Capítulo 4. (parte 1)
O no llegarás a la mayoría de edad
Cuando Rámses salió del baño no seguimos conversando. Isaack se disculpó una vez más con el francés y se despidió, prometiendo regresar después para la fiesta.
—Sigo sin estar muy feliz de que él entre así. ¿Y si hubieses estado desnuda?—insistió Rámses mientras me miraba desvestirme, era mi turno de bañarme.
—Eso ya pasó y desde entonces tengo más cuidado.
—¿Qué?
¡Ay!...
—Fue un día que entró a la casa y no lo escuché estaba cambiándome y él entró sin tocar.
Una extraña vena apareció en el cuello de Rámses. Sus ojos llamearon.
—¿Cuánto vio?—siseó.
—Nada. Me tapé a tiempo. Lo juro, pero desde ese día el toca antes de entrar.
—Hoy no lo hizo…
—Hoy venía alterado en una pequeña crisis.
—¿Cuál crisis?.
Dudé en contarle, la verdad es que era un secreto que no me pertenecía, pero Rámses y yo teníamos un pacto y no quería faltarlo. Él me miraba expectante.
—No puedo decirte todo porque es bastante delicado y no me corresponde, pero te diré que Isaack tiene sentimientos por una persona que según él no debería tenerlos y hoy confirmó que esos sentimientos no son tan pasajeros como creyó…
—Eso no me está ayudando en nada. ¿Es una forma de decir que eres tú la que le gusta?.
—¿Qué? ¡No!—suspiré frustrada y tratando de organizar mis ideas comencé a bañarme—. Es Donovan, pero no hagas ningún comentario.
—¿Qué clase de comentario podría hacer? ¿Isaack es gay?.
—Tú podrías hacer cualquier comentario con esa boca tuya que carece de filtro, así que ten mucho cuidado. Y si lo es, pero él no está listo para aceptarlo.
—¿Qué fue lo que le pasó hoy que hizo que se le olvidara tocar la puerta del cuarto de mi novia y casi verla desnuda?.
—Le vio el pene a Donovan y se le paró.
—¿A Donovan?
—A Isaack.
—De verdad que no sé qué decir con todo esto—Rámses lucía bastante confundido y un tanto molesto—. ¿En qué momento otros hombres te hablan de sus penes erectos?.
Rodé los ojos mientras me enjabonaba.
—Es mi amigo Rámses, mi homosexual amigo.
—Tu homosexual amigo ha tenido novia, así que eso lo convierte en bisexual. Un amigo bisexual con su pene erecto.
—Se erectó pensando en otro hombre, te aseguro que no soy su tipo. Creo que es más probable que se le pare pensando en ti que en mí. Y ya no quiero seguir hablando del pene de Isaack o el de Donovan—agregué con rapidez antes de que siguiera replicando—. Del único pene erecto del que quiero hablar es el del tuyo, así que tráelo para acá.
Su semblante pasó de molestia a sorpresa y luego a diversión y lujuria en cuestión de segundos. Se despojó con rapidez de la ropa y cerró la puerta del baño antes de meterse en la ducha conmigo.
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—Vaya, quedaron bien limpiecitos—saludó Gabriel en cuanto nos vio salir de la habitación. Ambos llevábamos el cabello húmedo y para ser sincera, cara de idiotas, después de lo que hicimos en el baño.
—Yo diría que livianitos—agregó Mike como si nada, mientras sacaba las cosas de la bolsa.
—Pues les cuento que ambos.
—¡Rámses!
—¿Qué? Igual ya lo saben, por lo menos que no dejen su imaginación volar.
Me acerqué hasta la mesa y le quité a Gabriel las cosas de la mano para comenzar a preparar todo para los invitados.
—Anda a arreglarte, nosotros terminamos aquí.
Él me dio un beso en la mejilla y se apresuró a su habitación. Le hice señas a Rámses para que fuese con él, la intención era mantenerlo encerrado en su cuarto para que me diese tiempo de hacer lo que tenía planeado.
Saqué una bolsa de globos de colores y se la arrojé a Mike, quien la atrapó en el aire. Una bolsa de serpentinas de colores que le lancé a Hayden. Fernando y yo seguimos sirviendo los aperitivos y distribuyéndolos en la mesa del comedor, mientras movíamos los muebles en una posición más cómoda para la reunión.
La puerta se abrió y los adultos miraron extrañados hacia los chicos que ingresaron sin tocar. Donovan traía unos globos dorados con el número 17 y cuando me lo mostró le indiqué donde colocarlos, Isaack traía una bomba de inflar globos que le entregó a Mike, para su total alegría y más decoraciones que nos ayudó a colocar.
Ellos eran expertos en fiestas, así que comenzaron a quitar del camino todo lo que podía resultar roto y lo llevaron hasta mi recamara.
Trabajamos con rapidez y en silencio para que Gabriel, quien permanecía en el cuarto con Rámses, no se enterara.
Las personas habían estado citadas para las 8, pero yo me dediqué a decirles que debían llegar antes, la idea era darle una fiesta sorpresa a Gabriel. Los invitados comenzaron a llegar y eran recibidos por Isaack quien le entregaba algún sombrero, lentes gigantes o plumas coloridas para su vestimenta. Todos pasaban en absoluto silencio y bajo mi estricta supervisión.
Finalmente dieron las 7:30 y con todos reunidos expectantes, le di la señal a Fernando para que llamase al cumpleañero y lo hiciera salir.
Gabriel salió del cuarto y todos le gritamos sorpresa, logrando felizmente mi cometido. Yo aparecí con el pastel en mis manos y 17 velas encendidas y comenzamos a cantarle cumpleaños. Finalmente el cumpleañero sopló las velas no sin antes fingir estar pidiendo algún deseo previo.
—Eres la mejor cuñamiga del mundo—me abrazó con fuerza y besó mi mejilla por tanto tiempo que Rámses gruñó para separarnos, aunque el abrazo que le dio a su hermano duró mucho más.
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—Y ellos son Mike, el padrino de Gabriel, y Hayden el padrino de Rámses. Les presento a Isaack y Donovan.
Finalmente pude presentarlos, con la corredera que tuvimos para dejar todo listo, no había tenido la oportunidad. Los chicos estrecharon las manos de los adultos y los dejé conversando mientras tomaba algunos de los canapés y pasaba ofreciéndolos por los invitados.
A la fiesta vinieron varios compañeros y compañeras de clases de Gabriel, cosa que no me extrañaba porque era un chico bastante popular a donde iba. También algunos conocidos del gimnasio donde solía entrenar, algunos amigos de Donovan y de Isaack, que conocía de estar estudiado en la misma universidad y finalmente Isabel y Sara, quienes se sentían un tanto cohibidas por ser las únicas extrañas al círculo de amistad donde al parecer todos se conocían. A ellas también las arrastré para que hablaran con Fernando y terminaron uniéndose Mike y Hayden a la conversación.
Cuando llegué al grupo donde Gabriel y Rámses conversaban con una de las compañeras de clases de Gabriel, todos tomaron de la bandeja que llevaba en las manos. Una de ellas, Carmen, creo que era su nombre, me habló.
—Muchas gracias Amelia. No sabía que esta fiesta tendría hasta mesoneros.
—Amelia no es la mesonera—le aclaró Gabriel antes de que tan siquiera Rámses pudiese hablar.
—Pero hace bien el trabajo—terció y nadie se rio con ella.
—Carmen ¿no?—le dije con mi mejor sonrisa y ella asintió—, no soy la mesonera y si no quieres que la fiesta termine tan temprano para ti, recuerda que yo también vivo aquí.
Di media vuelta para alejarme de ella con la intención de dejarla con la palabra en la boca. Rámses me alcanzó pocos pasos después.
—Eso me encantó.
—No deberías aplaudirme mis malas contestas.
—Tienes razón, debería castigarte por eso, debería castigarte muy duro—susurró contra mi oído encendiendo todos las terminaciones nerviosas de mi cuerpo.
—¿Cómo puedes tener aun fuerzas?—cuestioné mientras él me quitaba la bandeja con los aperitivos y se la dejaba en las manos a la primera persona que pasó a nuestro lado. Me envolvió en sus brazos y me hizo bailar con él al compás de la música.
—Para ti saco fuerzas de donde no tenga. Sobre todo si sigues usando blusas con ese escote o pantalones tan ajustados.
Rámses ha cambiado mucho desde que nos conocemos, jamás hubiese creído que terminaríamos bailando en ninguna fiesta. Él no era de ese estilo, pero algo había cambiado en él.