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Capítulo 4

- Gracias Flami. - Comentó Alessandra con sarcasmo, haciendo una mueca.

Aquella noche la muchacha estaba especialmente agitada. Más allá del desafío en la cocina, Alessandra quería que todo saliera perfecto para celebrar ese día tan importante.

No fue un verdadero aniversario de compromiso; después de todo su pasado, no había habido un día específico en el que hubieran decidido estar realmente juntos.

Su pasado siempre se había caracterizado por enfrentamientos brutales: brutalmente habían aparecido en la vida del otro y con la misma brutalidad se habían distanciado, pero a raíz de todo ese dolor y sufrimiento sembrados, sus corazones se habían perseguido luchando contra todos, incluso ellos mismos .

¿Y qué mejor día para celebrar ese amor que con tanto esfuerzo los había unido, que el de su primer enfrentamiento brutal?

Alessandra recordaba perfectamente la primera vez que vio a Ferraro. Ese día se había maldecido mucho por su lengua bífida, pero en ese momento sintió ganas de agradecer al cielo por haber sido tan imprudente.

Sonrió involuntariamente y se miró en el espejo del dormitorio.

- ¡Espero que te sorprenda la lencería que usé! - exclamó con picardía, ajustando lo mejor posible las copas acolchadas - ¡Este babydoll también me hace parecer tetona! - comentó con entusiasmo.

Flaminia se echó a reír y ya podía imaginarse a su amiga frente al espejo, con las manos apretando sus senos para resaltar lo mejor posible sus curvas.

- ¡Como si Marco no supiera que tienes los pechos pequeños! - Respondió Flaminia divertida.

Alessandra enderezó la espalda e hinchó el pecho con orgullo.

- ¡Bueno, él también puede disfrutar de cinco minutos de paraíso de vez en cuando! - bromeó, riendo.

Alessandra tenía la intención de sorprenderlo; ya anhelaba su expresión de asombro y sus ojos llenos de ardiente deseo. Nunca había sido una mujer tan atrevida; Claro, a ella no le gustaba la ropa interior de Bob Esponja, pero nunca había usado nada más que un simple traje de dos piezas de encaje.

- ¿Cuánto falta para que regrese? - preguntó Flaminia.

Alessandra miró su reloj y resopló nerviosamente.

- Debería regresar en una hora -

Sintió una mezcla de ansiedad y emoción pesando sobre su vientre y con las manos vibrando de temor, agarró sus zapatos y se dispuso a ponérselos.

- ¿Sigues en la Universidad? - averiguó, precariamente en equilibrio sobre un pie.

- Sí, volveré pronto a casa -

Alessandra estaba a punto de ponerse el otro zapato, en una posición nada cómoda, pero estaba demasiado ocupada para poder oír el sonido de la llave al introducirse en el. cerrar con llave.

Marco, ese día, con motivo de su aniversario, había hecho todo lo posible para poder regresar antes a casa y cuando entró a la sala y la encontró vacía, se encontró frunciendo el ceño confundido.

Buscó la figura de su pequeña, sin poder verla, pero al notar la luz proveniente del dormitorio, sonrió.

Avanzó en dirección a su habitación y cuando entró, abrió mucho la boca, desconcertado.

Alessandra, luciendo una seductora pieza de lencería, hacía equilibrios sobre su pie derecho con tacones de doce centímetros, mientras hablaba por su celular.

Marco abrió mucho los ojos en estado de shock y tragó un trozo de saliva.

- ¡Bebé! ¿Qué estás haciendo? - irrumpió de repente.

Alessandra no había notado la presencia de Marco hasta que escuchó su voz.

Se encontró saltando, asustada, mientras un grito estridente escapó de su boca, pero no perdió el ritmo del miedo.

Su condición precaria y su torpeza providencial no la eximieron de consecuencias desastrosas.

Alessandra se desequilibró de un lado y los movimientos de sus brazos no sirvieron para realinearse con el centro de gravedad: acabó cayendo con el trasero en el suelo, y con él su móvil y su encanto de mujer fatal.

- ¡Ay! - gritó desesperada, mientras aún desplomada se puso una mano en la nalga derecha.

Marco jadeó y se lanzó hacia adelante para ayudarla. Se puso delante de ella y, al ver la mueca de dolor de la niña, se agachó y buscó su mirada sufrida.

- Alessandra, ¿estás bien? - preguntó preocupado.

- No. - murmuró haciendo pucheros - ¡Y es tu culpa, no deberías haber estado aquí! - gimió desconsoladamente.

Marco se rió entre dientes y le acarició la mejilla.

- Yo también me alegro de verte.- comentó sarcásticamente, luego le dirigió una larga mirada y se mordió la lengua.

Alessandra agudizó su mirada y con la mano en el trasero lo miró amenazadoramente.

- No te rías.- ordenó perentoriamente.

Marco se mordió el labio inferior con más fuerza, pero el esfuerzo por contenerse frente a la cara divertida de su novia casi lo hizo llorar.

- Marco, no te atrevas.- Reiteró Alessandra tajantemente.

El abogado explotó. Una risa atronadora invadió la habitación y mientras Alessandra ponía los ojos en blanco, exasperada, Marco se llevó una mano al abdomen en un vano intento de contenerse.

- ¡Qué torpe eres! - balbuceó entre risas.

- ¡No soy torpe! ¡Simplemente estoy coordinado de manera diferente! - protestó la niña con vehemencia.

Marco sacudió la cabeza divertido y la miró con cariño, pero cuando sus iris celestes se posaron sobre su cuerpo deliciosamente envuelto en aquel babydoll, que sin gracia había pasado a un segundo plano, se inflamaron.

- ¿Y esto? - susurró en voz baja.

Alessandra se miró a sí misma por un momento y cuando volvió a mirar los ojos traviesos y ardientes de su hombre, suspiró desconsolada.

- Se suponía que iba a ser una sorpresa.- se quejó amargamente.

Marco se mordió el labio inferior y después de examinar cuidadosamente el cuerpo de su mujer, pasó su lengua sobre él.

- Una sorpresa maravillosa…- murmuró Ferraro embelesado.

Estaba a punto de lanzarse sobre la piel blanca de su pequeña, pero el eco distante de una voz se interpuso entre ellos.

- ¿ Alessandra? -

La niña frunció el ceño y luego, como sorprendida por un destello de conciencia, abrió mucho los ojos y estiró el brazo para agarrar su teléfono celular.

- ¡Flami! ¡Oh Dios, lo siento, me caí! - exclamó mortificada - ¡Me tengo que ir, Marco ha vuelto! -

¡ Caída! ¿Estás bien? - aseguró el amigo preocupado.

- ¡Sí, sí, estoy bien! ¡Me tengo que ir! - dijo subversivamente, reprimiendo una sonrisa al sentir los cálidos labios de Ferraro en su hombro.

- Pero...? Espera, no olvides el-...-

- ¡Hola Flami! - la despidió, levantando los ojos al cielo.

Alessandra sacudió la cabeza, exasperada por la aprensión de su amiga, pero pronto se encontró temblando cuando la risa ronca de Ferraro se estrelló en su garganta; cerró los ojos y se dejó arrullar por la pecaminosa dulzura de las caricias de su hombre.

La boca de Marco sedujo su piel con besos lentos y ardientes hasta el punto de hacer vibrar a Alessandra con un deseo frustrante, y cuando llegó a sus labios, ella soltó un suave suspiro. Se devoraron unos a otros. Se apropiaron con avidez de sus sabores, de sus últimos alientos, se aferraron firmemente a la carne del otro y tuvieron que abrazarse con fuerza para contener los locos latidos de sus corazones.

Marco soltó un grito gutural y, cansado de entretenerse, levantó a Alessandra por las nalgas y la acostó en la cama. Se alejó, y luego de quitarse la chaqueta, puso sus dedos en los botones de su camisa para quitarla también, sin que su mirada se desviara del cuerpo de su pequeña.

Marco la encontró hermosa. Alessandra era cada vez más una mujer, pero era esa autenticidad infantil que veía en sus ojos, en sus expresiones faciales y en algunas de sus reacciones corporales lo que lo volvía loco.

Se subió encima de ella, medio desnudo, y acarició cada centímetro de su piel con la lengua y las manos. Alessandra arqueó la espalda y cuando sintió su lengua en su pecho, se le escapó un gemido.

- Pensé que esto era después de cenar...- bromeó ella, divertida.

Marco bajó sus copas, luego buscó sus ojos y sonrió con picardía.

- Creo que esta vez empezaré con el postre – susurró sensualmente, lamiéndose los labios.

Alessandra se echó a reír y justo cuando estaba a punto de echar la cabeza hacia atrás y abrir las piernas para darle libertad de movimiento a su hombre, un pensamiento cruzó por su mente y la congeló como una ducha fría.

Sus ojos se abrieron e inmediatamente se sentó.

- ¡EL ASADO! - gritó aterrorizada, apartando torpemente el cuerpo de Marco que estaba encima de ella.

Ferraro se tambaleó hacia atrás, desconcertado, y Alessandra ni siquiera le dio tiempo a entender lo que había sucedido, ya que se escabulló en un instante, desapareciendo de su vista.

El hombre parpadeó varias veces, asombrado, luego miró su pecho desnudo y la entrepierna hinchada de sus pantalones. Suspiró con tristeza.

Puso cara de enfado, y cuando un gemido agudo procedente de la cocina resonó por todo el apartamento, se resignó y decidió ir a comprobar qué había pasado.

Un pequeño y bonito teatro apareció frente a él.

Alessandra, vestida con un babydoll, sostenía en la mano una sartén con asado quemado y sus ojos brillaban de tristeza.

Se quedó mirando esa carne quemada con la amargura de quien había visto su compromiso esfumarse y esa cara de cachorro le derritió el corazón.

- Nos había preparado una cena.- murmuró decepcionada - Quería que todo fuera perfecto.-

Marco sonrió con ternura y se acercó a ella con cautela.

Le encantaba que ella intentara cada vez sorprenderlo, incluso si no lo lograba. Sabía que él estaba acostumbrado a cierto tipo de mujer, sin embargo, aunque iba en contra de su naturaleza, constantemente intentaba ser como nosotras.

Alessandra no podía entender que él estuviera bien con esto. Había dejado de perseguir a esa compañera ideal que había buscado durante años, porque verla allí, hermosa con su naturalidad, en su cocina, lo hacía sentir completo.

Ella le causaba un lío al día, destrozaba cosas, quemaba comida de todo tipo y sembraba el desorden por todas partes, pero a pesar de que era la peor conviviente que se podía tener, Alessandra le daba vida a sus días.

Era su opuesto, pero allí, en su nido, en su vida cotidiana, ella era perfecta.

- Ay nena – susurró, acariciando su rostro – ya todo es perfecto.-

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