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### Capítulo 3: Límites y Condiciones

Valeria despertó temprano la mañana siguiente, con la firme resolución de abordar el asunto con claridad y sin dudas. Pasó la mayor parte del día revisando una y otra vez el contrato que Damián le había enviado, anotando preguntas y comentarios en los márgenes. Cada cláusula estaba escrita con una precisión casi quirúrgica, dejando poco espacio para malentendidos. Sin embargo, hubo una en particular que captó su atención: la estipulación de "contacto físico limitado".

Cuando llegó la hora de la reunión con Damián, Valeria se encontró nuevamente frente a las puertas de cristal de la empresa Ferreira Corp. Un asistente la guió hasta una sala de juntas en el piso superior, donde Damián ya la esperaba. Su presencia, como siempre, dominaba la habitación. La silla de ruedas estaba estacionada junto a una de las esquinas de la mesa, y sobre ella reposaban documentos organizados meticulosamente.

—Puntual otra vez. Estoy impresionado —dijo Damián, con un tono que rozaba la cordialidad.

—Me gusta saber exactamente en qué estoy metida antes de comprometerme —replicó ella, sentándose frente a él.

Damián asintió y deslizando un bolígrafo hacia ella, indicó el contrato que estaba sobre la mesa.

—Hablemos de tus inquietudes.

Valeria abrió su carpeta y sacó su lista de notas. Pasó los primeros minutos abordando detalles menores: horarios, logística y algunos tecnicismos legales. Pero finalmente llegó al punto que había estado esperando.

—Quiero discutir la cláusula sobre contacto físico —dijo, sosteniendo su mirada.

Damián alzó una ceja, pero no pareció sorprendido. En lugar de responder de inmediato, cruzó las manos sobre la mesa y la observó, como evaluando cómo proceder.

—Especifica.

Valeria respiró hondo antes de continuar.

—La cláusula establece que habrá "límites estrictos respecto al contacto físico". Quiero saber exactamente qué significa eso. No es solo una cuestión de comodidad; quiero asegurarme de que estamos en la misma página.

—Significa —comenzó Damián, con un tono pausado pero firme—, que este matrimonio es puramente funcional. No habrá contacto físico innecesario ni, mucho menos, intimidad. Si en algún momento la situación social requiere una muestra de afecto, como tomarse de las manos o un beso en la mejilla, se hará exclusivamente para mantener las apariencias. Fuera de eso, nuestras vidas privadas seguirán separadas.

Valeria asintió lentamente, dejando que sus palabras se asentaran. Había esperado esa respuesta, pero escucharla de él directamente le daba una tranquilidad que no había anticipado.

—Y si alguna de las partes viola esa cláusula, ¿cuáles serán las consecuencias? —preguntó, con una ceja ligeramente levantada.

Damián sonrió apenas, como si apreciara su tenacidad.

—Hablar de consecuencias en un acuerdo como este es innecesario si ambas partes respetan los términos. Pero para tu tranquilidad, cualquier violación de esa naturaleza invalidaría el contrato y pondría fin al acuerdo inmediatamente.

Valeria notó la firmeza en su voz, lo que dejaba claro que no estaba jugando. Había pensado en todo, y no tenía intención de dejar lugar a malentendidos. Con eso aclarado, pasaron al resto de las cláusulas, abordando temas como la convivencia y las expectativas públicas.

—Tendremos habitaciones separadas en mi residencia. Compartiremos tiempo en eventos sociales, pero fuera de eso, puedes llevar tu rutina habitual siempre que informes a mi asistente con antelación —explicó Damián.

La formalidad de todo el acuerdo seguía dejándola atónita. No había ningún dejo de romanticismo, ninguna insinuación de algo que pudiera malinterpretarse. Para él, esto era un negocio, y Valeria se dio cuenta de que tendría que tratarlo como tal.

Cuando finalmente terminaron de revisar el contrato, Damián la miró con intensidad.

—¿Hay algo más que te preocupe?

Valeria negó con la cabeza, aunque aún había muchas preguntas que prefería guardar para más adelante. Por ahora, necesitaba tiempo para procesar todo.

—Creo que hemos cubierto todo. ¿Cuándo se espera que firme? —preguntó.

Damián deslizó un bolígrafo hacia ella, pero no la presionó.

—Tómate el tiempo que necesites. Pero cuanto antes firmemos, antes podremos empezar a trabajar en los detalles públicos.

Valeria guardó el contrato en su carpeta y se levantó, lista para irse. Sin embargo, antes de que pudiera salir por la puerta, Damián habló nuevamente.

—Valeria, una última cosa. Esto no es solo un acuerdo para mí. Es una manera de proteger lo que he construido. Si decides aceptar, quiero que sepas que no me gusta fallar. Ni a mí mismo ni a quienes trabajan conmigo.

Había algo en su tono que la hizo detenerse. No era una amenaza, pero tampoco era una simple declaración. Era un recordatorio de que este hombre estaba acostumbrado a tener el control, y esperaba lo mismo de todos a su alrededor.

Valeria asintió, sin decir nada, y salió de la sala de juntas. Mientras caminaba hacia el ascensor, no pudo evitar sentirse atrapada en una red de expectativas y secretos que apenas comenzaba a comprender.

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