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4

Jude

Cuando llego a casa, me quedo un rato fuera viéndola, recordando vivencias, momentos inolvidables que van a permanecer en mi mente hasta el día en el que muera porque los mejores momentos que he vivido, han sido en esta casa.

Recuerdo que mi papá nos llevó a Theo y a mi cuando yo tenía ocho y él doce al frente del garaje para mostrarnos las motos miniaturas que él había comprado para nosotros, para que practicaramos todo el tiempo que quisiéramos con ellas.

Recuerdo el momento en el que mis padres estuvieron frustrados tratando de meter el piano de cola italiano que mamá me había comprado como regalo de mi primer recital. No se le ocurrió antes de comprarlo, si quiera medirlo. Al final lo terminaron subiendo por la terraza de su habitación y después lo bajaron a la sala de estar.

Todavía sigo sin entender cómo lo metieron por las pequeñas puertas de su terraza.

Recuerdo el último día que estuve sentada en las escaleras del pórtico de la entrada de la casa junto a mamá y a Theo...

Eso fue hace ocho años.

Con solo pensarlo se me empañan los ojos.

Resulta ser que mi madre tenía cáncer de seno y decidió no tratarse. Fue su elección.

Muchos pensaran que es muy egoísta, pero mi familia no lo percibió de esa manera.

Hubo un tiempo en el que mi padre si estaba molesto con ella por no hablarnos acerca de lo que le sucedía, pero no duró más de dos días. Él no podía molestarse con ella. Solo se sentía frustrado porque no pudo hacer nada.

A ella la veíamos decaída y débil. Le decíamos constantemente que fuéramos al hospital para realizarle estudios y así saber qué le sucedía, pero ella aseguraba que estaba bien o que tenía una gripe.

Hay veces que pienso que debí insistir más de lo que lo había hecho, pero después recuerdo su carta y esa presión del pecho y de la cabeza, disminuye.

Cuando entro a la casa es como si estuviera en mi propio circuito de carreras. Sé dónde tengo que doblar, cuando hacerlo. Podría recorrer esta casa con los ojos cerrados si fuera necesario.

Llevo mi mirada al frente y allí está. El instrumento más preciado para mí. Mi piano de cola italiano. Es de un negro mate con detalles de color dorado. Fue un piano personalizado, mandado a hacer específicamente para mí.

Las decoraciones doradas que había en él son las linternas de deseos que salen en la película de Rapunzel, las cuales para mi representan el destino.

Rapunzel estaba destinada a reencontrarse con su familia y vivir la aventura más importante de su vida y las linternas eran una prueba de eso. Al igual que ella, yo también estaba destinada a cumplir y lograr muchas cosas. Esas linternas en el piano representan mis sueños por cumplir y los ya cumplidos.

Lo irónico es que mi madre siempre me llamó su pequeña Rapunzel. Aseguraba que mi físico era exactamente igual. Claro que eso era cuando ella todavía estaba viva. Ahora soy una versión mejorada y sensual de Rapunzel —o es lo que creo que ella diría.

Me acerqué al piano como si fuera parte de mi cuerpo, como si fuera una extensión de mí.

Me senté en el banquillo y levanté la tapa que protegía las teclas.

Sin dudarlo, posé mis manos sobre las teclas y comencé a tocar la primera canción que escribí con mi mamá. Infinity.

Era una balada delicada, pero con mucho poder y muchas escalas agudas.

En el momento en el que debía comenzar a cantar no lo hice, recité los versos en mi mente. No estaba lista hace una hora para cantar y menos ahora.

«In the world there are infinite possibilities of what can happen,

You don't have to stop for the future

Live your present as if it were the only one

Because you won't know when you will have another infinite present

You will grow and love, but you will never live this infinite present again

So live, create and enjoy, because this is your eternal infinity»

En el mundo hay infinitas posibilidades de lo que pueda ocurrir,

No te tienes que detener por el futuro,

Vive tu presente como si fuera el único

Porque no sabrás cuándo tendrás otro presente infinito

Crecerás y amaras, pero nunca vivirás de nuevo este presente infinito

Así que vive, crea y disfruta, porque este es tu eterno infinito.

De mis ojos salían lágrimas y no lágrimas de cocodrilo, sino lágrimas que parecían un río entero.

Estoy frustrada, triste, deprimida. Me siento horrible. Siento que todo acabó para mí.

Siento que perdí mi voz para siempre.

Siento que no podré volver a cantar nunca más.

Casi terminando la canción, comencé a cambiar un poco la melodía de la canción. Pasó de ser la melodía más delicada e inocente, a una melodía decidida y fuerte, llena de dolor y sufrimiento.

No sabía que había alguien en la habitación. Solo me di cuenta de que no estaba sola cuando Theo colocó su mano sobre la mía y detuvo mi desquite contra el piano.

Deje de tocar y el salón se sumió en un silencio profundo.

—Light no tienen la culpa, pulga —dijo usando el nombre que le había dado a mi piano.

—No, no la tiene. La culpa la tengo yo —digo entre sollozos.

—¿Por qué dirías algo así? Tú no tienes la culpa de nada, Judi —me asegura Theo.

—Si, si la tengo. Si no me hubiese sobre exigido, no hubiese tenido que operarme. Si no me hubiese exigido podría cantar y no tendría el miedo que tengo ahora. Tengo miedo de no poder volver a cantar. ¿Por qué crees que estoy aquí? Estoy huyendo de mis miedos.

Theo miró hacia atrás de nosotros e hizo unas señas, pero yo ni reparé en ello. Estaba pendiente de sumirme en mi miseria de vida.

—¿Y acaso has intentado cantar?

Asentí.

—¿Segura? —Él me conoce. Sabe que no lo he hecho. Mi silencio lo dice todo—. Pulga, apenas van unos meses desde que te hiciste la operación y es normal que tengas miedo, sé lo que se siente, ¿o no lo recuerdas?

Yo asentí.

Hace dos veranos Theo tuvo un accidente en su moto y estuvo una temporada sin competir. Cuando se recuperó no pudo subirse a una por una temporada completa, y no era porque no pudiera, sino que tenía miedo de volverse a lastimar y que nunca más pudiera subirse a una.

—Entonces, solo tienes que dejar que todo fluya a su tiempo, en el momento en el que menos que menos te lo esperes, comenzarás a cantar como la magnífica cantante que eres y nadie te va a detener.

—Gracias, garrapata —lo abrazo y no me separo ni un milímetro de él.

Él es uno de mis mejores amigos y sin él no sé qué haría. Es como con Kurt, él siempre está allí para mí y no podemos vivir el uno sin el otro.

Pensando en Kurt me hice una nota mental para llamarlo mañana en la mañana. No le conté que escapé de Los Ángeles y lo más seguro es que debe estarse volviendo loco con las noticias y todo el chisme que se está corriendo.

Separándose de mi hermano, le sonrió. En serio lo había extrañado. Había extrañado todo lo que implica tenerlo cerca de él y a mi padre. Esa sensación de hogar.

—No tienes nada que agradecer, pulga —me dice mientras me limpio los rastros que dejaron mis lágrimas, de la cara.

—¿Por qué su familia pone motes tan de mierda? —escuchar su voz hizo que mi cuerpo reaccionara por su presencia, por su rango vocal, pero ahora solo podía pensar en lo molesto que era.

Al parecer no solo le gusta gritar, sino que ahora también le gusta dañar momentos lindos.

—¿Qué hace este energúmeno en mi casa? —pregunto molesta.

—Por si no lo sabias, sexy desaparecida, soy el mejor amigo de tu hermano —se voltea hacia Theo—. Sanguijuela, me duele que no hables de mí.

—¿Ahora quién es el que pone motes raros? —digo con ironía.

Me ignora y se sienta en el sofá

—¿Qué se siente ser la chica más buscada de todo el país, desaparecida?

Puede ser el hombre más sexy que he visto en mi vida y poner mis radiadores internos —que muchos conocerían como mariposas— a mil, pero no voy a hablar con su idiota y egocéntrico ser.

—Uno, no es de tu incumbencia y dos, ¿ya se te olvido el enfado? —digo provocándolo.

Él levanta levemente la comisura de sus labios y el vibrar de mis radiadores se intensifica. Él tampoco me hace fácil odiarlo.

Es que Dios, todo en él te hace derretir de deseo y de placer, pero no estoy para esto.

No vine a Landon para esto. Vine para mejorar, recuperarme, descansar y seguir con mi vida.

—Mi molestia fue ridícula, lo siento —dice con honestidad—. Fui un completo idiota y de verdad te felicito por superar mi récord. Nadie lo ha logrado. Theo lleva intentándolo desde que volvió a correr.

¿Cómo sé que está siendo honesto? Por sus ojos. No dejaron los míos ni un segundo; así que había dos opciones. Uno, está siendo sincero de verdad, o dos, es muy buen mentiroso. Aunque me inclino más por la primera, no se ve como alguien que vaya mintiendo de diestra a siniestra.

—Disculpas aceptadas, energúmeno.

—¡Genial! Ya no tendré que picarme en dos —dijo Theo.

—¿Picarte en dos? —preguntó confundido...el energúmeno.

Creo que tendré que preguntarle después a mi garrapata preferida como se llama el energúmeno.

—Claro, si se llevaban mal no íbamos a poder salir a los mismos sitios y, por ende, tendría que planificar mis horarios para correr, pasar tiempo con la pulga y contigo LG y es muy complicado, así que es mejor que ya se lleven bien.

—Ah, claro —dice LG como si entendiera.

—¿Quién dijo que me llevaba bien con el energúmeno?

—Su conversación —dijo Theo.

Miré al chico sexy y parecía igual de confundido que mi hermano.

—Pues, te equivocas. Que haya disculpado su actitud, no significa que seamos amigos o nos llevemos bien siquiera. Para que nos llevemos bien tendrá que recorrer mucho camino.

—Pues, hermano, no sabes lo que te espera —le asegura mi hermano a su mejor amigo.

Este se levanta y se acerca a mí. Yo lo miro extrañada.

Cuando está a unos cuatro pasos de distancia de mí se detiene y me tiende la mano.

—Mucho gusto, chica desaparecida, me llamo Logan Miller y soy el próximo amor de tu vida —sus palabras hacen que mi corazón repiquetee y se mueva como si fuera una maraca—, pretendiendo ser el último, claramente está.

Siguiéndole el juego, tomó su mano.

—Mucho gusto, Logan, me llamo Jude Smith, aunque todos me conocen como Becca Davis y por si no te has enterado soy la chica que te hará perder la cabeza.

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