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Capítulo 5 (parte 2)

Pov Rámses.

—Irmão, levante-se. Vamos, temos pouco tempo - Hermano, levántate. Vamos, tenemos poco tiempo.

—Mais est-ce que tout le monde entre dans la chambre d'Amelia sans frapper à la porte? - Pero es que todo el mundo entra en la habitación de Amelia sin tocar la puerta?.

—Eu não sou o mundo inteiro e sempre que posso entrar no quarto dele ...- Yo no soy todo el mundo y siempre que puedo entro a su cuarto...

Abrí mis ojos y lancé la mano para tomarlo por la camisa. Él seguía con sus chistes y después de ver la forma como ellos se trataban, yo no estaba de humor. Pero el puto portugués me esquivó riéndose y se alejó hasta la puerta. Solo entonces vi que llevaba ropa deportiva. Me lanzó unas prendas y terminando de desperezarme me levanté y entré al baño.

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—¿Cuánto tiempo tienes sin trotar?—me preguntó cuando vio que me estaba costando llevarle su paso.

—Troto cada vez que puedo, pero no es muy seguido. Tengo más tiempo para hacer algunas máquinas en el gimnasio del edificio de Hayden. Desde allí llamo la mayoría de las veces a Amelia.

—Respira profundo, vamos—mi respiración era un desastre y me costaba seguirle el paso.

—¿Y tú cada cuanto trotas?—pregunté finalmente parándome para recomponerme.

—Todos los días dos veces al día, un rato en la mañana y luego voy al gimnasio, y un rato en las tardes antes de que llegue Amelia.

—¿Por qué antes de que ella llegue?.

—Porque así me da tiempo de regresar a la casa, darme una ducha, masturbarme en paz y prepararle la cena.

Me reí cuando él hizo lo mismo.

—Espero que te laves las manos antes de prepararle la cena a mi novia.

—Por supuesto que sí, se lo delicada que es con la limpieza.

—¿Te masturbas todos los días? Después dices que esos músculos son de las maquinas…

Fue su turno de reír. Comenzamos a caminar de regreso a la casa, llevábamos casi una hora trotando, algo que no hacíamos desde que vivíamos juntos. Me alegra que me haya despertado para esto.

—Bueno exageré la rutina, no siempre me masturbo, pero igual me gusta trotar antes de que ella llegue para que no pase tiempo sola. Es una costumbre que agarré desde que nos mudamos juntos.

—¿No puedes decir “desde que compartimos departamento”? eso de que se mudaron juntos suena demasiado a que son pareja.

—Las parejas tiran entre ellas, nosotros no hacemos eso, puedes quedarte tranquilo.

—¿Por qué tuviste que agarrar esa costumbre?

—Porque no le gustaba estar sola en la casa, era una mezcla entre miedo y que te extrañaba. Las primeras veces no entendía por qué la conseguía sentada en la recepción hablando con el conserje, después empecé a conseguirla hablando con Isaack hasta que finalmente confesó.

—No me dijo nada de eso…

No me gustaba enterarme las cosas por bocas de otros, menos si se trataban de las cosas de Amelia. ¿Por qué no me lo contó?.

—No quería preocuparte, es por lo mismo que yo tampoco te lo dije.

Caminamos un rato más en silencio y fue mi turno de romperlo.

—¿Cómo te va en las clases?

—¿Quieres la verdad o la mentira?

—Ambas.

—La mentira es que me va bien, son clases difíciles, pero me va bien.

—¿Y la verdad?—insistí cuando se quedó callado.

—La verdad es que no he aprobado el primer examen desde que comencé el semestre. Estudio, estudio y no funciona. Isaack me está ayudando a estudiar para los próximos exámenes, pero el nivel…

—¿Papá sabe?

—Ninguno de ellos. Si para la segunda ronda de evaluaciones no mejoro me tocará confesar.

—¿No le has pedido ayuda a Mike?

—Me da un poco de vergüenza—Gabriel bajó su cabeza, mirando las pisadas que daba.

No insistí porque entendí a la perfección ese sentimiento. Yo me estaba esforzando a más no poder para no decepcionar a Hayden.

—¿Y tú cómo vas?.

—No he reprobado, pero casi no duermo, a veces almuerzo solo cuando regreso a la casa, lo que significa que hago solo dos comidas al día. Me falta tiempo para estudiar y me sobra material para leer.

Solté todo el aire que pude, sentí gran alivio al desahogarme con mi hermano.

—¿Y las pastillas que te dio Susana? ¿Seguiste tomándolas?.

—Te dije que no.

—Bien—su mirada me inspeccionó con detenimiento—, tú sabes muy bien que sería demasiada tentación para nosotros.

—Lo sé.

Mentí con total descaro como hace mucho tiempo que no lo hacía, como nunca lo había hecho con mi hermano. Pero era una mentira a medias, ciertamente si había vuelto a tomarme algunas pastillas, pero no pensaba seguir haciéndolo ahora que regresase.

Esas pastillas eran pasado para mí.

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Nos frenamos en un semáforo antes de llegar al edificio, las calles estaban parcialmente desiertas a pesar de ser casi las diez de la mañana. Gabriel me explicó que siendo una zona universitaria, todos estaban durmiendo las fiestas de la noche anterior.

—Entremos un momento aquí, tengo que comprar unas cosas para la casa.

Nos desviamos en la esquina a un pequeño supermercado. Gabriel saludó al encargado y el chico le mandó saludos para Amelia, algo que no me causó gracia. Tomó una cesta y comenzó a buscar las cosas que les hacían falta, siempre revisando en su teléfono.

—Amelia hizo un documento compartido donde coloca las cosas que hacen falta por comprar, cuando alguno lista—me explicó.

Tomé su teléfono y comencé a revisar la lista. Me dio gusto ver que incluyó cosas que ya conocía de ella. El documento se actualizó mientras lo tenía abierto y vi como aparecieron nuevos víveres por comprar, algunos eran para mí, como los melocotones y la mantequilla de maní.

Odiaba sentirme así, pero no podía evitarlo.

Terminamos de hacer las compras y con las bolsas en mano caminamos a la casa.

Cuando entramos Amelia estaba sirviéndole una taza de café a Hayden, el único que sonrió con sinceridad cuando la tomó y hasta degustó la bebida con sincero placer. Mi papá, en cambio, sonrió con cara de circunstancias y Mike parecía estar analizando la posibilidad de que estuviese envenenado.

—Sálvense—susurró mi papá en nuestros oídos cuando nos saludó.

Me acerqué hasta Amelia y le di un beso que no quería que se acabase nunca y solo lo terminé porque los adultos carraspearon.

—Buenos días mi dulce bombón—murmuré contra sus labios.

Ella me miró embobada lo que me hizo sonreír. Me encanta tener ese efecto en ella.

—Buenos días mi acosador.

—¿Y hoy por que es acosador?—preguntó Mike saliendo de la cocina, donde estuvo botando disimuladamente su taza de café.

—Se envió la invitación de los archivos compartidos que tengo con Gabriel sobre la casa.

—¿Cómo hiciste eso tan rápido? —preguntó mi hermano.

Me encogí de hombros, no revelaría mis secretos.

Amelia se abrazó a mi cintura con fuerza, su olor floral tan característico me inundó y me dio la tranquilidad que perdí desde que me despedí de ella en el aeropuerto.

—Hice café. ¿Quieren un poco?.

—No hace falta, ya tomamos en el supermercado—le respondí.

—Ese café es asqueroso—se quejó ella.

—Cristo bendito, si eso a ti te parece asqueroso, significa que es mierda colada—Mike como siempre no podía quedarse callado, por suerte Amelia no entendió su comentario.

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Tomé una ducha rápida al igual que Gabriel y nos cambiamos de ropa. Hoy nos iríamos de paseo con la familia, porque mañana todos debíamos regresar a nuestras respectivas ciudades. Hayden y yo regresaríamos a Atlanta, Mike volvería a Los Ángeles y papá viajaría a Washington.

Pasamos el día conociendo la ciudad, con Amelia y Gabriel como nuestros guías. Nos llevaron a conocer los mismos sitios que ellos visitaron cuando estaban recién llegados a la ciudad.

Lo primero que visitamos fue la Old State House, desde cuyo balcón se leyó la constitución. Luego tomamos un tranvía turístico que llevó por el resto de la ciudad y finalmente subimos al tour anfibio que nos paseó por el museo de ciencias, el prudential center y terminamos en el New england Aquarium, donde finalizamos el día.

Para cuando salimos del acuario era de noche, estábamos cansados y hambrientos. Buscamos el restaurante más cercano que conseguimos en la zona y ordenamos una cantidad insana de comida para todos.

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—La mejor comida que he probado en mucho tiempo—Mike se echó hacía atrás en su asiento, satisfecho de haber dejado en plato vacío.

—Creo que no podré comer en días—Hayden pidió a uno de los mesoneros un licor caliente, para que lo ayudase a hacer la digestión.

—Que sean dos—pidió mi papá—. Mejor que traiga la botella ¿Cómo pudimos comer tanto?, somos unos cerdos.

—No sé dé qué te sorprendes, ¿recuerdas cuando visitamos a la familia de Hayden? Aumenté como diez kilos el primer día—Gabriel no estaba exagerando, esa familia nos hizo comer tanto que llegamos a creer que nos engordaban para matarnos en diciembre.

—No se sientan tan especiales tampoco, así se come allá—explicó Hayden.

—¿Allá en tu casa? —Amelia terminaba los últimos bocados de su postre.

—Allá en Venezuela—respondió Hayden entre risas—, las buenas comidas es lo que identifica a mi pueblo, eso y las fiestas decembrinas.

El mesonero regresó con el licor y nos sirvió un poco a todos. El líquido amargo con sabor a café quemó mi garganta pero en cuanto llegó a mi estómago sentí el alivio en mi digestión.

—Bueno chicos, no les quitaremos más tiempo por el día de hoy. Piérdanse un rato.

Era por esas cosas que amaba a mi familia. Mi papá nos despidió con la mano cuando nos apresuramos a dejar el restaurante. Adoraba pasar tiempo con ellos, extrañaba mucho a mis papás y a mi hermano, pero quería pasar un momento a solas con mi chica.

***

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