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Capítulo 5 (parte 1)

Háblame bombón

—¿Qué le dijiste para que lo soltara?—Fernando se acercó hasta nosotros y nos ofreció una bebida a cada uno.

—Me ofreció un body shoot de chocolate— Rámses respondió por mí para mi indignación.

—Rámses, de verdad que debemos trabajar en tus filtros—su papá rio pero intentó disimularlo por respeto a mi naciente vergüenza.

—Eso fue rápido—Gabriel se acercó hasta nosotros y palmeó la espalda de su hermano.

Como siempre, el problema había quedado en el pasado.

—No había suficiente chocolate—respondió el francés mientras me besaba en la cabeza y se dirigía hasta donde estaban Mike y Hayden conversando ahora en otros términos a los que vi antes.

Había untado mi cuello y mis pechos con el chocolate y aunque pudimos haber llegado a un orgasmo muy fácilmente, la casa estaba llena de familiares y amigos.

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.

.

Eran las casi cuatro de la mañana cuando comencé a sentir sueño y dejé caer mi cabeza sobre el hombro de Rámses. Muchos de los invitados ya se habían marchado, incluyendo a Hayden, Mike y a Fernando, quienes reservaron habitaciones en un hotel cercano.

Gabriel se lanzó a mi lado en el sofá y me hizo despertar un poco asustada.

—Es la mejor fiesta de cumpleaños que he tenido. Gracias Beleza—me dio un beso en la frente y se recostó del mueble, visiblemente agotado, colocó sus piernas sobre las mías como solía hacer.

—¿Ya te cantaron cumpleaños?—a pesar de estar dormida entendí el doble sentido de las palabras de Rámses.

—Si, y me soplaron la vela—el portugués terminó la frase con un guiño de ojo como si hiciese falta colocarle más picardía a su comentario.

—No deberías estar diciendo esas cosas de ninguna chica—intervino Isabel.

Gabriel abrió sus ojos cuan grandes eran y balbuceó una disculpa. Sin embargo, la cara de decepción y molestia de mi amiga, le dolía al portugués. Ese comentario lo había hecho retroceder enormemente con ella, aunque tampoco es que hubiese tenido un terreno muy avanzado.

Sara, por su parte, no se enteró, seguía conversando animadamente con Isaack mientras Donovan los miraba desde el otro extremo del departamento. No sabía a qué estaba jugando mi amigo, pero el pelirrojo se veía bastante furioso y si algo sabía de ellos es que Donovan podía ser muy peligroso cuando estaba celoso.

Poco a poco el departamento se continuó vaciando. Sara e Isabel fueron las ultimas en irse, Isaack bajó con ellas junto con Donovan, quien insistió en acompañarlos.

Comencé a botar toda la basura con ayuda de los hermanos, no era el momento de limpiar, pero tampoco podía dejar semejante desastre. Cuando acabamos de recoger toda la basura la puerta del departamento se abrió con fuerza.

—La besaste…—recriminó el pelirrojo a Isaack.

—Me besó, que es muy distinto, y estaba borracha.

—Yo te besé borracho y me golpeaste.

—Porque eres hombre y yo también; y eso no está bien.

Oh no, ¿Por qué le dijo eso?.

Los ojos de Donovan brillaron con malicia pura. Cuando dije que era peligroso era a este momento al que me refería.

Isaack ni siquiera tuvo oportunidad de reaccionar cuando Donovan lo estrelló contra la pared más cercana, tomándolo por el cuello de su camisa y lo besó.

Fue algo corto, apenas unis segundos.

—Lo lamento, cosas de borracho—sonrió con satisfacción y como si nada hubiese pasado se dispuso a ayudarnos a recoger.

Isaack quedó paralizado en la misma posición, sin saber que hacer o decir. Cuando se giró a mirarnos, los tres, que estuvimos contemplando la escena, sorprendidos, reanudamos la limpieza tratando de disimular. Isaack, sin ni siquiera despedirse salió del departamento.

—Donovan—le pegué en el brazo, era tan fornido que ni siquiera le causó molestia mi golpe, pero sonrió satisfecho y se relamió los labios con total descaro.

—Iré a ver como se encuentra—le avisé a Rámses.

Subí apresurada las escaleras y entré sin tocar. Isaack daba vueltas en su casa mientras se pasaba las manos por la cabeza.

—Isa… ¿estás-

No pude terminar la frase, el caminó hasta donde yo estaba y me tomó por el rostro y estampó su boca con la mía.

Lo empujé con fuerza pero fue imposible moverlo. Él retrocedió cuando finalizó el beso, colocando mucha distancia entre nosotros.

—¿Estás loco? Ay por Dios, Rámses te va a matar. Gabriel te va a matar. ¿Qué hiciste?.

Me llevé las manos a la boca, como si quisiera comprobar que la sensación que su boca dejó sobre la mía era falsa, pero no, allí estaba esa sensación extraña.

—Lo lamento Amelia, solo quería…

—¿Qué? ¿Arruinar mi relación? ¿Nuestra amistad? ¿Qué?—espeté furiosa.

Tendría que contarle a Rámses y no sabía cómo evitar que quisiera asesinarlo y considerando que él no se reserva nada, Gabriel se enteraría y lo ayudaría en el homicidio. Isaack seguía sin hablar, luciendo más desesperado que segundos antes.

—Bombón—Rámses apareció en la puerta y miró ceñudo mi rostro—, vamos a acostarnos. Estoy muriendo de sueño

Disimulé lo mejor que pude y sin saber que hacer o decir, con los nervios destruyéndome y el miedo haciendo mella en mí, le sonreí y lo tomé de la mano.

—Vámonos, yo también estoy cansada. Después hablamos, Isaack—dije a forma de despido y él solo asintió.

Dejé que Rámses me llevase por el pasillo y directo a mi habitación. Nos topamos con Donovan mientras salía del departamento.

—¿Cómo está?—preguntó en cuanto Rámses entró al departamento.

—Loco… habla con él—mi rostro serio lo hizo fruncir su ceño pero no preguntó nada.

Se despidió y por fin entré al departamento, lucía bastante arreglado, ya sabía que Donovan era un poco maniático con la limpieza y el orden pero no sabía cuán rápido podía serlo. Gabriel dormía en el mueble en una posición bastante extraña.

—Déjalo allí—me dijo Rámses cuando me acerqué a despertarlo.

—No puedo, despertará con dolores de cuerpo y eso lo pone de un espantoso mal humor.

—Gabriel. ¡Gabriel!—lo desperté moviéndolo y él refunfuñó—. Vete a dormir al cuarto, anda. Te ayudo.

Gabriel se levantó sus ojos se abrían y se volvían a cerrar. Lo guié como niño pequeño hasta su cuarto sujetándolo con fuerza del brazo para ayudarlo a mantener el equilibrio. Estaba borracho de sueño. Se tumbó sobre la cama, boca abajo y tuve que forcejear con sus zapatos hasta que se los logré quitar y lo empujé para que se acomodara.

—¿Cuántas veces has hecho esto?—preguntó Rámses desde la puerta, había estado observando toda mi labor.

Pudo haberme ayudado…

—Demasiadas—confesé mientras me esforzaba en mover al portugués.

Finalmente logré que se acomodara en una posición más sensata en la cama y lancé sobre él la cobija justo antes apagar la luz, colocar su teléfono a cargar y salir del cuarto.

Rámses me abrazó y besó mi cabeza.

—No sé cómo sentirme al respecto—habló cuando nos acostamos, después de nuestra propia rutina que incluyó colocarnos las pijamas y cepillarnos los dientes, una rutina que me trajo buenos recuerdos.

Me acurruqué a su lado como hace muchísimo tiempo no hacía, olisqueé su pecho y lo presioné contra mí para que su calor me embargara.

—¿Por qué?—pregunté por fin cuando conseguí colocarme en una posición bastante cómoda.

—Ustedes tienen esta… intimidad que antes no tenían y de la que yo no formo parte. Hay muchas cosas que me estoy perdiendo.

—Tú siempre estás presente para nosotros. Es tú hermano, no tienes por qué sentir celos…

—No son ese tipo de celos… Yo era él que acomodaba a Gabriel en su cuarto cuando caía en el sofá de la casa. También era él que sabía que te gustaba y que no… hoy por lo menos te ofrecí aquellas papas fritas de ajo y cebolla y no sabía que te causaban tanto asco, Gabriel si lo supo. Sé que es una tontería lo que te digo, pero no puedo evitar sentirme así.

Se me apretó el corazón con su sinceridad. Me abracé a él con más fuerza y con esa misma intensidad me correspondió.

—Falta menos tiempo. Cuando estés aquí puedes con gusto volver a encargarte de todas las cosas. Te hemos extrañado tanto que nos hemos tenido que conformar con nosotros. Gabriel me trata como si yo fuese tú y más de una vez se le ha escapado llamarme irmão.

—Espero que tú no lo trates como a mí.

—Imposible.

—Si él me ha sustituido contigo… ¿En qué me ha sustituido él?

No quería responderle porque el dolor que su voz me transmitía me causaba dolor.

—No te ha sustituido

—Pero…

—Pero nada. No te ha sustituido. Gabriel es mi amigo, mi mejor amigo y mi cuñado. Sabe ahora muchas más cosas de mí porque tuvimos que aprender a convivir juntos, pero no porque te esté suplantando. Y lo mismo ha pasado de él hacía mí. Te extrañamos todos los días, Rámses. De seguro Susana ahora es la que te prepara el café y quizás Ulises el primero de enterarse de algo que te pase en el día, pero eso no implica que tú nos estés reemplazando a nosotros.

Me besó y sonrió, no sabía si lo había convencido y ayudado a disipar sus dudas y miedos, pero en cualquier caso su sonrisa me dejó más tranquila.

***

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