richard mientras carraspea la garganta. –Tengo visita, ¿Te importaría esperar?-

El señor Armand mira en la dirección que le indica su amigo, al verme ahí sentada se disculpa y se sienta en el sillón que esta de mi lado izquierdo.

-Lamento interrumpir señorita…- Me hace un ademan para que me presente.

-Dagmar, me llamo Dagmar-

Miro a ambos hombres que están esperando a que les diga mi apellido, dejo salir un suave suspiro mientras me acomodo en mi lugar.

-Señores, les aseguro que mi apellido es lo de menos en este momento- Inflo levemente el pecho. –Hice un largo viaje solo para poder hablar con ustedes, con la esperanza de poder obtener información-