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Logan
—Como lo han escuchado, mis queridos oyentes. Becca Davis está desaparecida. Esta mañana su manager, Felicity Fisher, realizó una rueda de prensa comunicando la situación que se está atravesando, respecto a la reconocida cantante de veinticuatro años...—cansado de seguir escuchando la estación de radio, decido poner uno de los casetes que tengo en el auto..
Han estado hablando todo el día de esa chica super famosa que se encuentra extraviada. No tengo ni idea de quién es, pero me arruino mi dosis diaria de la radio local.
No soy una persona que le guste escuchar música por alguna aplicación, me gusta lo viejo, su esencia, lo siento más apegado a los orígenes del estilo de música que me gusta, por eso siempre escucho la radio; y si no es la radio, son mis discos de vinilo, y si no es el vinilo, son mis amados casetes. Tengo una colección de envidiar y mi walkman es una edición que casi ni se consigue, así que considero que soy afortunado.
—¿Por qué cambiaste la emisora, Logui? Por si no te diste cuenta, estaba escuchando la noticia —dijo mi abuela, sentada cómodamente en el asiento del copiloto.
—Charli, sabes que esas son cosas de otro mundo, el cual es la farándula. La familia de la chica lo debe estar pasando fatal, pero no es un tema que termine por llamarme la atención. Sabes que nunca he sido de esos que le interesan los chismes y noticias de ese estilo.
—¿No sabes quién es, Logui? —preguntó sorprendida.
—¿Luzco como alguien que la conozca? —la miré de soslayo—. Creo que ya habíamos tenido la conversación de que no escucho la música de ahora, Charli. No es por nada, pero...
—Te sientes más conectado con lo que dicen las canciones de antes —termina de decir con tono fastidiado. Pareciera que yo fuera el viejo y mi abuela una mujer de veinte años—. La cosa es que yo sí la conozco y somos amigas. Además, es alguien que está más cerca que lejos —dice sorprendiéndome.
La miro un poco extrañado por sus palabras. ¿Conoce a esa chica desaparecida?
—¿Te sientes bien? ¿Tuviste una contusión antes de subir al autobús y estás alucinando cosas? —le digo jugando.
—Ja, ja, que gracioso. No me pasó nada, solo sé que la conozco y está bien. Está donde debe estar —la miré de reojo. Se notaba muy segura con lo que decía. No creía que estuviera mintiendo.
—Entonces, si la conoces, ¿Por qué no ayudas a la investigación llamando a la policía?
—Porque está donde debe estar, ya te lo dije. Mi linda niña con los ojos esmeralda, está perdida y tiene que encontrarse.
Fruncí mis cejas, pero asentí entendiendo sus palabras.
Sé cómo se siente cuando estás perdido y necesitas encontrar aquello que te saque de ese bache en el que te quedaste atrapado.
Decido no tocar el tema de como conoció a esta chica desaparecida y pasamos el resto del camino en silencio. Disfrutando de la música y el viento que entraba por las ventanas abiertas.
El verano en Landon es lo que más me gusta. Para los que no son de aquí, a lo mejor les resulta caluroso, pero para los locales, no. Es como estar en el paraíso. No es un calor que te sofoque para nada —o es al menos lo que consideramos las personas que vivimos aquí.
Cuando me mude a Landon, afirme que era el peor calor habido y por haber, pero después de las dos semanas de estar aquí, me di cuenta que era un exagerado y que lo que había sucedido era el repentino cambio de temperatura, ya que estaba llegando de un viaje familiar de la Patagonia. Además, las noches durante los veranos en esta zona del país suelen ser frías y frescas.
Alejándome de los rumbos remotos que toma mi mente cuando conduzco, me concentro en la vía y al detallarla, me doy cuenta que vamos llegando a la casa en la que vivo con Charli.
Al girar en la calle en la que se encuentra, veo que Theo está caminando desesperado en la entrada de la vivienda. Parece desesperado y un poco loco. ¿Qué carajos le sucede?
—¿Qué le pasa a tu amigo, Logui? —pregunta extrañada mi abuela, aunque no tanto. En su mirada podía ver que sabía algo que yo no, como si estuviera disimulando algo.
—No sé —le respondo seguido de un suspiro.
Espero que no sea otro de sus dramas de chicas. Estoy harto de ser su excusa para no seguirlas viendo. Sobre todo, por lo sucedido la última vez.
Le dijo a la chica que era su novio y que apenas me vio se dio cuenta que era gay y, boom, me beso. El peor beso en la historia de los besos.
Negué con mi cabeza de solo recordarlo.
Esas eran las cosas que hacían los mejores amigos.
Estaciono el auto en el puesto libre que hay en la calle y abro la puerta para descender de la Jeep. Mi abuela hace lo mismo.
—LG, al fin llegas —dice Theo corriendo hacia mí.
Yo ruedo los ojos por cómo me llama. Es molesto que otros lo digan después de que escuchan a Theo llamarme así, pero con él es distinto. Lo soporto por nuestra amistad, aunque ha habido veces en las que he querido darle unos buenos golpes en la cara.
Dice que me llama de esa forma debido a que mi nombre tiene una "L" y una "G" y que eso me convierte en parte de la familia "LG".
Lo sé, solo a un loco se le puede ocurrir tal cosa.
—¿Qué quieres, sanguijuela? — le pregunto mientras abro la puerta de los asientos de atrás para bajar el equipaje de mi abuela.
—Primero que nada, hola Charli —saluda mi mejor amigo a mi abuela con un abrazo que ella le devuelve.
—Hola, príncipe encantador —le toma la mejilla y le da unas leves palmadas en ella.
Siempre le ha dicho príncipe encantador a Theo desde que lo conoció. Y entiendo el uso de ese mote. Estoy enterado de que mi mejor amigo es uno de los hombres más deseados del pueblo y de todo el mundo del motociclismo en la actualidad. Claro, después de mí.
Su cabello rubio, sus ojos como esmeraldas, su tez un poco morena por el bronceado del sol y lisa. En fin, perfección en persona, según las mujeres.
Yo no me quedo atrás, pero no me gusta presumir de mi físico — al igual que Theo —, no consideramos chicos normales. Lo que menos nos importa es nuestra apariencia. Lo importante es el circuito y lo que hacemos en él.
De solo recordar cómo nos llaman, me dan ganas de reír.
Nos llaman el dúo del pecado. No me pregunten de donde lo sacaron, pero nos llaman así y así nos quedamos.
—Me alegra que estés de vuelta, linda abuela Charli —ella le sonríe.
—Y así va hacer por un tiempo. Después van a querer echarme de acá.
—Charli, sabes que esta también es tu casa, ¿no? —dice Theo.
—Créeme, lo sé. Los impuestos me hacen recordarlo —hace una dramática cara de disgusto—. Logui, voy a ir adentro a descansar. El viaje fue muy largo. Creo que la próxima te digo y me contratas un jet.
—Los jets no caen de los cielos, Abu.
—Tienes dinero, hijo. Con dinero todo se puede —se volteó hacia Theo y le dijo—. Mi príncipe, sea lo que sea que te pasa, abre los ojos y averigua antes de exagerar las cosas —tras eso entra a la casa y nos deja solos a Theo y a mí.
Theo parece estar midiendo las palabras de Charli, pero no tengo ganas de esperar a que resuelva el magnífico acertijo que le dijo mi abuela.
—¿Ahora si me vas a decir que carajos te pasa? —lo encaro.
—¡Mi hermana está desaparecida! —me grita.
—Wow, Wow, alto allí ¿tu hermana? ¿desaparecida?
¿Qué le pasa al mundo hoy? Están habiendo muchas desapariciones últimamente.
—Si, LG. Tienes que ir conmigo a la pista para decirle a papá. Después de eso contrataremos al ejército y al FBI para que la busquen y la encuentren —dice con exageración.
—No creo que el ejército y el FBI se dispongan a hacer eso.
—¡Cállate y llévame a la pista! —me grita de nuevo.
—¡Bien! —le respondo de la misma manera con las palmas en el aire—. Solo déjame llevar el equipaje de Charli adentro y salimos para allá, ¿te parece?
Tomó el equipaje de mis manos y corrió a la entrada de la casa. Una vez allí, abre a toda prisa la puerta, lanza las maletas y la vuelve a cerrar, antes de correr de nuevo a la camioneta y subirse en el asiento del copiloto.
Yo lo miro con molestia y lo único que hace es gritarme que me apure porque necesita llegar al circuito cuanto antes.
—¿Por qué no fuiste allí antes de venir y pedirme que te llevará? Se supone que tienes un auto — le digo.
Él se queda sopesando mis palabras.
Theo no es que no sea inteligente, porque lo es. Lo que sucede es que cuando está bajo presión o distraído por algo, es como si su inteligencia o su cabeza completa hubiera sido robada.
— Eres muy inteligente, LG. No sé cómo no se me ocurrió eso antes.
—Yo sí —me suelta un golpe en el hombro y yo lo miro ofendido.
—¡Muévete! —vuelve a gritar.
—Si, ya entendí. Dios, estas muy gritón hoy —me vuelve a golpear y yo hago un ademán de devolverle el golpe, pero trato de tranquilizarme y enciendo el auto para dirigirnos rápidamente al circuito.
Si estuviera en su lugar, actuaría igual, así que no tengo porqué quejarme. Es mi mejor amigo y se nota que está preocupado.
No conozco a su hermana, pero por lo que él y su padre — mi jefe — me han contado, es el sol de la familia. Aquello que les da alegría.
«Si le llegase a suceder algo, nos moriríamos. Es nuestro rayo de sol» —me dijo una vez Theo
Tampoco he visto fotos de ella —en una versión mayor, digo—, por lo que no tengo idea de cómo se ve actualmente. Tengo entendido, tiene dos años menos que Theo. Solo he logrado ver una que otra foto de ella de pequeña —como la que tiene Theo junto a su madre como fondo de pantalla del móvil.
Voy a hacer todo lo que pueda para apoyarlos, así como ellos lo han hecho conmigo.
***
Llegamos al circuito y Theo sale corriendo de la camioneta antes de que pueda estacionarme bien.
Dejo que vaya adelantándose y me estaciono como corresponde. No quiero que los del circuito me vuelvan a multar por no estacionar el auto de forma correcta.
Según ellos, sí sé manejar una moto como la manejo y la sé estacionar como la sé estacionar, también debería hacerlo con mi camioneta. Idiotas. Llegará el día en el que yo los multe a ellos por joder.
Salgo de la Jeep y me voy por el costado del edificio. Siempre tomo esta vía para evitar tratar con las molestas personas de la administración.
Me ven como un dios, o algo parecido, y me hace sentir un tanto incómodo. Además, el camino que siempre tomo, está lleno de plantas y es algo que disfruto ver.
Cuando estoy llegando al taller de la escudería no escucho nada.
Nada de nada.
Yo esperaba que el mundo se estuviera acabando allí adentro, no lo que mis ojos están viendo.
Ambos están sentados en las sillas que se encuentran frente a las distintas pantallas que tenemos para medir y observar mejor nuestras técnicas de manejo, velocidades, fallas, etc.
—Es...—comienza a decir Theo.
—Si es —le responde su padre.
—¿De quién estamos hablando? —pregunto mientras me acerco a ellos, para ver lo que están viendo.
Cuando mis ojos llegan a las pantallas, veo lo que los tiene maravillados. Creo que hasta yo estoy maravillado con lo que estoy viendo.
Quien sea que está en la pista ahora mismo tiene una técnica perfecta y es como si se le diera natural manejar de esa manera la moto. La forma en la que se inclina en las curvas es impresionante.
Es delicado pero seguro y sin dudas, muy veloz. Es perfecto.
—¿Quién es? —pregunto sin dejar de mirar la pantalla.
—Shh —dicen los dos a la vez para que yo me calle. Los miro con la ceja levantada, pero no reparan en mi gesto, siguen mirando maravillados la pantalla.
—Papá, mira el minutero —dice Theo.
Inmediatamente George y yo volteamos hacia él y abrimos los ojos como platos. Mierda.
Ya casi llega a la meta y está muy cerca de superar mi récord de una vuelta en la pista.
Me comienzo a enojar un poco.
«¿Será enojo u otra cosa?» —me pregunta mi subconsciente
No sé lo que siento. Puede ser enojo o miedo, pero estar viendo a esa persona en la pista me está creando algo de ¿inseguridad?
«Esto no me puede estar pasando» —pensé.
Si George decide firmar con este corredor estoy acabado. Acabado en serio, y no lo puedo permitir. He perdido y sacrificado mucho para llegar aquí y nadie me va a quitar todo lo que me costó alcanzar.
Tal vez suena un poco creído y egocéntrico, pero yo soy el mejor corredor de la MotoGP desde hace un tiempo, me he encargado de serlo con trabajo, sacrificio y esfuerzo. Se siente bien que te consideren de esa manera cuando durante toda tu vida dijeron que eras lo peor.
Solo sé que necesito esto, lo necesito con mi vida. Al fin y al cabo, es lo único que me queda aparte de mi abuela.
Sigo mirando como un loco el minutero, rogándole al señor que no supere mi récord, pero al parecer no me escuchó, porque cuando pasa la meta lo único que se reproduce en mi cabeza son los putos números que se muestran en la pantalla.
1:44.562.
1:44.562.
1:44.562.
Mierda. Mi récord es de 1:45.013.
Estoy jodido.
Apartando mis pensamientos de esos malditos números que me pueden arrebatar todo, vuelvo a la realidad y veo que Theo y George aplauden como unos locos. Eso solo hace que mi molestia aumente, por lo que sin pensarlo dos veces me acerco a la entrada de la escudería —donde llegan las motos para después ser revisadas y preparadas para las carreras— y apenas llega el corredor, lo encaro.
—¿Quién te crees que eres, idiota? ¿Crees que puedes llegar aquí y quitarme todo por lo que he estado trabajando por años? Si crees que George te va a contratar por lo que acabas de hacer, estás muy equivocado, porque la estrella de la escudería soy yo y no puede haber dos...—mi voz se pierde en mi garganta cuando el corredor se quita el casco.
O, mejor dicho, corredora.