Capítulo 3. La encantador doctora Olivia.
—Vicente –se escuchó la voz tenebrosa de Declan.
—Jefe me haré cargo enseguida –Vicente camino rápidamente para detener a la doctora, pero no espero que ella fuera tan precavida. El cuerpo sin fuerza de Vicente cayó al piso, como un muerto viviente ¡Plof!
—¡Oh! Cuanto lo siento, no era mi intención, ¡Ay! Enfermero –Olivia miró el gafete con el nombre verdadero de Vicente —Enfermero Vicente, no debe preocuparse, solo lo puse a dormir –Olivia miró al gran hombre que tenía todavía sujetado con una de sus manos y le dio una orden como si ese fuera su subordinado —Vamos Armando, no te quedes ahí mirando, ayúdame a meterlo en la cama de la habitación.
Declan se sentía incrédulo, humillado, desorientado y sobre todo furioso, esa pequeña chica encantadora, solo lo estaba tratando como un verdadero bufón, burlándose de él en todo momento, pero lo que lo dejó más que impresionado, fue el ágil movimiento de la chica, que con una mano libre le apretó un punto esencial de la yugular para dormir a Vicente, sabiendo que Vicente era el doble de grande que ella, los ojos azules de Declan miraban a la hermosa doctora que todavía se preocupaba por su subordinado, él no tuvo más remedio que levantar a Vicente y colocarlo en la cama de la habitación.
Después de colocar a Vicente en la cama, sonó la mágica voz de Olivia —Mis amores divinos, ahora les presento a mi encantador, fantástico e increíble bufón, su nombre es lo más increíble de todos, les presento a Armando Bronca.
Todos los niños miraron a Declan con unos ojos llenos de vitalidad, cada pequeños ojos tenían esperanza de vida, alegría y sobre todo fuerza, Declan por segundos miró a su hermana pequeña en cada niño, pero lo que llamó más su atención era la sonrisa de la doctora, al igual que ella, la sonrisa de él, era tan sensual que dejó embobada a Olivia, que jamás había visto a un enfermero tan guapo como él.
—Oye Armando, espero seas tranquilo, las broncas no me gustan –dijo una encantadora pequeña de unos cuatro años, su sonrisa era muy mágica.
—No lo haré –sonó la voz profunda y muy varonil de Declan, toda su molestia fue suplantada por las mágicas sonrisas de los niños y niñas de la habitación.
Olivia sentía que sus mejillas estaban calientes, la voz de él era suave pero a la vez poderosa. Olivia se acercó a Declan y le volvió a tomar las manos, sus dedos blancos y delicados se entrelazaron con los de él, por una extraña razón Declan no sentía desprecio ante esa mujer, todo lo contrario, le agradaba su suave tacto, miró sus manos y luego a ella que seguía hablándole a los niños, su modo de hablar era tan tranquilo, que entregaba una paz indiscutible a los corazones.
El corazón de Declan empezó a latir con fuerza, se sentía muy extraño, no conocía esa sensación, él no la conocía, no conocía su nombre, ni siquiera sus habilidades, solo conocía una sonrisa especial y tierna, unos ojos brillantes y pasivos y sobre todo, la mejor risa de la que podría haber escuchado.
—Vamos mi querido bufón, es hora de la diversión –Olivia se acercó a él y le dijo mientras lo tiraba un poco hacia abajo para que ella lograra decirle algo a sus oídos —Soy la doctora Olivia, pero ahora solo seré la pequeña reina Olivia, así me conocen todos estos encantadores niños, trata de no ser tan duro, cada pequeño tiene un problema congénito del corazón.
Declan escuchaba con atención a la hermosa mujer, sus mirada se fijó en esos encantadores labios rojos como dos jugosas cerezas, su aroma era tan embriagador que sentía que esa mujer lo estaba seduciendo sin darse cuenta, la voz de ella volvió a sonar —¿Has entendido Armando?
—Sí.
—Perfecto –ella volvió a fijar su mirada en los niños —Ahora mis queridos corazones de melocotones, ahora la pequeña reina y el bufón, les dará la mejor noche de todas.
Declan sentía que esa era la primera vez que se sentía tan extraño, ver a diferentes niños en esa posición era muy surrealista, se imaginaba a su pequeña hermana, con esa misma sonrisa llena de esperanza y lucha, cada niño y niña tenía ese toque en los ojos.
Cuando iba a decir algo más, una de las niñas que estaba sentada tranquila en la cama, con una intravenosa en su muñeca, empezó a sentirse mal, Olivia entró en acción, el solo miraba como el aura de la mujer cambiaba, su sonrisa se volvió seca, su carisma se acabó, solo había una mujer con ojos fuertes, decididos y sobre todo, de su cuerpo salía un aura de orgullo y confianza.
Olivia tocó el interruptor para llamar a las enfermeras, en menos de dos segundos un gran equipo entró a la habitación, muchas empezaron a sacar a los niños y dejarlos en sus respectivas habitaciones, la voz de Olivia era ahora solo de mando .
—Enfermera Teresa, prepárame 2 cc de nitroglicerina.
—Sí doctora Baxter.
Mientras Declan no salía de la impresión del momento, la voz de Vicente lo sacó del trance —Amo Loftus, es hora de irnos.
Declan miro al moribundo de su subordinado, luego fijó su mirada en la espalda de la pequeña mujer que luchaba por salvarle la vida a la pequeña niña, sus manos estaban tiesas, su cuerpo no reaccionaba, jamás había visto eso con sus propios ojos, se imaginaba a su pequeña hermana y era una escena triste y desgarradora.
La voz de Olivia volvió a sonar, pero esta vez era como un gran rugido, como cuando las leonas pelean a muerte por defender a sus crías —Maldición Lucy, no nos vayas a dejar, todavía no es tu momento. –Olivia estaba asustada por la pequeña —José, prepárame el desfibrilador, súbelo a 60 joule –Olivia daba las indicaciones a su personal —Despejen el área –Olivia empezó colocar las piezas de metal en el cuerpo débil de la niña, con un rango de tres toque la niña volvió a tener ritmo cardiaco —Lo hemos logrado, lo hemos logrado –dijo Olivia mientras sus lágrimas no dejaban de correr por sus encantadores ojos.
Declan no se alejó de la puerta, ya no podía estar dentro de la habitación, pero desde afuera se podía ver y escuchar todo el procedimiento, en un segundo vio como el cuerpo de la doctora Olivia se colocaba en cuchilla mientras sus sollozos eran más fuertes, Declan tenía el impulso extraño de entrar y abrazarla, ser su apoyo y consuelo, pero Vicente le volvió a decir —Amo Declan, el señor Arturo se nos va a escapar.
Declan no tuvo otra opción más que darse vuelta e irse con el corazón latiendo a millón por la escena que vio —Andando –la voz fría del hombre era extremadamente peligrosa.
Vicente no entendía a qué se debía, no sabía si era porque la mujer lo trato como un verdadero bufón, lastimando totalmente su orgullo y decencia o simplemente porque no se podía vengar, pero lo que sí sabía era que iban a rodar cabezas, si no encontraban a Arturo.
Los dos caminaron con pasos largos, hacia donde se encontraba Arturo, esté había utilizado el hospital como un refugio, fingiendo que estaba enfermo, pero lo que no sabía Arturo, era que el hospital era de Declan. Los dos llegaron al frente de la habitación, dentro estaba Arturo hablando por teléfono con alguien.
—Sí amo Jack, esté es el mejor negocio para usted, con las escrituras del prototipo robótico de empresas Loftus en su poder, podrá sacarlo al mercado y venderlo.
En la otra línea, un joven de unos 38 años de edad, estaba sentado en su gran silla de oficina, mientras escuchaba con atención al hombre que le robó a su archienemigo de negocios, este hombre era Jack Tienken, uno de los segundo lugares en todo lo referido a robótica, ingeniería, medicina; él odiaba a muerte a Declan Loftus, por quitarle su gloria, aunque se llevaban siete años de diferencia, eso era lo suficiente para que Jack se sintiera furioso, porque él llevaba años en la industria y de la nada apareció un crío que lo destruyó como un chasquido de dedos, por eso jamás dejaría que el Corporativo Loftus saliera vencedor.
Declan que escuchaba todo, sentía que hoy era un día de buena y mala racha, primero lo humillaron y segundo se enteró de la cabecilla que quería su prototipo.
Vicente que miraba la alta figura de su jefe, sobre todo esa poderosa aura asesina, se sentía temeroso, pero habló —Amo Declan ¿Actuamos?
Declan alzó la mano para que este se callara y él poder seguir escuchando, unos segundo después la voz gruesa y gélida de Declan salió —Recupera la grabación de la habitación, quiero que captures y te deshagas de ese infeliz de Arturo, luego prepara con el abogado de la empresa una denuncia con los altos mandos de propiedad intelectual, quiero la reducción del noventa por ciento de los activos de Tienken.
—Sí señor.
Sin más, Declan se dio media vuelta y salió caminando con pasos seguros y fríos por el pasillo, por alguna extraña razón quería ver a esa doctora que lo humilló, pero luego pensó en el estado de dolor de ella, su corazón se saltó tantos latidos que no entendía ese sentimiento, no quiso pensar más en eso y salió del hospital para dirigirse a su automóvil, dentro lo esperaba Edgar.
—Señor ¿Lo ha conseguido?
—Sí, Vicente se está haciendo cargo.
—¡Fabuloso!