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-Hay un cliente esperando a una de las chicas en la novena habitación. Todos los demás ya están ocupados, así que vete. Enviaré a alguien más aquí al mostrador.-
Me endurezco y blanqueo al mismo tiempo.
-Um no... Solo soy una camarera y ya casi termino mi turno.- Respondo, tratando de sonar lo más sincero posible.
-Andrew me dijo que te enviara. Deja de decir tonterías y haz tu trabajo.-
Comienzo a temblar como una hoja y me doy cuenta de que no puedo oponerme cuando el chico me lanza una mirada más que explícita.
Miro a mi alrededor, buscando una salida, pero las puertas están bloqueadas por guardaespaldas. No veo a Gabriel por ninguna parte y entiendo que nadie podrá ayudarme esta vez.
Rezo para encontrar a alguien complaciente y que comprenda mi situación, pero todas mis esperanzas se desvanecen en el momento en que cruzo la puerta del dormitorio.
El cuarentón ya está sentado en el borde de la cama y lo primero que hace en cuanto me ve entrar es mirar mi cuerpo.
-Que lindos somos- comenta sin quitarse esa estúpida sonrisa inquietante de su rostro.
Se levanta lentamente y luego camina hacia mí. Doy dos pasos hacia atrás pero mi espalda choca contra la fría pared gris claro.
Me trago un nudo en la garganta que no desaparece. Mi pulso comienza a aumentar y cuanto más cerca está de mí, más irregular se vuelve mi respiración. Mi piel se estremece cuando sus manos aterrizan en mis caderas. Una mordaza me hace saltar y mi visión se nubla. Trato de no entrar en pánico para mantenerme alejado, pero mi cuerpo ya no responde a mi cerebro. Siento una lágrima rodar por mi mejilla y siento las manos del hombre tratando de desabrochar su vestido. Reacciono instintivamente y mi rodilla se levanta golpeando los genitales del tipo que se desploma en el suelo.
Abro la puerta y empiezo a correr. Bajo las escaleras lo más rápido posible y entro a los baños y luego cierro la puerta detrás de mí.
Me desplomo en el suelo y empiezo a llorar desconsoladamente. Abundantes lágrimas corren por mis mejillas y no puedo dejar de temblar. Siento la necesidad de vomitar y por eso me apoyo en la taza del váter y luego rechazo el interior del estómago. Me limpio la boca con el dorso de la mano y, todavía temblando, me acurruco en un rincón, intentando respirar hondo y recuperar el control.
Después de lo que pareció una eternidad, me levanto y salgo del baño. Me acerco al espejo y la figura que veo reflejada amenaza con hacerme estallar de nuevo en llanto. Estoy desaliñada, pálida y con el maquillaje corrido. Abro el chorro de agua y me enjuago la cara tanto como puedo, me lavo las manos y me arreglo el cabello con los dedos. Respiro hondo y salgo de la habitación.
La música está alta, el hedor es insoportable y por todas partes hay gente fumando y bebiendo. Mi cabeza da vueltas, mis párpados se sienten pesados y todo lo que quiero hacer es irme a casa.
Busco a Serena y, en cuanto la veo, me tambaleo hacia ella.
-No estoy muy bien, ¿puedo irme a casa?-
La veo ajustarse el vestido y luego subirse la cremallera. Me mira a los ojos y asiente lentamente sin decir una palabra. Ella también parece muy conmocionada, pero en este momento no tengo la energía para preocuparme por ella también.
Miro a mi alrededor para asegurarme de que nadie me está espiando, luego tomo mis cosas y finalmente salgo de este maldito lugar.
Tomo la última bocanada de mi cigarrillo antes de tirarlo al suelo y aplastarlo con el pie. Veo a la chica con la que acabo de terminar de follar cubrir su cuerpo con la sábana y luego salir de la habitación. Infle mis mejillas y las desinfle pensando en la noche anterior. El traficante parece haber desaparecido en el aire y mis clientes comienzan a quejarse. Estos días es mi invitado el capo de la mafia alemana, un cuarentón que ha venido aquí a Rusia para pactar nuevos precios de medicamentos. Le dije a Andrew que lo mantuviera ocupado ofreciéndole una de las chicas mientras yo decidía qué hacer. Me acerco a la enorme ventana que da a Moscú y me detengo a mirar los coches detenidos en el tráfico. Amo Moscú, no solo es la ciudad donde nací y crecí, sino que también es el centro de mi imperio. Todo aquí está influenciado por mí. Incluso la policía es corrupta. Mis pensamientos son interrumpidos por la persistente vibración de mi teléfono. A regañadientes lo saco de mis pantalones y lo llevo a mi oído.
-Gabriel soy Andrés. Tenemos un problema.-
Suspiro de nuevo y vuelvo a centrar mi atención en la ventana.
-Porque siempre y solo hay problemas, ¿eh? ¿Por qué nunca me das buenas noticias, Andrew?-
-Se trata del mafioso alemán.-
-Mierda. ¿Hizo algo?
-No él. Pero la puta que le encomendé anoche.-
-¿Qué hizo él?-
-Le dio una patada en los huevos y salió corriendo.-
Me sorprenden sus palabras. Nada como esto ha sucedido nunca en Lux. Las chicas saben en lo que se están metiendo y nunca han retrocedido.
-¿Qué? Pide disculpas al alemán y ofrécele lo que quiere a cambio. Trata de no dejarlo salir de esas cuatro paredes, no necesito más problemas en este momento. Gruño.
-¿Y con ella?-
Una sonrisa maliciosa aparece en mis labios. -Haz con él lo que quieras.- Contesto y luego cuelgo y tiro el teléfono sobre la cama. A veces puede ser más malo que yo y no tengo tiempo que perder en esas tonterías.
Después de una ducha caliente, me puse uno de mis habituales trajes elegantes y una corbata gris oscuro. Lanzo la camisa manchada de alcohol al balde y recuerdo a la chica nueva de Lux.
Me molesta bastante que no parezcas tenerme miedo como los demás. Me mira a los ojos e incluso se atrevió a llamarme por mi nombre. Sin embargo, tiene algo diferente a todos los demás. Es tímida y pura, todo lo contrario a la gente que frecuenta mis discotecas.
Salgo de la habitación y decido ir a desayunar a uno de los cafés de la esquina. Hoy tengo muchos compromisos, entre ellos una cena de negocios con el padre de Estreya. No soporto a esa chica, es manipuladora, maliciosa y descuidada, pero si quiero tomar el poder de la mafia turca, tengo que casarme con ella. Su padre es un hombre muy poderoso y despiadado. No muestra piedad con nadie y trata a su hija como una joya. Hace unos meses, hizo matar a un tipo solo porque la miró a los ojos durante tres segundos seguidos. Un poco exagerado, lo admito, pero si ella va a ser la futura heredera, todos deben respetarla.
Un fuerte ruido de tacones golpeando las baldosas me hace poner los ojos en blanco. Ni siquiera necesito darme la vuelta para averiguar de quién viene.
-Buenos días mi amor.- susurra en mi oído, colocando su mano decorada con uñas pintadas de rojo sobre mi pecho. Me giro hacia ella y me abstengo de reírme de ella.
-Buenos días Estreya-
Él pone los ojos en blanco, pero no dice nada sobre el hecho de que no la llamó apodos ridículos como ella acaba de hacer.
¿Cómo estás? —pregunta, cambiando su peso a una pierna e inclinando la cabeza hacia la derecha. Si él piensa que es sexy, está equivocado.
-Bien gracias. ¿Tú?- Respondo más por cortesía que por interés.
-Todo está bien, querida. Estoy deseando que llegue la fecha de nuestra boda.- dice sonriente y emocionada, comenzando a aplaudir como si fuera una niña a la que acaban de regalar.
Pongo los ojos en blanco de nuevo y contengo una maldición al pensar que faltan menos de dos meses para la boda. Solo pensar en tenerla cerca todo el tiempo me da ganas de joderla y volver a mi oficina.
-Yo también cariño, no te imaginas cuánto.- respondo, sin ocultar la ironía en mi voz.
La veo recibir el golpe, pero permanece en silencio.
Ella sabe bien que no siento nada por ella y no me comprometo a hacerle creer lo contrario.
-¿Estuviste con alguien anoche?- pregunta, ajustando nerviosamente el cuello de su traje y sin dejar de mirar el punto de mi cuello entre la corbata y la mandíbula.
-¿Te parece una pérdida de tiempo?- Respondo sin molestarme en mantener cierto tacto.
Sus ojos se encienden, pero incluso entonces permanece en silencio.
Pasa a mi lado enfadada pero, antes de salir del hotel, se vuelve hacia mí y me dice: -Trata de ocultarle el chupetón a mi padre, si no quieres que tus planes de megalomaníaco se vayan al carajo.-
Llevo mi mano a mi cuello y maldigo mentalmente. Esa perra me pagará, saben que no pueden dejar marcas en mi cuerpo.
La sigo hasta la recepción donde nos espera mi conductor. Nos subimos al auto y pasamos el día detrás de papeles aburridos y negocios importantes.
La hora de la cena llega antes de lo esperado y ya estoy en mi habitación preparándome para la reunión. Vi a Estreya bastante nerviosa como se puso después, pero yo estoy bastante tranquila. Por otra parte creo y espero que su padre sea consciente de que el nuestro es sólo un matrimonio de conveniencia y que no hay ningún sentimiento de mi parte por su hija. Si no, estoy listo para repetirlo. Él es importante, es cierto, pero yo lo soy más. Si va demasiado lejos, estoy listo para devolverlo a su lugar.
Abro el chat de Andrew y le notifico mis movimientos. Siempre lo sabe todo, de modo que si me llegara a pasar algo, sabría dónde buscarme.
Llamo al ascensor y me dirijo al pasillo donde tengo una cita con Estreya. Unos minutos después la veo bajar: lleva un vestido rojo brillante y tacones muy altos. El vestido es muy ajustado y resalta sus curvas pero, si tengo que ser honesta, el color rojo le queda mucho mejor a la pequeña. Entonces vuelvo a pensar en la chica de Lux, no puedes hablar con ella porque sus mejillas están teñidas de rojo y el brillo dentro de esos iris marrones es algo maravilloso.
Por alguna razón absurda, una sonrisa se forma en la comisura de mi boca que Estreya no tarda en notar.
-Sé que soy hermosa pero así es como me mimas- me bromea toda orgullosa del efecto que cree que ha tenido en mí.
-Disculpa cariño pero estaba pensando en la chica con la que me quise follar anoche.- Respondo con toda la perra de mi cuerpo.
Aprieta los puños y me mira.
-Tengo entendido que hiciste lo mismo anoche.-
-Sí, pero no con lo que yo quería.-
Me lanza una mirada feroz que intercambio con un arrogante encogimiento de hombros. Me encanta asustarla así.
Subimos al coche y nos dirigimos hacia el restaurante que se encuentra no lejos del Lux.
El conductor aparca el coche en la entrada del club y viene a abrirnos la puerta, advirtiéndonos que el padre de la pelirroja que está a mi lado ya está sentado en la mesa.
-Perfecto, también llegamos tarde.- comenta con sarcasmo, moviendo las manos con nerviosismo.