Capítulo 34
Al final del Paseo del Prado, junto al Parque de las Américas, se encuentra El Capitolio, construido durante el período presidencial de Antonio Machado, de 1930 a 1935, que es una construcción idéntica al Capitolio que se encuentra en Washington D.C. en los Estados Unidos de Norteamérica, y que ha sido reproducido en la capital de cada uno de los Estados que integran la Federación Americana.
Hasta 1959 albergó las oficinas del Congreso y del Gobierno de Cuba. Ahora alberga la Academia de Ciencias de Cuba y es muy visitado por los turistas.
En el recinto de entrada, que es muy amplio, se encuentra una estatua que mide aproximadamente 17 metros de altura y está considerada como una de las más altas en el mundo en un recinto cerrado. Fue trabajada en bronce con pátina de oro y representa a la República de Cuba.
También en el mismo lugar se encuentra un diamante que señala el centro de La Habana y a partir del cual se mide la distancia a la que se encuentran las demás ciudades y pueblos en la Isla.
Al día siguiente por la mañana salieron rumbo a Hanabanilla, pasando por Cumanayagua. Hanabanilla es un lugar en donde existe una presa que ofrece al turismo la oportunidad de dedicarse a la pesca o simplemente a pasear en bote y visitar una cascada que es también un atractivo turístico.
Nuestros amigos realizaron el paseo en bote y aprovecharon para tomar fotos de un lugar con gran belleza natural, en términos generales, fue un agradable paseo.
Esa noche hicieron el amor con la misma intensidad con que lo hicieran desde un principio, disfrutando y gozando plena y totalmente de sus pasiones y sus deseos.
Al final, durmieron tan plácidamente, que al día siguiente ya estaba bien entrada la mañana cuando se despertaron, sonriendo con felicidad y satisfacción.
Siguieron hasta Manicaragua y ahí tomaron el camino de la montaña hacia Tope de Collantes. Durante el trayecto de Hanabanilla a Manicaragua el paisaje es característico de las zonas tropicales, verde como los ojos de Celia, lleno de huertas con árboles frutales.
—Ya viste cuántos mangos y de qué tamaño hay a la vera del camino —decía Pedro.
—Es increíble, aunque cuando pasamos la última parada de la guagua los mangos colgaban enfrente de la gente y nadie tomaba alguno —comentó Celia.
—Seguramente están hartos de mango.
—Detente y vamos a cosechar algunos para llevar de regreso a la casa.
—Bien, vamos a escogerlos bien verdes para que maduren poco a poco durante el viaje o de otra manera se nos van a echar a perder.
Pedro, se estacionó a un lado del camino y ambos bajaron a cortar mangos y a colocarlos en el maletero. Llevaban más de veinte mangos de gran tamaño.
Al comenzar a subir la sierra rumbo a Tope de Collantes el paisaje cambia, pues aunque continúa viéndose verde, la vegetación es distinta, los árboles son mucho más altos y de otras variedades, principalmente coníferas.
Pasaron por un campamento turístico del Ministerio de las Fuerzas Armadas y continuaron su ascenso hasta la cima de una montaña desde donde se observaba a lo lejos el mar. Desde ahí la carretera desciende en forma constante y serpenteante en declive pronunciado, aproximadamente treinta kilómetros hasta llegar a Trinidad. Como el propósito de la pareja era llegar a dormir a Ancón, siguieron de largo hasta encontrar la playa y doblando a la izquierda pronto se encontraron frente al Hotel Ancón.
El hotel, que es también un centro turístico de importancia en la región, se encuentra junto al mar en la costa sur de Cuba, precisamente en la Península de Ancón. Después de subir el equipaje a su habitación bajaron a comer y posteriormente se dirigieron a la playa llevando consigo un par de mojitos.
En la playa encontraron un muelle bastante largo que se adentra en el mar y en la punta había un par de sillones que invitaban a sentarse en ellos y compartir el placer de encontrarse en un hermoso lugar como ese.
—El mar está absolutamente quieto, parece una alberca —comentó Pedro.
—Sí, realmente ni parece que estemos en medio del mar, no se mueve nada, como si estuviera en completa calma —repuso Celia.
—Esto si es paz y quietud, que diferente de La Habana.
Permanecieron casi una hora en el lugar, casi sin hablar, disfrutando mucho de ese remanso de paz. Después, ya anochecía, se dirigieron al lobby para informarse sobre las actividades nocturnas en el hotel. Había una disco en la que permanecieron por un tiempo breve y se retiraron a la habitación.
—Estamos hechos unos dormilones —dijo Celia.
—Mamacita, tú eres la persona más dormilona que conozco, pero efectivamente, desde que empezamos este viaje nos retiramos temprano a dormir.
—Aunque tú no te duermes realmente temprano, parece que este clima y ambiente también te excitan más sexualmente; hoy durante el trayecto a Tope de Collantes casi me violas —comentó Celia, recordando que, en efecto, durante el trayecto matutino se habían detenido en un recodo de la carretera para hacer el amor en el bosque, a petición de Pedro, que había comenzado a meterle mano.
La mañana siguiente se dedicaron a nadar en la playa, recogieron conchitas para los niños y después de desayunar salieron hacia Trinidad.
Trinidad le recordó a Pedro las pequeñas poblaciones del Estado de Guanajuato o Querétaro, en México. Con sus calles pedregosas, sus casas encaladas con techos de tejas. La Plaza Central con su Iglesia al frente, los jardines con las plantas y árboles bien cuidados, sus bancas que invitan a sentarse y disfrutar de un ambiente propio de la provincia de los países latinoamericanos.
Las grandes casonas de arquitectura colonial que ahora albergan museos, pequeños hoteles, restaurantes, tiendas de artesanías, que rodean la Plaza, permiten ver a través de sus grandes portones y ventanales, los patios con fuentes y jardines que hacían la delicia de sus moradores y ahora la de los turistas que visitan esa bellísima ciudad.
Después de almorzar, la pareja regresó a La Habana por la carretera costera hasta Cienfuegos y de ahí hasta la Ochovía que los depositó en la ciudad Capital entrada la noche. Realmente habían disfrutado un viaje de placer, acostumbrados a trabajar prácticamente todo el tiempo.
Durante ese mismo año, los grupos radicales cubanos y aquellos enemigos del régimen de Fidel Castro, habían centrado su acción en el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica, impulsando la entrada en vigor de la llamada Ley Helms-Burton, promovida por el senador conservador y enemigo de Latinoamérica, Jesse Helms y el congresista Burton, que tenía como finalidad frenar el cúmulo de inversiones extranjeras que se estaban haciendo en Cuba, así como detener el creciente comercio de materias primas y productos terminados, de un cada vez mayor número de países europeos, asiáticos y latinoamericanos, junto con Canadá, con la Republica de Cuba.
La propuesta de Ley se fundaba en que, al triunfo de la Revolución Cubana, el Gobierno de Fidel Castro había expropiado un sinnúmero de empresas y propiedades en Cuba que pertenecían a personas físicas y morales de nacionalidad norteamericana, sin haber pagado la correspondiente indemnización.
En algunos tribunales de los Estados Unidos se habían iniciado juicios en contra de tal proceder y a ellos se habían sumado reclamaciones de cubanos que posteriormente a su salida de Cuba, obtuvieron la ciudadanía norteamericana.
En vista de que en algunas de las inversiones en que estaban participando extranjeros en Cuba, se encontraban involucradas las instalaciones de empresas o propiedades que habían sido expropiadas, se pretendía por parte de los interesados, invalidar de alguna manera tales inversiones, argumentando que el Gobierno Cubano no tenía derecho a destinar tales bienes o instalaciones a ser explotadas por empresas de capital mixto con participación extranjera.
Se pretendía que mediante el establecimiento de sanciones a las personas físicas o morales que intervinieran en inversiones mixtas en Cuba, aplicadas por los tribunales o las autoridades de los Estados Unidos, se impidiera la inversión creciente de capitales externos a la isla.
A mayor abundamiento, la propia Ley Helms-Burton establecía sanciones de carácter administrativo a las empresas que comerciaran con Cuba.
Al efecto, se determinó que cualquier barco que atracara en puertos cubanos no podría posteriormente atracar en puertos norteamericanos, es decir, de los Estados Unidos, hasta pasados seis meses al menos.
De esta manera se pretendía reforzar el bloqueo económico que ese país le había impuesto a Cuba desde los años 60 y que prácticamente la obligó a adherirse al mercado de los países del área socialista del bloque soviético.
Ahora que ya no existía dicho bloque y habiendo pasado años críticos desde 1989 hasta 1993, en que Cuba se vio en serios problemas de abastecimiento de materias primas y productos terminados de primera necesidad, era el año en que se realizaban cambios que promovían la inversión extranjera en Cuba y en que su comercio con el exterior comenzaba a florecer de nuevo, cuando los Estados Unidos trataban nuevamente de forzar un bloqueo en contra de la isla, impidiendo la inversión y obstaculizando su comercio a través de una ley a todas luces con pretensiones de vigencia extraterritorial.
Precisamente el carácter extraterritorial de las normas que integraban la Ley Helms-Burton, generó un rechazo general a la misma por parte de la comunidad internacional. Hubo fuertes, críticas a la misma en el Continente Europeo, en Asia y en América Latina, así como en Canadá.
Se habló en los Estados Unidos de imponer un boicot a la empresa hotelera española Meliá si no se retiraba de Cuba, en donde había adquirido el Hotel Sol Palmeras y construido el Hotel Meliá Varadero y se encontraba en vías de seguir con la construcción del Hotel Cohiba, en La Habana.
El propio grupo Meliá, hizo saber a los medios de comunicación que no estaba dispuesto a suspender sus inversiones en la isla y que en todo caso pondría a la venta sus instalaciones hoteleras en los Estados Unidos.
A la inversión mexicana, que para entonces era la de mayor significación en Cuba, con inversión directa en telecomunicaciones y en cemento, y proyectos de inversión en la industria del vidrio y embotelladoras de refrescos, así como en plástico e industrias de la confección, el Gobierno de los Estados Unidos le aplicó sanciones de carácter específico: Amenazó con retirar la visa de entrada a los Estados Unidos a los inversionistas, miembros de los consejos de administración y funcionarios de las empresas que tenían inversiones en Cuba, o realizaran prácticas comerciales con empresas cubanas que estuvieran ligadas de alguna forma con aquellas que habían sido expropiadas a ciudadanos norteamericanos.
El servicio de Inmigración y Naturalización de los Estados Unidos hizo llegar comunicaciones a los principales hombres de negocios mexicanos involucrados con inversiones o proyectos de inversión en Cuba, dándoles a conocer tal determinación. Los inversionistas mexicanos que tenían proyectos de inversión en plástico, vidrio, embotelladoras y confecciones, respondieron a esta presión retirándose de la isla.
Una mañana a fines del mes de noviembre, Pedro recibió la llamada de México en la cual el Director de Administración del Grupo del Plástico, le anunciaba que debía suspender la firma del contrato que ya se tenía listo para comprometerse a la compra de las instalaciones fabriles de Guanabo, toda vez que tenía noticias de que se encontraban en la relación de empresas que habían sido expropiadas sin indemnización y por ende se encontraban incorporadas a aquellas que eran materia de juicios en los tribunales estadounidenses.
Le instruía también para que a más tardar el día último de diciembre de ese año cerrara las oficinas de la empresa en La Habana y avisara a sus clientes que ya no podrían seguir enviándoles materia prima y otros productos; que exclusivamente terminarían de cumplir con los compromisos que, contractualmente, hasta esa fecha habían contraído.
Para Pedro, esa era la peor noticia que había recibido desde su primera llegada a Cuba. Sobre todo, significaba la pérdida de todo el trabajo, dedicación y esfuerzo que había desarrollado durante los últimos dos años para llevar a cabo una negociación realmente atractiva para ambas partes, inversionistas y Gobierno de Cuba. Echar por la borda además la perspectiva de continuar desarrollando en la isla una empresa totalmente nueva, que iba a producir satisfactores para el mercado cubano y el mexicano.
Se quedaba como se dice popularmente “colgado de la brocha”.