Irse
Mia Madson
Fueron tres días tranquilos aquí en esta casa y sí tomé posesión de ella, nadie vino aquí y pude pasear, ver la naturaleza y poner mis pies descalzos en el suelo, ¿sabes cuánto tiempo hacía que no hacía eso? Yo tampoco me acuerdo, y es tan malo no acordarse de las cosas. Después de arriesgarme en una carrera de actriz que no es nada prometedora para mí y que no me gusta, dejé de ser yo misma, para ser un personaje.
La preparación de la fiesta de cumpleaños de la señora Geordano estaba en pleno apogeo, el banquete de mi boda era algo tan pequeño al lado de la grandiosa fiesta de la matriarca, su sesenta cumpleaños se celebraría con una fiesta por todo lo alto. Lo observaba todo desde la casa de Geovane, me sentía como una intrusa en medio de aquella gente, pero necesitaba estar allí. Así que vamos a una actuación más. Me trajeron la maleta el otro día después de la boda, y no tenía un traje apropiado para la fiesta a la que no me habían invitado, así que necesito un vestido nuevo.
Doy una vuelta por la finca y me encuentro con un chico guapo, alto y moreno. Su camisa abierta dejaba ver el vello que tenía en el pecho, sus pantalones ajustados dejaban entrever sus preciosas y gruesas piernas. Elegí una de mis botas estilo cowboy, unos vaqueros cortos y una camisa de Geovane y un sombrero que colgaba en el armario, me solté el pelo, me puse unas gafas de sol y me acerqué a hablar con el guapo.
- Hola -le dedico una sonrisa al joven.
- Hola -se quita el sombrero-, ¿necesitas algo? - dice tímidamente.
- Sí, necesito un coche para ir a la ciudad. ¿Hay alguno disponible aquí o hay algún taxi que venga a recogerme?
- Hay un camión, señora. Pero está un poco sucio por el trabajo, lo uso para recoger cosas en la ciudad. Voy a la ciudad a recoger algunas cosas para aquí, si quieres que te lleve.
- Quiero que me lleven.
De lejos veo a la madre de Geovane mirándome y hablando con la gente que está organizando su fiesta, la miro y le hago un pequeño gesto con la mano y le sonrío, ella me cierra la cara y entra en casa. Espero no meter en problemas al chico que me llevará a la ciudad, pero tendrán que tragarme aquí hasta que me vaya y consiga lo que quiero, después de un mes me alejo de todo esto.
Me subí a la camioneta con el chico que no se ni el nombre, y sigue los caminos de tierra, todo era tan hermoso, el verde estaba tan presente en ese paisaje, las parras en la Toscana era algo tan perfecto, las hileras de parras hacían un dibujo perfecto en esa inmensidad de tierra.
- Qué hermoso es aquí.
- Yo también lo creo, señora, estoy enamorado de esta vista.
- ¿Cuánto tiempo trabajas aquí? ¿En la propiedad?
- Sí, trabajo allí desde niña, mi madre es la cocinera de la casa grande, trabaja con los Geordano desde hace muchos años.
Me contó algunas cosas sobre ellos y acabé guardando esta información que podría ser útil en algún momento, cuando llegamos a la ciudad anoté su número de teléfono y le llamaría en cuanto encontrara el vestido adecuado para la fiesta de cumpleaños de mi querida sobrina. Él se fue de compras por la propiedad y yo me fui al centro comercial. Caminé mirando las tiendas y me enamoré de un vestido rojo, la espalda estaba descubierta y estaba segura de que quedaría perfecto en mi cuerpo. Entré en la tienda y la chica me miró con el ceño fruncido, seguramente pensaba que era una chica de campo sin dinero, le pedí que me enseñara el vestido que estaba en el escaparate, no quiso enseñármelo.
- Jovencita, quiero ver el vestido. ¿Puede llevárselo, por favor?
- Es demasiado caro para usted.
- No le pregunté el precio.
De todas formas, me probé el vestido y era perfecto, le dije que quería llevármelo y puso cara de que no tendría dinero para pagar.
- ¿Cómo vas a pagar?
- En efectivo -le entregué mi tarjeta
- Trata mejor a la gente, cariño, podrías estar hablando con alguien con mucho dinero y no saberlo, y ella podría ir a su encargada y decirle que no quiere que la venta sea para ti y podrías perder tu comisión. Toma ese consejo.
Salí y busqué un zapato, esta vez fue rápido, compré un scarpin negro y la vendedora fue muy amable. Ya estaba con mi look completo, fui al patio de comidas y compre un bocadillo para mi y otro para el chico, le pedi que me lo envolviera y lo llame, que ya me estaba esperando. La gente me miraba como si fuera un árbol de navidad, quizás fuera el gorro, y cuando me encontré con el chico en la entrada del centro comercial, mi marido entraba por la puerta por la que yo salía y como me pidió que no le saludara. A diferencia de él, que me miraba caminar hacia la camioneta, yo abrí la puerta, me revolví el pelo, sostuve el sombrero y le dediqué una sonrisa, quien resopló y caminó rápidamente hacia nosotros.
- Vamos, camina. Acelera el coche y vámonos de aquí.
- ¿No era el jefe? - me pregunta preocupado.
- No lo sé, no vi a nadie.
La fiesta era muy elegante, estaba invitada gente rica, los más ricos de Italia estaban allí, pero yo tenía una intención, encontrar a Matteo y averiguar qué sabía de mí. Lo busqué y lo encontré con mi marido, intenté que no me vieran y me escabullí, pero no pude.
- ¿Qué haces aquí? - pregunta mi marido.
- Soy tu mujer, y se está celebrando una fiesta -mi atención se centró en Matteo- ¿Me concedes el honor de este baile? - Geovane abre la boca para hablar, y yo soy más rápida - Cuñado.
- ¿Por qué no? - todos miraron y cuando di mi primera vuelta, me encontré con los ojos de Geovane fijos en mí - Te gusta provocar a mi hermano, ¿verdad?
- Quiero hablar contigo - me acerco a Matteo.
- ¿De qué quieres hablar conmigo?
- No te hagas el tonto, Matteo - Seguimos en ese impasse, pero necesito hablar con él en un lugar más tranquilo - Todos nos miran.
- Estás muy guapa, debe ser por eso - puse los ojos en blanco.
Antes de que terminara la música mi marido me cogió del brazo y me preguntó quien me había invitado, sabía que su madre no estaba contenta con mi presencia allí.
- Ven Mia - continuó cogiéndome del brazo - Nadie te ha invitado a esta fiesta.
- Déjala ir, Geovane - quien tomaba el brazo de su hermano ahora era Matteo - Yo la invité - mintió.
- ¿Por qué has traído a esa mujer? Sabes que no es bienvenida.
- Deténganse ustedes dos - su madre se acercó y dijo sonriendo - ¿Qué haces aquí niña? ¿Has venido a causar problemas como siempre haces? - dice con una sonrisa para que nadie se percate de nuestra discusión.
Paola, la mujer que no esperaba que estuviera allí, llegó y encendió a la madre de Geovane, y mi marido también se alegró de verla, esa mujer dejó claro que era la favorita.
- Paola, querida, que bueno tenerte de vuelta - le dice su madre a la mujer - espero que todo vuelva a la normalidad.
- Llévame a ver a tu abuelo -susurro al oído de Matteo.
Y entonces ambos salimos del salón, y Geovane se quedó con los dos sin darse cuenta de nuestra marcha, solo tenía ojos para Paola. Matteo y yo dimos una vuelta por la casa para ver al abuelo, que no quería unirse a la fiesta. Estaba en su cama, ya se había retirado, entramos despacio en la habitación y estaba dormitando, como un ángel. Me acerqué a él y le besé la frente, me arrodillé junto a la cama y le pasé la mano por la cara. Oímos unos pasos y Matteo nos dijo que nos escondiéramos. Estábamos atrapados en el baño de la habitación del abuelo. Miré por la puerta y allí estaban Geovane y Paola. Cerré la puerta y le susurré a Matteo que era su hermano, y él me pidió que no hiciera ruido, pero cuando fui a apoyarme en el lavabo del baño me tropecé con una jabonera que cayó al suelo e hizo un fuerte ruido llamando la atención de todos los que estaban en la habitación.
- ¿Quién está ahí? - Geovane abrió la puerta y nos encontró a los dos allí.
- No te das cuenta de que nadie te quiere en esta casa. ¿Qué haces tú aquí?
- He venido a ver a tu abuelo.
Cuando volvimos a la habitación, su abuelo estaba preguntando quién era Paola, y le dijo cosas absurdas como que una mujer puede entrar en la habitación de un hombre sin ser invitada. Que se fuera de allí cuanto antes o que hablarían mal de ella, acabé soltando una carcajada involuntaria.
- Abuelo, ella es Paola, mi prometida. - Dice Geovane.
- No puedes casarte con esta mujer, es la mujer para ti - me señala - No está aquí.
- Paola, perdona - cierra la cara y se va muy enfadada, pisando fuerte.
- Mira lo que hiciste, solo traes problemas a mi vida, vete de aquí - señala la puerta.
Me acerco al abuelo y le beso la mano, él me hace un beso en el pelo y me voy, Matteo intenta acompañarme, pero mi marido dice que no, que quien me acompañará ahora a la salida será él, para asegurarse de que no causo ningún problema.
- Quiero que te vayas de aquí. Se acabó este puto acuerdo -ambos caminamos por el pasillo de la casa.
- Me prometiste un mes y sólo han pasado tres días desde que hicimos un trato.
- Hicimos un trato pero lo has roto, te has apoderado de mi casa, has ido a la fiesta de mi madre sin invitación y todavía quieres que esté bien contigo. No quiero verte más por aquí, ya me entiendes y no quiero que sigas gastando tus bromas baratas a mis hermanos.
Pero como nuestros cuerpos parecían tener imanes, acabé tropezando y él me abrazó, su cuerpo duro y caliente detrás del mío, su aliento en mi cuello y cuando se acercó a mi piel, recordé lo que me había hecho en el coche, su boca jugando con mi pecho, ahora sus manos sujetaban mi cintura y mi respiración entrecortada me dejaba a merced de este hombre, y no debía ser así, sus manos empezaron a subir y yo solo quería más, más de él, más de ese momento. Giré la cabeza hacia un lado y nuestras bocas estuvieron a punto de encontrarse, pero una de las chicas del buffet, pasó por nuestro lado y nos sacó de aquella nube de lujuria.
- Mia, creo que será mejor que te vayas -cuando estuvimos frente a frente nuestras miradas se cruzaron y nos dimos cuenta de lo perdidos que estábamos-, voy a buscar a Paola e intentaré arreglar este desaguisado.