Capítulo 4 Una bella amistad
Aquellas aventuras, fáciles y lujuriosas, de una noche, en las que una vez pasado el momento de la pasión, cada uno volvía a su vida cotidiana sin ataduras sentimentales, sin establecer compromisos de volverse a encontrar.
Los dos sabían que, si aquel coloquio amoroso les había gustado tanto como para repetirlo, se volverían a encontrar en alguna parte y volverían a disfrutar de su pasión, aunque eso era muy remoto ya que, por lo general, ambos, andaban a la búsqueda de nuevas caras, de nuevos ligues, de nuevas experiencias íntimas y personales.
No obstante, que había tenido decenas de mujeres a lo largo de su corta vida, de aquellas relaciones que había disfrutado hasta la saciedad, Joel, no guardaba un sólo recuerdo que pudiera hacerlo sentir bien.
Es más, si le preguntaban en ese momento, no podría precisar si llego a sentir algo que no fuera deseo, por alguna de las mujeres con las que hiciera el amor, y mucho menos aún si una sola de ellas lo había amado.
Todas sus aventuras seguían el mismo patrón, como una rutina monótona y desesperantes, y eso precisamente era lo que nadie se había atrevido a decirle nunca y mucho menos en su cara.
—Creí que te gustaba ser mi novia —insistió él, sin saber que responderle exactamente y esperanzado en que Daniela, rectificara su postura, y se comportara como todas las que conocía.
—¿Y cómo quieres que me guste o que lo desee si me estas tratando como a una cualquiera? No has sido amable, vamos, ni siquiera un poco cariñoso.
No intentas hacer que yo me sienta bien y que desee besarte, acariciarte, otorgar mi cuerpo a tus caricias, simplemente piensas en ti, eres un egoísta que sólo anhelas tener lo que te gusta, lo que deseas, lo que se te antojó, sólo quieres tu satisfacción, sin importarte cuales son mis deseos, mis anhelos, mis sueños —exclamó ella con sinceridad y un “¡Ssshhtt!” A sus espaldas le indico que había hablado demasiado fuerte para el lugar donde se encontraban.
—No sabes nada de mí, más allá de mi nombre o mi dirección —siguió diciendo ella en un susurro— piensa, no me conoces y ya me quieres en la cama.
—Creo que tienes razón, discúlpame, desde que llegamos no he pensado en otra cosa que, en acariciar tus encantos a plenitud, en sentir las formas de ese hermoso cuerpo que tienes, y eso es porque me gustas mucho, más de lo que me gusto alguna mujer antes, si me das la oportunidad, te prometo que todo va a cambiar, no termines conmigo, y ya verás que yo conseguiré que tú me ames —fue la respuesta de él, que por primera vez se interesaba, de verdad, en una mujer.
—Bueno, entonces comienza por tener paciencia y no quieras estarme besuqueando en todo momento y mucho menos me manosees como si estuvieras palpando una manzana o un melón para ver si ya están maduros, deja que las cosas se vayan dando por si solas y después… ya veremos qué es lo que sucede…
Eso si tú lo aceptas, si no, lo mejor es que me lleves a mi casa y nos olvidemos de todo esto que no nos va a conducir a ningún lado y vamos a terminar peleando como perros y gatos.
—Claro que lo aceptó —respondió Joel, animado— desde este momento tú mandas.
De esa manera pudieron ver el resto de la película con tranquilidad, por lo menos Daniela. Al terminar, se fueron a cenar a un restaurante cercano, y Daniela, se sintió mucho mejor al ver que él se esforzaba por tenerla contenta.
Joel, le platicaba algunas cosas que viviera en la universidad y le preguntaba a ella sobre lo que más le había gustado en su época de estudiante, también se interesó en saber el tipo de música que ella prefería, los libros que leía, las películas que veía, en pocas palabras quería conocerla bien y se lo estaba demostrando.
Daniela, ya no tenía que estarse cuidando del manoseo insistente y abrumador de él, y mucho menos de aquellos besos húmedos y encimosos, que Joel, se había empeñado en otorgarle de aquella manera tan desagradable, y constante desde que ella se subiera al auto. Como si quisiera impregnarla con su saliva, sin darse cuenta que ese tipo de besos pueden resultar agradable para algunas personas, aunque bien sabía, que no para todas era así.
Al regresar a la casa de ella, Daniela, le dio un tierno y sincero beso en la mejilla, como señal de despedida, Briseño, se conformó y no intentó llevar las cosas más allá.
—Al final resulto agradable estar a tu lado. Sí sigues así, ya verás que no tendremos ningún problema, y nos divertiremos mucho, eso sí, sin compromisos ni promesas de nada —le dijo ella sonriendo al tiempo que descendía del auto ante la mirada atenta de él.
Joel, no respondió, la vio alejarse con paso ligero y seguro, moviendo las caderas de una manera deliciosa y provocativa, pero no de manera premeditada, sino natural.
Ahora le parecía más hermosa que nunca, ya no se trataba de la conquista fácil y la seducción rápida. No, sabía que Daniela Ortiz, era toda una mujer y como tal había que tratarla.
Ese tierno beso que le diera en la mejilla como despedida, fue la caricia más sincera y llena de sentimiento que jamás le dieran, y si así se comportaba por detalles sin importancia, se la imaginaba como amante, seguramente sería sensacional.
Desde que la viera alejarse de su carro para ingresar a su casa, Joel, se prometió a sí mismo, que no descansaría hasta tenerla rendida en sus brazos, entregada con total plenitud, disfrutando en la intimidad, gozando mutuamente de sus cuerpos, de sus caricias, de su entrega.
Fue por ese motivo y con esa intención que, siguieron saliendo juntos por varias semanas, conviviendo sanamente, identificándose como excelentes amigos. Sintiendo nacer en sus pechos un hermoso y sincero sentimiento de amistad y respeto.
Poco a poco Joel, fue comprendiendo que ella no lo amaba y que sería muy difícil que llegara hacerlo, así que acepto la limpia y honesta amistad que ella le ofrecía, convirtiéndola en su confidente y volviéndose en incondicional de Daniela, quien se sintió más tranquila cuando las cosas se fueron aclarando por si solas.
Joel, aprovechaba los consejos que ella le había dado y que le seguía otorgando y los empleaba con otras mujeres, ajenas al círculo en el que ellos se desenvolvían, Briseño, ahora disfrutaba mejor aquellas aventuras y las prolongaba por varios días, viendo que todo lo que Daniela, le decía y le aconsejaba, le funcionaban bien.
En sus salidas, varias veces se encontraron con Liza y Germán, los que se llenaban de arrumacos y caricias, tratando de mostrarle a todo el mundo lo mucho que se amaban y lo felices que eran uno en los brazos del otro, Daniela, no creía en esa “sincera felicidad”, no le cabía en la cabeza que Liza, se hubiera enamorado de alguien, estaba convencida que ella no amaba a nadie que no fuera Liza Monterrubio.
Por otro lado, el que siempre estuvieran haciendo ostentación de su gran amor, era demasiado obvio para ser cierto, sabía que lo hacía con la intención de restregarle en la cara que le había ganado, en cuanto a Germán Cantú, no sabía que pensar ya que no lo conocía tan a fondo.
Lo que más incrementaba sus dudas sobre aquella tan exhibida relación, era que, en varias ocasiones había sorprendido a Germán, observándola con atención, con deseo, con agrado.
Como mujer podía interpretar bien aquellas miradas y estaba segura de que ella le interesaba tanto o más de lo que él le gustaba.
Así que todo era cuestión de tiempo, para que las cosas tomaran su verdadero cause, si en verdad Cantú, amaba a Liza, nunca se le acercaría y todo quedaría en aquellas discretas miradas, tal vez, si, como lo imaginaba Daniela, él no la amaba, pronto la buscaría.
Incapaz de quedarse con la duda, con Joel, comentó aquellas reflexiones, ya habían sido varias las veces que Briseño, le preguntara sobre tal o cual mujer que deseaba conquistar y que se le hacía muy difícil de lograr, los consejos que ella le daba lo ayudaban y finalmente conseguía seducirla, por eso ahora que ella era la que le confiaba uno de sus más grandes secretos, estimándola con la sinceridad que había aprendido a quererla.
No recurría a su mejor amiga, Marcela, no porque no le tuviera confianza, sino que de antemano sabía que no iba a comprender lo que ella pensaba, incluso, estaba recurriendo a lo que su padre le había aconsejado alguna vez: “A tus amigos, quiérelos, cuídalos, y confíales sólo una parte de lo que en verdad piensas, nunca se sabe que puede suceder, recuerda que hasta tu propia sombra te abandona cuando sale el sol”.
Además, en Briseño, había encontrado una sincera amistad y sabía que él vería la situación desde otro punto de vista, acertado o equivocado, su consejo era de un hombre y eso lo hacía tener un punto de vista diferente al de ellas.
Fue así como Briseño, después de escucharla atentamente, la alentó a que si se le presentaba la oportunidad la aprovechara, asegurándole que era más bella e inteligente que la Monterrubio, por lo que tenía derecho a ser feliz.
Aquello le gustó, no porque le dijera lo que ella deseaba escuchar, sino que era tal y como lo imaginaba en sus románticos sueños de amor eterno al lado de Cantú.
Las cosas se fueron dando por sí solas, ya que la presencia de ella y Joel, si provocaban inquietud en Liza, al verlos tan contentos y en franca camaradería, los imaginaba muy felices, ya que no sospechaba la verdadera relación de ellos a quienes todos seguían considerando novios.
Ni Joel ni Daniela, se habían encargado de desmentir aquello, ya que no les importaba lo que la gente pudiera pensar sobre su relación, la cual al fin y al cabo les servía para ocultar sus verdaderos sentimientos e intenciones.
Y lo qué más confundía a todos los que los conocían, era el cambio tan radical que había sufrido el muchacho, ya no era el caprichoso y destrampado junior, ahora se comportaba con mayor sensatez y sobre todo con una madurez que no se esperaba de él, así que todos comentaban que ese cambio se debía a Daniela.
Y no se equivocaban, ya que en la sincera amistad que ambos vivían, ella lo aconsejaba sobre las muchas cosas en las que Briseño, tenía un concepto erróneo y distorsionado, como en su comportamiento social y la forma en que debía tratar a la mujer que en verdad le gustara, si es que él pretendía vivir un verdadero romance y conocer la dicha suprema del amor en toda su magnificencia.
Joel, aceptaba aquellos consejos, que le hacían ver las cosas de manera diferente, y los llevaba a la práctica, dándose cuenta de que ahora podía disfrutar más intensamente de sus conquistas, las cuales se seguían sucediendo con frecuencia y con las cuales duraba más tiempo ya que ellas se mostraban halagadas por el trato, amable atento y lleno de detalles, que les daba.
Germán, se encontró con ellos, una noche en una de los antros de moda a donde ella y Joel, habían ido a bailar, Daniela, se veía más hermosa y juvenil que nunca, desde su llegada al lugar, había acaparado las miradas de varios de los que asistían a divertirse, y mientras Joel, saludaba a unas muchachas que conocía, Cantú, se acercó a ella y la invitó a bailar.
Por un momento la hermosa empresaria estuvo a punto de negarse, no quería problemas con Liza, y mucho menos por algo que no tenía solución, él era novio de ella y eso no podía cambiar, aunque, por un impulso o por rebeldía, en el último segundo extendió su mano para sujetar la de él y aceptar el baile, juntos caminaron hacia la pista y se dispusieron a bailar.