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El destino de un amor

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Miri Baustian
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Sinopsis

Desde siempre, Gastón y yo tuvimos una atracción casi fatal, el problema era que él también sentía esa atracción por cada una de las mujeres que tenía a sus pies y parecía que todas caían ante él. Eso sucedía desde hacía más de 13 años. Nos conocimos casi siendo niños. Muchas veces era el destino el que nos enfrentaba cuando alguno de los dos estaba en pareja, hasta que por obra de ese mismo destino, su pequeña hija nos unió…y Gastón se encargó nuevamente de que la distancia existiera entre los dos.

MujeriegoArroganteCelosoSegunda Chance SeductorTraicónAmor-Odio

Capítulo 1. Lo vi pasar

POR DELFINA

Estoy entrando en la casa de té.

Es de mi propiedad, sí, soy la orgullosa dueña, la abrí hace 6 años, y en ese entonces era una simple confitería, donde se vendía confituras, es decir, masas secas, masas finas y por supuesto, facturas, en realidad son minis facturas y las vendo por peso, no por docena, si fueran más grandes las vendería por docena.

También vendíamos sandwiches de miga, que se elaboraban en el momento.

Luego le agregué una de esas máquinas expendedoras de café, té, capuchino, etc, de esas que son autoservicio.

Más tarde puse algunas mesas, porque por suerte tenía muchos clientes y tenían que esperar por su pedido.

Luego alguien me pidió si le podría servir café expreso y a los pocos meses suplanté la máquina autoservicio, por servicio en las mesas.

Menos mal que no me deshice de esa máquina autoservicio, porque en este momento también me sirve, la coloqué apenas se entra a la casa de té o confitería, muchos le dicen confitería.

Me fui expandiendo de a poco.

Recuerdo que estaba dando uno de los primeros finales en la facultad, me estaba yendo bien, cuando salí de la facultad, decidí darle una sorpresa a mi novio, para avisarle que me fue bien en el examen, yo estaba feliz, él ya había terminado de cursar a esa hora y se suponía que estaría reunido con nuestros amigos en el bar de la otra cuadra de la facultad.

Se me ocurrió comprarme una cajita de goma de mascar y me desvié media cuadra, hasta el kiosco que vendía la marca que me gustaba.

Veo a lo lejos a una pareja que se está besando, se estaban matando con los besos, él estaba apoyado en el paredón que tenía una especie de asiento, que sobresalía, más o meno 15 centímetros de la pared, siempre pensé que cuando quisieron hacer esa especie de decoración, nunca pensaron que muchas de las parejas que salían de la facultad se detenían allí y lo usaban casi como un asiento, no era muy cómodo, es verdad, pero servía para apoyarse y no estar parados, con mi novio muchas veces lo usamos.

Me estoy acercando, el kiosco está apenas pasando la casa con la rebuscada pared que invita a sentarse.

No miro a la pareja, pero sí veo las zapatillas del muchacho que se estaba besando con la chica, las veo conocidas.

Mi corazón late rápido, tranquila, me digo, aunque es un modelo importado, en una facultad donde asisten 50.000 personas, debe haber muchos chicos con las mismas zapatillas, por más exclusivo que sea el modelo.

Cuando miré a la pareja, me quise morir.

Me quedé quieta, con una mano en mi corazón.

Era mi novio el que se estaba matando a los besos y lo hacía con una chica de nuestro grupo, no éramos allegadas, es verdad, pero me conocía y sabía que él tenía novia.

No parecía importarle mucho.

—¡Delfina!

Grita de repente Nicolás.

Se separó bruscamente de la chica, ella giró y me miró con una sonrisa triunfante.

Yo me di la vuelta y los ignoré a los dos, llegando a la esquina, unos 60 metros después de donde los había visto, Nicolás me agarró del brazo.

—Delfi, perdoname.

¿De verdad piensa que va a arreglar todo con un perdoname?

Mis lágrimas caían, no las podía contener.

—Delfi, por favor, perdoname, ella no significa nada…

No era lo que vi unos minutos atrás.

No fuí al bar donde solíamos reunirnos, sin hablarle, fuí a tomar el colectivo, quería llegar a mi casa.

Nicolás estaba con su moto, sin embargo, se subió conmigo al colectivo.

Yo seguía llorando.

Cada vez que me tomaba del brazo, yo, con bronca, le corría su mano.

—Perdoname Delfi, por favor, te amo.

—Dejame tranquila.

Estaba apenas a unos minutos de viaje, por lo que me bajé enseguida.

Antes que yo, estaba tocando el timbre del colectivo, Gastón, él estaba acompañado por una chica.

—Hola Delfina.

Me saludó, lo conocía desde siempre, era un vecino.

—A vos también te saluda otro.

—¡Vos no la estabas saludando, le estabas comiendo la boca!

Le grité con odio.

Gastón estaba caminando unos metros adelante, abrazado con esa chica que estaba con él.

Debe haber escuchado lo que le grité a Nico.

—Te pedí perdón.

—Pensé que me querías, que éramos felices, que me eras fiel.

—Ella me buscó.

—Sos un idiota ¿Tenés idea la cantidad de propocisiones que yo tengo por día? Y sin embargo vivo por vos.

Arranqué a cruzar la calle, no miré, estaba enfurecida, triste y con ganas de morirme.

—¿Sos loca?

Me pregunta, tirándome para atrás.

Realmente no vi venir a esa camioneta.

La camioneta siguió su camino sin imaginarse que por un milisegundo casi acaba con mi vida.

—No me fijé y tampoco creo que a vos te importe.

Caminé hasta mi casa, el colectivo me dejaba a tres cuadras.

Él me acompañó en silencio, entré a mi casa sin mirarlo, sin saludarlo.

No podía más, se había terminado mi cuento de hadas.

Tenía el novio más lindo de la facultad y estaba enamorada de él.

Lloré toda la noche, preguntándome porque había hecho eso, porque me había engañado.

A la chica la odio.

Pero a él, lo odio más.

Al día siguiente tenía otro final, no me presenté, no podía, en casa solo les dije que me peleé con Nico.

Mi madre no entendía por qué.

Yo no di demasiadas explicaciones.

Hacía un año que salíamos, eso era bastante tiempo.

Nico era amigo de unos amigos míos y congeniamos enseguida.

Lo vi y me enamoré de él.

Jamás esperé esa traición, aparte estaba con ella a media cuadra de la facultad, no le importó nada.

Me sentí humillada.

Nunca más le contesté una llamada.

Me costaba horrores concentrarme en la facultad.

Dejé de cursar una de las materias, solo porque él salía a esa hora y siempre nos encontrábamos en el pasillo del lado sur de la facultad, yo estudiaba nutrición, era una licenciatura.

Nicolás estudiaba abogacía, era buen alumno. Yo también lo era.

Me acordé de Nicolás, porque por la vereda de enfrente de mi local, pasó Gastón, el chico que estaba ese día en el colectivo, ese día él estaba con su novia.

Unos meses antes de que me peleara con Nicolás, me había cruzado en la calle con Gastón, era un sábado a la noche, no era muy tarde, por lo que iba a tomar el colectivo hasta la zona de los bares y las discotecas, me iba a encontrar con mi novio.

—Hola Delfi.

Me freno para saludar a Gastón.

Me da un beso en la mejilla.

—Hola ¿Cómo te va?

—Ahora que te veo, muy bien…estás preciosa.

—Gracias…

—¿Tenés algo que hacer hoy?

Recuerdo que lo miré pensando que no podía ser, que cada vez que nos encontrábamos, sentíamos cierta atracción, pero nunca el destino nos encontró estando los dos sin pareja.

Por otro lado, yo amaba a mi novio, más que eso, lo adoraba.

Sin embargo, Gastón, le decía algo a mis sentidos.

—Tengo novio…

—¡Qué lástima!...Aunque…lo podés dejar, podemos irnos por ahí.

Lo miré, era realmente un chico que siempre me había gustado, pero yo era una mujer fiel, aunque la invitación de Gastón era tentadora, yo no me tenté.

Respiré hondo, antes de contestarle.

—Estoy enamorada de mi novio.

—Qué pena, me gustaría que estés enamorada de mí.

—Gastón…no…

Se inclinó hacia adelante, yo me alejé y para poner distancia, le apoyé una mano en su pecho.

Sentí una sacudida por dentro, que no entendí, amaba a mi novio.

Él, que se estaba acercando para besarme, debe haber sentido lo mismo, porque se quedó quieto, hasta me pareció que se sobresaltó.

Seguí mi camino, estaba bastante turbada.

Sentía que le había sido infiel a mi novio.

No me dio ni un beso, pero ese sacudón interno, ese calor que me sorprendió, me hizo sentir mal conmigo misma.

Esa sensación me duró hasta un rato después de estar con Nico, cuando lo miré con amor y él me besó como siempre, haciéndome perder la razón en sus brazos, con sus caricias.

Aunque después de haberlo dejado y recorriendo en mi mente, sus besos y sus caricias, me di cuenta que muchas veces me besaba delante de sus amigos como queriendo lucirse.

No sé si había tanto amor en su corazón como él me juraba.