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Capítulo 5: El Precio de la Verdad

El teléfono permaneció en la mano de Emily mucho después de que la llamada terminara. Las palabras de Victoria resonaban en su mente, como un eco imposible de ignorar. **“Nos vemos mañana a las 10 en el Café Latté en Park Avenue. Créeme, lo que tengo que decirte te interesa más de lo que imaginas.”**

Emily sabía que aceptar esa reunión significaba adentrarse aún más en un territorio peligroso, pero la curiosidad era imposible de ignorar. Algo en el tono de Victoria le decía que no estaba jugando, y Emily quería entender qué era lo que esta mujer tan calculadora sabía sobre Alexander y, por ende, sobre ella misma.

La noche pasó lentamente, con Emily incapaz de conciliar el sueño. A la mañana siguiente, apenas había desayunado cuando llegó la hora de enfrentarse a Victoria.

***

El Café Latté era un lugar discreto, lejos del bullicio de las grandes cadenas, pero con un aire elegante que reflejaba el estilo de sus clientes. Cuando Emily llegó, Victoria ya estaba allí, sentada junto a la ventana, con una taza de café frente a ella y un aire de absoluta confianza.

—Llegas puntual. Me gusta eso —dijo Victoria con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Emily tomó asiento frente a ella, sin molestarse en responder al comentario. —Dijiste que tenías algo importante que contarme. ¿De qué se trata?

Victoria la observó por un momento antes de inclinarse hacia adelante. —Dime, Emily, ¿cuánto sabes realmente sobre Alexander?

Emily mantuvo la calma, aunque por dentro la pregunta la inquietó. —Sé lo suficiente.

Victoria soltó una risa burlona. —Oh, querida, no tienes idea de con quién estás tratando. Alexander no es el hombre que aparenta ser.

Emily frunció el ceño. —Si tienes algo que decir, dilo de una vez.

Victoria inclinó la cabeza con satisfacción. —Sé que tu matrimonio es un arreglo.

El corazón de Emily dio un vuelco, pero se obligó a mantener la compostura.

—No sé de qué hablas —respondió con frialdad.

—Claro que lo sabes. —Victoria sonrió con aire triunfal. —Es obvio. Ninguna relación real entre un hombre como Alexander y una mujer como tú evolucionaría tan rápido. Hay algo artificial en su dinámica, y mi instinto nunca falla.

Emily sintió que un sudor frío se apoderaba de ella. —Eso no prueba nada.

Victoria se recostó en su silla, disfrutando del momento. —Tal vez no, pero no necesito pruebas para sembrar dudas. Alexander no es alguien que se exponga fácilmente. Hay un motivo detrás de esta farsa, y tengo la sensación de que tú tampoco estás aquí por amor.

Emily apretó los dientes. —¿Por qué haces esto?

Victoria sonrió, su mirada fría. —Porque puedo. Porque quiero que entiendas que en este juego, nadie juega limpio, y yo menos que nadie.

Emily se levantó, incapaz de soportar más. —Si esto es todo lo que tienes, no me interesa.

Victoria la miró con una mezcla de lástima y malicia. —Lo que hagas con esta información depende de ti. Pero ten cuidado, Emily. En el mundo de Alexander, la verdad siempre tiene un precio.

***

Emily llegó al apartamento con una mezcla de rabia, frustración y confusión. Encontró a Alexander sentado en la sala, revisando documentos, pero al verla entrar, alzó la mirada y dejó los papeles a un lado.

—¿Dónde has estado? —preguntó, su tono despreocupado.

Emily dejó su bolso en el sofá y se plantó frente a él. —Con Victoria.

La expresión de Alexander cambió de inmediato, pasando de la tranquilidad al hielo. —¿Por qué?

—Porque me llamó y dijo que tenía algo importante que contarme.

Alexander se levantó de inmediato, su postura rígida. —¿Qué te dijo?

Emily no se dejó intimidar. —Sabe que nuestro matrimonio es un arreglo.

Por primera vez, Alexander pareció descolocado. Sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras procesaba la información. —¿Qué más te dijo?

—Que no confía en ti. Que este matrimonio es una jugada para que sigas en control de la empresa. Y que hay algo en tu pasado que intentas ocultar.

Alexander cruzó la habitación, frotándose las sienes en un gesto de frustración. —Victoria siempre ha sido buena para entrometerse en asuntos que no le incumben. Pero no tiene pruebas.

—Eso no importa, Alexander. —Emily alzó la voz, haciendo que él se detuviera para mirarla. —¿No entiendes que su mera sospecha ya es peligrosa? Si ella empieza a investigar, podría descubrir todo.

Alexander respiró profundamente, recuperando su habitual aire controlado. —Por eso es crucial que mantengamos las apariencias. Mientras no cometamos errores, no podrá demostrar nada.

Emily sintió cómo su frustración aumentaba. —No es tan simple. Victoria quiere algo, y no se detendrá hasta obtenerlo.

Alexander se giró hacia ella, con una intensidad en la mirada que la hizo detenerse. —Lo sé. Pero yo también quiero algo, Emily, y no voy a dejar que Victoria lo arruine.

—¿Y qué es lo que quieres exactamente? —preguntó Emily, incapaz de ocultar su exasperación.

Alexander la miró fijamente, y por un momento, pareció debatirse entre ser honesto o mantener su usual fachada. Finalmente, habló.

—Quiero mantener lo que mi abuelo construyó. Quiero demostrar que soy digno de su confianza.

—¿A cualquier precio? —replicó Emily, su voz temblando.

—Si es necesario.

Emily lo observó en silencio, intentando procesar sus palabras. Había algo en su tono que la hacía querer creerle, pero las advertencias de Victoria seguían pesando en su mente.

—Victoria no se va a quedar de brazos cruzados, Alexander. Si sabe algo, usará esa información.

—Déjame encargarme de ella —respondió él con firmeza.

Emily lo miró con incredulidad. —No puedo simplemente sentarme y esperar que todo salga bien. No cuando esto también me afecta.

Alexander suavizó ligeramente su expresión y dio un paso hacia ella. —Confía en mí. No voy a dejar que nada de esto se vuelva en tu contra.

Emily no supo qué responder. Parte de ella quería creerle, pero otra parte no podía ignorar el creciente temor de que ambos estuvieran jugando un juego demasiado peligroso.

***

Esa noche, mientras Alexander trabajaba en su oficina, Emily permaneció despierta, sus pensamientos un torbellino de dudas e inseguridades. Victoria había plantado una semilla, y aunque odiaba admitirlo, había comenzado a crecer.

Pero si algo tenía claro era que no podía depender solo de las palabras de Alexander. Si iba a seguir adelante con este matrimonio falso, necesitaba saber exactamente en qué estaba involucrándose. **Y si eso significaba enfrentarse a la verdad más oscura, estaba lista para hacerlo.**

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