### Capítulo 2: Términos y Condiciones
Esa noche, Valeria se encontraba sentada en el sofá de su pequeño apartamento, con su laptop frente a ella y una taza de té enfriándose en la mesa. La lluvia seguía cayendo con fuerza, tamborileando contra los ventanales y acompañando el torbellino de pensamientos que llenaban su mente. Justo como Damián Ferreira había prometido, un correo electrónico había llegado a su bandeja de entrada unas horas después de su encuentro. El asunto simplemente decía: "Propuesta Contractual".
Abrió el mensaje con cautela, su corazón latiendo un poco más rápido de lo que le gustaría admitir. El cuerpo del correo era breve, pero contenía un archivo adjunto titulado "Contrato de Matrimonio". Sus dedos vacilaron sobre el mouse antes de hacer clic para abrirlo.
El documento era extenso, como había esperado. Las primeras páginas estaban llenas de lenguaje legal que explicaba los términos generales del acuerdo: duración de un año, obligaciones mutuas y estricta confidencialidad. Pero a medida que avanzaba, los detalles comenzaban a destacar.
En resumen, ella tendría que actuar como la esposa de Damián en todos los aspectos públicos. Asistiría a eventos sociales, lo acompañaría en reuniones importantes y viviría en su residencia principal durante el periodo del contrato. A cambio, él le proporcionaría una suma generosa de dinero, acceso a recursos ilimitados para sus investigaciones y, lo más importante, protección total.
Lo que más le llamó la atención fue la cláusula que especificaba que, al término del contrato, ambos podrían disolver el acuerdo sin consecuencias legales ni vínculos adicionales. También había una lista de condiciones inusuales que debía cumplir: no revelar el verdadero propósito del matrimonio, mantener una imagen de pareja ideal frente a los medios y no interferir en los negocios internos de Damián.
Mientras leía, Valeria no podía evitar preguntarse qué tipo de hombre necesitaba llegar a estos extremos. Las palabras de él durante su encuentro resonaban en su cabeza: "Estabilidad. Imagen. Y tiempo." Algo grande estaba en juego, algo que él no le había contado del todo.
—Es una locura —dijo murmuró para sí misma, cerrando la laptop con un suspiro. Pero incluso mientras lo decía, sabía que parte de ella estaba considerando seriamente aceptar.
La mañana siguiente, Valeria despertó con un mensaje de texto de un número desconocido: “Nos vemos esta noche a las 8:00 p.m. en el restaurante Le Ciel. Es hora de discutir los términos. D.F.”
Era conciso, directo, y dejaba claro que no aceptaría una negativa tan fácilmente. Valeria apretó los labios, sintiéndose atrapada entre la curiosidad y la cautela. Sabía que este tipo de situaciones nunca terminaban siendo simples.
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Cuando llegó a Le Ciel esa noche, el ambiente contrastaba completamente con el café modesto donde habían tenido su primer encuentro. Las luces suaves iluminaban un espacio de lujo refinado, con candelabros de cristal y mesas impecablemente decoradas. Damián ya estaba allí, esperándola en una mesa cerca de un ventanal que ofrecía una vista espectacular de la ciudad. Su silla de ruedas era discreta, casi una extensión de su presencia, pero no podía pasar desapercibida para Valeria ahora que era consciente de su uso.
—Puntual. Me gusta eso —dijo él mientras ella se sentaba frente a él. Su tono era cortés, pero había un dejo de impaciencia en sus ojos.
—Y yo prefiero saber exactamente en qué me estoy metiendo antes de comprometerme —replicó ella, colocando su bolso en el respaldo de la silla. Damián sonrió, como si apreciara su actitud directa.
Un camarero apareció con una botella de vino que Damián había elegido previamente. Mientras servía las copas, el magnate no perdió tiempo.
—Leíste el contrato. Asumo que tienes preguntas.
Valeria se inclinó ligeramente hacia adelante, entrelazando las manos sobre la mesa.
—Tengo muchas, pero empezaré con lo obvio. ¿Por qué yo? Podrías haber elegido a alguien con experiencia en este tipo de arreglos.
—Precisamente por eso no quise hacerlo. No necesito a alguien que vea esto como una transacción fría. Necesito a alguien genuino, alguien que no solo siga las reglas del acuerdo, sino que también proyecte una imagen real. Y tú, Valeria, tienes algo que la mayoría de las personas en mi mundo no tienen: credibilidad.
Ella se quedó en silencio por un momento, procesando sus palabras. Era un cumplido, pero también una manipulación evidente. Él estaba jugando sus cartas con habilidad, y Valeria sabía que necesitaría estar alerta.
—Y ¿qué pasa si descubro algo durante este año que no me gusta? Algo que podría poner en peligro mi integridad.
Damián la miró fijamente, sus ojos oscuros penetrantes.
—Tienes mi palabra de que nunca te pediré que hagas algo que comprometa tus principios. Pero también debes entender que mi mundo es complejo. Habrá cosas que no te gustarán, y habrá cosas que no podré explicarte del todo. Si eso es algo con lo que no puedes vivir, este no es el acuerdo para ti.
El silencio que siguió fue interrumpido solo por el sonido de la lluvia golpeando las ventanas. Valeria sostenía su copa de vino, mirándolo con atención. Él era un hombre lleno de contradicciones: directo pero reservado, poderoso pero vulnerable.
—Acepto discutir los términos finales —dijo finalmente, aunque su voz era cautelosa.
La sonrisa de Damián fue apenas perceptible, pero había un brillo en sus ojos que sugería satisfacción. Había logrado llevarla un paso más cerca de su objetivo.
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Horas más tarde, Valeria caminaba por las calles desiertas de la ciudad, su mente inundada de pensamientos contradictorios. Había mucho que ganar, pero también mucho que perder. Mientras cruzaba un parque casi desierto, sintió una extraña sensación de que la estaban observando. Miró sobre su hombro, pero no vio a nadie. Aún así, apresuró el paso, sintiéndose inexplicablemente inquieta.
Cuando finalmente llegó a su apartamento, se aseguró de que la puerta estuviera bien cerrada antes de exhalar un suspiro profundo. La sensación de ser observada aún la acompañaba, pero intentó atribuirlo a los nervios. Mientras dejaba su bolso sobre el sofá y encendía una lámpara, no pudo evitar mirar por la ventana, buscando algo que ni siquiera sabía definir.
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