Capítulo 126
—Dice que no le gustan las injusticias… bueno, pues yo hablé de manera personal con el Gama, antes de que muriera… me dijo que fue un juego entre dos, un tercero dio las cartas, de una baraja nueva… no hubo trampas, fue muy derecho, Cristóbal, perdió, no lo aceptó… así que sacó su pistola y disparó a la mala sobre mi amigo, sólo que este no cayó, como su hermano lo esperaba, así que luchó con él, le quito la pistola y lo mató...
Los matones que lo acompañaban lo corretearon disparándole a sus espaldas, por una o por otra razón, ya no le dieron, así que, si no le gustan las injusticias, como dice, por justicia el dinero le pertenece a su viuda y al hijo que ella espera, no hay de otra —explico con claridad el pachuco llevado por sus sentimientos y emociones.
—¡No mientas, desgraciado…! —dijo el Güero, al tiempo que le daba un fuerte descontón en el rostro, a traición y por el lado derecho, la cabeza de Alexis se movió hacía un lado con dolor.
—Di la verdad y te prometo que te voy a matar rápido… —dijo el Prieto y también lo golpeo a traición, ahora por el lado izquierdo, como si fuera una seña, los dos matones le dieron una andanada de golpes en el cuerpo y en la cara sin que Alexis, pudiera defenderse, tratando de mantenerse de pie.
—¡Ya les dije la verdad… bola de ojetes… si no me creen… chínguense…! Me vale madres… pinches cobardes, traidores, abusivos… —gritó Alexis, soportando los golpes y con los ojos llenos de coraje.
Alfonso, levantó la mano y los golpes se detuvieron de inmediato, en ese momento entró a la sala otro hombre, se acercó y le dijo algo en voz baja, Alfonso, se levantó presuroso y cuando estaba por salir del recinto…
—No le hagan nada hasta que yo regrese… ¿entendido…? —les dijo y los matones, movieron la cabeza asintiendo la orden sin perder de vista a Alexis que se mantenía firme, con el rostro levantado, sangraba por la boca y por la nariz y sentía que su rostro le dolía en varias partes, aun así, no agachaba la cabeza.
Alfonso salió de la sala y penetró en un cuarto dónde lo esperaban, en su rostro había confusión.
—Está diciendo la verdad… te lo puedo asegurar por lo que quieras… ese pachuco es muy derecho y no es de los que mienten —dijo, con total convicción, la persona que lo había mandado a llamar.
—¿Y tú cómo lo sabes…? —preguntó el gran Al, molesto, confundido y lleno de curiosidad.
—Te voy a demostrar por qué lo sé… sólo te pido que me escuches con atención y no te enojes antes de tiempo para que te puedas enterar bien de las cosas… ya después, tú sabrás que es lo que debes de creer…
Mientras Al, escuchaba, Alexis, pensaba en la forma de librarse de aquello, no sabía cuánto podía aguantar la golpiza, sabía que si los atacaba podían matarlo más rápido y así Miranda y Dolores, estarían a salvo, aunque si no lo mataban, lo iban a estar golpeando hasta cansarse, hasta acabar con su resistencia.
Alfonso, confundido y pensativo, regresó a la sala y se instaló en el lugar en el que estaba, bebió un poco de una copa coñaquera y luego centró su mirada en Alexis, aunque ahora no había severidad.
—¿Así que el Gama jugó y ganó limpio en el juego y luego, mató a mi hermano sólo por defenderse ya que este le había disparado dos veces…? —le dijo tranquilamente— además, pudo escapar sin que los hombres de Cristóbal pudieran herirlo al dispararle por la espalda, mientras huía.
—Sí… ya se lo dije… sólo que, a usted no le importa saber la verdad, sólo quiere el desquite a como dé lugar, igual que su hermano, con ventaja… a la mala y sin entender razones… ¿dónde está su pinche: “no me gustan las injusticias”? Todo es puro chorizo… que ni usted se cree —replicó Alexis centrando su mirada en Alfonso.
Núñez, tenía el rostro sangrando, le habían reventado los labios y sangraba por la nariz, uno de sus ojos comenzaba a hincharse, sentía que le dolían los golpes del cuerpo y aun así se mantenía firme, como si no le hubieran hecho nada, sabía que no iba a salir vivo de aquella casa, así que no le importaba decir lo que sentía, el decir verdades era lo único que podía hacer en esas circunstancias.
El gran Al, volteo hacia el Güero, que no pudo sostenerle la mirada y agachó la cara, la mirada fría y dura del jefe lo intimido, por un momento todos quedaron en silencio, nadie se movía ni se atrevía a decir nada, hasta que Alfonso, preguntó con un tono de voz neutro viendo a sus hombres:
—¿Así sucedieron las cosas…?
—La verdad es que no lo sabemos… a nosotros nos contaron lo que le dijimos… los hombres de Cristóbal confirmaron todo... Por eso fuimos por este infeliz para que suelte donde está la vieja.
—¡Tráeme a esos infelices... inútiles… ahorita mismo...!
El güero salió y todos guardaron silencio, Alfonso, volvió a beber de su vaso, se veía confundido, pensativo, aunque sobre todo no podía ocultar que estaba muy molesto, tenía los labios apretados y el ceño fruncido.
Los pistoleros de Cristóbal, entraron a la sala custodiados por el Güero, se veían pálidos y nerviosos...
—Quiero que me digan la verdad de lo que pasó en la casa del Macaco... y será mejor que no me mientan porque no estoy de humor para soportar chismes de viejas... sólo la verdad sin engaños ni mentiras.
Uno de los pistoleros le dijo que ellos estaban en el auto esperando, Cristóbal, salió de la casa del Macaco, se veía muy molesto, habló con el Muñeco y luego fue por su pistola enfrentó al Gama, le metió dos balazos y el pachuco le quito la pistola y le disparó, cuando ellos vieron eso salieron tras de él disparando.
Las facciones de Al, se endurecieron, les ordenó a los hombres de Cristóbal, que salieran y centró su mirada en los pistoleros que se veían confundidos y hasta cierto punto temerosos.
—N-no lo sabíamos... patrón... en la casa de la francesa, los vividores, nos dijeron otra cosa y nosotros le informamos a usted... la verdad es que... todo parecía cuadrar así que fuimos por este infeliz y…
—Suéltenle las manos… —ordenó severo cortando la explicación que le daban y volviéndose hacia el pachuco le dijo con el mismo tono de voz que empleara desde que este llegara
—Estaba muy molesto por todas esas mentiras, ahora que sé la verdad me doy cuenta de que debí investigar más… No hay problema, para mí esta liquidado el asunto ya no se te volverá a molestar. Puedes irte ahora mismo si lo deseas o que te lleven al mismo lugar donde te recogieron… tú eres el que decides…
—Gracias… me voy solo… antes quisiera preguntarle algo… de cabrones… —respondió Núñez, mientras se sobaba las muñecas de las manos que ya se le habían dormido.
—Lo que tú quieras, adelante…
—¿Qué va a pasar con Miranda…?
—Nada... para mí puede vivir como le venga en gana… su marido ganó ese dinero de manera limpia... aunque creo que ella hubiera preferido conservar al padre de su hijo que a todo el dinero del mundo…
Alexis, ya no dijo nada, caminó hacia la puerta esperando que en algún momento lo detuvieran, no ocurrió nada, eso lo hizo sentirse más tranquilo y confiado, de pronto se detuvo, volteó a ver a Al, que seguía en su lugar y su firme voz volvió a sonar con seguridad y determinación cuando habló.
—¿Y por qué creyó en mí…? ¿Qué lo hizo cambiar de idea…? —le dijo viéndolo fijamente
—¿Y por qué no…? Me parece que no eres del tipo que miente… si me equivoco ya el tiempo lo dirá, por lo pronto te aseguro que estoy convencido de que no me has mentido…
—No, no lo he hecho… todo lo que le dije es verdad… se lo aseguro…
—Y yo te creo… por eso es que puedes irte...
Sin que nadie se lo esperara, Alexis dio un paso a un lado y tiró un fuerte puñetazo al Güero, impactándolo de lleno en la quijada, y lo vio caer de nalgas frente a él de manera pesada y sin control en su cuerpo.
Al ver la agresión, el Prieto, se lanzó con una patada sobre Núñez, que la esquivó con facilidad, se plantaron frente a frente con la guardia en alto, Alexis, le hizo una finta con los brazos y la cintura y luego le soltó una patada que se clavó en una de sus ingles con verdadera brutalidad.
Al ver que el Prieto, se doblaba, Núñez, comenzó a golpearlo a dos manos, con todo el coraje que sentía, desquitándose de los golpes que le diera antes, hasta que, el pistolero se desplomó casi noqueado.
En ese momento, Alexis sintió una patada en su pierna derecha doblándosela, hasta que su rodilla tocó el piso, de reojo vio que el Güero, se disponía a patearlo en la cara, así que rodó por el suelo evitando la patada y de un ágil salto se puso de pie, para esperar el siguiente ataque que con toda seguridad vendría sobre de él.
El matón fue tras de él, se veía furioso, irascible, descontrolado, llevaba la nariz y la boca sangrando, Alexis, se movió de un lado a otro y le tiro un par de golpes que el Güero, detuvo con sus brazos, le fintó otro golpe y lo sujetó por los cabellos, para estrellar, de manera violenta su frente contra la nariz del pistolero, sin soltarlo le repitió la dosis, su frente se estrelló contra la ceja del güero reventándosela de inmediato.
A dos manos Alexis, comenzó a golpearlo sin darle punto de reposo hasta que lo vio caer en el piso al lado de su compañero, desmadejado, vencido, estaba noqueado, fuera de este mundo por completo.
—A mí nadie me pega y se queda tan tranquilo... —dijo Alexis volteando a ver al gran Al, que sentado en el sillón había contemplado todo admirando la destreza y la habilidad del pachuco, aquello le confirmaba que él solo podía haber matado a los tres hombres que fueron a buscarlo por primera vez.
—Y de una vez le aclaro… yo no mate a los tres tipos que fueron por mi… sólo maté a dos… al tercero se lo metió su propio compañero por pendejo… lo usé de escudo para defenderme… y el imbécil, se lo cargó.
Sin esperar respuesta, Alexis, dio la vuelta y salió de la casa, llegó a la calle y se encontró un libre, lo abordó, volteaba hacia atrás esperando ver el carro de los tipos aquellos siguiéndolo.
Se le hacía difícil de creer que todo estaba solucionado. Alfonso, le había parecido honesto, lo habían engañado con chismes y mentiras, de ahí su enfado, ahora sabía que Juan Zepeda, tenía mucho que ver en la muerte del Gama, por eso ese desgraciado andaba con sus chismes e intrigas, quería que lo jodieran a él también, ese maldito infeliz, siempre de venenoso, tenía que ajustarle las cuentas de una vez por todas.
Lo malo de todo aquello, era que no tenía ninguna prueba para inculparlo, reclamarle por lo que habían dicho los pistoleros de Cristóbal, era caer en lo mismo, se estaría dejando llevar por chismes, aunque ya encontraría la forma de hacerlo pagar por el asesinato de su amigo y de eso podían estar todos seguros.
Sacó un pañuelo de su bolsa y se limpió la cara, le habían abierto los labios y sangraba por la nariz, por eso no dudó en cobrárselas a esos infelices que le pegaran de manera cobarde y alevosa.
Cuando llegó a la vecindad de la colonia doctores, fue a los lavaderos y se lavó la cara, escurriendo de agua entró a su vivienda, se acostó y se quedó dormido, habían sido demasiadas emociones para un solo día.