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Capítulo 4. Aitana o Delfina

POR GASTÓN

Mi mente no se puede alejar de Delfina.

Recuerdo la primera vez que estuve a punto de besarla, le iba pedir que fuera mi novia, hacía rato que me gustaba.

Yo tendría unos 16 años y ella, en ese momento, debía tener 14.

Éramos chicos.

Estábamos sentados, desde hacía un par de horas, en el banco de una pequeña plazoleta que hay en un cruce de dos avenidas, allí se forma como un triángulo, se juntan algunas calles, pero esa plazoleta está a un costado y queda bastante resguardada del tráfico.

El otro día, cuando pasé, estaba con rejas de protección, años atrás no las tenía.

Ese día, en un principio éramos un grupo de 8 o 10 personas entre chicas y muchachos, que se fueron yendo todos y nosotros nos quedamos hasta el final.

Solo estaba en otro banco, Olivia, la mejor amiga de Delfina, estaba charlando con Thiago, uno de mis amigos, nos estaban esperando, dándonos un poco de privacidad.

Me había acercado bastante a ella, moría por besarla.

—Hola.

Nos saludan Yanina y Lore, dos chicas del barrio, que son inclusive un poco más grandes que yo, de edad, no de altura, yo soy bastante alto, ya pase por varios centímetros el metro ochenta.

Las chicas, sin preguntar, se sientan al lado nuestro, por lo que también se nos unen Olivia y Thiago, que está loco, detrás de Lorena.

Hablan entre ellos y Thiago nos avisa que se va con Lorena.

A lo mejor concretan hoy.

—Estoy sola en mi casa, si querés venir conmigo, nos podemos divertir un rato.

La invitación es para sexo.

Eso lo entendí yo y también las chicas.

Miré a Delfina, por más que fueramos novios, no ibamos a tener sexo, era chica, y yo después de besarla, terminaría haciendome unas cuantas pajas, como se dice vulgarmente.

—Nos vemos chicas.

Les dije a Delfina y a Olivia.

A esa edad, no son muchas las posibilidades de tener sexo a cada rato, salvo que tengas una novia y que acceda, estoy seguro que Delfina no accedería tan facilmente.

La pasé bien con Yanina, ella sabía bastante sobre el tema.

Sin embargo, quedó cierta molestia dentro mío.

Si no hubiera aparecido Yanina, ya seríamos novios con Delfina, porque ella me hubiera dicho que sí.

Con Yanina nos vimos algunas veces, no era mi novia, solo alguién ocacional con quien tenía sexo.

A Delfi no la vi por un tiempito, estábamos en época de clases y ella no estaba mucho en la calle.

Dejé pasar una oportunidad de estar con ella, cualquier adolescente, en mi situación, hubiera elegido a la chica que se le regala en bandeja.

Los recuerdos siguen y me llevan al día en que la madre de mi hija conoció a Delfi.

—¡Te estoy hablando!

Me grita Aitana, haciéndome volver a la realidad.

—Perdón, amor, estaba distraído.

—¿Fue tu novia?

—¿Quién?

Por supuesto que se refería a Delfi.

—La chica que nos encontramos en la confitería.

—¿Delfi? No, nada que ver.

—Te la comías con los ojos.

Debe pensar que es competencia directa, Aitana siempre fue competitiva y no soporta que haya otra mujer bella.

—Estás equivocada, la conozco desde siempre.

—Es muy linda.

Sí, lo era, era preciosa, pero por experiencia, sabía que no se lo puedo reconocer tan abiertamente a Aitana.

—No sé, como la conozco desde que éramos chicos, nunca me puse a pensar si era linda.

Traté de parecer lo más indiferente posible.

Aunque solo de pensar en Delfina, la sangre hierve en mi interior.

—Parece muy simpática.

Lo dice más tranquila.

—Sí, Delfi es…muy simpática, es la dueña de la confitería.

—Pero es muy joven.

—Cierto, pero le fue bien con el emprendimiento, lo hizo ella sola.

—Parece que la admiras.

Mucho, es cierto, sin embargo…

—No, solo me alegro que a gente que conozco le vaya bien.

Cambié de tema.

Realmente tenía miedo que se me escape alguno de mis pensamientos.

Es que en cuanto pienso en Delfina, siento algo que nunca termino de entender.

Me invade por dentro un fuego intenso.

Y las pocas veces que estuvimos cerca, estando solos, terminé con una erección que no pude controlar.

Mejor ya no pienso en ella.

Llegamos a la casa de mis padres y Aitana me dijo que se iba a recostar un rato, que estaba cansada.

Es mentira, lo hace para tratar lo menos posible a mis padres.

Pero me vino bien, tenía unas ganas terrible de tener sexo.

Aunque con cuidado, por su avanzado embarazo, lo hicimos dos veces, era como si no pudiera aplacar mi excitación.

Aitana es una mujer muy bella, siempre me excitó mucho, aunque lo que estaba sintiendo, pasaba por algo más del deseo que me provocaba mi mujer.

Me estaba durmiendo, ya era tarde, Aitana estaba viendo una película en Netflix.

La película me resultaba tediosa, por lo que giré y me acomodé para dormir.

En lugar de dormir, me asaltan los recuerdos.

Todos tenían que ver con Delfina.

La primera vez que le presté atención yo era chico, tenía 15 años y ella tenía 13.

No estaba tan desarrollada como ahora, era muy flaquita.

Nos cruzamos en un colectivo, Delfina estaba con su mamá, que me saludó porque me conocía perfectamente.

El colectivo venía lleno, pero ellas dos estaban sentadas en el último asiento para dos personas. Yo estaba parado, porque cuando subí ya no había asientos libres.

Quedé parado frente a Delfina y su madre.

No podía dejar de mirarla.

Nuestras miradas se encontraron infinidad de veces.

Ella estaba ruborizada hasta las orejas.

Cuando ya era obvio que me la estaba comiendo con los ojos, comencé a mirarla a través del reflejo del vidrio de la ventanilla del colectivo.

Nuestras miradas se volvieron a encontrar a través del reflejo, yo sonreí sin poder evitarlo y ella me devolvió la sonrisa.

Mirarla era ver un paisaje.

Generaba en mí una atracción sin igual y lo sigue generando.

Estoy aturdido, porque hacía un par de años que yo me había ido a vivir a Perú y ya no la recordaba, salvo alguna que otra vez, pero al estar lejos, no generaba esa atracción fatal en mí.

Aparte me había enamorado de Aitana.

Ella es mi mujer, no creo que le guste mucho decir que es mi mujer, ella siempre me presenta como su novio.

Ahora no sé cómo va a seguir diciendo que soy su novio, porque soy el padre de su hija.

Soy más que un novio.

Las tuve a las dos frente a frente, las comparé y no puedo decir que alguna de las dos es más bella que la otra.

Me atraen ambas, me enloquecen ambas.

Solo que una es la madre de mi hija, mi mujer, aunque a ella no le termine de convencer que la llame así, y la otra es…Delfi.

Con decir Delfina ya está todo dicho, es como una obsesión.

Recuerdo que cuando llegué a mi casa, el día que viajé con ella y con su madre, fue la primera vez que me masturbé pensando en ella.

Me generó algo muy potente.

Tal vez por eso recuerdo ese viaje con tantos detalles.

Delfina ejerce un poder sobre mí que no puedo controlar.

Aunque cuando pude besar sus labios, opté por irme con otra chica.

Pasó, como un flash por mi cabeza, la carita que tenía en el momento que yo decidí irme con Yanina.

La dejé triste y posiblemente llorando, no lo sé, delante mío no lloró.

Me niego a seguir pensando en ella.

Giro para el lado de mi mujer y trato de dormir con mi mano en la panza de Aitana, para poder sentir a mi hija.

Por fin me vence el sueño.

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