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Lesbianas sin Caretas 02

He constatado que las amistades entre mujeres se mueven entre extremos de ternura y erotismo, a pesar de lo cual, pocas veces se hace mención al amor y a la sexualidad que puede contener esa cercana amistad.

Es un tema con muchos prejuicios y tabúes. Sin embargo, es un hecho que el amor entre mujeres se extiende desde la mejor amiga hasta la pareja sentimental y que los límites son flexibles y variables, aunque la realidad es clara.

Mientras los hombres homosexuales ya casi son vistos con naturalidad en nuestra sociedad, y sus lugares de encuentro se extienden cada vez más en muchas ciudades del mundo, las mujeres lesbianas no tienen la misma visibilidad ni aceptación social.

Nuevamente se pone de manifiesto la cultura patriarcal masculina en las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo femenino, nuevamente la misoginia y el machismo están marcando el curso que deben seguir las mujeres.

Todavía se habla y se sabe poco sobre qué es lo que conduce a las mujeres a relacionarse sexualmente con otras mujeres. ¿Por qué tomar una determinación tan extrema? ¿Por qué esa elección que sigue siendo consideraba como anormal, aunque no lo sea?

No hay una respuesta única. Por más que se le busque, no se le va a encontrar, y es que para aquellas que consideran que existe una identidad lesbiana, es el deseo de un cuerpo femenino, una belleza especial para sus ojos.

Para otras, es una alternativa a la falta de entendimiento y sensibilidad en sus relaciones con los hombres. Otras lo viven como respuesta política a la misoginia y el machismo imperante. Aunque también, muchas más mujeres de las que se supone, se consideran bisexuales y se acuestan tanto con hombres como con mujeres.

A pesar de los avances en los derechos de los gay y lesbianas, realizados en los últimos años en países como el nuestro, machista y misógino por tradición, son aún muchas las mujeres que viven sus relaciones lésbicas ocultándolas a la sociedad, en un espacio privado destinado a la intimidad y al deseo.

Y, aunque cada una de ellas vive y ama de forma muy diferente, en la mayoría de los casos estas relaciones entre mujeres están llenas de intensidad y conllevan mayores dificultades, producidas por problemáticas específicas añadidas, que se suman a las derivadas del hecho de ser mujer en una sociedad patriarcal y misógina.

Así, las mujeres que sólo se sienten atraídas por otras mujeres generalmente chocan con una falta de entendimiento social y familiar, ya que la sexualidad femenina es invisibilizada e ignorada y su sentido patriarcal no es el deseo sino la maternidad.

El hecho de que haya mujeres que deseen estar en la cama con alguien de su propio sexo, es interpretado por la mayoría de los hombres y, también por muchas mujeres, como una frustración por falta de atractivo, nada más apartado de la realidad.

La idea de que se puede obtener satisfacción sexual sin la intervención de un pene, va contra corriente y contra los principales mandatos de nuestra socialización.

Muchas de las mujeres que se reconocen como lesbianas lo descubrieron muy pronto.

Por el contrario, la mayoría reconocieron más tarde sus más íntimos deseos, aunque un gran número de ellas, por la fuerte presión social que aún existe en la sociedad, prefieren integrarse en su papel social contradiciendo sus verdaderas preferencias.

También en estas relaciones entre mujeres, nos encontramos que frecuentemente se establecen roles activos y pasivos, pasando a clasificarse a las lesbianas como femeninas y masculinas, otro estereotipo marcado por los hombres en su afán de controlar hasta la vida íntima de las personas, sobre todo las mujeres.

Tanto en la homosexualidad como en el lesbianismo, al igual que ocurre en la heterosexualidad, se produce una distribución dogmática de las personas en parejas con roles opuestos, debido a que aún no se ha generalizado una verdadera forma de vida afectivo-sexual en igualdad.

En el nuevo informe Hite sobre Mujeres y Amor, para muchas mujeres que toman la decisión de elegir a una mujer como compañera, no se trata tanto de un componente sexual del amor lésbico, sino más bien de una dimensión social.

Un 96% de las mujeres lesbianas afirman que se sienten amadas y tratadas como una igual por sus compañeras. El 79% menciona con satisfacción aspectos que en las relaciones heterosexuales a menudo suelen estar descuidados, como poder combinar el diálogo con la proximidad corporal en los momentos íntimos. También el 75% valora la sexualidad y sensualidad con la pareja femenina.

Por otro lado, el 93% de las mujeres que entablan relaciones amorosas con otras mujeres, indican que estas relaciones no son inmunes a los problemas:

«Nosotras solíamos decir que las mujeres juntas tendrían el amor perfecto, pues eran los hombres quienes alteraban el orden de las cosas, quienes no sabían cómo amar y no comprendían la forma de sentir y de pensar de una mujer”.

“Solo que, en unas relaciones lésbicas puede haber los mismos inconvenientes. Incluso pueden llegar a ser más marcados y extremos, tal vez por ignorancia o tal vez por la educación que se recibió desde el hogar, el cual, por lo general es dominado por un hombre”

“Por ejemplo, una mujer puede mostrarse más distante; otra tal vez decida anteponer a todo, su independencia, y así sucesivamente… lo cual es causa de muchas desilusiones. El amor entre mujeres no es, automáticamente el cielo”.

«Nos resulta difícil permitir que la otra persona tenga su propio espacio, y también actuar como seres individuales sin dejar de ser una pareja, caemos en el juego de la posesión».

Muchas mujeres homosexuales manifiestan el temor de pasarse toda la vida yendo de unas relaciones a otras…

«Ahora yo soy muy feliz, sólo que con frecuencia me pregunto cuánto durarán nuestras relaciones. Aunque confíe en ella, esté segura de contar con su ayuda y sienta que me ama, incluido mi cuerpo, me pregunto qué sucederá cuando muera el amor».

«Y es que, no se puede negar que el amor no es eterno, por mil razones se va desgastando, se va agotando, se va terminando, incluso, hasta sin razones, de la noche a la mañana se puede acabar aquello que en un momento dado se juró como algo eterno».

«¿Es normal que en unas relaciones que la pasión muera al cabo de cierto tiempo? ¿Qué haces entonces? ¿Las prolongas prescindiendo de todo compromiso para pasar juntas una vida oscura, rutinaria? ¿O vagas de una pareja a otra enamorándote y desenamorándote cada tantos años? Me pregunto de verdad qué sucede cuando envejeces».

«Son tantas las historias que he oído sobre mujeres que no ocultaron sus preferencias y que disfrutaron a lo largo de su vida de innumerables amantes, incluso, con algunas de ellas vivieron largas temporadas de amor y de pasión, hasta que al final, terminaron solas»

«Lo peor de todo, es que esa soledad les llegó con la edad, sí, la madurez y tal vez la experiencia de saber que nada es eterno, no les permitieron tener una pareja a su lado a la hora final»

A pesar de estos miedos, de estas inquietudes, de estas dudas, sobre la duración de las relaciones homosexuales entre mujeres mayores de 29 años no difiere mucho de la que se establece en las relaciones de matrimonios de mujeres heterosexuales mayores de 29 años; y por lo general, aunque parezca difícil de creer, la duración media de las relaciones homosexuales es mayor que la de las relaciones heterosexuales sin matrimonio.

Y, ¿qué ocurre con ese momento de la ruptura de las relaciones? ¿Es más difícil para las mujeres homosexuales? ¿Cómo se enfrenta al día siguiente?

Como las relaciones homosexuales no cuentan con un reconocimiento público, la ruptura es más bien una prueba sentimental muy dura para las mujeres lesbianas; plantea todos los interrogantes sobre la posibilidad de unas relaciones permanentes o duraderas… y en muchos casos es preciso ocultar el dolor o soportarlo a solas:

«Yo sentí mi primer gran amor a los 18 años. Cuando rompimos quedé verdaderamente confusa. Me pregunté si yo era una lesbiana auténtica o si ella sería la única mujer que despertase mi amor. Me hallé sola y aislada»

«Como no tenía confianza con mis padres, ni con nadie cercano a mí, no pude contarles nada. No tuve ningún escape para mis sentimientos y sufrí un despego horrible de todo, me encontré con una soledad que nunca creí que llegaría a conocer, esa soledad que se siente en el pecho, no en lo que te rodea, esa soledad que te calcina como fuego ardiente».

«Por entonces yo seguía mi primer curso de Universidad, y no fracasé de milagro. A muchas de mis amigas lesbianas les ocurría lo mismo, la primera ruptura era demoledora, porque planteaba de nuevo el gran interrogante ¿ya no hay nada más para mí?».

«Entonces tenías que decidirlo: ¿es que he elegido esta vida, o la causa es sólo ella. Fue muy doloroso, lloré mucho y con mayor desesperación de lo que he llorado en toda mi vida».

«Ahora, puedo decirlo con libertad, ya que el tiempo curó mis heridas, poco a poco comprendí que no había sido yo la que había fallado, que tampoco había sido ella, simplemente, fue la diferencia entre nuestros puntos de vista, la diferencia entre nosotras mismas».

«Ruptura es una expresión espantosa, que debería ser suprimida, no sólo del diccionario, sino de la vida entera. Cuando amas de verdad, creas algo irrompible, así que no puede existir la ruptura, simplemente no encaja con lo que creaste».

«Algunos de los momentos más consoladores de mi vida se han relacionado con la verificación que las tres personas a quienes he amado de verdad, dos mujeres y un hombre, se hallan todavía muy cerca de mí. Siento que estas tres personas son amigas auténticas».

«Una de las mujeres haría cualquier cosa por mí, lo sé bien. Y el cariño subsiste con los tres. Es hermoso. No se trata de pasar juntas toda la vida. Es un gran afecto y respeto».

«Yo soy más rica y fuerte por haberles conocido, y viceversa. La separación es difícil. Yo me refugio en mi trabajo. No hablo a mis amigas y amigos acerca de ello, no tiene caso amargarles el momento con quejas y maldiciones que sólo a mí me pertenecen».

«Escribo. Viajo. Duermo. Lo que más echo de menos es el olor de la persona. Los espacios, los lugares que compartimos, acaban siendo parte de nuestras historias».

«Ha sido muchísimo después de los “finales” cuando empezó la hermosa amistad. Se requiere algún tiempo para conocerte a ti misma, para encontrar cierto equilibrio interno y tener perspectiva, darte cuenta que la vida sigue y que tú continuas en ella, lo que debería llenarte de felicidad, pues cada día es una nueva esperanza de comenzar algo mejor».

Como hemos visto en los testimonios anteriores, las vidas de mujeres juntas tienen un entramado muy rico y propio, exclusivo de ellas y, a la vez, repleto de los mismos problemas humanos que afrontan las mujeres heterosexuales.

No obstante, tenemos la impresión de estar contemplando una cultura especial, un modo distinto de vida, de estar respirando un aire diferente.

¿Quién puede decir que es lo más «natural», amar al sexo opuesto o al propio?

«Ella me ama por lo femenino que soy, y yo la amo, por lo varonil que se porta, así que integramos la pareja perfecta, ella es lesbiana y yo soy gay»

«Nadie nos ha imaginado. Queremos vivir como árboles, sicomoros que arden en el aire sulfúrico, salpicado de cicatrices, todavía brotando exuberantemente, nuestra pasión animal arraigada en la ciudad».

«[…] la hipocresía, en el sentido de la ocultación deliberada del deseo de obrar mal por medio de ruidosas protestas de virtud, es de las que más rara vez se presentan; pero, cuando se combinan en una misma persona un carácter intensamente ejecutivo y una marcada afición a gozar de la aprobación popular, es fácil que, desde el punto de vista de la moralidad convencional, se produzca la que los censores denominan hipocresía»

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