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Capítulo 2

Alessandra tomó otro generoso sorbo de su cóctel mientras buscaba ansiosamente el lugar con la esperanza de encontrar a Ferraro. Llevaba un vestido rojo, un color comúnmente asociado con la graduación, y esa noche había decidido hacerse daño.

Tener una resaca colosal en la fiesta de graduación se consideraba un auténtico rito de iniciación al mercado laboral y Alessandra había decidido cumplir ese compromiso también. Había prometido a sus amigos que si sacaba las mejores notas bebería tanto que olvidaría incluso el artículo de la constitución, pero no se preocupó demasiado: con todos los años de estudio que le esperaban, No habría tenido problemas para recuperar el conocimiento.

El volumen de la música era ensordecedor y ella y sus amigas, ya más livianas por los efectos del alcohol, aprovechaban cada oportunidad para brindar, mientras sus cuerpos se agitaban frenéticamente para seguir el ritmo.

Flaminia y Alessandra chocaron sus copas por enésima vez, pero antes de que sus labios pudieran descansar sobre la fría superficie del vidrio, Marco Ferraro, Luca y su grupo de amigos hicieron su entrada.

Alessandra no se dio cuenta inmediatamente de la entrada de su hombre en escena, pero cuando Flaminia le dio un codazo en el hombro y sus ojos se posaron en la figura del guapo asistente, su mente, ya nublada y comprometida, se detuvo por completo. Su corazón, más impulsivo y débil, aumentó sus latidos desproporcionadamente.

Marco Ferraro avanzó decidido hacia ella y Alessandra pensó que estaba hermoso con esa camisa blanca y ese traje azul medianoche. Ella quedó instantáneamente petrificada, aturdida por la visión de su hombre, y después de mirarlo fijamente durante varios segundos con una sonrisa estúpida en su rostro, un rayo de claridad cruzó su mirada.

Ella saltó, recordando de repente lo que se había propuesto hacer. Mientras Marco se acercaba a ella, Alessandra, anticipando reacciones de asombro, se acercó a sus compañeros de la universidad y llamó su atención.

- Chicos, es hora de presentarles a mi novio. - anunció con una sonrisa maliciosa.

Giorgia, Carlo, Antonio y los demás chicos levantaron la cabeza con curiosidad y cuando estaban a punto de girarse para mirar a su alrededor e identificar así la figura del misterioso novio de Alessandra, Marco Ferraro se paró frente a ellos. Él la agarró del brazo y la atrajo hacia él, luego la agarró de los labios.

Con ese beso Marco desahogó su desesperada necesidad de cercanía y aunque por poco tiempo, Alessandra devoró vorazmente esos labios que había querido saborear toda la tarde. Sus cuerpos se extendieron uno sobre el otro, como dos polos opuestos que se atraían y la sonrisa feliz que apareció en el rostro de la asistente cuando pusieron fin a ese beso hizo temblar a Alessandra como una colegiala.

Se miraron a los ojos por un último momento, sintiéndose finalmente llenos el uno del otro y cuando se giraron en dirección a quienes los miraban fijamente, Alessandra tuvo que morderse el labio inferior con fuerza para evitar estallar en una carcajada.

Los rostros de sus amigos estaban asombrados: sus ojos se salían de sus órbitas, su tez se había puesto pálida y sus bocas estaban abiertas por el shock.

- Niños. - comenzó Alessandra conteniendo una risa - Este es Marco, mi novio. - reveló la niña con orgullo.

Los chicos permanecieron en silencio, demasiado sorprendidos para expresar alguna reacción.

Ferraro miró a su alrededor y, sintiendo el malestar, enderezó el torso y extendió la mano en dirección a Carlo.

- Encantado de conocerte, Marco. - se presentó sonriendo cordialmente - Quizás ya nos conocimos en dipa-...-

- Sí. - Le anticipó Carlo, entrecerrando la mirada - Me falló tres veces. - afirmó forzando una sonrisa.

Alessandra se llevó una mano a la boca para contener la risa, mientras Ferraro, desconcertado, ponía cara de vergüenza.

- Oh. - dijo simplemente retirando la mano.

El chico lo miró con odio y Marco, visiblemente en dificultad, dio un paso atrás y continuó con su ronda de presentaciones, tratando de ignorar la mirada de fuego que sentía dirigida hacia él.

Los compañeros de Alessandra estaban inmóviles, incapaces de mirar al hombre que tenían delante como el simple novio de una de sus amigas, y no como el temible asistente que tantas veces habían detestado.

Un silencio embarazoso se elevó en el aire y Ferraro, nada cómodo con todas esas miradas apuntándolo como un bicho raro, se puso una mano detrás de la cabeza y se aclaró la garganta.

- Fue un…- vaciló, buscando las palabras adecuadas –… fue un placer conocerte. Será mejor que vaya a buscar algo de beber. - dijo esbozando una sonrisa avergonzada.

Alessandra lo vio pasarse una mano por el pelo, como hacía siempre que se encontraba en una posición incómoda, tras lo cual, más libre, volvió a prestar atención a sus amigos.

Giorgia quedó petrificada; tenía los ojos muy abiertos y el torso tan rígido que Alessandra pensó que había dejado de respirar.

- Gio…- la llamó acercándose a ella.

- ¡Dime que estoy tan borracha y que ese no es Ferraro y no acabas de decir que es tu novio - murmuró desconcertada!

- Podría decírtelo, pero sería mentira.- Dijo Alessandra sonriendo.

Giorgia parpadeó varias veces, intentando digerir la noticia, luego sacudió vigorosamente la cabeza y miró a Alessandra.

Él la miró fijamente durante mucho tiempo y con tanta insistencia que Alessandra empezó a sentirse incómoda.

-¿Te jodiste a Ferraro y yo no sabía nada? - la acusó con odio.

Alessandra saltó, desconcertada.

- ¡No podría decírtelo! - se defendió poniendo las manos hacia adelante.

Giorgia entrecerró los ojos y cruzó los brazos sobre el pecho.

- ¡Quiero saber cada detalle, incluso el tamaño de su pene! – ordenó perentoriamente.

Alessandra arqueó las cejas y, presa de un ataque de irritación, se paró frente a ella.

- Giorgia, por fin puedo decirte esto - se lamió los labios y luego una sonrisa sádica se dibujó en su rostro - Deja de tener fantasías con mi hombre o terminaré enojándome mucho - amenazó con firmeza.

Giorgia guardó silencio al instante, mientras un ligero sonrojo invadía sus mejillas.

Y Alessandra se sintió mejor, porque finalmente se sintió libre de amar a su Marco abiertamente.

***

- ¡Vamos pequeña, un último esfuerzo! -

Alessandra se echó a reír a carcajadas y cayó hacia adelante, perdiendo el equilibrio, pero Marco rápidamente la atrapó y evitó que cayera al suelo.

El hombre suspiró profundamente, mientras la niña seguía aullando de risa. Marco no pudo contener una sonrisa al verla abandonada en sus brazos, tan borracha que no podía levantarse. Ferraro respiró hondo y al ver que Alessandra cada vez cooperaba menos, se resignó y la levantó. La llevó en brazos desde el ascensor hasta su apartamento.

- Marco...- susurró Alessandra, riendo.

- Dime. - la secundó él, usando su propio tono, mientras intentaba abrir la puerta en precario equilibrio.

- Estoy borracho. - confesó estallando de nuevo en carcajadas.

Ferraro puso los ojos en blanco y cerró la puerta detrás de él con el pie.

- ¡Nunca lo habría dicho! - bromeó, llevándola hacia la terraza.

- ¿Y sabes qué pasa cuando estoy borracho? -

- ¿Te pones más pesado y me cuesta más sostenerte? - intentó Ferraro con cansancio, colocándola en una cama.

- ¡No! - chilló fuerte, luego lo agarró por el cuello de la camisa y acercó sus labios a su oreja - Siempre quiero tener sexo. - susurró con picardía, mordisqueando su lóbulo de manera sensual.

- ¡Eso sí que interesante! - murmuró, lamiéndose el labio inferior.

Alessandra observó ese gesto embelesada y antes de que pudiera correr hacia sus labios, Marco le bloqueó las manos y sonrió.

- Espera…- dijo esquivando su beso -… tengo que darte mi regalo.-

Alessandra frunció el ceño confundida y buscó su mirada.

- ¡Pero ya me lo diste! - protestó extrañada.

Eso era cierto. Ferraro ya le había regalado un bonito collar de oro, pero el hombre, un poco tenso, sacó otro paquete rojo de su chaqueta.

Para Marco, ese fue el verdadero regalo, pero había preferido esperar un momento más íntimo para poder darle lo que había guardado cuidadosamente en el bolsillo izquierdo del pecho de su chaqueta, justo del lado del corazón.

Alessandra acarició con cuidado el terciopelo rojo y aunque la impulsaba el deseo de saber qué había dentro, se tomó un momento para encontrar un rayo de claridad.

Marco observó a Alessandra detenerse, pero los ansiosos latidos de su corazón lo estaban agotando.

- Ábrela.- la instó sonriendo con cariño.

Alessandra no tuvo que decírselo varias veces y cuando abrió el paquete, se encontró mirando su contenido con asombro.

- Es una... llave. - dijo simplemente.

La sonrisa de Marco se hizo más amplia y después de agacharse frente a ella, inmediatamente buscó su mirada.

- Sí, es una llave.- asintió el hombre - ¿Y sabes para qué sirve una llave? -

Alessandra sintió que la cabeza le daba vueltas, pero estaba demasiado confusa para entender de inmediato.

- Para abrir una puerta.- respondió mirando a Marco con confusión.

- Bien hecho. - Comentó Ferraro, tratando a la niña como si se tratara de una niña pequeña. - ¿Y en tu opinión qué puerta abre esta llave? - prosiguió el hombre, ansioso.

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