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Capítulo 2

Después de unos segundos me di cuenta que no me faltaba el aire por la caída, sino que estaba teniendo una especie de ataque de pánico. ¿En serio iba a hacer lo que iba a hacer? Si, eso era lo que iba a hacer si esa estúpida chica no lo hubiera impedido.

Ella trataba de ayudarme diciendo unas idioteces que no entendía para que pudiera recobrar el ritmo normal de mi respiración y así tranquilizarme. Creo que mis bajones estaban llegando muy lejos. ¿Era en realidad como quería que terminara todo?

Una vez me calmé, la detalle bien y me pareció la chica más hermosa que vi jamás aparte de mi madre y Hera – la hija de los mejores amigos de mis padres y mi amor de la infancia –. Con sus rasgos ligeramente asiáticos, sus atrapantes ojos marrones, su piel ligeramente tostada y su cabello castaño que le llegaba más arriba de los hombros.

Salí del trance en el que entre y me levanté abruptamente seguido de la chica.

– ¿Se puede saber qué carajos estabas intentando hacer? – dijo la chica con una dulce voz, pero se notaba un tono de miedo y preocupación.

¿Qué le importaba a ella qué era lo que intentaba hacer?

– Creo que no es tu maldito problema – le respondí despectivamente rodeándola, continuando mi camino inicial.

– Tal vez no sea mi problema, pero te acabo de dar otra oportunidad para que pienses bien lo que estabas por hacer – dijo cuando le di la espalda, usando una voz más dura en comparación a la que usó anteriormente.

Me giré y la miré fijamente mientras pensaba en lo que me acababa de decir. Tal vez si estaba pensando precipitadamente. Antes mis bajones me habían llevado a hacer cosas malas, como gritarles a las personas sin ninguna razón y después golpearlas, pero no algo tan extremo como esto. No son ataques de ira como capaz muchos piensen, es la manera en la que se manifiesta mi depresión. Según la Sra. Collins es normal que las personas expresen sus bajones depresivos de distintas maneras y la mía a veces es un tanto violenta.

Mierda, ¿Qué carajos iba a hacer?

Saliendo de mis pensamientos me doy cuenta que la chica fastidiosa sigue frente a mí, mirándome fijamente. Cansado de su mirada, me volví a voltear y seguí mi camino a casa.

Mientras caminaba, sentí a alguien siguiéndome y pude deducir quién era. Me detuve y me giré para quedar frente a ella.

– ¿Por qué me estás siguiendo? – dije con un tono molesto. Esta chica me está metiendo mucho el dedo en la llaga.

– Mira niño no te estoy siguiendo, solo estoy siguiendo el camino hacia mi casa, acabo de regresar al pueblo – dijo con tal tono de voz que se le podía notar la frustración de la situación. Ante esto me reí. –¿Qué es lo que te causa tanta risa? – ya se podía notar su molestia por el lindo color carmesí que se estaba haciendo notar en la piel ligeramente tostada de sus mejillas.

– ¿Quién volvería o se mudaría al pueblo más patético y desolado del país? – dije con burla.

– Creo que voy a responderte de la misma forma que tú me respondiste antes cuando te pregunte la razón por la que ibas a saltar del puente: creo que no es tu maldito problema – dijo imitando mi voz.

Eso me hizo soltar una sonora risa. Pero por su cara supongo que era una risa que asustaba. Tenía tiempo que no me reía, capaz me estaba riendo de una manera que no es normal.

Ella me miraba con cara de confusión, seguramente siguiendo sin entender que me causaba tanta risa. Pero en este momento más confundido estaba yo, ¿cómo es que esta simple chica me hizo reír con un juego de palabras tan simple?

– Lo siento – dije – sé que te puede parecer raro la razón por la que me estoy riendo, pero no entiendo porque estoy reaccionando así a algo tan simple.

– A veces cuando necesitamos un alivio de nuestros demonios y tormentos, nuestra mente, ante la cosa más insignificante, busca generarnos o provocar en nosotros alguna alegría que nos dé luz – dijo viéndome de una manera tan sutil que me dejó embelesado. Mierda, realmente era hermosa.

Y tiene buenas frases – dijo mi subconsciente.

– Sí, capaz sea por eso.

– Ah, casi se me olvida, soy Hera Becker – dijo extendiendo su mano –. Disculpa mi falta de educación, hay veces que hablo y hablo con los demás como si los conociera de toda la vida – soltó una pequeña risa.

Cuando dijo su nombre entre en un estado de trance sin saber qué decir. Después de mucho tiempo me sentí feliz de hablar con alguien y más si era ella. La chica de la que siempre estuve enamorado. La única chica que hacía tiempo deje entrar en mi corazón que alguna vez sintió algo más que dolor.

– Te extrañé Hera – fue lo que dije. Ella se mostró sorprendida ante mis palabras.

– Disculpa, pero ¿Me conoces?

– Ah, ¿no te acuerdas de mí? Soy el “conquistador molesto” – dije con gracia el apodo que ella me había puesto años atrás –, y el conquistador molesto te extrañó – terminé de decir dándole un abrazo, un abrazo que se sintió como casa.

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