Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 3. Sin nada

Por Antonella

Estábamos todos en ronda, yo tenía puestos los anteojos espejados y Fabrizio también.

Nadie sabía a quién estábamos mirando.

Noto que está demasiado serio y que casi no habla.

—¿Te quedás al final?

Me pregunta Marcelo.

—Ya te dije que sí.

—Arreglá con alguién para que te lleve, yo no tengo tiempo de volver.

—Vuelvo con Sandy.

Todos están escuchando nuestra conversación.

—Sos caprichosa.

—Cortala, porque considero que el caprichoso sos vos.

—Tengo que ir a la entrega de diploma de mi hijo.

—Me parece perfecto que vayas, es lo que corresponde.

—Entonces vení.

—Vos querés que yo vaya a casa.

—La cena es solo para los padres y hermanos.

—Entonces andá.

—Pero vos no venís.

—Marcelo, ya hablamos ese tema, es solo para los padres, vas vos y tu ex esposa, yo no estoy invitada, querés que vaya para no viajar solo, lo lamento, prefiero quedarme, llevate mi auto, solo te digo que al evento, vas en tu propio auto, esa mujer usa un perfume espantoso y ordinario, no quiero que se suba a mi auto.

—Siempre hay que hacer lo que se te ocurre.

—Perdón por disponer de mi auto, me lo compré con mi dinero, fruto de mi trabajo.

—Tampoco es que te matás trabajando.

—Eso no le importa a nadie.

Marcelo se aleja para fumar.

—Nena, con tu carácter, no te va a aguantar por mucho tiempo ese hombre.

Definitivamente no soy yo.

—A lo mejor soy yo la que no lo va a aguantar mucho tiempo a él.

Contesté de mala manera.

—Siempre fuiste celosa.

—¿De qué hablás? Se va a una cena con su ex mujer y no tengo problema, solo le digo que para salir con ella, use su auto, no el mío.

En mi cabeza es lógico lo que digo.

Sandy asiente con la cabeza.

—¿Cómo se te ocurre casarte con un hombre separado?

Pregunta mi tía Teresa, como si eso fuese un pecado.

Miro a mis primas, las dos están separadas y Fabrizio también lo está, tiene dos niñas de su primer matrimonio.

—Soy la única que no está divorciada, por ahora y tanto Luca como Fabrizio, también están separados ¿De qué hablás?

—Siempre estás contestando.

Dice Teresa.

Es injusto, todo.

—Si no querés que te conteste, no me cuestiones.

—Calmate, por favor.

Me dice Pía.

—Estoy calmada, pero los demás necesitan dejar de mirar la mugre de los otros.

Ya nadie dijo nada.

—Tía ¿Vamos a la pile?

Me pregunta Kate.

Miro a Sandy, para ver si las deja meterse a esta hora, ya estaba atardeciendo.

—Sí, hace calor.

Me contesta, sin que le haya preguntado nada.

Me paro y sentí muchos ojos estudiándome.

—Nena, qué malla más pequeña que tenés puesta.

Dice Teresa.

Conté hasta 10 antes de contestar.

—Sí, es similar a la de tu hija.

Me alejé, porque también me iban a cuestionar la respuesta.

Mya vino corriendo y me metí al agua, con una niña de cada mano.

Jugamos un rato largo.

Hacíamos rondas y cantábamos.

Salimos cuando ya se había ido la luz del día.

Mis tíos estaban preparando un asado y mis tías estaban en la cocina.

Apenas salimos, el aire fresco se hizo notar en mi cuerpo y sentí la mirada de Fabrizio, ya sin los anteojos, quemándome.

Marcelo me ignoró.

Yo me cubrí con mi toallón, las niñas tenían puesto salidas de baño y en cuanto me senté, las dos vinieron a upa mío.

—Chicas, dejen descansar a la tía.

Dice Luca.

Yo las abrazo a las dos juntas y las besuqueo muchísimo, ellas me devuelven los besos.

—¿Por qué no tenés hijos?

Me pregunta Pía.

—No sé, pero me encantan las criaturas.

Dije esquivando la mirada de mi marido.

El hijo de Pía estaba durmiendo en una reposera, posiblemente esté cansado por el viaje.

—¿Tía, podemos dormir con vos, en tu cama?

—Hoy no, pero mañana, que el tío no está, sí y hacemos noche de chicas.

—Siiii

Gritan las dos y aplauden.

—Te quedás.

Dice Marcelo.

—Sí, te lo vengo diciendo desde esta mañana.

Se nota la aspereza que tenemos.

Fabrizio no me sacaba los ojos de encima y creo que Pía lo notó, porque se levantó de su lugar y se sentó sobre él, pasándole las manos por el cuello.

Yo miré a las niñas y les hice cosquillas, mientras sonreía, ocultando mi dolor, ese que está tan dentro mío, que nadie, absolutamente nadie lo sabe.

Cuando por segunda vez, hacía dos meses que no teníamos relaciones con Marcelo, quiso el destino que me encuentre con Fabrizio, realmente no pensé dos veces lo que hacía.

Mi historia con él viene desde que éramos adolescentes.

No salimos mucho tiempo, lo hicimos cuando tenía 17 años, éramos fuego cuando estábamos juntos, hacíamos el amor como locos y en cualquier rincón.

Pero dos meses después, lo enganché con otra chica, me pidió perdón y seguimos un mes más, hasta que nuevamente me enteré que estuvo con otra chica, me pidió perdón nuevamente, pero en esa ocasión, decidí cortar definitivamente.

Yo lo amaba, pero estaba claro que él a mí no, a cada rato me cambiaba por otra.

Recuerdo la última discusión que tuvimos.

Terminó por decir que me quería, pero que él era así.

Lloré muchísimo por él y Pía se enteró que había salido con él.

Fabrizio me decía que me amaba, pero que no podía evitar tener momentos con otras mujeres.

Nunca, nada, se comparó con lo que sentí por él.

Años después me enteré que se había casado, porque dejó embarazada a una chica.

Traté de sacarlo de mi mente.

Fué cuando comencé con unos pequeños bolos en las telenovelas.

Luego tenía papeles fijos, aunque chicos y de a poco me fuí haciendo medianamente conocida.

No es que me pidan autógrafos a cada rato, pero cada tanto me reconocen y me piden sacarse fotos conmigo.

Cuando vendí la casa de mis padres, me acordé de él, a esa altura ya estaba casado y su esposa estaba esperando su segundo hijo.

No es que vivíamos muy cerca, estábamos a unas 10 cuadras de diferencia, tal vez menos.

A los pocos meses conocí a Marcelo, creo que me aferré a él, por lo mal que estaba mi corazón.

Me dí cuenta, luego de dos años, que mi matrimonio no funcionaba, fué cuando me crucé con Fabrizio.

Recuerdo que lo ví y se me paró el corazón.

El mundo seguía girando a su alrededor.

Me seguía sacando el aliento.

Él estaba importando piezas de automóviles, tenía una tienda de ventas de repuestos.

Yo tenía mi primer auto importado y no conseguía el parasol interno.

Entré a preguntar y me atendió él.

Me temblaban las piernas.

Prometió importarlo a cambio de un café, que terminó siendo una cita en un hotel.

Me dijo que estaba separado, pero que estaba en una relación con una chica.

No había cambiado, seguía igual que siempre, solo que ahora, era yo, la que él elegía por unas horas.

Juro, que si me lo pedía, me divorciaba de mi marido.

Nunca me lo pidió.

Estuvimos cerca de un año viéndonos de vez en cuando.

Yo moría por él.

Realmente lo amaba.

Mi matrimonio estaba estancado, Marcelo cada vez estaba más pendiente de Bianca.

Creo que a esa altura, ellos también debían ser amantes.

Un día, Fabricio nombró a su novia, cuando dijo que se llamaba Pía, un escalofrío me recorrió por dentro.

Me contó que el padre de su novia había invertido en su negocio.

—Si necesitabas un inversionista, me hubieses dicho, yo podría…

—No tenía idea que vos hubieses podido, ahora te tengo que pedir que no pases más por mi negocio, a veces está mi suegro.

Me dolió muchísimo lo que dijo.

Indagué por el apellido de su novia.

No podía fallar.

Era mi prima segunda, ni sé qué parentesco tengo con ella.

Le dije que éramos parientes.

Creo que se asustó.

¿La querrá?

¿A mí me quería, en aquellos años, a pesar de todo?

Todo me salió mal.

Nos vimos algunas veces más y luego todo se esfumó.

Mi relación con Marcelo seguía como siempre.

El tema pasaba, que cuando estaba con Fabrizio, era como volver a la vida, con él sí había pasión.

Supongo que la relación que él tenía con Pía era seria y encima estaban los negocios que tenía con su padre.

La vida sigue dando vueltas, como una calesita, pero nunca agarro la sortija.

Me estoy ahogando en un mar de dolor.

Cenamos en el comedor, Marcelo se retiró temprano, porque tenía que madrugar.

Yo me quedé jugando un rato con las nenas, se nos unió el hijo de Pía.

En un momento, estábamos jugando a ser animalitos y yo estaba en el suelo, a la par de los chicos, estaba en cuatro patas, al pie de una escalera.

—Miau, miau, miau.

—¡Es un gatito!

Dice Kate.

Chocamos nuestras palmas y cuando me acomodo para dejar el lugar a Kate, los ojos de Fabrizio, los tenía recorriendome el cuerpo.

—No te tenía en un rol tan maternal.

—Me encantan las criaturas.

—Yo tengo dos nenas.

—Lo sé…

—Fabri…

Lo llamó Pía.

Él giró sin decir nada más y fue en busca de su novia.

Verlos juntos, es un castigo del cielo.

Estaban todos cansados y se retiraron a descansar, por suerte no se extendió demasiado la velada.

Apenas pude dormir.

Los ojos de Fabrizio estaban incrustados en mi mente.

Sus caricias llegaban a mis instintos.

Miré a Marcelo, dormía profundamente y no se había enterado de mi desesperación.

No mi desesperación por tener a Fabrizio a unas paredes de diferencia, durmiendo abrazado a mi prima, por esa maldita jugada del destino.

Mi desesperación era porque sentía que me estaba hundiendo en el lodo.

Estaba sola.

Siempre lo estuve.

Por la mañana, bien temprano, se fué Marcelo, solo estaban levantados mis tíos, estaban tomando mate.

Yo volví a la cama luego de que se fuera mi marido.

Me sentía libre.

Hasta que recordé que a unos metros estaba Fabrizio, posiblemente abrazado a mi prima.

Una angustia se apoderó de mí.

Muchas veces me toca perder, esta es una de ellas.

Perdí con Pía, él nunca me dijo que la iba a dejar y por elegir, la eligió a ella.

Claro que Fabrizio puede decir que yo elegí a mi marido, pero no fué así, él nunca me dijo o sugirió que me separe.

Me quedé sin nada y no me refiero a Marcelo, sino a Fabrizio.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.