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Mi querido Playboy

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Cafe&leche
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Sinopsis

Cristy tiene 21 años cuando se ve obligada a trabajar en el club nocturno de Gabriel Ivokiv para pagar el tratamiento de su hermana con fibrosis quística. Es una chica dulce y tímida y por eso llamará inmediatamente la atención del jefe de la mafia que, poco a poco, podrá llevar a Cristy a su trampa. El solo quiere sexo sin sentimientos, ella lo quiere pero no sabe como comportarse. ¿Podrá Cristy hacer que Gabriel se enamore o alguien se interpondrá en el camino de su historia? Aparto la mirada de la de ella y bajo al suelo. -¿Me estás diciendo que nunca nadie te ha tocado?- Asiento tímidamente y vuelvo a atar mis grandes ojos marrones a su esmeralda. Lentamente se acerca a mi cuello y deposita un húmedo beso en mi piel. -¿Sabes lo que esto significa?- me susurra al oído.

DulceRománticoSEXOUna noche de pasiónAmor a primera vista Humor18+JefeCEO

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Salgo del auto y azoto la puerta furiosamente. Estoy nerviosa, muy nerviosa. Odio cuando las cosas no salen como quiero. Este último trato se va a la mierda, estoy perdiendo tanto dinero que si mi padre todavía viviera y me viera, me daría un puñetazo. Acomodo mi abrigo de lujo y me preparo para entrar a mi night club. Le tengo mucho cariño a este lugar, pero si no fuera uno de los primeros lugares que abrió mi padre, ya estaría cerrado. Demasiado viejo y anticuado en comparación con mis otros establecimientos.

Tengo mucha responsabilidad sobre mis hombros, soy el heredero mafioso más importante del mundo. Amo mi trabajo, mi poder y el respeto que la gente me muestra. Amo el terror que causo en la gente, mi riqueza y mi dominación. Pero todo esto también trae consecuencias: siempre apareciendo duro y cruel, despiadado y despiadado. Me lleva a tener que sacar un lado de mi personaje que en realidad he construido con el tiempo, una máscara que he tenido que pegarme en la cara para sobrevivir en el mundo de la mafia. Por otro lado, crecí en una familia amorosa... mis padres se querían mucho y me querían mucho, pero también aprendí que el amor mata... el amor te debilita y te quita lo más querido. a ti Mis padres son el ejemplo: mi madre fue secuestrada y asesinada por uno de los muchos enemigos mafiosos de mi padre. Mi padre hizo de todo para salvarla... entregó tierras y gran parte de su poder, se rebajó a mil pedidos solo para recuperar a su amada... y sin embargo la mataron igual. Le cortaron el cuello ante los gritos de mi padre que miraba impotente la escena. A partir de ese momento nada volvió a ser como antes: mi padre se dejó llevar, ya no se hizo cargo de su gran imperio y empezó a perder todo lo que había construido con tanto esfuerzo y sacrificio a lo largo de los años. Fue en ese momento que decidí intervenir: tomé el control de Rusia y me convertí en el jefe de la mafia más joven y poderoso que el mundo jamás había visto. Con solo veintitrés años, comandaba toda Rusia y gran parte de Kazajstán. Recuperé el poder que habíamos perdido y más. Tengo decenas y decenas de clubes abiertos y escondo mis actividades ilegales tras la fachada de un club nocturno inofensivo. Narcotráfico, prostitución, trata de personas y otras actividades como esta.

Aquí, un hombre rico puede encontrar todo lo que necesita. Y luego, por supuesto, mi actividad favorita... los préstamos de dinero: Me encanta prestar dinero a personas extremadamente necesitadas, que están dispuestas a todo para conseguirlo. Me encanta la forma en que me suplican ayuda, me hace sentir aún más empoderada de lo que ya estoy.

Lamentablemente, mi padre murió poco después, con solo unos meses de diferencia de mi madre. Nadie me ha podido dar la causa de la muerte, estaba sano como un pez, pero desde mi punto de vista fue la muerte de mi madre la que lo mató.

Con estos pensamientos aún en mi cabeza, me acerco a la entrada, donde uno de mis hombres baja la cabeza en señal de respeto. Lo paso y me dirijo a mi oficina, arriba. Cada uno de mis clubes tiene una oficina donde hago negocios y resuelvo varios asuntos.

Sentado en mi escritorio está Andrew, mi mano derecha y mejor amigo. Uno de los pocos hombres que realmente me importan, el único que puede llamarme por mi nombre o mostrarme afecto.

-Hola Gabriel, por fin has llegado. La pregunta es más seria de lo esperado.- dice, manteniendo la mirada fija en el documento que está leyendo.

-¿Qué pasa?- Pregunto ya molesto por la música alta que sale de los salones de baile.

-El cabrón no paga, la droga llega tarde y el traficante se ha desvanecido. Hablemos de mucho dinero.-

-¿Cuantos?-

-Toda una carga, tal vez incluso más.-

Golpeo el escritorio con el puño y aprieto la mesa con tanta fuerza que se me ponen los nudillos blancos.

Nadie debería atreverse a joderme.

-Encuéntralo Andrés. Encuéntralo y luego me encargaré de hacerle entender quién manda.-

-Claro jefe.- responde él, luego saca su celular de su bolsillo para iniciar una llamada.

Con el límite de resistencia al máximo, salgo de mi oficina y me dirijo rápidamente a las escaleras.

Estoy tan frustrado que casi golpeo a la primera persona que se cruza en mi camino.

Empiezo a bajar pero no termino la primera rampa que el pequeño cuerpo de una niña termina encima de mí. Cuento hasta tres para evitar enloquecer pero fallo miserablemente.

-¡¿Qué diablos estás haciendo, perra estúpida?!- le grito sin ni siquiera mirar a la desafortunada mujer.

Siento mi camisa empapada en líquido y cuando miro hacia abajo, veo una gran mancha de alcohol en la fina tela. Incluso más furioso que antes, levanto la mirada hacia ella para gritarle, pero no tengo tiempo de abrir la boca antes de verla colapsar en el suelo, sosteniendo sus rodillas contra su pecho.

Tomo una respiración profunda para calmarme y alcanzo mi corbata para aflojarla.

-¿Quién eres?- pregunto, tratando de parecer tranquila.

Tengo un pequeño hipo en respuesta, seguido de varios más. Entiendo que está llorando mientras su pequeño cuerpo sufre espasmos.

-Mierda, ¿estás llorando ahora mismo?-

La veo levantar dos grandes ojos marrones hacia mí, el rímel está corrido pero su belleza es innegable. Me detengo en su rostro y me doy cuenta del hecho de que tal vez ni siquiera llega a la mayoría de edad.

-Yo... trabajo aquí...- susurra, aún temblando por las lágrimas.

-¿Eres una prostituta?- le pregunto, sin haberla visto nunca en el club.

¿El sentido del tacto? Hace muchos años que no lo tengo.

La veo sacudir la cabeza levemente, poniéndose roja como el color del vestido indecente que lleva puesto.

-Trato de no hacerlo, señor. Solo estoy aquí para poder pagar el tratamiento de mi hermana.-

-¿Te estabas escondiendo, entonces?- Pregunto, con toda la intención de ponerla en problemas.

Lo veo palidecer y luego pasar de rojo a blanco en tres segundos.

-N-no señor-señor... solo estaba um...- comienza a tartamudear y se acurruca aún más contra la pared.

La escena me divierte pero la escondo detrás de la habitual expresión apática.

-Levántate.- le ordeno, cuando escucho los pasos de Andrew detrás de mí.

-Vuelve al trabajo y ay de ti si te pillo escondiéndote de mis clientes. Estás aquí como puta y no como cantinera dada tu falta de habilidad- digo señalando el punto en el centro de mi pecho.

Baja la cabeza y asiente débilmente antes de salir corriendo al piso inferior.

-¿Quién es?- le pregunto a mi mejor amiga.

-Su nombre es Cristy si no me equivoco. Tiene solo dieciocho años y es huérfana de ambos padres. Todavía va a la escuela y trabaja aquí para pagar el tratamiento de su hermana menor. Debería ser su primera noche si no recuerdo mal. Lo contraté porque me dolía. Te conseguiré su expediente si te interesa.-

Simplemente asiento y luego vuelvo mi mirada al Rolex en mi muñeca.