2. Jardinero, jefes sangrones y pordioseras.
2. Jardinero, jefes sangrones y pordioseras.
La necesidad tiene cara de perro; es común esa frase, bueno los que somos de muy bajo estatus la conocemos. Sacrificar algo por una prioridad, el pan de cada día por tu educación o viceversa. Me dijeron: ¡Es tu mejor opción! ¡Solo lavaras un par de trapos y ya! Me a tocado escoger algo que no quiero para obtener lo que necesito, sé de antemano que si escogiere mi capricho el resultado sería el pesar o algo que se acerque, parece mentira y un recuerdo borroso cuando solo tenía que hablar para tener lo que quisiera y es allí cuando digo que la adultez es un asco.
Administración de empresa no es una carrera larga ni costosa, diría que es la famosa y gran carrera que toman las personas que no pueden o no tienen la manera de estudiar lo que desean; quería un trabajo que me mantuviera el resto de mi vida, sin necesidad de preocuparme hasta que me llegue una pensión del Estado, estudiar lo que quería no era prioridad, no para mí.
Digamos que lo único bueno de este trabajo es que conocí a Lourdes y pues ahora soy la culpable de cambiarle el color de su cabello. Ya tomamos confianza y tengo la libertad de hablar con ella así como ella me habla a mí.
—Me dices que tengo que lavar esto durante tres ciclos y luego enjuagarla a mano con agua tibia… ¡no soy estúpida! —cuando me desespero suelo ser boca suelta.
—Solo te recuerdo que el jefe es muy detallista y perfeccionista. —rodé los ojos ante tales declaraciones. 'detallista y perfeccionista' ¿Existe eso en un hombre? Los únicos que he conocido o que recuerde son brutos y machista y eso de detallista y lo otro no se acerca a nada.
—Sí... Entendí. Tu jefe es gay. –Ella se sonrió como si dije un chiste pero volvió a su postura mientras yo colocaba la ropa blanca en la lavadora.— señorita Lourdes... ¿Usted está casada? –su mirada me penetró y al instante supe era un tema nada especial para hablarlo con la señora canosa que aparte es mi jefa de servicio.
—¡Niña entrometida!... mejor ponte a lavar y deja de hablar… ¡si lavaras la mitad de tiempo que usas hablando ya tendrías toda esta ropa limpia! —esa cuenta matemática era tan errada, ¿Cómo podría lavar todo en diez minutos que tenía hablando? Conclusión, la vieja esa era una exagerada.
—Pero… yo… —me di cuenta que no era la única con problema de conducta. O sea, digamos que lo mío es por mi entrada a la adultez ¿Pero ella? Ella... Será la menopausia.
—¡A lavar! –me encogí de hombros por su grito y me puse hacer la tarea establecida, hay que ver que la señorita es una gruñona. Escuché el sonido desagradable de los zapatos que nos obligan a usar y que yo no uso acercarse otra vez a donde estaba, en la lavandería.— y te agradecería que te mantuvieras al margen de las B. Esas mujeres no soportarían tus palabras y al instante estarías despedida.
—Y ¿Quiénes son las B.? –quería saber quién sería mi enemigo, antes de enfrentarme.
—¡No habéis leído el manual! –obviamente es una afirmación. –son mujeres de alto nivel al tuyo y asistentes personales del Señor. Te agradecería que no te inmiscuyas en lo que no te importa y solo haz tu tarea.
Se fue dejándome la advertencia. Nunca fui buena acatando órdenes, esa fue la principal causa de mi actual trabajo, no aguanté en los otros dos anteriores. Termine de lavar y fui a la cocina a ayudar a las otras compañeras.
—¿Qué haces aquí? ¿Terminaste de lavar?
— ¡No! –Ironicé– solo vine a pasear.
—¡Cuida tu lengua! ¡No pareces una señorita! —me regañó como si fuera su hija.
—¡Usted tampoco parece una señorita y no le digo nada! –su rostro blanco al instante torno a un rojo vivo que me erizó los vellos.
—¡Sal de la cocina! Muchacha mal hablada... falta de respeto… —he descubierto que Lourdes no aguanta una broma.
Estaba aburrida y cuando intentaba acercarme a hablarle a mi jefecita su mirada me decía que mejor no dijera nada, me senté como si me tomaran la foto de la cedula y espere que el tic tac del reloj no me hipnotizara e hice mi mayor esfuerzo por no dormirme.
Un carraspeo me despertó y me erguí.
—¿La señorita Lourdes esta aquí? –preguntó un hombre que por su aspecto diría que es el jardinero.
—¿Esta ciego?... ¡Ay! ¡El piso lo acabo de limpiar...! mira el desastre que hiciste. La vieja Lourdes me va a matar por tu culpa. –me levanté y tome la escoba y el fregador. La pala estaba cerca y con rapidez limpie el desastre del jardinero.– ¿No puedes ver por dónde caminas? Deberías irte a bañar antes de que la gruñona venga y te regañe por ensuciar la casa.
—¿Tú crees? –se sentó en uno de los bancos de la isla ensuciando todo con su paso.– A que te regaña por esto: —se sacudió cual perro sale del agua, la cocina parecía un chiquero.
—¡Hijo de tu padre!... ¡ya verás…! –de un jalón lo puse de pie, es musculoso pero eso no me impidió darle su merecido. Tome la escoba y se las puse en sus manos.— ¡Barre!
—¡No hare el trabajo que tienes que hacer tú! –dijo con desprecio. Agarré uno de los trapos húmedo que use para fregar el suelo y lo azoté.— ¡te has vuelto loca!
—¡Idiota! ¡Machista! ¡Feo! –en cada palabra iba un azote con mucho amor, lleno de toda la rabia que pasé en el día por ser tan pobre y tener que trabajar y lavarle los calzoncillos a un hombre que ni conozco.
—¡Detente! ¡¿Te has vuelto demente?! –debió estar asustado porque de un dos por tres limpió su desastre. Me veía con odio y yo con satisfacción de haber encontrado mi saco de boxeo para mi liberación, quedé libre de toxinas. Se fue al living y yo lo seguí. El caminaba con rapidez a lo que yo le encontraba divertido.
—¡Epa! ¡¿Pretendes ensuciar el piso superior con tu mugrientud?!
—Esa palabra no existe… ¡mal hablada!
—¿Cómo me has dicho? –antes le tenía ganas pero ahora… lo tome por la oreja izquierda y lo jalé al servicio más cercano, escuchaba sus quejidos y eran música a mis oidos. Lo metí bajo la ducha y deje que el agua fría lo bañara, gritaba cosas que no entendía ya que el agua anegaba sus palabras. La suciedad lo fue dejando, el baño estaba de un color tan asqueroso, tomé una esponja y con sutilidad empecé a restregarlo. Le rompí la camisa y lo enjaboné.— ¡ojala que el jardín haya quedado bien! Para terminar de esta forma diría que jugaste con unos puercos. –por un momento vi una sonrisa que rápidamente escondió— ¡Si la señorita Lourdes te viera de esta forma estaría despedido! Conseguir trabajo hoy día cuesta y tú vas y te arriesga y pretendes a subir a la planta alta… eres un osado… voy a limpiar el desastre que has hecho en las escaleras mientras te bañas completo. Puedes irte por la cocina, para que no te vean y espero que ese olor que tienes desaparezca. ¡Todo lo que tengo que hacer para poder comer y pagar mis estudios! ¡Eres un desconsiderado!.
—Deberías pagarte una institutriz para que aprendas modales…
—¡Eso no te importa idiota!
Salí y limpié lo que el señor bueno para nada hizo. Mis compañeras estaban atareadas cuando regresé. Limpié todo con rapidez, según el jefe vendría a la seis y faltaba cinco minutos. Los sonidos de unos zapatos bajando las escaleras me alarmó, señal de que la vieja Lourdes estaba cerca. Me erguí y puse firme la escoba a mi lado como un soldado frente a un mayor.
—¿Qué haces limpiando todavía? –era el primer regaño y eso que no había visto el desastre.— te estaba buscando, necesito que laves otra tanda de ropa. –Se puso frente de mí, me examinó y reprobó mi ropa sucia por culpa del baño improvisto del jardinero— debería meterte en la lavadora, a ver si sale un milagro con varios ciclos, debería lavarte también la lengua. –iba a replicar a su comentario de mal gusto pero lo siguiente que dijo me erizó la piel detrás de la oreja y parte de la nuca.— ¡Señor…! Lo esperaba desde hace ya tiempo. –dirigió su vista atrás de mí y con pasos lentos di media vuelta encontrándome con un hombre en paños menores, envuelto con una toalla alrededor de su cadera. Y no hay que pasar detalle que viene descalzo mojando el piso que acabo de fregar.
—Sí… improvistos en el camino. Me he tenido que bañar abajo ya que estaba sucio porque el caballo me dejo caer y como considero su labor no quise ensuciar el piso. —no apartó su mirada de mí. Ay chuchito ahora sí...
—¡Señor! No se hubiera molestado. Es su casa y nos paga para eso.
—Sí, es mi casa… —eso iba para mí— parecía un puerco o el jardinero… verdad señorita… —esperó con su mirada atenta hacia mi a que terminara la frase por él, no le diría mi nombre.
—Maia… —respondió por mi Lourdes— señorita Maia. —¿Quién la preguntó a ella?
—Un placer para usted conocerme señorita Maira. –se rió.
—Maia… —lo corregí.
—Pero si habla… pensé que se le había olvidado hablar. –lo tenía muy cerca y no me importaba que fuera mi jefe. Era un prepotente y merecía aprender. En pocos pasos y sentía su humedad.
—Pensé que era retrasado mental. –sonreí de igual forma al ver que la sonrisa desapareció de su rostro.
—Hay que ver que lo del barrio te sale por los poros… para la próxima Lourdes, contrata a gente de la talla no a pordioseras. —¿Pordiosera? Si el era que parecía un animal sucio.
—Por supuesto señor. Si desea la despediré de inmediato –retrocedí y busque la vista de la traidora de Lourdes pero el bueno para nada de mi jefe habló.
—No te preocupes… lo bueno que sabe esconder las manchas rápidamente… –miró al suelo donde hace unos minutos estaba el desastres que él había ocasionado. Se dirigió al piso superior dejándome en un silencio sepulcral con Lourdes.
—¿Cuándo aprenderás a ser educada? –tan sutil como siempre.
—El empezó… —me excusé encogiéndome de hombros.
—Él te puede despedir…
—Es un abusivo… —parece que no se da cuenta con que clase de hombre trabajaba ella.
—Un abusivo que paga tus estudios y el techo donde vives.
—El solo pensar que vivo con ese estúpido ya me arrepiento de haber aceptado el trabajo.
—Es mejor que ser prostituta en un bar… —abrí mi boca exageradamente.
—QUE TE QUEDE CLARO SOLO ERA MESERA –vociferé. Me crucé de brazos.
—Niña… si eres escandalosa —se tapó los oídos—, ¿no es lo mismo? Había nudistas en ese bar.
—Pero yo solo servía tragos… Además ¿usted cómo sabe que la Guaira es lejos?
—Dime con quién andas y te diré quien eres… —esa frase trillada me tenía al borde.
—Yo me la paso contigo y no por eso soy una vieja amargada… —di media vuelta y me fui a la cocina. Indignada.
No se qué pasaba en este casa, todo iba al son del jefecito, me molestaba. Me sentía cansada, entre estudiar y limpiar por horas agotaba.
Estaba cenando a las ocho de la noche, era mi oportunidad de comer, ya todo el trabajo estaba terminado, quedábamos pocas trabajando.
El sándwich se fue al camino viejo cuando un hombre mal humorado apareció con una camisa blanca en las manos, acotando que se la pasa por la casa sin camisa, ok es su casa pero respete que hay señoritas y señorotas como Lourdes pero es... Muy revelador.
—Lourdes... –dijo firme, pero ella no estaba en la cocina. Solo yo y una asistente más.
—Hay que ver que la vista a usted le falla. —se me escapaba las palabras, el resto de la tarde me lo tropezaba y eso me enfurecía ya que su mirada era tan odiosa...
—Hay que ver que no sabes quién manda en esta casa. —abuso de poder... ¿Es legal?
—¿Es una amenaza? –¿que se cree?
—No me provoques... –dijo entre dientes, sus músculos se tensaron y todo sus pectorales incluyendo su abdomen se contrajeron. Dios bendito este hombre está bendecido completamente, solo que no lo soporto.
—Señor… ¿Se puede saber para que busca a la señorita Lourdes? –habló mi adorada compañera de una forma tan sumisa que me provocó lastima. Tenía babeado todo el mentón. Estúpida.
—Sí. Le pedí que me lavara la camisa y la mezcló con una de color y ahora esta manchada… —buscaba por todos lados como si así encontraría a Lourdes debajo de la olla de la sopa.
—¡Ah… ¿es eso?! Sin querer se coló en la ropa de color. Fue un accidente. —fue mi culpa y tenía que decirlo.
—¿Un accidente? Proviniendo de ti, diría que fue apropósito. —si me odiaba imagínese ahora. Me levanté del taburete y caminé lo más cerca que pude, quedé a centímetros.
—Usted me va a disculpar pero cuando yo lavé esa camisa no sabía que mi jefe era tan sangrón...
—Maia…—me gritó Ana, mi compañera a la vez que mi jefe tornaba de una tez blanca delicada a roja. se acercó más y me sorprendí
—Maia, Maia… esta te la descontare de tu sueldo.
—Haga lo que quiera… —me cruce de brazos— ¿qué puede costar esa camisa? –bufé.
—Quinientos dólares, fue hecha a la medida por uno de los mejores diseñadores.
—¿Quinientos dólares? –quedé en shock— ¿cómo un hombre puede gastar tanto en una camisa cuando podría alimentar a cientos con esa cantidad? –mi intención no era callarme.
—Para eso doy una buena suma de dinero para las fundaciones y yo hago con mi dinero lo que me viene en gana. Niña entrometida. –salió enojado.
—Hay que ver que este hombre tiene un serio problema… ¡Quinientos dólares! —es que mi cerebro no procesaba la cantidad de dinero.
—Maia… debes tomar este trabajo enserio. Él es un hombre serio y te ha aguantado demasiado.
—Ujum… —claro y para eso debo lamerle las botas. Mi mirada fue tan obvio que mi compañera se fue dejándome sola en la cocina.
Me levante muy temprano. Lavé la ropa que correspondía. Me estaba alistando para irme a la universidad, había quedado en un acuerdo con la señorita Lourdes y era trabajar el segundo turno porque el primero algunos días vería clases.
Me coloco un jean negro y un suéter gris con una converse negra, los zapatos era un regalo de una amiga, lo que tenía era obsequiado porque si fuera por mis empleos dudo tener algo. Tomé mi mochila y salí por la puerta de la cocina como se nos ordenó. Eran solo las ocho de la mañana.
Camine hasta donde estaba el portón y salude al vigilante, era fácil para socializar y me acerqué a la primera parada. Me tocaba esperar el bus.