Capítulo 3: Condiciones y Contratos
Emily Hartley había pasado los últimos tres días sumida en una tormenta de pensamientos. La propuesta de Alexander Blake no dejaba de rondarle la cabeza. Por un lado, la solución a todos sus problemas estaba servida en bandeja de plata. Por otro, el acuerdo la arrastraría a un mundo que le era completamente ajeno y que siempre había despreciado: el de las apariencias y el poder. ¿Estaba dispuesta a dejar de lado su independencia, aunque fuera temporalmente?
Esa mañana, finalmente decidió que necesitaba respuestas antes de tomar una decisión. Había enviado un mensaje breve a Alexander aceptando una segunda reunión. Su respuesta había llegado en menos de un minuto: **“Nos vemos mañana a las 10. Mi oficina. Blake Enterprises.”**
***
El edificio de Blake Enterprises era intimidante. Una torre de cristal y acero que se alzaba desafiante en medio del distrito financiero. Emily no pudo evitar sentir un nudo en el estómago mientras entraba por las puertas giratorias y caminaba hacia la recepción. Vestía un sencillo conjunto de falda y blusa que Clara le había insistido en usar, pero aún así, sentía que no encajaba. Todo a su alrededor parecía diseñado para gritar **éxito**.
—Señorita Hartley, pase por aquí, por favor —dijo una recepcionista impecablemente vestida, indicándole un ascensor privado.
El viaje hasta el piso 40 fue silencioso y rápido. Cuando las puertas se abrieron, Emily se encontró frente a una oficina que parecía sacada de una revista de diseño. Alexander estaba de pie junto a una mesa de reuniones de vidrio, revisando unos papeles. Al verla, levantó la mirada y le dedicó una breve inclinación de cabeza.
—Emily. Gracias por venir.
Ella avanzó con cautela, dejando su bolso sobre una de las sillas. —Dijiste que habría un contrato. Quiero verlo antes de decidir nada.
—Por supuesto. —Alexander le entregó una carpeta negra. Ella la abrió, y lo primero que notó fue el encabezado: **“Acuerdo de Matrimonio Temporal”**.
—Bueno, al menos son honestos con el título —murmuró, ganándose una leve sonrisa de Alexander.
Mientras leía, Emily encontró términos y condiciones detallados:
1. El matrimonio tendría una duración mínima de un año.
2. Ambos debían mantener las apariencias públicas de una relación real.
3. Alexander cubriría todas las deudas de Emily y le otorgaría una suma adicional al finalizar el acuerdo.
4. No habría relaciones íntimas a menos que ambas partes lo desearan explícitamente (esa cláusula la hizo sonrojarse).
5. En caso de que cualquiera rompiera el acuerdo antes del plazo, habría consecuencias legales y financieras.
Emily cerró la carpeta y levantó la mirada hacia Alexander. —¿Qué pasa si alguien descubre la verdad?
Alexander apoyó las manos sobre la mesa, mirándola con seriedad. —Eso no sucederá. He tomado precauciones para garantizar que todo quede entre nosotros. Además, ambos actuaremos como si fuera real. La gente creerá lo que les mostremos.
Emily tamborileó los dedos sobre la carpeta. —Esto es... mucho. ¿Qué pasa si una revista decide investigarnos? ¿Qué pasa si alguien hace demasiadas preguntas?
—Tengo experiencia manejando a la prensa, Emily. Nadie pondrá en peligro este acuerdo.
Ella lo miró fijamente, intentando descifrarlo. Había algo inquietantemente controlado en Alexander, como si estuviera acostumbrado a salirse con la suya. Pero no podía negar que era convincente.
—Hay algo que no entiendo —dijo finalmente. —¿Por qué no eliges a alguien de tu mundo? Una de esas mujeres perfectamente arregladas y entrenadas para lidiar con tu estilo de vida. Yo no encajo.
Alexander la observó en silencio durante unos segundos antes de responder. —Precisamente por eso. Las personas de mi entorno siempre tienen sus propias agendas. Contigo, sé que esto será un trato justo. Además... —dudó por un instante—, no busco complicaciones emocionales. Tú tampoco las buscas, ¿verdad?
Emily no respondió de inmediato. En cierto sentido, él tenía razón. Estaba demasiado centrada en salvar la galería como para pensar en el amor. Finalmente, asintió.
—Está bien. Supongamos que acepto. Quiero que añadamos una cláusula al contrato.
—¿Cuál? —preguntó Alexander, arqueando una ceja.
—Que no interfieras en mi vida más de lo necesario. Mi trabajo, mi galería, mis amigos... todo sigue siendo mío. No quiero que uses esto como excusa para controlar lo que hago.
Alexander se cruzó de brazos, considerándolo. Finalmente, asintió. —De acuerdo. Siempre que cumplas con tu parte del trato en público, no tengo problemas con eso.
Emily soltó un suspiro de alivio. —Bien. ¿Cuándo comenzamos?
Alexander sonrió ligeramente, aunque había algo en su mirada que la hizo sentir como si acabara de sellar un pacto con el diablo. —Lo antes posible. Hay mucho que organizar.
***
Los días siguientes fueron un torbellino. Emily fue introducida al equipo personal de Alexander, que se encargó de transformar su imagen. Aunque se resistió al principio, finalmente aceptó algunas sugerencias: un guardarropa más elegante y algunas lecciones rápidas sobre etiqueta. La primera vez que se vio en el espejo con un vestido negro ajustado y tacones altos, apenas se reconoció.
—Te ves increíble, Emily —dijo Clara, emocionada, cuando Emily le mostró el resultado. —Es como si fueras una actriz de una película.
—O una impostora —murmuró Emily, ajustándose el collar. —Todavía no sé cómo terminé aceptando esto.
Clara la abrazó por los hombros. —Porque eres valiente. Y porque sabes que no hay otra opción.
Mientras tanto, Alexander se encargaba de los preparativos legales y mediáticos. Su equipo de relaciones públicas estaba preparando un comunicado sobre su compromiso, y habían programado una cena con algunos socios importantes para presentar oficialmente a Emily como su prometida.
***
La noche de la cena llegó rápidamente. Emily estaba de pie frente a la entrada de un salón de eventos exclusivo, vestida con un vestido rojo que había costado más de lo que ella ganaba en un mes. Alexander, a su lado, estaba impecable con un traje negro. Parecía tan relajado que Emily sintió una punzada de envidia.
—¿Estás lista? —le preguntó, ofreciéndole su brazo.
Emily tomó aire profundamente y lo aceptó. —No, pero aquí vamos.
El salón estaba lleno de personas influyentes. Empresarios, políticos, socialités. Alexander y Emily caminaron entre ellos, recibiendo felicitaciones y miradas curiosas. Aunque él parecía perfectamente en su elemento, Emily sentía cada par de ojos sobre ella, evaluándola.
En un momento, una mujer rubia alta y elegantemente vestida se acercó a ellos. Sus ojos se posaron en Emily con una sonrisa que no llegó a sus labios.
—Alexander. Qué sorpresa verte aquí. —Luego miró a Emily—. ¿Y tú debes ser Emily, la famosa prometida?
—Así es. —Alexander puso una mano en la espalda de Emily, guiándola hacia adelante. —Emily, esta es Victoria Hayes, una vieja amiga de la familia.
Emily estrechó la mano de Victoria, sintiendo de inmediato una tensión en el aire. —Un placer conocerte.
Victoria sonrió, pero había algo depredador en su expresión. —Igualmente. Aunque debo admitir que fue una sorpresa enterarme de su compromiso. Alexander nunca mencionó que estuviera saliendo con alguien.
Emily sintió un escalofrío, pero mantuvo la compostura. —Bueno, supongo que a veces las mejores cosas llegan sin previo aviso.
Alexander intervino rápidamente. —Victoria, ¿me disculpas? Hay alguien que quiero que Emily conozca.
Mientras se alejaban, Emily susurró: —¿Quién demonios es ella?
—Alguien que disfruta husmeando donde no debe —respondió Alexander, con un tono más tenso de lo habitual. —No te preocupes por ella.
Emily no estaba tan segura. Algo en la mirada de Victoria le decía que no iba a dejar el asunto ahí.
***
Esa noche, cuando finalmente regresaron al apartamento que Alexander había acondicionado para ella, Emily lo confrontó.
—Alexander, esto no va a ser tan simple como dijiste. Las personas como Victoria van a investigar, y si encuentran algo...
—No lo harán —dijo él, quitándose la chaqueta y dejándola sobre una silla. —Confía en mí. Todo está bajo control.
Emily lo miró con frustración. —Eso es fácil de decir cuando tienes experiencia lidiando con esto. Pero yo no estoy acostumbrada a mentirle a todo el mundo.
Alexander se detuvo y la miró con más atención. —¿Estás diciendo que te arrepientes?
Emily apretó los labios, sin responder de inmediato. Finalmente, suspiró. —No. Sólo digo que no será tan fácil como pensaba.
Alexander se acercó y, para su sorpresa, suavizó el tono. —Emily, sé que no es sencillo. Pero confía en mí. Lo superaremos. Esto es sólo el principio.
Ella lo miró, buscando alguna señal de vulnerabilidad. Pero Alexander Blake seguía siendo un enigma, una mezcla de confianza in
quebrantable y secretos bien guardados. Emily no sabía si podía confiar en él, pero ya estaba demasiado involucrada como para retroceder.