Capítulo 3
Cuando me separo de Hera, puedo ver una alegría cruzando su cara. Lo siguiente que sucede no me lo esperaba. Saltó sobre mí a la vez que gritaba mi nombre repetidas veces. No recordaba lo que se sentía que otra persona – aparte de mi tía o Joe – estuviera feliz de verme. Y me gustaba esa sensación, llenaba algo el vacío que había dentro de mí.
Cuando fue calmando sus gritos, comenzó a aflojar su agarre y a alejarse lentamente, quedando frente a mí. Al ella levantar la cabeza note que su mirada no era la misma de hace unos minutos. Lágrimas corrían por sus mejillas. Su cara paso de reflejar total felicidad a reflejar una tristeza inmensa.
– ¿Cómo has podido intentar eso siquiera? – dijo con la voz rasposa y soltando pequeños sollozos.
La miré confundido – ¿A qué te refieres?
– ¿Por qué ibas a saltar del puente, Locke? – escuchar mi nombre salir de su boca me estremeció. Me gusta cómo suena con su voz.
– Has estado lejos mucho tiempo lejos Hera, las cosas han cambiado y yo he cambiado. Pero veo que tú no has cambiado mucho, sigues siendo la chica preguntona que eras cuando éramos niños – dije con un tono burlón, tratando de desviar el tema.
– No hagas eso.
– ¿Hacer qué?
Me miró con cara de pocos amigos y respondió – Eso que siempre haces tratando de evitar un tema. Por lo visto no soy la única que no ha cambiado del todo.
– Puede que este evadiendo el tema, pero tienes que admitir que casi siempre me funcionaba esta táctica – dije guiñándole un ojo.
– Y no puedo creer que sigas haciendo el guiño coqueto para tratar de verte más irresistible – dijo riéndose a medida que las palabras salían de su boca –, pero déjame decirte, eso no funciona conmigo y lo sabes perfectamente.
– A lo mejor no funcionaba hace años porque solo tenía ojos para Colin Kavinsky – dije mientras me acercaba más a ella –. Ahora las cosas han cambiado, Colin Kavinsky no está en mi camino, además de que me volví mucho más irresistible que antes. Si quieres puedo mostrarte lo que este sexy cuerpo cambió con todos estos años.
Soltó una risa nerviosa. Me gustó su reacción. Quiere decir que no estoy tan equivocado. Siempre he sido consciente de mi físico. No soy el máximo galanazo del mundo, pero sé lo que tengo o eso es lo que creo. Mi tía May solía decirme a medida que crecía, que los chicos con mi físico son los que vuelven locas a las chicas, pero no era algo que realmente me importara.
Ella constantemente me recalcaba el gran parecido que tenía con mi madre, ya que herede sus ojos marrón verdosos y su cabello color azabache. Pero yo siempre dije que me parecía mucho a mi padre para jugar con ella y hartarle la paciencia. Cuando sacábamos el tema, ella se exasperaba tanto de mi juego que hasta se ponía a explicarme las leyes de Mendel y la razón por la que yo había adquirido los genes de mi madre. Siempre caía y no podía evitar en esos momentos sacar su lado de bióloga – carrera que estudió –. De sus explicaciones también explicaba porque mi hermano mayor había sido la copia exacta de mi padre, y eso no lo podía negar, su parecido era innegable.
En fin, sabía o creía que mi físico era atrapante por lo que decía mi tía. Mis ojos, mi desordenado cabello que muy pocas veces peinaba por flojera y mi complexión delgada pero desarrollada. Tenía todo lo que la sociedad puede considerar “atractivo” – aunque para mí eso era una estupidez. La belleza es subjetiva. Lo que importa es nuestra esencia, lo que somos, la manera en la que nos presentamos ante los demás, no un estúpido cuerpo que está en constante cambio –, pero eso no fue suficiente para atraerle a alguien, porque todos en este maldito pueblo conocían quien era y los problemas que conllevaba relacionarse conmigo, así que no he estado nunca con nadie, ni hecho nada con nadie y no me avergüenzo por eso. No creo que tendría por qué.
– No quiero ver nada Locke – dijo con todo divertido –. Solo quiero saber la razón por lo que lo ibas a hacer. Y antes de que me digas mentiras, sabes que conozco todas tus formas de reaccionar cuando estas mintiendo y si lo haces abstente a las consecuencias – me amenazó.
–¿Según tu cuáles son esas reacciones que tengo cada vez que miento? – pregunte incrédulo.
– Vamos a ver – comenzó a enumerarlas – uno, no miras a los ojos; dos, se te ponen llorosos los ojos; tres, te comienza a temblar el parpado izquierdo; y por último te sudan las manos – la mire sorprendido sin saber que decir.
– Esas son puras patrañas – dije haciéndome el loco.
– Con que patrañas ¿no? – comenzó a invadir mi espacio personal y yo casi que olvido como respirar.
– Si.
– Perfecto – dijo –. Entonces si te pregunto lo que sentías por mi cuando éramos unos niños, ¿me vas a ser totalmente sincero?
Mierda, me atrapó. Pero para tratar de parecer seguro de mi afirmación anterior digo: – Claro que voy a ser sincero, ¿Por qué no lo seria?
– Bueno, te escucho.
Doble mierda –. Tú…eras una niña muy bonita…eh – joder tiene razón, ni siquiera yo sabía cómo reaccionaba cuando mentía. ¿será por esto que siempre May sabía que estaba mintiendo? –. Muy bien ganas esta vez, sabes cuándo miento y cuando no. Pero no por eso te voy a contar de buenas a primeras lo que me llevo a intentar saltar del puente.
– Cierto – dijo en voz baja –. Sé que estuve alejada mucho tiempo y que nunca me comunique contigo cuando me fui o incluso darte el pésame por lo que paso con tu familia, pero todo tiene una explicación y cuando puedas podemos reunirnos para poder explicarte que fue de mi estos 13 años que no supimos del otro y si te sientes cómodo – hizo una pausa para respirar debido a su rápido hablar – también quisiera escuchar que ha sido de ti – terminó de decir retomando el camino que se dirigía hacia la calle en donde se encontraba mi casa.
Comencé a seguirla y después de un rato dije – Me gustaría. Podríamos ir por unas hamburguesas al local de Joe.
– Todavía te mueres por las hamburguesas del viejo Smith ¿no? – es increíble que se recuerde de todo. Claro, no es como si yo hubiera olvidado todo de ella. Solíamos conocer todo el uno del otro. Éramos inseparables.
– Si, un poco – solté una pequeña risa.
– Bueno, si quieres podemos quedar mañana – dijo con una sonrisa en su cara –. Alrededor de las 11 a.m. tengo una entrevista en la tienda de discos del pueblo, pero nos podemos encontrarnos donde Joe para la cena ¿te parece?, porque no sé si me van a pedir quedarme en la tienda para una especie de prueba o algo así.
– Si, me parece bien – después de mi respuesta reino un silencio entre nosotros mientras caminábamos hasta que volví a hablar – ¿Dónde te estas quedando ahora? Lo digo por si quieres que te acompañe o si quieres quedarte en casa, creo que a la tía May no le incomodaría – estoy sorprendido de mí mismo. He hablado más con Hera en esta media hora que en todos estos años que han pasado. Y ¿acaso le dije que se podía quedar en casa? Si, creo que eso es mucho.
– Oh, no tranquilo. Me estoy quedando en la casa en la que solía vivir – dijo con voz tranquila.
– Es decir, la casa al lado de la mía.
– Exacto.
– Genial – respondí sin que se notara mi pequeña emoción – y… ¿tus padres también vinieron o solo tu? – pregunté con curiosidad. No he visto a Cameron y Lilia Becker desde la mañana antes de que sucediera el accidente.
– No, en realidad, ellos ahora están en California disfrutando de la vida – dijo de forma irónica –. En realidad, están supervisando un nuevo proyecto de la empresa familiar, esas son las vacaciones de ellos. Les he dicho que deben descansar, pero son unos tercos que son felices estando sumidos en su trabajo.
– Ah bueno, entonces vivirás sola, supongo.
– Si y es algo que me emociona – dijo con ojos ensoñadores –. Hasta hace poco iba a la Universidad de California y como mis padres querían tenerme en casa decidí no quedarme en las residencias estudiantiles como había pensado desde un inicio.
Mientras ella seguía hablando, me sumí en mis pensamientos tratando de buscar una razón por la cual volver a The High Valley. No tenía nada que envidiarle a California. Tenía mucha curiosidad por eso y no quería parecer un preguntón fastidioso como los que encontraba en el bar del que me habían despedido hace unas horas.
Sin embargo, como metiche que soy le pregunte: – ¿Por qué volver a The High Valley?, es decir, por lo que escucho tu vida en California era maravillosa y nada parecida a lo que puede llegar a ser aquí.
Se quedó callada unos minutos decidiendo que responder, hasta que dijo:
– Simplemente quería salir de toda la superficialidad y toxicidad que se vive allá. Era tiempo para reconectar conmigo misma y evolucionar al algo mejor, y tal fue mi determinación con esa decisión la que me llevó a dejar todo sin mirar atrás – dijo con un semblante serio en su mirada.
– No sé cómo son las cosas allá, pero si fueron tan malas como para volver al pueblo, no tengo ni idea que decir.
– Si, bueno, tampoco te pierdes de mucho. Solo es un lugar con personas que están más interesados en saber cuántos números tiene tu cuenta bancaria y con que marca te vistes, en vez de saber quién eres en realidad – dijo decepcionada.
– Eso es decepcionante. Las personas cada vez más se están preocupando por cosas que no son vitales en nuestras vidas, en vez de darle importancia a aquellas cosas que lo son – termino de decir antes de detenerme en la entrada de su casa.
– Muy sabias tus palabras.
– Es lo que piensas cuando lo que era tu pilar y lo más importante para tu vida ya no está – dije viéndola.
Tras decir eso, el ambiente entre nosotros se sumió en un silencio.
– Bueno… creo que hasta aquí llego nuestro pequeño paseo nocturno – dijo después de un rato de mirarnos fijamente, acompañando sus palabras con una hermosa sonrisa para aplacar la tensión que se había armado entre nosotros. En serio, era hermosa. Espera, ¿Qué digo? Es hermosa.
– Si – en mi voz creo que se llegó a notar mi tono de tristeza. No quería dejar de estar con ella, me hacía sentir bien –. Entonces, ¿nos vemos mañana para cenar?
– Querrás decir que nos vemos en unas horas para cenar – me corrigió – son pasadas las 12 de la madrugada, pero si nos vemos para cenar en donde Joe.
– Genial – dije un poco emocionado. Aunque tal vez fue muy notoria mi emoción porque rio ante mi reacción. No sé qué está haciendo conmigo, nos volvimos a encontrar hace nada y ya ni me reconozco.
Antes de volverse a la puerta de entrada de su casa se acercó a mí y me abrazó. Un abrazo en el que pude percibir cariño. Un cariño distinto al que me daba mi tía. Un cariño distinto al que sentía cuando mis padres me abrazaban. Era un cariño que no podía explicar.
Después de un rato se separó y se giró para abrir la puerta. Antes de entrar me dijo: – Te extrañé Locke y si pensaste que no me ibas a ver nunca más te equivocaste, porque no solo vine para quedarme, sino también vine para hacer cambios y entre ellos estas tú – tras decir eso se adentró en su casa. Me pareció extraño lo que dijo, pero lo deje pasar.
Me encamine hacia mi casa pensando en lo distinta que fue esta noche, en comparación a como la había imaginado. Tal vez el mundo se estaba girando en mi sentido y me estaba dando la luz que necesitaba.
– ¿Puede ser? – susurre para mí mismo mirando el cielo.
Si era el universo dándome lo que hace tanto tiempo esperaba, no lo iba a desaprovechar. Porque aquella luz que me había dado claridad años atrás había vuelto y creo que ella puede ser capaz de ayudarme a salir de este vacío en el que estoy hundido.