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Los Kilómetros Entre Nosotros

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Ronnie
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Sinopsis

Jude tiene que escapar de su vida ajetreada y llena de música porque tiene miedo. Tiene miedo de no poder volver a cantar y decepcionar a todos los que la admiran y la ven como un ejemplo a seguir. Odia decepcionar a las personas. Ella es la que da el todo por el todo a los otros y no le importa no recibir nada a cambio, por eso se esfuerza mucho con su carrera artística, no quiere defraudar a nadie. Tres meses después de una cirugía, decide escapar a su pueblo natal para sanar. Al llegar, busca reconectar con todos sus recuerdos de la infancia y pasar tiempo con su padre y su hermano – a los cuales no había visto desde hace tiempo –, pero no sabía con quién iba a terminar encontrándose. Muchas veces la vida da demasiadas vueltas. Logan Miller, un sencillo y simpático corredor de MotoGP, el cual forma parte de la escudería de la familia de Jude, junto a su hermano. Considerado el mejor corredor emergente de los últimos años de las válidas motociclistas. En un inicio Logan, será un idiota y habrá que Jude no sabrá que hacer con los sentimientos que él genera en su interior, pero al final se darán cuenta que ninguno puede vivir sin el otro y que ni la distancia, ni lo que digan los demás, podrán cambiar sus sentimientos. Porque...a veces el amor verdadero está a unos metros de distancia.

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Jude

La vida está llena de baches, baches de los que puedes salir y continuar como si nada hubiese pasado; baches de los que — después de caer — no puedes salir; y baches de los que puedes salir, pero nada vuelve a ser igual que antes.

Mi caso es el del bache en el que caes, sales y después nada vuelve a ser igual. O eso es como lo considero yo.

Fue hace unos meses cuando toda mi vida, mi realidad comenzó a cambiar.

—Jude Smith —me llamó por mi nombre de nacimiento, el doctor Davenport, también conocido como Simon, el cual es un amigo de mi padre y especialista en fonología.

Me levanto y me dirijo hacia el consultorio.

Un poco nerviosa, me siento en el asiento que se encuentra dentro del lugar y espero a que el señor tome su puesto detrás del escritorio.

—Bueno Jude, ya tengo los resultados finales de los estudios que se realizaron la semana pasada y no tengo muy buenas noticias para tu caso.

Ante sus palabras aguanté el aire. Sé que no me va a gustar lo que va a decirme.

—Como sabes, las veces anteriores que recurriste a mí, te descubrimos unos pequeños nódulos en tus cuerdas vocales y fueron tratados con reposo vocal, lo cual resultó exitoso, pero en este caso es distinto. Llevaste al extremo el uso de tus cuerdas y ahora tienes un gran nódulo en las mismas.

Mi mano comenzó a temblar. Esto no puede estar pasándome. La presión en la boca del estómago se hace presente.

—La única solución que tenemos en cuanto a tu caso es con una intervención quirúrgica. Será un proceso muy sencillo y fácil de llevar a cabo.

Siento que mi mundo se está cayendo a pedazos. Cantar es mi vida, literalmente.

—Sí llevamos a cabo la cirugía, ¿voy a poder volver a cantar? —pregunté con temor.

Él me miró con calidez. A pesar de eso, no me confié. Siempre existe un "pero" y es lo que estoy esperando que me diga.

—Lo vas a poder hacer sin ningún problema. lo único que cabe rescatar, es que lo más seguro es que tu voz no sea la misma. Es decir, sus cuerdas vocales están muy delicadas por los nódulos, la cirugía va a ayudar a su recuperación, pero existe el riesgo de que no pueda alcanzar sus rangos de antes. Claro que todo depende de tu disposición y voluntad de descansar tu voz.

Cierro los ojos fuertes. No poder llegar a mis registros es como si me quitaran las alas.

—¿Por cuánto tiempo no voy a poder cantar?

—No tengo un tiempo estimado, vamos a tener que irlo a medida que vayamos teniendo las sesiones de rehabilitación vocal.

Me paso las manos por la cara frustrada por la situación y me levanto de la silla. Siento que estar allí me ahoga.

—¿No existe otro tratamiento o solución, Señor Davenport? —digo con la voz cortada y con algo de desesperación.

—Lo siento, Jude, pero el nódulo es muy grande, si no hacemos la cirugía puede pasar que no vuelvas a cantar.

Ahogué un sollozo, pensando en todo lo que me exigí, en todo lo que no tuve que hacer.

Sé que no debí hacerlo, pero el público y la discográfica querían otro disco. Sumándole la presión que ejercía sobre mí Felicity —mi manager—, me estaba destruyendo.

Mis cuerdas vocales están a punto de ser nada y solo me pongo a pensar en lo que va a conllevar eso. No quiero decepcionar a nadie.

—Jude, sé que no es fácil, pero como amigo de tu padre y por el cariño que te tengo, te recomiendo que te hagas la cirugía. Tienes una voz indudablemente única y sería una lástima que el mundo no pueda volver a escuchar tu voz.

—Lo sé —digo en un susurro.

—Inspiras con tu música y con tu voz, pero no te estoy recomendando que te operes por los demás, te lo estoy recomendando porque es tu pasión y es lo que te ilumina la cara y te hace feliz. Hazlo por ti.

Sus palabras me dejan pensando.

Sé que tengo que hacerlo por mí y cada una de sus palabras son totalmente verdad, pero no puedo evitar pensar siempre en los demás en vez de en mí.

—No tienes que decidirlo ahora —dijo apoyando sus codos en el escritorio—. Tú medítalo estos días y nos vemos el jueves, ¿te parece?

Asentí y me despedí deprisa, saliendo como si la clínica se estuviera incendiando.

Ese es el peor recuerdo que tengo —aparte del de la muerte de mamá.

Tratando de alejar de nuevo esos recurrentes pensamientos que atormentan mi cabeza, me concentro en lo que me rodea. El interior de un autobús.

A mi lado se encuentra una señora de alrededor de unos ochenta años, con la cual he estado hablando a lo largo del viaje. Dos cosas me encantan de ella, que su vibra y felicidad es pegajosa y que no me conoce, no sabe quién soy. Aunque no estoy segura, creo que sí sabe quién soy, pero lo disimula muy bien.

Como sea, lo que decía es que había olvidado cómo es sentirse cuando no te reconocen cada vez que vas a un lugar. Me considero una persona normal, pero mi carrera hace que los demás piensen que no lo soy.

Muchas veces he sentido que me miran como si fuera un alienígena, y la verdad es que soy igual a todos, pero no soy quién para quitarle las ilusiones o cuestionar sus verdades.

En cuanto a mi carrera, he estado siete años de gira en gira, de disco en disco, de colaboración en colaboración. En fin, he estado en todo y muy ocupada.

Es la primera vez —en años— que me tomo un tiempo para mí. Aunque, claro, fue obligado por la cirugía. Si no hubiese sido por eso, todavía estaría cantando.

Se supone que es lo que debería estar haciendo y el porqué de que muchos me están buscando, pero tenía que huir por un tiempo. Fue un impulso involuntario.

La cirugía fue hace unos tres meses y he estado yendo a rehabilitación vocal y en teoría, el señor Davenport o como le dice mi papá, Simon, me dijo que ya puedo comenzar a tratar de cantar para ir acostumbrando a la voz, pero tengo miedo. Es una de las razones por las que también decidí irme.

No es lo que debí hacer, pero es que no sabía qué hacer. Y solo debía ir a un lugar donde sabía que podía recomponerme o al menos intentarlo.

Felicity no sabe que me hice una cirugía —al menos hasta donde yo sé— y no sé va a enterar por mí. Los únicos que verdaderamente saben de la intervención son mi papá, Theo —mi hermano mayor— y Kurt —mi mejor amigo de toda la vida.

Sinceramente, debí haberla despedido desde hace tiempo, pero al parecer no pude y no he podido encararla desde lo que pasó —o, mejor dicho, me enteré—. Ni a ella, ni al maldito de Justin —mi ahora exnovio.

Resulta ser que los dos idiotas me han estado viendo la cara de estúpida y pendeja desde hace ya casi un año.

Las cosas con Justin se acabaron dos meses antes de la operación y sé que él y Felicity han estado saliendo. En un momento pensé que ella iba a tener la decencia de decirme, o al menos justificarse, pero por lo visto, no.

Tratando de evitarla —porque no quería ver su estúpida cara de adúltera— y no queriendo que se enterara de mi problema con las cuerdas, le dije que necesitaba un descanso y me iba a tomar unas semanas, pero después le dije que tenía que ir a Europa por un asunto familiar y después le dije que tenía una inspiración musical y necesitaba estar sola.

En eso pase estos tres meses, evadiendo mis responsabilidades y a la cacatúa de mi manager.

Muchos me preguntarían, ¿Por qué no simplemente dices que tenías problemas con tus cuerdas vocales y tuviste que someterte a una cirugía? Bueno, la respuesta es sencilla.

No me gusta decepcionar a nadie. Siempre he sentido que tengo que hacer el todo por el todo por los demás, pero nunca he hecho eso por mí —lo admito.

Sé que mi música inspira y refleja la realidad de la vida, el amor, la hermandad, la familia, entre otras muchas cosas; y eso es lo que les gusta a las personas. Siempre esperan con ansias otra canción que transmita los sentimientos y las situaciones de su vida, y no puedo, no me gusta decepcionar a ninguno.

Cuando murió mamá, me sumí en una tristeza enorme. La figura que me había incursionado en el mundo musical, ya no estaba.

Estuve así por semanas, hasta que me di cuenta que debía ser la fuerte de la familia y demostrar que podíamos seguir adelante. No quería decepcionarlos, haciendo que ellos pensaran que era débil, quería que estuvieran orgullosos de mí en ver que había salido adelante a pesar de las adversidades que estábamos atravesando.

Sé que tanto mi padre como Theo lo consideraron bueno para mí y estaban orgullosos de que pudiera haber salido de esa parte oscura y triste de mi vida. Ellos trataron por semanas de hacer que quisiera tocar un instrumento o al menos, intentara cantar, pero no podía.

Ellos intentaban hacerse fuertes, no querían que se notara para que mi estado de ánimo empeorara, pero sabía que estaban tan destrozados como yo por la partida de mi madre.

Cuando volví a sentarme frente al piano y toqué una melodía que no quería salir de mi cabeza. Allí es cuando surgió el álbum que impulsó mi carrera musical, fue cuando comencé a esforzarme por construir la vida que tengo hoy en día. Una vida que espero que pueda mantener, porque mi pasión es la música y sin la música no soy nada.

Ya han sido siete años de eso.

Por eso estoy volviendo a Landon, al lugar donde nací.

Es un pequeño pueblo muy familiar y con personas muy buenas. Además, es considerado como uno de los lugares de donde provienen las mejores estrellas de la MotoGP. Y lo puedo decir de antemano, porque mi padre es dueño de una de las mejores escuderías en el mundo de ese rubro. "V motors".

Aquí todos me conocen como Jude Smith, no como Becca Davis — el nombre que adquirí cuando comencé en el mundo discográfico—. Saben a qué me dedico, pero todos me tratan como la persona más normal del mundo. Eso es lo que me gusta del pueblo.

—Señores pasajeros, el autobús con destino a Landon estará arribando al pueblo en diez minutos —dice el conductor por los altavoces.

Me acomodo en mi lugar y veo que mi compañera de asiento está sumida en un sueño profundo y no atendió a lo que dijo el chofer, por lo que me dispongo a informarle.

—Charli — le palmeó con suavidad el hombro —, ya estamos por llegar a Landon.

Ella abre poco a poco los ojos y me mira.

—¿Quién eres? ¿Qué día es? —yo abro los ojos como platos ya que usa una manera dramática para decirme esas palabras. Al parecer percibe mi reacción porque se echa a reír—. Tranquila, niña. No estoy loca, sólo estoy tratando de ponerle drama a la situación y hacerla más interesante. Te veías muy seria y todo se estaba poniendo aburrido.

—Casi me das un susto, Charli. Y no soy seria, solo es mi cara normal.

—Estate tranquila, si fuera una loca ya te habrías dado cuenta. Y acerca de tu cara, si es tu forma natural de verte, pues te digo que te ves fea —dice jugando.

Yo río.

—Supongo que tus hijos no se aburren contigo.

—Mis hijos son unos aburridos, igual que su padre.

—¿Por qué dices eso?

—Lo único que hacen es hablar de trabajo y de esas estúpidas finanzas, en vez de vivir la vida. Tengo suerte de tener un nieto que sea normal, por lo menos. Él sí se puso los pantalones y encaró a su padre para no hacer lo que él quisiera, no como los miedosos de sus hermanos — dijo orgullosa.

—Debe ser un gran chico.

—Mi Logui es muy talentoso en lo que hace — sus ojos brillan de la felicidad por estar hablando de su nieto —. Es algo peligroso, pero siempre trato de asegurarme de que va a estar bien y que intenta hacer su trabajo de la manera más segura.

—¿En qué trabaja tu nieto? —pregunto curiosa.

—Él es cor...—Charli se ve interrumpida por el conductor, el cual nos avisa que ya hemos llegado.

Dejó de prestar atención a lo que dicen por el parlante y vuelvo mi mirada a Charli, pero veo que ya no está.

Trato de encontrarle entre las personas y veo que está próxima a salir del autobús.

—¡Charli! —le hablo en un tono alto, pero no tanto, debido a que quiero cuidar mis cuerdas a toda costa—­ Espérame.

—¡Tengo que irme volando, querida! ¡Cuando me necesites búscame en la calle veinticinco sur! Es la casa blanca —me grita.

No logro llegar hasta donde ella se encuentra cuando estoy fuera del autobús. Lo único que logro ver es que se sube a un muy lindo Jeep negro y arranca como si no hubiera un mañana.

—Adiós, Charli —le digo al aire.

—Mira mami, esa niña está hablando sola —dice un niño burlándose de mí. Mocoso.

Suspiro, dejando que mi cuerpo se acostumbre a la cálida temperatura del inicio del verano y comienzo mi caminata hasta el circuito donde seguro están mi padre y Theo.

Es un camino relativamente corto y no muy cansado —si no llevas maletas como yo lo hago.

De todas maneras, me las apaño y sigo el camino.

***

Cuando llego, es como si estuviera regresando en el tiempo. Todo sigue igual.

Aprieto el agarre de mis maletas y voy dentro de las instalaciones, dirigiéndome hacia el apartado en donde se encuentra el taller de la escudería de la familia.

Al llegar veo al hombre que me crió, arreglando la cadena de la moto.

No se da cuenta de que estoy casi parada al frente de él, así que carraspeo levemente para llamar su atención.

Él levanta la mirada y su rostro se ilumina con una sonrisa y se le empañan los ojos.

Se levanta rápidamente y llega hasta mí para abrazarme con fuerza.

No me importa que su overol de trabajo esté lleno de grasa y aceite, por lo que le devuelvo el abrazo con el mismo cariño y la misma fuerza.

—Mi gomita, estás en casa.

—Si, gomita mayor. Estoy en casa.