La volveré a tener
Bruno
Mientras me acomodaba en el sillón frente a Emir, no podía dejar de pensar en ella. Alicia Rivas, la castaña de actitud tan cortante como sus curvas eran de infarto. Sus ojos, una mezcla intrigante de café y gris, me atrapaban más de lo que quería admitir. La había visto en fotos de eventos sociales, pero no me reconoció cuando nos encontramos esta vez. Claro, la última vez que la vi era solo una niña. Ahora era... otra cosa.
—¿Qué tal el viaje, Bruno? —preguntó Emir con su típica sonrisa confiada, interrumpiendo mis pensamientos.
—Bien, llegué anoche pero no quise molestar, preferí quedarme en el hotel —respondí, ocultando mi verdadera razón para no haberlo visitado antes: quería procesar el hecho de que la hija de mi futuro socio era la misma mujer con la que me había acostado días atrás.
Emir soltó una carcajada. —Tú jamás molestas. Haremos grandes negocios juntos, Bruno. Y si lo prefieres, puedes hospedarte en mi casa. No tienes que quedarte en un hotel.
La idea me tentaba. Estar tan cerca de Alicia era una oportunidad que no podía dejar pasar. Aunque, maldita sea, me sentía como un pervertido por siquiera pensarlo. Pero no podía negar que la situación tenía su atractivo. Alicia no era más que una niña a los ojos de su padre, pero yo ya sabía que
—Siempre te he recordado con mucho cariño. Mi padre y tú eran grandes amigos, Emir —dije, tratando de mantener un tono nostálgico.
—Así es —asintió Emir, su expresión volviéndose más seria—. Es una pena su muerte. Él y yo compartimos muchos momentos importantes en los negocios y en la vida. Su ausencia se siente mucho.
—Sí, lo sé —respondí, sintiendo una punzada de tristeza. Aunque no conocía a Emir tan de cerca, sabía cuánto había significado su padre para él—. Me alegra que podamos continuar con su legado y hacer negocios juntos.
—De eso se trata —dijo Emir con una sonrisa reconfortante—. Mi padre siempre creyó en la importancia de las alianzas fuertes. Me alegra que podamos honrar esa creencia.
—Estoy seguro de que lograremos grandes cosas —dije, tratando de desviar mi mente de Alicia y enfocarme en el negocio—. ¿Qué hay de la propuesta que querías discutir?
Emir se inclinó hacia adelante, sacando unos documentos de su escritorio.
—Aquí está —dijo, extendiéndome los papeles—. Vamos a revisarlos juntos. Quiero asegurarme de que estemos alineados en todos los detalles antes de dar el siguiente paso.
Mientras revisábamos los documentos, no podía evitar que mi mente vagara de nuevo hacia Alicia. Aunque intentaba concentrarme en el trabajo, las imágenes de sus ojos y su figura seguían apareciendo en mi mente.
Mientras revisaba los documentos, un pensamiento inesperado cruzó por mi mente. La castaña malhumorada, la que me había dejado con una impresión tan fuerte, me recordaba mucho a la mujer con la que me había acostado la noche anterior. Era hermosa y pura, y de repente, un recuerdo claro apareció en mi mente: me había caído de borracho esa noche, pero ahora recordaba con claridad que era la misma mujer. La hija de mi futuro socio era a la que le había robado la virginidad hace días.
Era increíble lo pequeño que podía ser el mundo. Ahora viviría en la misma casa que esa mocosa tan deliciosa. Si tenía la oportunidad, no dudaba en volver a probarla antes de su boda. La idea de estar cerca de ella, de volver a sentir esa chispa que había experimentado, me resultaba demasiado tentadora.
Me obligué a centrarme en los documentos frente a mí, pero la intriga y el deseo seguían zumbando en mi mente. Sabía que tenía que mantener las apariencias y centrarme en el negocio, pero también sabía que, si se presentaba la oportunidad, no dejaría pasar la ocasión de acercarme a Alicia de nuevo.