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capitulo 4. encuentro con el italiano

Detiene el coche y de inmediato escucha el bullicio, frunce el ceño al mismo tiempo que baja del coche. En cuestión de segundos el muchacho del parqueadero llega a su lado.

—Señor Garibaldi, ¿estaciono su coche en el lugar de siempre?

—Si —entrega las llaves para luego ingresar en aquel exclusivo club.

Su entrada no pasa desapercibida, más él ignora a todos y solo busca con la mirada a una persona. La encuentra frente a la barra dándose ordenes, de inmediato el personal de Vittorio nota su presencia y se lo hacen saber.

El rubio gira el rostro para verlo y le sonríe para luego saludarlo con la mano.

El pelinegro avanza hacia él mientras que la gente a su lado se hace a un lado, pronto se junta con Vittorio y este estrecha su mano con gusto. Típico de él y todos los miércoles.

—Mi gran amigo Antonio Garibaldi, que bueno tenerte por aquí.

—Sabes a que he venido Vittorio.

—Si, si, lo se… —el rubio asiente sonriente —. Vamos a sentarnos en la sala vip, estaremos más cómodos allá.

Antonio sigue el camino de siempre seguido por Vittorio, visualiza una mesa alejada de todo y toma asiento.

—¿No deseas ver el show de esta noche? —Vittorio le dice al ver que se sienta alejado del balcón.

—No estoy para esos estúpidos eventos, solo he venido por trabajo, luego me largo Vittorio. No me hagas perder la maldita paciencia.

El rubio se irgue, compone su traje… había días que no se podía saber que humor traía Antonio, al parecer esa noche no estaba de buenas.

—Bien, bien, hablemos de negocios.

—Los coches que te he solicitado no han sido entregados, ¿Por qué?

—Calma Antonio, no es tan fácil conseguir esos modelos que pides. Son coches de lujos, exclusivos, robarlos ha resultado una tarea complicada.

Antonio mira con ojos de amenaza a Vittorio y este de inmediato palidece. Lo oye tragar saliva en seco y es cuando él vuelve la mirada hacia su trago.

—La última persona que me quedo mal en una entrega apareció en las noticias Vittorio, yo creo que tu no querrás eso pase contigo o que tu maldito negocio de putas se incendie con todas ellas adentro.

—Espera…—el rubio sonríe nervioso —. Tranquilo, yo prometí encontrar todos esos coches, los tendrás, a final de esta semana los tendrás.

—La entrega era para hoy.

El CEO mira a Vittorio de reojo y aquello le saco una gota de sudor al rubio que se deslizo por su frente. Este sonríe nervioso y asiente.

—Si, sí, yo… —relame sus labios —. los tendré todos para final de semana, no habrá más retrasos.

Antonio se bebe su bebida de un solo trago, pone el vaso de cristal en la mesa mientras que lo observa.

—Si no tengo los coches para el sábado, puedes asegurarte de tu antro se vendrá abajo, tus putas serán entregadas a todos mis muchachos como recompensa por su labor y tú y tus malditas bolas serán cocinadas para mis perros.

Vittorio tensa la mandíbula, se inclina hacia atrás cuando oye aquellas amenazas, por lo general su jefe nunca amenazaba en vano.

—Tendrás tu pedido con seguridad.

—Estoy seguro que si…—se pone en pie rápidamente y es cuando Vittorio lo detiene.

—Espera Antonio, antes de que te vayas tengo un obsequio para ti. Por las idioteces que he cometido, quiero recompensarte.

En eso ingresan varias mujeres semi desnudas a la sala vip, el CEO de pelo castaño las mira a todas de manera insignificante. Luego voltea la vista hacia Vittorio quien sonríe y asiente de la excitación. Una de las muchachas se aproxima a él con intención de poner sus manos sobre él.

—Nunca me he acostado con ninguna de tus putas, ¿Qué te hace pensar que ahora lo haré? —la joven morena se detiene en seco para mirar a su jefe con dudas.

Vittorio mira a su jefe y luego a las chicas que esperaban una orden de él.

—Son las mejores del lugar, a duras penas y han trabajado desde que llegaron.

—No quiero a tus malditas putas.

—Entiendo hombre, vamos… tengo algo mejor para ti.

Antonio frunce el ceño debido a la insistencia de Vittorio, a veces se preguntaba porque no le daba un tiro en la cabeza y terminaba con ese dolor en el culo.

—Te aseguro que no te vas a arrepentir de nada, tráela…—le ordena a Isabella.

En cuestión de algunos minutos Antonio ya estaba harto de esperar quien sabe que mujerzuela, así que se bebe el otro trago que tenía y se pone en pie.

—Tu sorpresa me aburre, Vittorio —enciende un cigarrillo para luego darle una calada —. Quiero los coches el sábado en mi galpón, si no llegan a tiempo despídete de tu club de mierda.

—Espera, ella…

Y es cuando Isabella ingresa en la sala arrastrando a alguien, Antonio levanta la mirada mientras que le da otra calada a su cigarro, afina la mirada debido a la cantidad de humo que yacía a su alrededor.

—Este es mi presente para ti, Antonio.

El CEO mantiene la mirada fija en aquella joven que habían puesto ante él, la observa de abajo hacia arriba notando que no se parecía en nada al resto de las mujeres de ese lugar.

—¿Qué demonios significa esto? ¿Por qué esta maldita no se cambió de ropa? Esta toda mugrosa, Isabella —Vittorio reprende a la castaña luego de ver a idiota rubia mal vestida.

—Yo le dije que se cambiara.

—No haces nada bien, pero ya ajustaremos cuentas.

Bianca no levanta la mirada, estaba tan asustada, era evidente que estaba siendo vendida a alguien y no deseaba ver quien era. Su final era ese, aquel lugar era una especie de antro donde llevaban a chicas como ella para que abusaran sexualmente de su cuerpo.

Y eso era lo que le iba a pasar, por esa razón le preguntaron si era virgen. Ese hombre la estaba comprando.

—Como puedes ver, no es como las demás —Antonio mira a Vittorio —. Ella es virgen, nadie la ha tocado desde que llego aquí, por esa razón la he guardado para ti —el rubio sonríe abiertamente.

El CEO vuelve la vista hacia ella, le da otra calada a su cigarro y es cuando nota que ella no levanta la mirada. Nunca se había involucrado con una de las mujeres de Vittorio, de hecho, no le agradaban las putas.

Pero ella…

Frunce el ceño puesto que le causaba intriga. Mira sus ropas, debía de ser muy pobre y necesitada para buscar empleo en la casa de Vittorio. Pero no aparentaba ser una de esas mujerzuelas.

—Levanta la mirada—musita entre dientes Isabella y es cuando Bianca alza la mirada.

Cuando ella ve a aquel hombre ante ella sus ojos se agrandan un poco.

Antonio mira los ojos de esa chica y se queda helado, eran tan azules como cielo. Y esa cara de niña ingenua era muy atractiva, realmente ella era como una extraña joya. El CEO vuelve a fumar su cigarro, luego suelta el humo.

—¿Así que es para mí? —apaga el cigarro sobre el cenicero.

—Toda tuya…—Vittorio la agarra por el brazo para acercarla a él bruscamente.

En cuanto Bianca queda a pocos centímetros de ese hombre puede notar que sus ojos eran más oscuros que la misma noche, realmente daban miedo. Y no solo ella le temía, hasta el miso imbécil que la empujo a los brazos de ese hombre le atemorizaba.

Antonio mira hacia abajo, era una joven muy baja de estatura, su pelo rubio era muy largo, aunque algo maltratado, y aquellos carnosos labios eran bastante tentadores y provocativos. El CEO relame sus labios y hace amago de posar su mano sobre la mejilla de ella.

Pero justo en ese instante percibe que una lagrima pensaba asomarse en los ojos de ella y eso lo detiene en seco.

—Tengo una habitación especial para ustedes dos, estoy seguro que querrás pasártela en grande. Preparare champaña para ambos, y…

—¡Cállate! —dice mirando a la rubia ante él—. Ella se ira conmigo.

—¿Qué?

Vittorio no esperaba que su jefe pidiera llevársela, la verdad es que pensaba quedársela. Luego de que Antonio la usara esa noche ella pasaría a su cama. y de allí la dejaría trabajando en el negocio, pero ¿llevársela?

—¿llevártela? —sonríe con burla —. ¿Cómo que llevártela? ¿A dónde? Si la llevas a algún hotel, ya te dije que aquí estarán muy cómodos, nadie los va interrumpir.

—No me la follare en tu asqueroso antro —dice aun mirando a la rubia quien no le quitaba los ojos de encima —. Es un obsequio ¿no? En ese caso, me la llevare y no te importa a donde.

Isabella mira a su jefe, luego a Bianca y luego al sujeto que se la iba a llevar. Las chicas le contaron que ese hombre era muy malo, siempre hablaba mal de todas ellas, y decían que Vittorio le tenía mucho miedo.

La joven castaña sintió pena por esa joven, seguramente no pasaría de esa noche.

—No, claro que no…—aprieta la mandíbula al mirar a la rubia, no le agradaba que Antonio se la llevara, pero ¿Qué demonios podía hacer?

El CEO mira a la chica quien palideció de un momento a otro, la sujeta por el brazo y la hace avanzar al mismo tiempo que él.

Vittorio se hace a un lado mientras que ve como se llevan a la mejor joya de su baúl.

—Maldita sea, maldito Antonio…

[…]

Antonio camina a la salida con aquella chica perezosa. Prácticamente la estaba arrastrando, sin embargo, no pensaba liberarla. En cuanto llegan a la salida traen su coche de inmediato y camina con la chica hacia el mismo.

Hace amago de meterla en el auto, pero ella se niega. Él la ve con el ceño fruncido.

—Entra—le ordena con voz ronca y es cuando ella lo mira y niega mientras que lo mira con odio. Su respuesta lo saca de quicio —. Entra en maldito coche.

Ella seguía negando al mismo tiempo que empieza a llorar y aquello si no lo soportaba, tensa la mandíbula al punto de que los huesos se le marcaban en la cara. Abre la puerta del coche bruscamente y en esa fracción de segundos ella se le escapa.

Pero no va muy lejos ya que él la sujeta por la cintura envolviéndola con fuerza.

—¿A dónde demonios crees que vas?

Oye como esa mujer empieza hipear como chiquilla al mismo tiempo que forcejea para liberarse de él… Antonio alza su cuerpo del suelo y con facilidad logra meterla en el interior del coche para terminar cerrando la puerta de un solo portazo.

—Maldita sea, ¿Qué demonios es?

Al entrar en el coche la rubia salta sobre él para empezar a golpearlo, como puede lograr sujetar las muñecas de ella para impedir que siguiera agrediéndole.

—Quédate quieta, maldita sea, me estas cabreando…

—Déjame irrrr…—dice entre lágrimas.

—¡Ah! ¿Sabes hablar? —le dice al mismo tiempo que la regresa a su asiento.

Pero esa mujer no se quedaba quieta por ende no iba a poder conducir con ella toda histérica a su lado.

—Maldita sea contigo…

—Dejameeeee…

Vuelve a bajarse del coche, como puede saca a la rubia del coche y abre la maletera. La carga con un solo brazo y la lleva hasta la parte de atrás del coche.

Bianca al ver que la llevaría en esa cajuela se tensa y se pone más intensa que antes, sabía que no estaba bien ponerse con esa actitud, pero si la iban a violar y luego asesinar era mejor luchar hasta el final y morir con virtud.

—Noooo, miserable maldito, suéltame. Eres un patán, no vales nada.

Antonio mete su cuerpo en la maletera y suspira, siente que su sangre hierve en ese preciso momento. Pone las manos en puño sobre la parte trasera del coche mientras que oye a esa rubia insultarlo hasta morir.

No se veía tan agresiva allá dentro, en cuanto salieron se convirtió en otra. Por otro lado, estaba a tiempo de dejársela a Vittorio y que hiciera con ella lo que quisiera.

Pero… ¿Por qué no quería eso?

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