Amantes de Safo 03
“Yo he tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma, para mí, es un orgullo. Llevar el nombre de lesbiana. No voy presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego.” Chavela Vargas
Y las dos cabelleras un torrente.
en el vivo combate, los pezones
que se embisten, parecen dos pitones
trabados en eróticas pendencias,
Nunca es tarde para comenzar.
Yo soy viuda de 42 años, me casé muy joven, pese a mi edad, o tal vez debido a mi edad, tengo muy bonito cuerpo, bien formado en todas sus curvas, y eso lo sé porque me doy cuenta como me ven los hombres cuando camino por la calle.
O por la serie de cosas que me dicen a manera de piropo, y es que, tengo el pelo negro tez blanca, con tres hijos y siempre había tenido buenas relaciones con mi marido, yo soy muy ardiente y después que falleció no había tenido relaciones con otro hombre y esto que te relato me sucedió hace como tres años atrás.
Yo tengo una amiga, a la que quiero mucho, durante varios años, ha sido mi consejera, mi compañera, mi paño de lágrimas cuando las cosas no van bien, se llama Catalina, y es de mí misma edad, también es una mujer que pese al embarazo de la hija que tuvo, se conserva bastante bien, no es una belleza de calendario, aunque también llama mucho la atención de los hombres, y por lo que he sabido, pretendientes no le faltan.
Es madre soltera, alegre, risueña y sabe escuchar a las personas, en el tiempo que tengo de conocerla, nunca he sabido de algún amante o novio que haya tenido, lo cual se me hacía algo raro, aunque la disculpaba pensando que yo tampoco era de las de andar de pareja en pareja sin sentido, en fin, que somos amigas y siempre que me iba a ver a mi casa nos tomábamos unos tragos y charlábamos bastante rato.
Todo comenzó en una ocasión en la que yo que quede sola en casa, mis hijos fueron con mis padres, a pasar el fin de semana, me sentía sola y no dude un segundo y la invite a mi casa para platicar de cosas del vecindario y de otras tonterías.
Como de costumbre, nos servimos unas copas y entre trago y trago, plática y plática, yo me emborraché, no sé por qué, nunca me ha trastocado tanto el licor como en esa ocasión, la cuestión fue que, estaba tan mareada que Catalina, me llevó a mi dormitorio.
Me sentí feliz de que lo hiciera, contar con una amiga que te entiende y te comprende, para cualquiera es gratificante, así que mientras me ayudaba a llegar a mi recámara, le di un beso en la mejilla, que me salió desde el fondo mismo de mi alma y le musité un “te quiero mucho” en el oído mientras la abrazaba por los hombros.
Me recostó en la cama con tanta suavidad, que me sentí querida y protegida, hasta ese momento todo iba muy bien, incluso cuando me empezó a desvestir y me dijo que me iba acostar, ya que estaba muy borracha, yo lo tomé como algo natural.
Ella me quitó la ropa, con suavidad y ternura, casi sin que yo me diera cuenta plena de lo que hacía, y no se detuvo hasta dejarme desnuda por completo, no me avergoncé de que ella se levantara y me contemplara con devoción, le pregunté:
—¿Por qué me quitaste toda la ropa? —sin enojos, sólo por curiosidad.
—Para que descanses mejor, y te sientas más cómoda me respondió Catalina, sonriendo.
Ya no le dije nada, entrecerré mis ojos tratando de recuperarme de esa borrachera que sentía en todo el cuerpo, fue entonces cuando ella me empezó a acariciar, con suavidad y ternura las piernas, me extrañé, sólo que, ella insistió que era para relajarme, sus manos suaves empezaron a recorrer mi cuerpo, por toda su extensión.
En un principio me sentía extraña que otra mujer me acariciara, después me empezó a agradar, ya que lo hacía con bastante delicadeza, tocaba mi vientre, deslizaba sus manos por el contorno de mi busto, el cual es grande, aunque ya no tan firme, bajaba hasta mis caderas, seguía por mis torneadas piernas, y volvía a subir tocando con suavidad mi zona púbica, casi en el aire con sus manos tocaba mis vellos.
Yo estaba empezando a sentir una sensación extraña de sopor, excitación y pasión, entre lo mareada que estaba y sus caricias, de pronto Catalina, abrió mis piernas se agachó y hundió su cara en mi sexo, me empezó a besar toda mi palpitante panocha, sentía su lengua recorrer mis labios vaginales, mi clítoris, aquello era delicioso.
No sé cómo pude hacerlo, en medio de todo aquello, yo le dije que se detuviera, que no siguiera, aunque me estaba encantando, y ella no lo hacía, no paraba, sus labios y su lengua provocaban sensaciones intensas y maravillosas en mi cuerpo, mi mente decía que la empujara, que impidiera que siguiera, sólo que mi pasión, me detenía.
Yo estaba tan mareada que no podía sacarla de encima de mí, tal vez no quería hacerlo, su boca seguía comiéndose mi bizcochito y con sus manos me tomó los pechos y empezó a jugar con mis pezones, los cuales se endurecieron más ante tal estimulo, en ese momento todo mi ser le pertenecía, aunque yo no quisiera aceptarlo.
Yo no podía luchar contra ella, es más, ni siquiera lo intentaba, ya que mi cuerpo no me respondía y mi sexo estaba respondiendo con intensidad a esa deliciosa lengua, la cual se metía en mi cuevita, mientras que sus labios, por momentos chupaban y jalaban el clítoris con ternura, y Catalina, ni siquiera respiraba besando, lamiendo y chupando mi sexo.
Catalina, me tenía tan excitada, que yo ya no sabía lo que deseaba en ese momento, luchaba mentalmente contra el hecho de que fuera una mujer la que me estuviera haciendo gozar, aunque yo estaba tan borracha que no tenía fuerzas para sacarla de entre mis piernas, o tal vez ni siquiera lo intenté con determinación.
Catalina siguió besando mi peluda rajada con esa intensidad que me tenía enloquecida, con esa pasión que despertaba en mí, sensaciones que nunca antes había conocido en mi cuerpo, mi placer sexual, jamás se había visto tan intensificado como en ese momento, tenía que reconocer que estaba despertando en mi a una hembra ardiente, fogosa, anhelante de pasión y de lujuria, una hembra que jamás soñé que pudiera existir en mí.
Después de algunos momentos de estarme mamando la pucha, levantó mis piernas y empezó a hundir su lengua en mi trasero, mojando todo mi hoyito, ¡me estaba haciendo un beso negro! Y aunque en alguna ocasión había oído de esa práctica sexual, nunca, ni en mis más locas fantasías, me creí capaz de disfrutar algo tan maravilloso.
Yo estaba excitada hasta la punta de mis cabellos, todo mi cuerpo ardía de pasión por aquella mujer que, siendo mi amiga por tanto tiempo, ni siquiera imaginé que pudiera querer algo conmigo, sobre todo en el plano sexual.
En ese momento, una gran lucha interna se desataba dentro de mí, por un lado, quería disfrutar más de su incansable y experta lengua, y por el otro me resistía a la idea de que fuera mi amiga la que me hiciera esto, eran esos preceptos morales que todas cargamos los que me impedían entregarme por completo a sus caricias.
Por un instante, Catalina se detuvo, se soltó el vestido, se sacó su pequeño calzón blanco, me volvió a abrir de piernas, y empezó a rozar su sexo con el mío y mientras lo hacía se sacó su blusa y el sostén, y totalmente desnuda siguió con su movimiento mientras yo miraba sus tremendas tetas blancas y sus pezones rosados, ella me chupaba mis pezones y seguía moviéndose, hasta que me hizo llegar al orgasmo, yo quede temblando, no sé, sí de nervios, o de tanta excitación ya que me hizo volar.
Catalina se paró suavemente me tomó y me acostó, me tapó en la cama y ella se fue, yo estaba como ida, prácticamente mi amiga me había violado, aunque lo terrible era que yo lo había disfrutado, yo me quede dormida y al otro día cuando desperté, pensé que era un mal sueño, me doy cuenta que estaba durmiendo totalmente desnuda y me acordé de lo ocurrido, me levanté, me bañé, y vi en el otro cuarto que estaba Catalina, se había quedado, estaba ya en pie y se dirigió a mí, fuimos a la sala y nos sentamos a conversar, ella me pidió disculpas, estaba arrepentida de lo que había hecho, no quería perder nuestra amistad, me confesó que siempre yo le había gustado que era bisexual, que había tenido relaciones con mujeres, sólo que, yo siempre la atraje, yo quede, confundida, le dije que yo no era bisexual, que lo había pasado en la noche para mí era algo totalmente extraño, yo no aceptaba en mi tener una relación con una mujer.
Le dije que aceptaba sus disculpas, ya que ella es mi única amiga y la estimo mucho., le dije que iba a asumir que lo ocurrido nunca paso.
En los días siguientes, al momento en que me iba a acostar, me acordaba de lo sucedido aquella noche, y varias veces me empecé a excitar, recordaba con deleite sus sabrosos pechos moviéndose encima de mí, tan grandes, blancos y suaves, yo con eso me empezaba a tocar y me daba cuenta que estaba excitada, era tan extraña esa sensación y me masturbaba pensando en ella, me daba miedo esos pensamientos, aunque me excitaba muchísimo pensar en todo lo que me hizo esa noche.
Un día domingo, como dos meses después de lo sucedido, la invité a almorzar con su hija, después de almuerzo, mis hijos fueron con la hija de ella al cine y quedamos solas, nos sentamos a charlar, como siempre, ella se sentó a mi lado me decía que estaba muy agradecida que fuera su amiga.
Al oír sus palabras, se me empezó a acelerar la respiración era tan extraño, miraba su escote y me acordaba de sus pechos colgando sobre mí, miraba sus labios y recordaba su lengua en mi sexo, ella tomó mi mano en forma cariñosa.
Se acordó de lo sucedido y de nuevo me pidió disculpas, yo ya no escuchaba lo que decía, solo veía a la mujer que me hizo volar, entonces ella me abrazo en señal de agradecimiento por lo buen amiga que era yo, vi sus labios suaves y la besé.
Sí, la besé con toda mi ansiedad, con todo mi deseo por ella, con toda la pasión que me despertaba el tenerla cerca y sobre todo, el recordar lo mucho que me había hecho disfrutar con sus besos y sus caricias.
Ella se sorprendió un poco, después nos besamos muy apasionadamente, yo me dije, “que me importa que sea mujer, ella me hizo muy feliz y si es mi amiga mucho mejor”, y sentí su lengua en mi boca, fue maravilloso, excitante y revelador.
Después que nos besamos con toda nuestra pasión desbordada y el deseo flotando en el aire, en la sala de mi casa, Catalina, me enseñó todo lo que sabia del sexo, a lo cual yo me di cuenta que casi nada sabia, era como descubrir un mundo nuevo y maravilloso.
Por eso ahora te voy a empezar a relatar todo lo que mi amiga me enseñó y sobre todo lo que hicimos juntas, ya que con ella practicaba lo que aprendía y las dos gozábamos mucho.
—Muy bien, ¿ves esto? Esto es un cruce de cuatro caminos, ¿de acuerdo? Y justo en el centro del cruce hay un billete de 100 dólares nuevo y crujiente.
Al final de cada una de estas calles hay una persona. Por aquí tenemos a esta lesbiana amiga de los hombres, agradable de trato y políticamente correcta.
Aquí abajo tenemos a esta tortillera que odia a muerte a los hombres, está amargada y rabiosa de por todo. Por aquí tenemos a Santa Claus y aquí arriba al conejito de Pascua.
Ahora dime, ¿cuál de ellos va a llegar al billete de 100 dólares primero?
—La lesbiana que es amiga y amable...
— Bien, ¿por qué?
— ¡No lo sé!
—¡Pues porque los otros tres sólo son fruto de tu pinche imaginación!