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JANESVILLE
EN LA ACTUALIDAD
Caminé en dirección a la cafetería junto con Alessa y Karina, habíamos estado toda la mañana un poco nerviosas debido a que hoy era el primer día de nuestro último año de clases. Queríamos disfrutar de cada día al máximo puesto que al salir extrañaríamos todo esto. Y hasta quizás a nosotras mismas. La cafetería ya estaba un poco llena, sin embargo pudimos divisar una mesa vacía al fondo. El lugar perfecto.
—Vamos por el almuerzo.
Asentimos a Karina, quien era bajita y morena. La sentada del grupo. Para nuestra suerte no había fila ya que todos habían pasado, solo faltábamos nosotras que nos habíamos atrasado buscando unos libros para Karina en la biblioteca, nos dieron nuestros respectivos almuerzos y nos dirigimos a la mesa.
—Bien, lo que he sabido es que los chicos del equipo están solteros, eso nos da una ventaja —Alessa se sentó frente a mi, su cabellera negra era larga y sus ojos azules cristalinos eran muy envidiables, y si, ella era la coqueta.
Karina se sentó a la par mía.
—Una mesa estaba vacía en el centro —se quejó Karina, haciendo algo de puchero.
—Estamos bien aquí, ¿no? —les dije, dando un sorbo a mi jugo.
—Coralee, esa mesa estaba a la par de los del equipo, ¿cómo no la vimos antes? —me respondió Alessa.
Me encogí de hombros, la verdad no me interesaba ir al baile sola, sería divertido. Creo. En eso, la mirada de Alessa se agrandó, mirando a la entrada, su boca se abrió por la sorpresa.
—¿Que pasa? —inquirimos Karina y yo al unísono, notándola ella también.
—Miren eso —nos dijo.
Giramos nuestros rostros, al igual que todos en la cafetería, hacia la entrada. Venían entrando tres chicos, serios e inexpresivos. Vestían de negro, sus cabellos estaban despeinados y su caminar era despreocupado, cero nervios. Nunca los había visto por aquí así que supuse que eran nuevos. Pero mi mirada viajó al chico de en medio, achicando la vista por lo familiar que se me hacía pero no sabía de donde.
Era oscuro, se le notaba a leguas. Se hizo un silencio en la cafetería, todos no quitaban la vista de esos tres chicos que se hacían extraños. Ellos llegaron a la mesa desocupada, esa que había dicho Karina, y se sentaron. Había un chico rubio y el otro era pelirrojo, el que se parecía como al líder y eso era cabello negro, su cara era tan limpia y... fina que no pude evitar sentirme un poco cohibida e intrigada.
—¿Quiénes son? —susurró Alessa.
—Han de ser nuevos —contestó Karina—. Creo que escuché al director en la mañana hablar sobre eso.
El de cabello negro recorrió la cafetería con aires despreocupados, hasta que pasó, sus ojos repararon en mi. Su mirada... su mirada era oscura y penetrante, pude notar como su semblante se relajó, al parecer sus dos amigos notaron su mirada, siguiéndola, cayendo en nuestra mesa. En nosotros. En mi.
Aparté la vista de inmediato, volviendo la vista a Alessa quien al parecer había observado la escena.
—Nos están viendo —murmuró muy bajo.
—Es extraño —opinó Karina.
Pude asentir con algo de torpeza, para después dar otro sorbo a mi jugo. Mi mente no podía sacar la mirada acusadora y vacía de ese chico. Muy dentro de mi sabía que no traerían nada bueno.
—Nos dejaron de ver y comenzaron a platicar entre sí —anunció Alessa dándoles una mirada rápida.
Eso estaba bien, digo, no me gustaba sentirme observada por tres calientas chicos... ¡no puedo creer lo que dije! Sacudí la cabeza para quitar esos pensamientos raros de mi mente y me digné a comer.
El resto del almuerzo y del día había sido extraño, ya que después de un rato en la cafetería los tres chicos habían desaparecido, luego de eso no los volvimos a ver. Y aquí estaba yo, en la última hora de clase, recibiendo la única clase que no las tenía con mis amigas: historia.
Faltaban 5 minutos para que terminara la clase y poder irnos, yo no podía contar más rápido los segundos y minutos que pasaban. No estaba poniendo demasiada atención a la clase, el profesor hablaba sobre algo que un compañero le comentó, algo sobre porqué no hablaba de demonología y esas cosas, ya que también eran historias, y bueno, él profesor respondió que esta era una clase de la historia del país y no sobre catolicísmo y esas cosas.
—Pero, profesor, los ángeles caídos existen, ¿no? —le preguntó. Elevé mi vista hacia ellos, ya que esa pregunta de alguna razón me había interesado.
—Es obvio, Mark, son demonios ahora —respondió el profesor algo exasperado.
—Pero ¿están en la tierra en forma humana o son espíritus?
—Espíritus.
—¿Cómo está tan seguro? —volvió a insistir el chico.
—Está en la biblia, Mark, te recomiendo que la leas allí encontraras muchas de tus preguntas.
—Siempre he pensado que los ángeles son como usted y yo, los caídos claro, ya que los ángeles de luz si creo que sean espíritus. Si los caídos están en la tierra ¿porqué no ser humanos como nosotros? Obviamente tienen alguno que otro poder.
—¿Sabes que, Mark? Esta bien, es justo como lo dices —el profesor le dio la palabra para que dejara de hablar, Mark iba a decirle otra cosa pero en eso el timbre sonó.
Respiré tranquila, sin embargo, mientras acomodaba mis cosas en mi bolso, me iba preguntando la misma pregunta de Mark ¿serán como nosotros esos demonios? Al pensar en eso pude notar que la piel se me erizó. Así que lo descarté.
Al salir al pasillo me encontré con Alessa y Karina viniendo hacia mi.
—Te necesito en la aula del comité periodístico, no llegues tarde —eso fue lo que me dijo Karina para luego adentrarse entre los montones de estudiantes.
¿Y ahora para que me querrá?
Miré a Alessa con aburrimiento.
—Es muy manipuladora —bromeó— y yo que te venía a decir que pasáramos por la cafetería de enfrente un rato. Te odio, Karina —miró en la dirección por la que se fue.
—Quizás más tarde vayamos, no creo que vaya a dilatar donde Karina —le dije.
—Me mandas un mensaje entonces —me dijo, caminado hacia la salida. Yo solo asentí, poniendo los labios en una sola línea. Al darme la vuelta choqué con un abdomen plano y duro.
—Hay perdón —me disculpé, subiendo mi vista. Solo para comprobar que eran ellos, los extraños. Había chocado con el chico cabello negro y mirada penetrante, quien me miraba atento, y una sonrisa se posó en sus labios.
—No hay problema —respondió—. Bien... —se detuvo en seco para que le dijera mi nombre.
—Coralee.
—Coralee, es bueno por fin entablar conversación con alguien más que no sea nosotros mismos, creo que les damos miedo a los demás ¿tú que opinas?
Quedé en blanco.
—Yo... Les hablé solo porque choqué contigo —murmuré muy bajo. Los dos chicos a su lado rieron, y él solo enarcó una ceja divertido.
—¿Enserio? —se cruzó de brazos. Me sentía pequeña ante estos tres chicos.
Asentí no muy segura, intentando ordenarles a mis piernas que se movieran, hasta que por fin lo hicieron.
—Me tengo que ir —les dije, pasándoles de lado.
—Nos vemos después, Coralee, quizás no tan después —susurró. Le di una mirada interrogante, pero ellos solo dieron la vuelta y se fueron.
¿Quizás no tan después? ¿Que se supone que significaba eso? Haciendo de toda mi fuerza de voluntad me dirigí al aula que había dicho Karina, al llegar, esta se encontraba sentada tecleando en la computadora.
—Poe fin —me dijo.
Y así fue como pasamos más de dos horas planeando los de periódico para la próxima semana. Ella era la encargada y en algunos casos, como hoy, yo la ayudaba. Alessa no estaba hecha para esto y Karina lo sabía por eso no decía nada. Hasta que por fin había llegado la hora de irnos. Karina se despidió de mi, subiendo a su auto y yéndose. Me encontraba en el parqueadero y era de noche. Como las ocho. Solo mi auto quedaba allí.
Caminé a paso lento pero apresurado, sacando las llaves de mi bolso. Una ventisca fría hizo que mi piel se erizara, haciendo que apresurar más mi caminar. Al llegar al coche metí la llave, pero esta no cedía. No abría. No sé porqué pero me sentía observaba, y eso me dio temor. Miré a los alrededores en busca de algo o alguien, subiendo después mi vista al cielo, despejado, dejando ver las estrellas y la enorme luna llena, alumbrándome.
Bajé la vista para seguir con la lucha de la llave y mi coche, pero en eso, sentí como algo pasaba rozándome la cabeza. Pegué un grito ahogado y volteé a ver a todas las direcciones ¿habrá sido un murciélago? Pero tendría que ser enorme, ¿no? Porque sentí que sea lo que sea que me pasó volando encima no era pequeño.
Quizás solo sea un búho. Grande.
Mi corazón latía a mil por hora, después de eso la llave funcionó. Me adentré a mi auto lo más rápido que pude y salí disparada de allí.