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3. Buscando a la baby del jefecito.

3. Buscando a la baby del jefecito.

—Oye tú. —voltee y estaba un auto parado, de adentro procedía la voz. Me asomé y la mujer me sonrió.

Era extraño no todos se ofrecían a dar cola y muchos menos mujeres. Y menos si yo no sacaba el gordo para pedirla.

—¿Trabajas con Clarkson…? Alan Clarkson —era una afirmación, no una pregunta. Mire a los lados, había dejado la casa atrás hace rato.

—No creo que deba responder eso a una desconocida —me alejé del auto pero ella habló con rapidez, deteniendome. 

—Yo también trabajo allí… bueno trabajé, te ví salir y lo supuse. —asomó su cabeza, casi se sale del carro, ella me había seguido ¿tenía que alarmarme? era quizás una de esas loca que salen en la noticia que mata por venganza a terceros.

—Ok. Yo…

—Sube, te llevo a donde vayas y te cuento. —miré a los lados y pensé: te has montado con gandoleros ¿por qué no con la rubia?

Hice caso y subí al auto, era cómodo. Se veía nuevo, debía ser nuevo.

—Voy a la universidad. —era mentira, bueno mentira a media, la universidad quedaba cerca de donde en verdad tenía pensado ir.

—Trabajas y estudias… eso es honroso. —sonrió y se veía buena, no como una psicópata que te va asesinar y mandará una nota de justicia por hechos pasados.

—Me toca. —no quería dar mucha habla, era primera vez que la veía pero tenía un rasgo que me decía verla en otro lugar.

—Yo trabajé con ellos un tiempo, bueno fuí una B.

—Fuiste una… ¿qué? —la gente en este tiempo inventa mucho y crea sus cosas raras. Había escuchado a Lourdes pero tener una mujer frente de mí confesando eso me dejo con la intriga.

—Una B. Baby del señor. El señor Alan Clarkson contrata a mujeres cómo yo para que sean su pareja. Es algo momentáneo. Fuí su B por un tiempo hasta que llegó alguien mejor que yo.—suspiró, yo no creía lo que decía, había escuchado temas de sugar daddy y eso pero nunca pensé que un hombre tan joven como el señor fuera uno de esos… De hecho desee encontrarme con un sugar y que el pagara todas mis cuentas, uno no tan viejo con mucha plata y bello… Aunque dicen que plata mata galán.

—Eso es… raro.

—No lo es, en este mundo se ve de todo, es una especie de Sugar daddy —confirmé lo pensado— pero él es joven, el pretende engañar a la sociedad presentándole a una novia que es una simple empleada.

—Eso sigue siendo raro. —mi vista estaba sobre la rubia de grandes ojos expresivos. 

—Mira, Ah… te daré mi contacto y tú me avisarás si llegas a conocer a la Baby del momento. —eso fue retorcido. Pero supe que no me matará a mi sino a otra.

—¿Y que gano yo con eso? —debia aprovechar cualquier puerta que se me abriera.

—No se, lo que quieras. —sonrió, era tentador. No quería faltar a mi moral de buena empleada a pesar de mi mala relación con mi jefe pero el amor por el arte y el interés fueron al campo un día y pudo más el interés que el amor por servirle a mi estúpido jefe, se que el dicho o el verso no es así pero lo tenía que acomodar a mi manera, luego de segundos haciéndome la dura, respondí:

—Quiero un abogado que me ayude a pelear por la custodia de mi hermana. — «dijo lo que quiera» Se veía que tenía plata y tenía que aprovechar.

—Hecho. Tu me consigues información de tu jefe y yo te regreso a tu hermana.

Suena justo, solo seré una informante, necesito el dinero para pagar la custodia de mi hermana. Ella me dejó en el lugar, vi la hora y corrí desviandome  del camino, sé que el lugar donde iré no es muy bueno, pero me toca, no es la primera vez que estoy aquí, gracias a una amiga del club conocí el sitio y lo retorcido del lugar. Es un prestamista y tiene mucha fama, como que compra a las autoridades y demás, tiene poder y lo que le voy a pedir no es imposible para él, ni lo enríquese ni lo empobrece.

Sus hombres abrieron paso, me miraron con cierta forma que me asusté de estar sola en ese lugar. Tragué grueso y respiré profundo, mi respiración se sentía superficial y debía detenerme no debía dar una impresión de debilidad frente a tal escoria, debía plantarme fuerte y sin miedo. 

Las puertas se abrieron para mí y pasé, ese hombre todo lo que transmitía era oscuridad pero no una misteriosa o erótica nada que ver con las novelas del villano protagonista, era una oscuridad sucia y repulsiva, pasé agarrando mi pantalón fuerte, era mi manera de sentirme segura. 

—Dichosos los ojos que te ven… —su risa maquiavélica hizo eco y sentí mi corazón latir fuerte sintiendo un zumbido en mis oídos, no me quiero desmayar y mucho menos aquí.

Su mirada se posó en mi, luego de repasarme lentamente de pies a cabeza. 

—Tu dirás…

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