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4

-Mantenga la calma. No te pongas nerviosa.- la regaño, ajustando la chaqueta del traje. La precedo para luego abrirle la puerta y dejarla pasar primero. Quiero que su padre piense que todavía la respeto. Tan pronto como nos ve llegar, se pone de pie y nos tiende la mano. Le da un beso en la mejilla a su hija y nos sentamos a la mesa.

-Entonces chicos, ¿cómo les va?-

- Está bien, papá. ¿Ustedes?-

- Igual, cariño. ¿Cómo va el negocio, Gabriel?-

Pasamos la siguiente hora hablando de negocios, bebiendo vino y cenando. Casi podría decir que había sido una velada agradable si no tuviéramos en cuenta las constantes miradas dulces de Estreya. Incluso trató de tomar mi mano durante la cena, a lo que me negué fingiendo alcanzar mi servilleta. Ciertamente no es mi intención engañarla, quiero que sepa en lo que se está metiendo.

-Estoy muy cansada.- dice girándose en mi dirección una vez que subimos al auto.

No te preocupes, vamos a casa ahora. Te llevare a tu apartamento y luego tengo unos asuntos que resolver.-

-Pensé que podríamos pasar un rato juntos.-

Levanto una ceja y la despido con un movimiento de mi mano.

-Pero..-

-¿Quieres follar?- la fría, aburrida de sus quejas.

-Solo quiero pasar un rato contigo.- susurra con amargura.

-Ya verás que cuando estemos casados gastaremos demasiado juntos.- escupo nerviosa.

-Gabriel lo estoy intentando... pero ciertamente no me haces la vida fácil. ¿Podemos saber por qué haces esto?- dice frustrada, cruzando los brazos sobre el pecho.

-Deja de ser una niña, Estreya. Ya sabes como pienso.-

La escucho soltar un suspiro y luego apoyar su cabeza contra la ventana y permanecer en silencio por el resto del viaje.

-Para mañana hay que hacer una investigación profunda de al menos diez páginas sobre Dante Alighieri: vida, obra y muerte. Lo entiendes? Llamaré a cinco personas para la extracción que presentarán su trabajo a la clase. Por supuesto pondré el voto así que intentaré comprometerme. Te deseo un buen dia.-

Poco después sonó el timbre y me preparé para afrontar la siguiente hora. Estoy muerta de cansancio, pero no puedo permitirme más ausencias. Mi tía, mi hermana y mi tutora legal, ha estado en un viaje de negocios durante varias semanas y, por lo tanto, no hay nadie para cuidarla. La hospitalización es demasiado cara y no puedo pagarla, el seguro es casi inexistente y mi tía no quiere pagar un centavo por su sobrina. Ni siquiera sé por qué decidió adoptarnos si nunca está allí en momentos de necesidad.

Me apoyo en el escritorio por dos segundos, el tiempo para descansar mis ojos por un momento pero esto no me lo permite el profesor de física que entra al salón de clases.

Es una mujer cincuentona muy exigente y estricta, pero yo siempre he tratado de estar al día con mis estudios.

No he vuelto al Lux desde el incidente de hace dos noches. Me dan escalofríos solo de pensar en tener que volver a ese lugar pero hoy creo que realmente no me lo puedo perder. Serena me está cubriendo los turnos, pero no puede hacer mucho por sí sola y, además, escuché que Andrew me está buscando. Me aterroriza verlo y descubrir lo que quiere. Estará furioso conmigo.

- Cristi. Sigue leyendo también.-

Me llama la atención la profesora pero no tengo la menor idea de lo que me preguntó. Miro a mi alrededor desconcertado hasta que mi compañero abre el libro para mí y me muestra el punto donde habían llegado.

Por el rabillo del ojo veo a la maestra moviendo la cabeza y tomando notas en el cuaderno que siempre lleva consigo.

Mortificado empiezo a leer pero, estoy tan cansado, que veo que las letras se mueven, impidiéndome una lectura fluida y sin errores. La charla y las risitas de mis compañeros de clase me ponen nervioso, lo que solo aumenta mi nerviosismo. Mi voz está empezando a temblar y mis manos están sudando. Me congelo, incapaz de continuar, y por segunda vez en unos pocos días, mi respiración se vuelve irregular y mi visión comienza a nublarse. Mi corazón late más rápido y mi cabeza da vueltas. Intento respirar pero el aire no parece querer entrar en mis pulmones. Jadeo, aprieto los puños con fuerza y cierro los ojos. Las voces se vuelven más opresivas, la habitación más pequeña y el calor es insoportable.

Odio cuando esto me sucede, odio sentir que no tengo el control de mi cuerpo y odio no poder controlarme a mí mismo.

Los ataques de pánico son cada vez más frecuentes y cada vez se llevan un pedacito de mí con ellos.

Alguien me agarra por los hombros pero estoy tan agitada y asustada que ni siquiera puedo reconocer la voz del que habla.

Llevo mis rodillas a mi pecho y las sostengo con fuerza, tratando de aislarme del mundo, tratando de protegerme de mi entorno.

- Christy, cálmate. Apártense muchachos, denle espacio.-

- Respira cariño. Estás en la escuela. Respira e inhala. Respira e inhala.-

Trato de seguir sus instrucciones, tomando aire y luego dejándolo salir de mi boca.

Abro los ojos lentamente y me encuentro rodeado de mis compañeros que susurran entre ellos y me lanzan miradas.

Me pongo de pie y, sin decirle nada a nadie, tomo mi mochila y salgo del aula.

Sé que no puedo dejar la institución así, pero por el momento no me importan las consecuencias.

Me pongo los auriculares y pongo mi lista de reproducción favorita. Empiezo a caminar por las calles de Moscú amarrándome la chaqueta al cuello. Se acerca el invierno y aquí es especialmente duro. Elijo tomar la ruta más larga para satisfacer mi necesidad de caminar pero, en el momento en que llego a la puerta principal, soy transportado de vuelta al mundo real.

Suspiro y luego entro en lo que debería ser mi hogar.

-¡Emy, estoy en casa!-

Me quito los zapatos y me dirijo a la habitación de mi hermana. Dejo mi mochila y me siento en la cama junto a ella.

-¿Cómo te sientes, pequeña?-

-Me cuesta un poco respirar pero nada nuevo.-

-¿Cuánto tiempo llevas luchando por respirar?-

-Hace un par de días que la situación ha empeorado, pero puedo resistir.-

-Tal vez sea mejor que te lleve a que te vean.- Digo más para mí que para ella.

-No es necesario, Christy. Soy muy consciente de que estas visitas son muy caras y que ni siquiera tenemos un mínimo de cobertura. Te escuché hablando con el médico la última vez, ¿sabes?-

-No lo pienses. Yo me encargo, ¿ok?-

Me di una bofetada mental por no tener más cuidado de no dejarme escuchar, pero también sabía muy bien que mi hermana no era tonta.

-Cristy... ¿crees que no ve lo que haces? Por la mañana vas a la escuela, por la tarde estudias para graduarte y por la noche trabajas hasta las cuatro de la mañana. No puedes seguir así. Estás destruido.-

- Estoy bien, hermanita. Le prometí a mamá que te cuidaría y eso es lo que haré, ¿de acuerdo?-

Nos sonreímos dulcemente y, sin siquiera hablar, nos comunicamos cosas que solo dos hermanas pueden entender. Siempre estaré ahí para ella, sin importar cuánto sacrificio esté haciendo o cuán difícil se ponga... Haré cualquier cosa para ayudarla a vencer esta enfermedad.

O al menos... ayudarla a mantenerla a raya el mayor tiempo posible.

Me acuesto a su lado, comenzando a acariciar su rostro con la punta de mi dedo, hasta sentir que mis párpados se cierran y así me abandono al cansancio acumulado durante los días.

Mi sueño se ve perturbado por una luz molesta que viene de la ventana. Abro un ojo y me doy cuenta de que la iluminación proviene de una farola en la calle donde vivo. Me levanto de un salto y compruebo la hora con el corazón en la boca.

Son las dos de la mañana.

Mierda.

Investigar. La escuela. El trabajo.

Levanto el teléfono y encuentro cuatro llamadas perdidas y unos treinta mensajes.

Entro al grupo de clase donde veo los mensajes de mis compañeros discutiendo la investigación a realizar y las páginas escritas.

Bajo a la cocina, tomo un cuaderno y, con la ayuda de internet, trato de escribir unas líneas sobre este bendito autor.

Intento concentrarme, pero la agitación y la preocupación no ayudan.

Me paso las manos por el pelo y luego me froto los ojos. Estoy exhausto, cansado e impotente.

Solo desearía poder dormir y llorar sin tener miedo de mostrarme débil a los ojos de los demás.

Pero no puedo ser débil, tengo que ser fuerte por mis padres y por mi hermana.

En media hora apenas puedo escribir unas líneas.

Así que decido dejarlo ir y espero no ser extraído durante esa maldita hora.

Levanto el teléfono y abro el chat de Serena con un nudo en la garganta que no me permite respirar adecuadamente.

"¿Dónde estás Cristy?"

"Tu turno comenzó hace media hora, Andrew ya preguntó por ti".

"Está muy enojado. Será mejor que vengas antes de que él venga. Lo digo por tu propio bien".

La última oración me hace perder el ritmo y cierro el chat sin siquiera leer los mensajes restantes.

No tenía la fuerza para enfrentar otro problema.

Vuelvo arriba y abro lentamente la habitación de mi hermana para encontrarla profundamente dormida.

Me acerqué a ella y luego separé un poco las sábanas y me deslicé debajo de ellas.

Aparté un mechón de cabello de su rostro y le di un pequeño beso en la mejilla.

-Te prometo que arreglaré todo, Emy. Te prometo que un día seremos libres y felices.

Siempre te protegeré.-

Una solitaria lágrima rodó por mi mejilla pero la sequé de inmediato con el dorso de mi mano.

Apoyé la cabeza en la almohada y puse mi brazo alrededor de su cintura.

Ella era la única persona que me quedaba, lo era todo para mí y hubiera hecho cualquier cosa por ella.

No importaba lo que tuviera que hacer o sufrir, lo hubiera hecho.

Lo habría hecho por mi hermana pequeña.

Llegué al Lux unos minutos antes y luego decidí hacer un recorrido por el club. Revisé la limpieza de las habitaciones y el orden detrás del mostrador. Caminé por el pasillo y verifiqué que los contenedores estuvieran vacíos. Entré al almacén donde vi las existencias de alcohol y varios snacks, finalmente me dirigí hacia la parte de atrás.

Salió por la puerta y dobló la esquina. Todo parecía en orden y luego, satisfecho, regresé a la entrada. El club abriría en una hora pero las chicas ya estaban llegando. Algunos estaban ensayando la coreografía en el poste, mientras que otros comenzaron a poner varias bebidas en la nevera.

Y aquí veo a esa extraña niña entrar por la puerta: lleva una sudadera más grande que ella y unos leggins negros. Mira hacia abajo y parece perdida en sus pensamientos.

Me apoyo en una mesa con las manos y la observo dirigirse hacia los vestuarios. Pero cuando levanta la vista y me ve, una tímida sonrisa se forma en sus labios y, con un tímido movimiento de su mano, me saluda. Le devuelvo el saludo con un movimiento de cabeza, así que ahora entiendo que ella no sabe de buenos modales. Otras chicas nunca soñarían con sonreírme o incluso saludarme, pero ella, ella lo hace. Y no lo hace por falta de respeto ni nada por el estilo, lo hace porque le resulta natural.

La miro fijamente, o más bien miro su trasero, hasta que desaparece detrás de la puerta y luego vuelvo mi atención a la entrada donde veo llegar a Andrew e Igor.

-Buenas noches jefe.- me saludan con un apretón de manos y luego me informan de las últimas novedades.

-Bien entonces. Si la situación está tranquila, incluso me iría a casa. ¿Están pensando en eso para esta noche?- Pregunté a los chicos quienes, en respuesta, asintieron.

Sin embargo, antes de irme decido dar un último rodeo.

Y es por eso que ahora me encuentro caminando hacia el vestuario.

Abro la puerta sin siquiera tocar, encontrando a la chica de espaldas con la intención de quitarse la sudadera. La veo estremecerse ante la intrusión y darse la vuelta para mirarme. Ella se sonroja y tira de la prenda hacia su pecho mientras presiona contra el armario.

Lentamente me acerco a ella que se está poniendo cada vez más agitada.

-Hola...- susurro con mi voz persuasiva.

Levanta la vista de inmediato y sus ojos chocan con los míos.

-Te acabo de saludar, corresponde.- afirmo con decisión.

-Hola...- susurra ella.

Paso mis ojos por su cuerpo. Pequeño y perfecto. Luego devolví mi atención a su rostro que, con el ceño fruncido, intentaba comprender mis intenciones.

-¿Cómo estás aquí en Lux?-

No me responde, pero sigue mirándome fijamente a los ojos.

Me acerco aún más a ella y bajo a su altura.

-Te hice una pregunta, pequeña.-

La veo enloquecer y empezar a balbucear frases incomprensibles.

Una risa divertida sale de mi boca y se enciende en mí un loco deseo de llevármela a ese vestuario.

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