Capítulo 3: La misión
El noveno subsuelo de la A.P.M era al que, por naturaleza, yo le huía.
Este era el destinado a todas las cuestiones administrativas y legales, y puedo decirles en base a mi experiencia, que nada bueno puede salir de este subsuelo. Aquí también se encuentran gran parte de las oficinas de los alto mandos, entre los que se encontraba mi tío Maxwell.
Maxwell Clarkson es el hombre de alrededor de cuarenta y cinco años, castaño y de ojos marrones, que dirige todo esto. Su palabra es ley dentro de las paredes de todas las agencias. Él y nuestro padre se conocieron mientras estaban en la academia, y fueron los mejores amigos y compañeros hasta que mi padre murió. Por eso siempre digo que nosotros tuvimos mucha más suerte que los otros niños, porque cuando mis padres murieron Maxwell se quedó con nosotros y nos crio como si fuéramos sus hijos.
Al llegar a su oficina Abigail, Abby, la secretaria del tío Max a la que Ryan y yo le tenemos mucho cariño, nos recibió detrás de su escritorio.
— Buenos días, chicos. Su tío los espera en la sala de juntas...
Ryan la interrumpió, para empezar otra vez con su discurso que yo ya había descartado.
— ¿Abby, tú crees que debería plantearle al tío Max cambiar esto de las guardias?, leí un estudio que dice que...
— No es por la guardia, Ry— Abby no lo dejó terminar.
— ¿No lo es? — Pregunté.
— No niños, su equipo tiene una misión nueva, vayan a la sala de juntas, Maxwell les explicará mejor— Abby nos sonrió, volviendo a sus tareas.
Miré a mi hermano encogiéndome de hombros. Hace tiempo que no nos asignan una misión fija, desde hace unos meses estamos cada uno por su lado, haciendo pequeñas misiones como de la que Ryan y yo acabamos de volver.
Sin decir nada nos encaminamos por los pasillos hasta la sala.
Cuando estuvimos ahí nos encontramos con el tío Max sentado en la cabecera con una expresión seria, y, a su lado, un hombre pelinegro de su misma edad aguardaba. A decir verdad, la sala de juntas no tenía nada de espectacular, solo era una sala con una enorme mesa alargada y muchas sillas alrededor, además de un televisor, donde se exponían las evidencias de los casos.
A penas entramos, nuestro tío reparó en nosotros y se puso de pie.
— Chicos, tomen asiento, quiero presentarles a alguien—, Ryan y yo nos miramos antes de sentarnos junto a mi tío, frente a ese hombre. —Él es Conrad Decker. El señor es un reconocido científico, y uno de los más importantes inversores de la A.P.M.…Conrad, ellos son Ryan y Emma Cardwell, los chicos de los que te hablé.
— Un gusto señor. — saludó Ryan. Él le devolvió el gesto con un asentimiento de cabeza.
Yo no dije nada, estaba analizando a ese hombre. Pensando en que asunto podría ser tan importante para él que lo obligara a viajar hasta D.C para hablar con mi tío y conocernos en persona. Era algo que no pasaba muy seguido y me causaba curiosidad.
Su postura era demasiado recta, su rostro y sus hombros permanecían tensos, y sus manos se mantenían unidas sobre la mesa. Su pie, se movía rítmicamente bajo la mesa. Estaba nervioso.
Se produjo un silencio de algunos segundos, hasta que mi tío se aclaró la garganta y nos pasó una tableta, que mostraba dos fichas técnicas, de dos adolescentes.
Eran un chico y una chica, ambos de rasgos similares. Compartían los mismos ojos azul grisáceo y el mismo cabello negro, pero, algo que llamo mucho mí atención, fue que los rasgos de él eran muchos más bonitos, más definidos, que los de ella.
—Bien, se preguntarán porque los llamé aquí hoy... —Centré toda mi atención en él—, El señor Decker tiene dos hijos. Nathaniel de 18, y Rebecca de 17.— El tío Max se levantó de su silla y caminó por detrás de nosotros. — Los Decker viven en Nueva York, pero comprenderán que si el señor está aquí, es por un asunto de sumo interés… — las luces se apagaron. —El suero de Asclepio,— la voz de Maxwell era seria mientras encendía el televisor. — Probablemente el avance más importante de la medicina en el último siglo, está siendo sintetizado en los laboratorios Atmos, del señor Decker. — Pasaron varias imágenes de científicos trabajando, entre ellos muchas veces apareció el señor Decker. Las imágenes se detuvieron en la fotografía de un hombre: Ángelo Giordano.
— ¿Giordano? ¿Es en serio? — Comentó Ryan— Ese viejo esta más para el retiro que para seguir causando problemas.
No podía estar más de acuerdo. Ángelo Giordano era el líder de la mafia italiana desde mucho antes de que yo naciera, siendo siempre uno de nuestros principales blancos, no por él, sino porque siempre creímos que es la principal ruta para llegar a su jefe.
Y vamos que quiero atrapar a su jefe.
— Así es Ryan— continuó Maxwell— Tenemos información precisa para creer que la mafia italiana esta detrás del suero, y creemos que Ángelo está intentando llegar al señor Decker por medio de sus hijos.
— ¿Alguno de sus hijos a sufrido algún tipo de ataque directo, señor Decker? — Cuestioné.
— Si— respondió— Mi hija me comentó que ha notado como una camioneta negra la sigue por la calle; y han intentado secuestrar a mi hijo. Intentaron llevarse su auto con él dentro, Nate pudo salir, así que lo denuncié solo como un robo.
Asentí entendiendo su preocupación, los secuestradores han fallado dos veces, lo que les da la pauta y la experiencia para seguir investigando la vida de la familia y planear un ataque preciso que les asegurara capturar por lo menos a uno de los hijos del señor Decker, y, por lo que veo, si lograran eso tendrían el suero en bandeja de oro.
El tío Maxwell encendió las luces otra vez, y se acercó a su silla.
— Su misión será custodiar y proteger a los hijos del señor Decker hasta que el proyecto del Suero de Asclepio finalice, y Giordano sea capturado. Vayan a prepararse, parten a Nueva York en unas horas— Volvió a tomar asiento— Quiero reportes diarios de esta misión, mucha suerte, muchachos.