Capítulo 4. Recuerdos dolorosos.
Mientras Declan esperaba que Vicente saliera, su mente estaba en la mujer de ojos encantadores y sonrisa bonita, sus labios esbozaron una pequeña sonrisa, jamás había sido humillado por nadie, pero hoy se sintió extremadamente molesto pero a la vez tranquilo, sobre todo después de ver a esos niños, la voz de él sonó de nuevo —Edgar, averíguame el caso del departamento de cardiología pediátrica, además quiero saber ¿Quién es el jefe del departamento? También averigua sobre una mujer llamada Olivia, es doctora de ahí.
—Sí jefe ¿Algo más?
—Necesito que mañana traigas a mi hermana a mi villa, quiero que se quede conmigo un tiempo.
—Pero señor, su padre y…
La voz fría de Declan volvió a sonar como una lúgubre advertencia —Que mi padre se vaya al infierno, nadie me puede prohibir sacar a mi hermana, menos la vagabunda esa.
—Lo lamento señor, mañana mismo traigo a la pequeña princesita Valentina.
—¡Humph!
Edgar volvió hacer silencio, mientras Declan volvía a tomar su portátil y empezaba a trabajar, sus dedos largos tecleaba sin parar, a los 40 minutos llegó Vicente, se subió en el asiento del copiloto y se giró para decirle a su jefe —Señor, el paquete ha caído.
—Bien, anda Edgar, directo a la empresa.
—Entendido jefe.
De esa forma, Declan en compañía de sus dos mejores subordinados se alejaron en el llamativo Bentley negro, directo al Corporativo Loftus.
Al mismo tiempo, dentro del hospital, en la habitación donde se encontraba internado Arturo, había alrededor de dos enfermeras y un médico.
—Hora de la muerte.
—4:25 p.m. doctor Cooke.
—¡Bien! No hay más nada que hacer, avisen a su familiares que el señor ha fallecido.
—Entendido doctor Cooke.
En el mismo piso, en una distancia de doce salas, estaba Olivia revisando a la pequeña Lucy que había vuelto a la vida —Doctora Baxter ¿Necesita algo más? –preguntó Teresa la enfermera de su departamento.
—Avisa a sus padres, necesito hablar con ellos sobre el estado de Lucy.
—Entendido doctora Baxter.
Teresa salió de la habitación dejando a una muy cansada mujer atendiendo y verificando el estado de la pequeña Lucy, a los pocos segundos salió y le pidió a otra de las enfermeras —Catarina, necesito que estés al pendiente del estado de Lucy, trata de chequear cada diez minutos su estado, por favor.
—Entendido doctora Baxter.
Olivia camino con el cuerpo pesado hacia su oficina, entró y se sentó en su silla con el corazón a millón, tenía un ataque de pánico, todo su cuerpo estaba temblando, ella se agarró con fuerza las manos y empezó a respirar profundamente para poder calmar su ritmo cardíaco, a los pocos segundos ella se estabilizó.
Se recostó en la silla y cerró sus ojos, estaba agotada, perder a un paciente es el sentimiento más triste y de derrota para un médico, el toque de la puerta la hizo recomponerse en su silla —Adelante.
—Oli ¿Cómo te sientes? –preguntó un apuesto cardiólogo colega de ella, el chico medía una altura de un metro setenta y cinco, ojos color miel muy encantadores, su sonrisa fue una fuente de alegría para Olivia que se sentía derrotada.
Ella lo miró y le dedicó una sonrisa cálida —Estoy mejor.
—¿Cómo sigue Lucy?
—Ya está fuera de peligro, su marcapaso no está funcionando, debo cambiarlo por uno con mayor potencia, las válvulas del corazón de Lucy ya no están funcionando adecuadamente.
—Lo entiendo, ¿Has hablado con sus padres?
—Le pedí a Teresa que se comunicará con ellos, para poder conversar sobre el tema.
—Bueno, cualquier cosa que necesites solo avísame Oli.
—Gracias Ren.
—No es nada cariño, sabes que siempre puedes contar conmigo –Ren se acercó a ella y le dio un cálido beso en la mejilla, después de eso, se alejó dejando a Olivia sola.
Olivia se sentía agotada, sacó los archivos clínicos de la pequeña Lucy y empezó a estudiarlos detalladamente, sus ojos gris perlados estaban fijos en cada palabra y anotación, así pasaron alrededor de unas 4:00 horas, ya eran las 9:52 p.m., cuando ella terminó de crear un plan para la salud de la niña, sobre todo el hecho de que el hospital no podría costear en su totalidad el nuevo marcapaso.
Cuando estaba por irse, su móvil sonó, ella lo tomó y contestó sin mirar el registro de llamada.
La voz suave y encantadora de un hombre sonó —¿Cómo está la reina más encantadora de todas?
Olivia esbozó una linda sonrisa —Está reina hoy está decaída, pero ahora que te escuchó, me siento de mejor ánimo.
—¿Qué le hicieron a mi pequeña reina?
—Trabajó, es solo eso, pero dime ¿Dónde te encuentras ahora Bartolomé?
—Estoy llegando al país en unas cinco horas, voy en el avión con mis colegas.
—¡Oh! Eso es fantástico y dime ¿Terminaste tu misión?
—Sí y no, pero sabes que no puedo hablar de ella por esta vía.
—Lo sé teniendo Baxter, la pequeña reina lo entiende, dime hermano ¿Cómo está papá?
—¡Humph! Ya sabes, no ha cambiado nada, solo se ha refugiado en el trabajo, por suerte está más tranquilo que antes.
—Entiendo, bueno espero verlo pronto, la verdad lo extraño mucho.
—Lo sé pequeña, pero debemos darle tiempo para que sane su corazón y alma.
—Sí.
—¿Ya estás en casa?
—No, voy saliendo apenas del hospital.
El apuesto hombre alzó una de sus cejas y dijo en tono de regaño —Olivia Inés Baxter Zigich, ¿Por qué has salido tan tarde? Debes cuidarte, sabes que tu salud no es la mejor de todas, lo sabes Olivia.
—Lo sé, pero me he cuidado muy bien, además mi corazón sigue tan sano ahora que ya no tiene fallos.
—Pero…
Su hermana lo detuvo —Bartolomé, el corazón de Zora está conmigo, él jamás dejaría que yo me muera, recuérdalo por favor.
El apuesto hermano de Olivia, sintió que su corazón se oprimía de tristeza al escuchar eso, suspiró con cansancio y no dijo más nada respecto a eso —Lo sé, bien ahora ve para la casa a descansar por favor.
—Ya estoy por subirme al taxi, te chateo cuando llegó.
—Está bien, te amo pequeña.
—También te amo Bartolomé.
En un vuelo a gran altura, iba el hermano mayor de Olivia, el apuesto Bartolomé Atlas Baxter Zigich, era un destacado oficial del gobierno, gran detective y teniente de fuerzas especiales de investigación, cada tres o cuatro meses debía volar a diferentes países a realizar misiones que eran dirigidas por su padre, el famoso general Hiroto Shouta Baxter, el padre de ellos dos, un antiguo miembro y fundador del departamento de investigación gubernamental, un hombre con carisma, devoción por su trabajo y su familia, pero después de la pérdida irreparable de su amada esposa y su hijo menor Zora, se dedicó a su trabajo, se fue del país donde nacieron sus hijos y regresó a su país natal Japón, lugar donde creó por primera vez el primer sistema de investigación gubernamental, a medida que pasaba el tiempo, la asociación creció tanto que 123 países se unieron a él, tenía un imperio grande que seguir manejando.
Bartolomé que colgó la llamada con su hermana menor, se sentía preocupado por ella, era su única hermana viva que le quedaba de su familia, aparte de su padre, solo eran ellos tres, un subordinado de él lo interrumpió mientras estaba en sus propios pensamientos.
—Comandante Bartolomé ¿Ya estamos llegando con el cliente?
Bartolomé fijó sus ojos grises fuertes en el subordinado y una voz fría le contestó —Prepara todo el equipo.
—Entendido comandante.
Al mismo tiempo, Olivia que iba en el taxi rumbo al hogar que compartía con su cuñada y mejor amiga Nuria, venía pensando en su padre y sus hermanos, sobre todo el Zora, su hermano mellizo, cuando pasó el accidente automovilístico con su madre y ella, su corazón se perforó con una astilla metálica, su madre no podía donarle su corazón porque tenía un problema congénito, pero su hermano mayor mellizo le dio su corazón sin pensarlo, tenían 15 años cuando sucedió esa desgracia, Olivia no se dio cuenta cuando sus lágrimas mancharon su afligido rostro, la voz del señor del taxi la sacó de sus trance dolor.
—Señorita ¿Se encuentra bien?
Olivia se tocó el rostro y se limpió con un pañuelo que sacó de su cartera —Lo siento, sí, sí, estoy bien, gracias por preguntar –Olivia todavía venía con su bata de doctor.
El señor la miró y le dijo con pesar —Señorita, perder pacientes debe ser difícil para ustedes los doctores ¿Cierto? Pero no lloré, usted es una heroína que lucha con la misma muerte.
Olivia se le quedó mirando y sus ojos no pudieron evitar volver a botar lágrimas, su vida era dolorosa, sus recuerdos lo eran más —Gracias por la gran empatía, por favor déjeme aquí –le dijo ella saliendo del taxi para caminar y refrescarse un poco, no quería que Nuria se preocupara por ella de nuevo.
Ella caminó por las calles nocturnos e iluminadas, a pocos metros estaba su casa, entró y le dio gracia a los dioses por no encontrarse con Nuria, subió las escaleras y entro a su habitación, se tiró sin quitarse el uniforme y volvió a llorar con gran tristeza, ella no se dio cuenta cuando su propio cuerpo se rindió y cayó en un profundo sueño.