Sinopsis
SECUELA DE LA SAGA CLUB SI NO VISTE EL PRIMERO BUSCA EN MI PERFIL DE AUTOR ***SECRETO DE SEDA*** ---------------------------------------- "Seré tu única compañía". El club Lorisytes es conocido por sus miembros ricos, mimados y arrogantes que están acostumbrados a conseguir lo que quieren. El Lorisytes club es un club privado, en ese momento sólo reservado para hombres, un pequeño grupo de estudiantes universitarios. Es conocido por sus miembros ricos y adinerados, grandes cenas y comportamientos destructivos, como el vandalismo. No está oficialmente reconocido, ya que sus miembros se ven obligados a guardar silencio. Lorisytes era originalmente un club para ricos mimados, acostumbrados a hacer lo que quisieran. Hubo un escándalo aterrador que causó estragos tanto dentro como fuera de la asociación. La membresía ha costado a los socios hoy, precisamente por lo que sucedió en el pasado, en el club adoptan actitudes mesuradas y para que esto suceda, David De Forest obligó a los futuros socios a tener un socio elegido.
Capítulo 1
Alessandra no quería vivir de sueños, sino vivir para hacerlos realidad.
Había hecho un pacto consigo misma de que no se limitaría a defenderlos; lucharía con uñas y dientes para algún día convertirse en magistrada.
Pero si el corazón y un destino burlón se interponen entre usted y el poder judicial, el camino para convertirse en fiscal ya no será un camino recto, sino un plan complejo. Y cuando la vida te llama a elegir, no hay solución: o das un paso adelante, o lo das hacia atrás. Un paso atrás te condena al remordimiento, pero un paso adelante tiene un precio aún mayor: sabes lo que pierdes, pero no sabes lo que encuentras.
Y Alessandra lo sabía. O al menos eso es lo que pensaba.
Un fuerte aplauso se elevó en el aire cuando el presidente de la comisión concluyó la proclamación. Los gritos y gritos de los presentes pronto ahogaron cualquier otro sonido, pero en los oídos de Alessandra todavía resonaba claramente la fórmula solemne que la proclamaba doctora en derecho.
Alessandra se sintió en la cima del mundo en ese momento. Sintió entre sus dedos la consistencia de una meta cumplida; ese objetivo siempre visto desde la distancia hacia el cual había volcado su fuerza y compromiso, le encajaba como un traje nuevo hecho a medida.
Todavía parecía difícil de creer, y aunque el camino todavía era largo y tortuoso, Alessandra se dejó coser ese vestido nuevo a su cuerpo. Y a ella le encantó, porque le parecían encantadores.
Su corazón latía salvajemente y la emoción era tan intensa que su mirada se perdió en el vacío y fue más allá de la realidad que la rodeaba. Con sus ojos ya no se encontraba en su sesión de graduación; Vio pasar ante él las imágenes de una niña con los iris brillantes de sueños, luchando por ganarse un lugar en el mundo.
Se sentía espectadora de una película: la de su vida.
Apretaba contra su pecho su tesis de grado y cuando la conciencia de haber cumplido un ciclo llegó a su mente, una fuerte sensación de nostalgia la invadió.
Lo haría todo de nuevo. Cada sacrificio, cada noche de insomnio, cada gota de sudor que había cubierto su frente, porque lo que sintió en ese momento fue extraordinario.
Cada sonido le parecía amortiguado, pero la sonrisa que apareció en su rostro era claramente visible en el exterior.
Él era feliz.
Alessandra estaba aturdida y no podía darse cuenta de lo que le estaba pasando; sólo sabía que pronto se encontraría en brazos de sus seres queridos, cargada con un ramo de flores y una corona de laurel en la cabeza.
Sus ojos brillaban y no por el destello cegador que apuntaba hacia ella.
Buscó a sus tíos y cuando vio a su tía Bianca secándose una lágrima con los dedos, sintió que el corazón le temblaba en el pecho.
La mujer se acercó a ella, seguida de su tío Armando y un cochecito en el que yacía el pequeño Antonio. El bebé tenía las mejillas rojas por el calor y un chupete en la boca para mantenerlo tranquilo y Alessandra notó por enésima vez el extraordinario parecido con su tío.
Sólo que los ojos no eran los suyos. Eran verdes.
Y Alessandra, cada vez que miraba a ese pequeño bebé, sentía que se le hacía un nudo en el estómago; vio en sus ojos verdes a su madre y el recuerdo de su padre en su nombre.
Sus tíos la abrazaron con fuerza y Alessandra se dejó abrazar sin dudarlo.
- ¡Hija mía, estoy muy orgullosa de ti! - exclamó tía Bianca, conmovida.
La niña resopló y apenas contuvo las lágrimas, pero disfrutó de esa calidez familiar que había echado de menos varias veces.
Fue en esos momentos que su dolor se volvió insoportable, justo cuando su alegría estaba en su estado más puro e intenso.
Hizo un enorme esfuerzo por contenerse, pero a pesar de haber aprendido a vivir con ello, ese malestar latente amenazaba periódicamente con apretarle el corazón con sus afiladas uñas.
Para los ojos externos, ese podría haber parecido un momento normal de compartir en familia, pero sólo aquellos que estaban envueltos en ese abrazo sabían que no era así en absoluto.
Había tanta melancolía en ese gesto. Estaba el sufrimiento de quienes encontraban en los demás una manera de llenar un vacío.
- Te están mirando Alessandra y estoy seguro que ellos también están orgullosos de ti - dijo el tío Armando, mirando a su sobrina con amor.
Alessandra no pudo soportarlo más. Las lágrimas brotaron incontrolablemente y corrieron por su rostro maquillado, dejando huellas claras.
Sintió que se abría un abismo en su pecho, pero su tía, al ver la inmensidad de su sufrimiento en los ojos de la niña, esbozó una sonrisa y trató de restarle importancia, incapaz de sostener esa atmósfera.
- Sin embargo...- comenzó la mujer, acercándose de manera conspiradora - ...¡Marco al otro lado del escritorio es realmente sexy!- susurró con picardía.
- ¡Bianca, conténtete! - la amonestó de buen humor su marido, levantando los ojos al cielo.
Alessandra se echó a reír, apreciando el gesto de su tía y cuando estaba a punto de responder, Flaminia, Luca, Giovanni y Roberto se acercaron a ella para felicitarla.
- ¡Estuviste genial! - exclamó Flaminia, antes de echarle los brazos al cuello y abrazarla con fuerza.
Alessandra insinuó una tos, pero no resistió ese apretón asfixiante que, de hecho, acabó siendo correspondido.
- ¿Crees que soy médico? - murmuró en su cuello.
- Bueno, sí. - dijo Flaminia sonriendo - Por supuesto, siempre sigues siendo torpe, torpe y con una tendencia providencial a hacer el ridículo, pero hasta que se demuestre lo contrario ¡tienes un título! - bromeó, riendo.
Alessandra volvió a reír, esta vez sin preocupaciones. Intentó sentirse diferente, pero ni siquiera con esa corona de laurel en la cabeza su forma de ser había cambiado.
Los minutos que siguieron al pregón fueron una sucesión de besos, abrazos y fotografías. Incluso si no fuera una boda, Alessandra se tomó selfies, fotos de libros de texto y videos, mientras sus amigos los compartían rápidamente en las redes sociales. Ella no puso objeciones, porque así se hacía entonces: si la foto no se publicaba en Facebook, no se podía decir que se había conseguido el título.
- ¡Alejandra! - Chilló de repente Giorgia, luego de echar una mirada sospechosa a su alrededor - ¿Pero por qué no está tu novio aquí? ¡Tenía muchas ganas de conocerlo! - preguntó la niña, aturdida.
Alessandra se sobresaltó sin estar preparada y, tras intercambiar una mirada con Flaminia, esbozó una sonrisa falsa y se excusó.
- Él tuvo que trabajar. - respondió escuetamente, pero al ver la expresión dudosa de su interlocutor se apresuró a aclarar - No te preocupes, te encontrarás con él en la fiesta de esta noche. - la tranquilizó, cortando de raíz más preguntas.
Giorgia se encogió de hombros, aunque no del todo convencida, y después de darse la vuelta para observar la comisión por última vez, se volvió hacia Alessandra con una sonrisa traviesa en el rostro.
- ¡Bien no está mal! - continuó lamiéndose los labios - ¡El querido Ferraro estaba allí para alegrarnos la vista! - le guiñó un ojo, guiñándole un ojo.
De todas las consecuencias de su relación clandestina, había una que Alessandra odiaba más: aguantar comentarios sobre su hombre y no poder decir nada. No era raro que ella tuviera que lidiar con suspiros y fantasías basadas en Ferraro, y para alguien que tenía un rostro tan expresivo, enmascarar la molestia requería mucho esfuerzo cada vez.
Incluso en ese momento Alessandra luchaba; Puso una sonrisa torcida, más parecida a una mueca, y soltó una risa falsa.
Flaminia, Luca, Giovanni y Roberto apenas contuvieron la risa mientras veían a Alessandra enderezar la espalda y agarrar con excesiva fuerza su tesis de grado, pero su compañera de estudios no pareció darse cuenta, demasiado ocupada devorando a su asistente con la mirada.
- ¡Dije que tenía que ser asistente! - comentó Luca con amargura - Estás rodeado de coños que babean detrás de ti.- concluyó suspirando.
Flaminia lo molestó con su mirada y, torciendo el labio con disgusto, le dio una palmada en la nuca.
- Sigues siendo el mismo cerdo.- lo acusó ella indignada.
La risa general golpeó al grupo, pero Alessandra ignoró por completo el pequeño teatro frente a ella; mientras quienes la rodeaban reían y bromeaban, sus ojos verdes pegados a los iris azules más hermosos que jamás había visto.
Marco Ferraro, desde lejos, mantuvo su mirada fija en ella, intentando no perderse ni un momento de aquel momento tan importante.
Le resultaba particularmente frustrante permanecer recluido al margen, cuando su único deseo era correr hacia ella y abrazarla fuerte. Le hubiera gustado ser parte de esa inmensa alegría, pero sobre todo sentía la necesidad de demostrarle lo orgulloso que estaba de ella.
A Alessandra también le hubiera encantado arrojarse en los brazos de su hombre, pero incluso desde lejos podía sentir su cercanía sobre ella.
Marco Ferraro tenía la sonrisa más hermosa del mundo en su rostro. Y aunque fue por poco tiempo, logró suficiente.
Se miraron lo suficiente para sentirse mejor.
Marco, con el torso erguido y los brazos cruzados sobre el pecho, miró a su alrededor y le guiñó un ojo discretamente, mientras Alessandra, frustrada, sentía que se le revolvía el estómago y apretaba las piernas con fuerza.
Esa condición de clandestinidad ya no podía mantenerse. Le hubiera encantado contarle al mundo su amor y odiaba con todo su ser encerrarlo entre cuatro paredes, lejos de las miradas de los demás. Parecía más frágil, equivocado, cuando en realidad era tan puro e intenso que cegaba.
Alessandra, sin embargo, no tuvo otra opción: se resistió, se tragó el trago amargo varias veces, se mordió la lengua, pero lo hizo para tener una perspectiva más color de rosa y más libre.
En ese momento no podía creer que había llegado al final de la fila. Había esperado mucho tiempo para obtener su título, ya que una vez obtenido, ninguna división de roles le impedía amar libremente a Marco Ferraro, ninguna ética o norma de comportamiento podía oscurecer y ensuciar lo que los unía.
Sin embargo, ella y Marco se habían acostumbrado tanto a su amor éticamente incorrecto que habían elevado esa expresión a una definición: un amor que había superado a la razón, por encima de las buenas costumbres.
Alessandra sonrió. Sintió su corazón más libre y, sin embargo, por mucho que había odiado esa ética enemiga, ahora que estaba sin cadenas recordó casi divertidamente esa definición que hacía que su vínculo fuera difícil, pero único.
Miró por última vez a su Marco y suspiró levemente.
- Sí, mi querida Giorgia. - estalló, volviéndose de nuevo hacia su amiga - Que el mundo se desmorone, pero esta noche lo sabrás. -
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