Capítulo 5. Cuando Aitana me dejó
POR GASTÓN
Sigo recordando ese momento…
Estábamos volviendo a Perú.
Miré dormir a Aitana, no sé si estaba muy cómoda, son unas cuantas horas arriba del avión.
Es hermosa mi mujer.
Estoy feliz cuando le observo la panza.
Me encanta la idea de ser padre.
Cerré mis ojos, pero fue otra cara y otro cuerpo el que se me apareció.
Me sobresalto.
Ya me voy a olvidar de Delfina, en cuanto pasen unos días y saber que no la voy a ver, se me tiene que pasar lo que ella me hace sentir.
¿Sentirá lo mismo que siento yo?
¿Sabrá lo que yo siento?
Lo que ella me hace sentir.
Estoy esperando y los recuerdos vuelven a mi mente y se mezclan llevándome a distintos momentos de mi vida.
Recuerdo una noche que yo estaba besando a una chica en la esquina de la casa de Delfina, es que esa esquina, en el barrio, se la conoce como la esquina de los enamorados.
En diagonal, hay una pequeña fábrica y al frente, por un lado hay un taller mecánico y por el otro lado un comercio que cierra bastante temprano, a eso se le suma el poco movimiento de gente en esa zona, y también la poca luminosidad, es bastante oscura esa esquina.
Muchos, cuando somos adolescentes, terminamos allí con nuestras conquistas.
No vamos a tener relaciones en plena calle, aunque más de uno lo ha hecho, pero sí podemos besarnos sin control.
Estaba como loco besando a una chica, que ni recuerdo quien era, cuando escuché dos voces conocidas, no hice a tiempo de alejarme demasiado de mi conquista, cuando Delfina y su amiga Olivia, doblaron la esquina, lo primero que Delfi miró fue mi mano que seguía agarrando la teta de la chica.
Luego me miró a los ojos, no hizo ningún comentario, tampoco me saludó.
Yo, después de verla, hasta perdí el interés en esa chica y lo recuerdo bien, me quedó un sabor amargo en la boca.
En ese momento yo tenía 17 años y ella 15.
Parecía que no salí con ella porque siempre encontraba a otras que me brindaban sexo en las primeras citas.
Miro a mi mujer que sigue durmiendo al lado mio.
Por fin llegamos a Perú,
Recuerdo que en los últimos meses de embarazo, Aitana estaba realmente insoportable, pero yo la quería y me encantaba cuidar de ella.
Por fin llegó el momento del parto, pidió que le dieran la epidural, es una anestesia para no sentir dolor, en realidad, ella tenía una cesárea programada, pero Camila se adelantó unas semanas.
Tuvimos, en ese momento, una discusión muy fuerte porque ella no quería amamantar.
La pude convencer, aunque cada vez que la amamantaba era un suplicio escucharla rezongar.
Yo le cambiaba el pañal a mi hija, más veces que su madre, pero bueno, la niña es de los dos y las tareas hay que compartirlas.
Cerca de los tres meses de Camila, Aitana apareció con la noticia que iba a posar de nuevo para playboy, su pecho estaba inmenso por la leche que se le acumulaba.
No me gustó la idea, pero no pude evitar que ella hiciera lo que le viniera en gana, aunque después de todo, la conocí mientras trabaja de modelo.
Lo acepto o lo dejo y como realmente la amaba, lo acepté.
Luego de esas fotos, que también me quise morir cuando las ví, dejó de amamantarla, con la excusa que ya había vuelto a trabajar y que en los eventos en donde tenía que asistir, le pagaban muy bien, muchas veces, los vestidos que lucía no se podían usar con corpiño y chorreaba leche materna.
Camila ya tenía 5 meses.
Tomó leche de fórmula y comenzó con sus primeras papillas, si estaba yo en casa, era quién la alimentaba, si estaba sola, Aitana, contrataba a una niñera.
Realmente era bastante difícil, más allá de todo lo que sentía por ella, la convivencia con mi mujer.
Comenzó a trabajar más que antes.
Por las noches nos quedamos mi hija y yo y ella se iba a trabajar, siempre conseguía eventos para hacer por la noche.
Cuando estaba en casa, hacíamos el amor, pero ya no era con la misma intensidad que en un principio.
Cierto día, me dijo que la contrataron para hacer una campaña de ropa interior y que tendría que viajar a Estados Unidos, que solo era por 15 días.
Me quede con Camila, ella tenía que trabajar y no la podía cuidar, a los 15 días, me dijo que se extendía un poco más los días del trabajo.
Terminaron siendo casi dos meses los que ella se ausentó.
Yo no había dejado de trabajar y realmente ganaba mucho dinero.
Mis autos se duplicaban y eso me generaba mucho más dinero.
Aunque para Aitana seguía siendo poco, todo era poco para ella.
Cuando volvió, la noté más fría que de costumbre, no solo conmigo, sino con nuestra pequeña hija.
Ella se manejaba como si no tuviera pareja o una hija a la que atender.
Nuestra pareja ya casi no existía.
A veces me juraba que me amaba.
—A pesar de todo, te amo.
No sé qué era ese a pesar de todo, que me dijo.
Una de las pocas noches que se quedó en casa, hicimos el amor, como nunca, o como antes, con intensidad y varias veces.
Cuando se despertó me comunicó que se iba a vivir a Estados Unidos, ya tenía el pasaporte, una visa de trabajo, porque la habían contratado para no sé qué marca y que iba a ser más fácil si nos separabamos.
Recuerdo el dolor que sentí.
¿Lo de la noche anterior fue una despedida?
Cuando se lo pregunté, me dijo que sí.
—¿Y Camila?
—Está acostumbrada a estar con vos, aparte allá, yo no la voy a poder cuidar.
En ese momento mis lágrimas caían a raudales.
—¿Por qué?
Era un porque a todo, porqué me dejaba, porqué abandonaba a nuestra hija, porqué no le alcanzaba con lo que yo le brindaba, porqué era así…
—Lo lamento, de verdad te amo, pero mi carrera está primero.
—¿Es definitiva nuestra separación?
Pregunté yo, esperando que ella recapacitara.
—Sí…perdón.
Se me vino el mundo abajo, dejé mil cosas de lado por ella, le perdoné muchas más, me quedé a vivir, sin quejarme, en un país que no era el mío, con otras costumbres, solo por ella.
Estaba desolado y lo que más me dolía era la indiferencia que demostraba hacía nuestra hija.
Le pregunté que quería que hiciera para que se quedara.
Me respondió que nada.
El viaje estaba programado para dos días después, lo hacía con un productor.
—¿Te acostaste con él?
—¿Eso tiene alguna importancia?
—Te desconozco.
—Es una lástima que no seas un hombre rico, que no me puedas dar la vida que me merezco, con eso serías perfecto.
—¿Siempre fuiste una maldita, o solo ahora?
—No lo soy, solo que mi carrera está primero y por mi belleza me merezco vivir como una reina.
—Yo trabajo, estoy bien económicamente ¿Qué te faltó?
—Casas, yates, joyas…
—Lamento en el alma que seas así ...firmame la patria potestad de Camila, no creo quedarme mucho tiempo más acá, yo también renuncié a mucho por vos.
—Lo sé y me lo merezco.
—Estás muy equivocada, ojala no sea tarde cuando decidas volver.
—Gastón, de verdad necesito otra vida…aunque te ame.
—¿Y a nuestra hija?¿A ella la amás?
—Claro.
Me extiende unos papeles, era un documento donde decía que renunciaba en forma permanente a la tenencia de Cami y a ser su madre.
Mi dolor se transformó en indignación, en odio y en desprecio.
Finalmente, dejándome con un vacío absoluto, ella desapareció de nuestras vidas.
Esa noche dormí abrazado a mi bebé y cuando cerré los ojos solo me tranquilicé cuando vino la imagen de Delfina a mi memoria, la recordé con su hermosa sonrisa.
Finalmente me dormí.
Pasaron los días, las semanas y los meses.
Decidí, por fin, volver a mi país.
Camila ya tenía un año y medio y de su madre no supe nada más.
Pude entrar al país la mayoría de los autos, aunque por los impuestos, que son bastante altos, perdí en el camino el valor de dos autos.