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Capítulo 4: Secretos Bajo la Superficie

La mañana después de la cena, Emily despertó con la sensación de haber cruzado un umbral invisible. Estaba en un mundo que no era suyo, rodeada de lujos y expectativas que no entendía del todo. La habitación en el apartamento que Alexander le había asignado parecía sacada de una revista de diseño: una cama enorme con sábanas de seda, muebles minimalistas y ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, Emily sentía un vacío. ¿Había hecho bien en aceptar este acuerdo?

Estaba perdida en sus pensamientos cuando sonó su teléfono. Era un mensaje de Alexander. **“Te recogeré a las 10. Tenemos una reunión con el abogado para revisar el contrato final.”**

Emily dejó escapar un suspiro. No había vuelta atrás.

***

Dos horas después, estaba sentada en una sala de conferencias en las oficinas de Blake Enterprises. Frente a ella, Alexander conversaba con un hombre mayor de aspecto severo: el abogado encargado de redactar el contrato. Emily hojeaba las páginas del documento, aunque las palabras comenzaban a mezclarse en su mente. Todo parecía tan frío, tan calculado. Era un recordatorio constante de que este no era un matrimonio, sino un negocio.

—Señorita Hartley, ¿alguna pregunta o inquietud? —preguntó el abogado con voz grave.

Emily alzó la mirada. Había muchas cosas que quería preguntar, pero la mayoría no tenían que ver con el contrato, sino con Alexander. ¿Cómo era realmente este hombre que parecía controlarlo todo, pero al mismo tiempo se mantenía a una distancia impenetrable? Sin embargo, optó por una pregunta más práctica.

—¿Qué sucede si alguna de las partes incumple los términos?

El abogado ajustó sus gafas y señaló una cláusula específica. —Si usted rompe el acuerdo, deberá reembolsar las deudas saldadas y cualquier cantidad adicional que el señor Blake haya invertido en este acuerdo. Por otro lado, si el señor Blake incumple, deberá pagarle una compensación económica significativa, además de garantizar la propiedad de su galería.

Emily asintió lentamente, aunque no podía evitar sentir un leve escalofrío. Todo estaba diseñado para proteger a Alexander, pero al menos había cierto margen de seguridad para ella.

—Todo está claro, entonces —dijo Alexander, cerrando su copia del contrato. Miró a Emily con sus penetrantes ojos grises—. ¿Estás lista para firmar?

Emily tomó la pluma que le ofrecían y, después de unos segundos de duda, estampó su firma en la última página. Cuando Alexander hizo lo mismo, sintió como si una puerta se cerrara detrás de ella, bloqueando cualquier posibilidad de retroceder.

***

Tras la reunión, Alexander insistió en acompañarla a almorzar. Fueron a un restaurante exclusivo, donde cada plato parecía una obra de arte. Aunque la comida era deliciosa, Emily apenas podía concentrarse. Había demasiadas cosas rondando su mente.

—¿Estás bien? —preguntó Alexander, notando su silencio.

Emily dejó el tenedor a un lado y lo miró directamente. —No entiendo cómo puedes estar tan tranquilo con todo esto.

Alexander se reclinó en su silla, como si estuviera considerando su respuesta. —Emily, he pasado mi vida lidiando con situaciones complicadas. Esto no es diferente.

—Claro que es diferente. —Emily se cruzó de brazos—. Estamos fingiendo un matrimonio. No importa cuánto lo justifiques, sigue siendo una mentira.

Alexander la miró fijamente, con una intensidad que la hizo sentirse desnuda. —A veces, las mentiras son necesarias para proteger lo que importa.

Emily no supo qué responder a eso, pero algo en su tono le hizo preguntarse qué secretos escondía Alexander Blake.

***

Esa tarde, Emily decidió que necesitaba despejarse. Fue a la galería de su familia, su lugar seguro. Sin embargo, cuando llegó, se encontró con una sorpresa desagradable. Frente a la entrada estaba estacionado un coche de lujo, y junto a él, Victoria Hayes.

La mujer estaba elegantemente vestida, como siempre, y la miró con una sonrisa calculadora.

—Emily, qué coincidencia —dijo Victoria, como si no hubiera estado esperando deliberadamente.

—Victoria —respondió Emily, intentando sonar casual mientras se acercaba—. ¿Qué haces aquí?

—Sólo tenía curiosidad por tu trabajo. —Victoria recorrió la fachada de la galería con la mirada, como si la evaluara—. Alexander no deja de hablar de ti últimamente. Pensé que sería interesante conocerte mejor.

Emily sintió que la irritación crecía en su interior, pero intentó mantener la calma. —Bueno, aquí estoy. ¿Algo que necesites?

Victoria dejó escapar una risa suave, casi burlona. —No seas tan defensiva, querida. Sólo quiero entender qué vio Alexander en ti.

Emily dio un paso hacia adelante, sin apartar la mirada. —Tal vez deberías preguntárselo a él.

Victoria entrecerró los ojos, pero mantuvo su sonrisa. —Oh, lo haré. Pero mientras tanto, ten cuidado. El mundo de Alexander no es fácil, y no todos te recibirán con los brazos abiertos.

Emily sintió que sus palabras eran una advertencia velada, pero no respondió. Sólo la vio marcharse con un aire de superioridad, dejando tras de sí una tensión que no desapareció fácilmente.

***

Esa noche, Emily decidió confrontar a Alexander. No podía sacarse de la cabeza la sensación de que Victoria sabía más de lo que decía, y eso la preocupaba.

—Victoria estuvo en la galería hoy —dijo Emily tan pronto como Alexander respondió su llamada.

—¿Qué quería? —preguntó él, aunque su tono no mostró sorpresa.

—Decirme, de forma muy indirecta, que no confíe en ti. —Emily hizo una pausa—. ¿Qué pasa entre ustedes?

Alexander suspiró al otro lado de la línea. —Victoria es... complicada. Es alguien que siempre ha estado cerca de mi familia, pero nunca tuvo buenas intenciones.

—¿Y qué quiere de ti ahora? —preguntó Emily, sin molestarse en ocultar su frustración.

—Control. —La voz de Alexander se endureció—. Cree que puede manipularme para conseguir lo que quiere.

Emily se mordió el labio, insegura de cómo interpretar su respuesta. Finalmente, decidió dejarlo por el momento.

—Espero que sepas lo que haces, Alexander. Porque si ella descubre lo nuestro, esto se acabó.

—No te preocupes. —La voz de Alexander era firme—. Yo me encargo de Victoria.

***

Los días siguientes estuvieron llenos de eventos públicos y sesiones de fotos. Emily tuvo que acostumbrarse rápidamente a sonreír frente a cámaras y soportar preguntas incómodas de periodistas curiosos. Alexander siempre estaba a su lado, mostrándose protector y encantador, como si fuera natural para él.

Sin embargo, en privado, las cosas eran muy diferentes. Aunque compartían cenas y conversaciones, Alexander mantenía un muro invisible entre ellos. Emily no podía evitar preguntarse qué había detrás de esa fachada.

Una noche, mientras ambos estaban en el apartamento de Alexander, decidió arriesgarse a preguntar.

—Alexander, ¿por qué no hablas de tu abuelo?

Él levantó la mirada de su copa de vino, sorprendido. —¿Por qué lo preguntas?

—Porque toda esta situación gira en torno a él, pero nunca mencionas cómo era. —Emily lo miró con curiosidad—. Debió ser importante para ti.

Alexander guardó silencio por un momento, como si estuviera decidiendo cuánto revelar. Finalmente, habló.

—Mi abuelo era... complicado. Un hombre brillante, pero también implacable. Siempre exigió lo mejor de mí, y nunca aceptó excusas.

—¿Y esta cláusula en su testamento? —preguntó Emily. —¿Por qué crees que lo hizo?

Alexander dejó escapar un suspiro. —Porque sabía que yo nunca haría esto por voluntad propia. Sabía que odiaba la idea del matrimonio, pero también sabía que no dejaría que su legado se perdiera.

Emily lo miró con una mezcla de comprensión y tristeza. Por primera vez, vio a Alexander como algo más que un empresario frío y calculador. Era un hombre atrapado en las expectativas de los demás, igual que ella.

—Debe haber sido difícil crecer con alguien así —dijo en voz baja.

Alexander la miró, y por un breve instante, su expresión se suavizó. —Lo fue.

Era la primera vez que compartían algo más allá del acuerdo que los unía, y aunque la conversación terminó pronto, dejó a Emily con una sensación de cercanía que no había esperado.

Sin embargo, esa sensación no duró mucho. Al día siguiente, recibió una llamada inesperada.

—Emily, soy Victoria. Tenemos que hablar. Y créeme, esto no es algo que puedas ignorar.

Emily sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo le decía que lo que estaba a punto de descubrir cambiaría todo.

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