Capítulo 3
Ya ha pasado una semana desde que la recién llegada vino al trabajo y todos los días intentaba hablarme y yo siempre la evitaba.
Ahora estoy listo para irme a casa, pero primero hago una parada rápida en algún lugar, estaciono el auto afuera, luego salgo y camino adentro.
Llego a su lápida, me siento frente a ella y con mis dedos toco su nombre grabado en ella.
'Charlotte Pierce'
Siento que mis ojos se llenan de lágrimas, respiro y los empujo hacia atrás, pero uno de ellos pierde el control y cae sobre la hierba seca en el suelo.
Un fuerte peso invade mi pecho, mis manos tiemblan y un sentimiento indescriptible me llena todo, no es simple dolor, con él siento frustración, miedo, culpa.
Miro hacia abajo a la tierra y luego de nuevo a la lápida. Después de cinco minutos empiezo a hablar en voz baja.
«Hola mamá… te extraño mucho, extraño hablar contigo, extraño reír contigo, extraño que me despiertes en la mañana, extraño tus cálidas manos acariciando mi rostro, tus dulces labios besando mi frente, extraño todo de ti» Me detengo sin poder continuar, paso mis manos por mi rostro de manera agitada, no puedo.
«Lo extraño hasta cuando me regañaste sin motivo alguno» sigo con el corazón roto «Sin ti me siento vacío, ya no soy nada, ya no tengo por qué vivir...» digo rompiendo a llorar, me dejo llevar por el llanto desesperado.
Siempre pasa así, cada vez que vengo aquí, me prometo no llorar y sobre todo decirle cómo va mi vida y en cambio cada vez siempre le digo que la extraño y que me siento un fracaso, un don nadie y luego me derrumbo en lágrimas. ¿Cómo podría ser de otra manera? No me pasa, no me puede pasar.
Me sequé las lágrimas y me levanté mirando su nombre por unos momentos más.
"Lo siento", le digo antes de caminar hacia mi auto, subirme y dirigirme a casa.
Una vez que llego ni siquiera como, no tengo nada de hambre, voy al baño y me doy una ducha caliente, tratando de relajarme, luego me voy a la cama con la esperanza de que al menos esta noche pueda dormir toda la noche.
- Cariño, oye, ¿puedes oírme? Despierta que es tarde - Escucho a mi madre despertarme.
Miro mis ojos y la encuentro no lejos de mí mirándome con una sonrisa deslumbrante .
" Mamá" le digo, apretándola en un gran abrazo.
- ¿ Qué haces aquí? Tú-tú...- empiezo a hablar pero ella me interrumpe.
- Cariño, siempre estoy aquí- dice, sin dejar de sonreír.
- Vamos, bajemos, te he preparado un gran desayuno- continúa tirando de mí con su brazo.
Sin dejar de sonreír, me levanto de la cama y la sigo escaleras abajo. Llegado encuentro la mesa llena de platos deliciosos, hay bizcochos con chocolate, otros con mermelada, cereales de todo tipo, dulces, leche, té.
A mí Me apresuro a comer de todo, hacía años que no tomaba un desayuno tan grande.
Se sienta a mi lado y come conmigo.
- Mamá, me alegro mucho de que estés aquí... conmigo- le digo mirándola.
- Yo también hijo- me dice luego se levanta.
De repente la veo colapsar.
-Mamá que te pasa?- le pregunto presa del pánico.
Continúa sosteniendo su pecho y se hunde hasta que cae al suelo.
- Mamá, ¿qué te pasa?- grito acercándome a ella.
- Leonardo ti-ti...- dice y luego cierra los ojos.
Pero, ¿qué está pasando?
Ella está tirada en el suelo con el pecho lleno de sangre y su piel ahora blanca. Lo toco y está frío como una paleta.
- ¡ Mamá!-
Me despierto con un sobresalto, solo fue una pesadilla, una de tantas. Siento que mi corazón late con tanta fuerza que tengo miedo de que pueda estallar, miro la hora, son solo las tres de la mañana.
Es temprano para despertar, trato de volver a dormirme, pero es inútil porque cada vez que cierro los ojos lo encuentro frente a mí. No puedo más, siento que me estoy volviendo loco; Hace siete años que vivo en este estado.
Para pasar el rato me levanto y voy a bañarme, pero es inútil ya que en el baño sigo pensando en ella, en mí, en nosotros y en esa maldita noche que me la arrebató.
Después de bañarme, limpio la bañera y trato de volver a dormirme. Después de unas horas lo logro.
Me levanto como a las diez pero solo porque mi celular sigue sonando sin cesar, lo tomo y el nombre de Bob está en la pantalla.
"¿Qué deseas?" Respondo bruscamente.
«Hola Leonardo, ¿estabas dormido?» dice suavemente.
«Sí, antes alguien me cabreó» continúo en el mismo tono.
«Lo siento, no quería molestarte, pero me preguntaba si te gustaría encontrarnos en la cafetería, la que está debajo de tu casa, ¿te gustaría?»
«Está bien, nos vemos allí» respondo y luego desconecto.
Tiro el celular sobre la cama y me derrumbo por unos minutos sobre el colchón, suspiro y me levanto para ir al baño, me lavo la cara y los dientes y me visto poniéndome unos simples pantalones de chándal negros con una camisa blanca encima.
Tomo el celular y las llaves de la casa, salgo cerrando la llave, bajo las escaleras rumbo a la cafetería a unos metros a la izquierda de mi casa.
Entro y encuentro a Bob sentado en una de las mesas al lado de la ventana, tomo asiento a su lado y lo saludo con un movimiento de cabeza mientras con la otra mano me tapo la boca que se abre en un bostezo.
"Buenos días", dice, arqueando la boca en una sonrisa.
Lo miro por un momento, tiene una sonrisa en su rostro, arrugas cerca de sus ojos por la edad, todavía los mismos anteojos.
En estos años no ha cambiado nada, salvo unas cuantas arrugas, cuando lo conocí tenía cuarenta años, desde entonces han pasado siete años y él, a pesar de haberme convertido en un auténtico dolor de culo, un chico bastante gruñón, siempre está ahí para mí, nunca se cansa de mí, ¡nunca!
Llega la camarera e interrumpe mis pensamientos.
"¿Qué puedo conseguirte?" me pregunta con una sonrisa parpadeante.
La miro con la misma sonrisa, su cabello rubio cayendo sobre sus hombros, sus ojos café oscuro escrutándome y sus dientes listos para morderse los labios, es linda.
“Tráeme lo que le trajiste”, le digo señalando a Bob.
"Está bien", responde, sin dejar de sonreír y alejándose de nuestra mesa.
"Entonces, ¿por qué querías verme?" Me dirijo a Bob.
"¿No me digas que no sabes qué día es hoy?" me pregunta con una sonrisa.
¿Qué día es? ¿Qué he olvidado ahora?
“Vale, no lo sabes. Es mi cumpleaños Leonardo» me mira serio.