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Capítulo 4: La Red de Sombras

El día siguiente amaneció nublado, con un viento fresco que se colaba por las rendijas de la ventana de la oficina de Valeria. Aun sin firmar el contrato, la idea de lo que significaba unirse a la red de poder y secretos de la familia Ferreira la mantenía inquieta. Se sentía como si estuviera a punto de adentrarse en un juego cuyas reglas desconocía por completo y en el que las consecuencias de cada movimiento podían ser impredecibles.

Valeria revisó los informes de la empresa en la pantalla de su ordenador, tratando de mantener su mente ocupada. Las cifras y los porcentajes se fundían en un mar de números que perdía de vista, cada uno representando una faceta del imperio que Damián había construido y que ahora ella, de manera casi involuntaria, se vería arrastrada a formar parte. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar, y no solo por el contrato. Las nuevas alianzas y conexiones que esta unión le traía implicaban un mundo completamente desconocido, lleno de intrigas y juegos de poder. Pronto, descubriría que los secretos que esa red escondía podrían hacer o deshacer su vida, y cada revelación la llevaría un paso más cerca de un destino que ni siquiera ella había imaginado.

El sonido de un mensaje en su móvil la sacó de su ensimismamiento. Era de Damián.

Buenos días, Valeria. Espero que hayas tenido tiempo para reflexionar sobre nuestra reunión de ayer. Si decides seguir adelante, me gustaría que nos reuniéramos esta tarde para ultimar detalles. Estoy a tu disposición.

Sin pensarlo mucho, respondió con un simple “Aceptar” y dejó el móvil sobre la mesa. En su mente, las preguntas seguían acumulándose. “¿Qué significará vivir bajo ese techo? ¿Qué oscuros secretos esconde Ferreira Corp?”

Cuando llegó la tarde, Valeria se encontraba en la sala de reuniones que había visto la mañana anterior. Esta vez, Damián estaba acompañado por su asistente personal, un hombre delgado y con una mirada aguda llamado Marco, que se movía por la sala con la seguridad de quien controla cada detalle. El ambiente era denso, como si un huracán de silencios y miradas calculadas lo envolviera.

—Bienvenida de nuevo, Valeria —dijo Damián, su voz profunda resonando con un eco que a veces resultaba inquietante—. Espero que la decisión que tomes hoy sea la correcta para ambos.

Valeria asintió, aunque por dentro sentía que el peso de la elección la iba a aplastar.

Marco, con un gesto que apenas dejaba traslucir su expresión, entregó un paquete con papeles a Valeria.

—Este es el anexo que necesitas firmar para formalizar la parte de la vida pública. Contiene detalles sobre los eventos a los que asistirás y tus responsabilidades como “Élite Social” de la familia Ferreira —informó Marco.

Valeria miró el documento, notando que los términos eran tan estrictos como los del contrato inicial. Se esperaba que se comportara como una esposa ejemplar, una figura de apoyo que nunca fallara a la imagen de Damián. Las apariciones públicas, las cenas de gala, las reuniones de beneficencia —todas requerían su presencia y su capacidad de mantener una apariencia impecable.

—A partir de hoy, vivirás en la residencia de los Ferreira, donde estarás bajo estricta vigilancia. Esto es para proteger nuestra imagen y la integridad del acuerdo —explicó Damián, con una mirada que parecía leerla.

Valeria se detuvo un momento, sabiendo que esa no sería una vida sencilla. La residencia Ferreira, un palacio de mármol y cristal en la cima de la colina, representaba todo lo que ella había soñado y temido. La opulencia que había visto en fotos se tornaba ahora tangible y opresiva.

—Tienes dudas, lo puedo ver —dijo Damián, una chispa de comprensión en sus ojos—. Pero entiendo que esto no es solo un sacrificio para ti, sino también para mí. Por eso, si en algún momento sientes que esto es demasiado, te pido que lo digas.

Las palabras parecían sinceras, pero Valeria no podía evitar preguntarse cuál era su verdadera motivación. El hombre frente a ella, que gobernaba su imperio con la frialdad de un autómata, nunca había dado signos de debilidad o de emociones humanas genuinas. Era un misterio que la inquietaba.

—Acepto —dijo, con la voz más firme de lo que se sentía.

En ese momento, la puerta se abrió y una figura familiar entró en la sala. Era Elena, la hermana menor de Damián, que vestía un conjunto blanco impecable y cuyo cabello rubio estaba recogido en una coleta alta. Sus ojos, de un azul cristalino, reflejaban la frialdad que ella misma emanaba.

—Valeria —dijo Elena, sin una sonrisa, pero con un tono que pretendía ser acogedor—. He venido a darte la bienvenida a la familia.

La tensión aumentó al instante. Valeria sintió el peso de la situación, el peligro latente que emanaba de cada uno de los Ferreira. Sabía que su decisión había comenzado a tejer una red que la atrapaba sin escape. La pregunta era: ¿qué tan hondo había de adentrarse en ese mundo antes de darse cuenta de que ya era demasiado tarde?

El silencio se instaló en la sala, pesado y denso, mientras Elena se acercaba y se sentaba en una esquina, observando a Valeria como si estuviera evaluando a una pieza de ajedrez. La partida había comenzado, y Valeria ya podía sentir el riesgo de cada movimiento.

Pero esta vez, estaba decidida a no jugar sin saber las reglas. No solo estaba firmando un contrato; estaba entrando en una batalla en la que cada palabra y cada acción tendría consecuencias imprevisibles. Y mientras se preparaba para firmar, un escalofrío recorrió su espalda al pensar en lo que descubriría de la verdadera naturaleza de los Ferreira.

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