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Capítulo 124

A cambio de esa renunciación al amor, ellas tendrían que dar una cuota, la cual debían ganar prostituyéndose, robando a los clientes, para quedar bien con su macho y que este viera que lo amaban, que lo veneraban.

Y cuando no le dieran el dinero, Alexis, tendría que darles unos cuantos golpes para que no se olvidaran de quién era el amo y señor, al que debían obedecer, maltratándolas y despreciándolas hasta que volvieran a cumplir.

Muchas eran las mujeres que iban a parar al hospital por no sacar el dinero para sus vividores y, aun así, ahí seguían, manteniendo al infeliz que las explotaba hasta que se hicieran viejas y ya no sirvieran, entonces se les abandonaba, se les dejaba y se buscaban a otras que vinieran a ocupar sus sitios.

Y eso era lo que debía hacer Núñez, si deseaba cambiar de pachuco a padrote, dejar a un lado sus sentimientos, volviéndose un verdadero “mala madre sin entrañas”, viendo en todas y cada una de ellas, un objeto más para su servicio, un modo de vida, un instrumento que le redituara ganancias, mandándole carne nueva a los leones, abandonando y corriendo a la que, por su edad, por enfermedad, o por el vicio, ya no le sirviera.

No, definitivamente ese camino no estaba hecho para él, y así se lo había hecho saber a las mujeres que tuvo entre sus brazos y que le propusieron que fuera su viejo. Siempre prefirió seguir como pachuco, como una persona con sentimientos que podía sentir empatía por el sentimiento de las mujeres y no indiferencia.

No era miedo ni cobardía, sólo que, no le cabía en la cabeza el explotar, golpear y prostituir a una mujer a cambio de tener dinero de una manera fácil. Sabía trabajar para obtener lo que deseaba, sabía luchar por sus metas, no era el momento de cambiar, aunque la oferta era tentadora, él no iba a cambiar por nada.

—Mira Rosa, la neta es que eres una carnalita a todas margaritas, y te debo mucho… tanto, que no sé cómo podré pagarte por todo esto algún día… Yo nunca he sido mal agradecido, ni ingrato, ni mucho menos desleal. Por eso mismo, no te podría desear ningún mal y mucho menos causártelo de manera directa… eres una jainita con la que cualquiera se sentiría feliz y estaría dichoso, una chatita que se merece todo el amor del mundo.

Por eso es que, mejor debes seguir como estas, te conviene y es más padre para ti. No sabes cómo te agradezco que te hayas fijado en mi para que sea tu padrote… aunque, la neta yo no sirvo para eso, no está en mí… —le dijo el pachuco con toda la sinceridad de que era capaz, al tiempo que le acariciaba el rostro.

—Pero es que... acaso ¿no te gusto...? ¿Me consideras tan poca cosa para ti? Seré tu esclava, quiero que seas feliz conmigo, ya verás que trabajaré mucho para que nada te falte —insistió ella con angustia en la mirada.

—No, no es eso, eres muy bonita y tienes un cuerpo que enloquecería a cualquiera, sólo que, yo no soy un vividor, nunca lo he sido, a mi lado tendrías muchos problemas, te aseguro que terminarías odiándome.

—Lo que pasa es que te crees mucho y me desprecias… ¡Eres un infeliz, desgraciado...! Yo creí que comprenderías y me aceptarías con gusto, que estarías feliz de que yo quisiera mantenerte —gritó Rosa, molesta y levantándose de la cama con coraje y frustración, Alexis no sabía qué hacer para tranquilizarla, estaba furiosa— No sabes cómo me arrepiento de haberte cuidado, pensé que serías diferente, eres igual que todos, un desgraciado, ¡Hubiera sido mejor dejar que te murieras como un perro…! —insistió Rosa, después de vestirse y saliendo de la vivienda.

Alexis, decidió no decir nada, se sintió mal, moralmente, al ver que ella lo tomaba de aquella manera, nada podía hacer por remediarlo, y si con aquello lograba que Rosa, se olvidara de él, valía la pena, aunque ahora lo odiara.

En ese momento entró Maricela, su rostro no delataba emoción alguna, se veía tranquila, Alexis estaba seguro que ella había oído todo y sabía ser discreta, sobre todo, era una mujer muy inteligente y comprensiva.

—Creo que lo mejor es que ya me vaya —dijo Alexis tratando de que su voz sonara normal— ya me siento bien y no tiene caso que siga causando más problemas. Usted ha sido muy amable conmigo y le aseguro que no sé cómo podré pagarle esto que ha hecho por mí… estoy en deuda con todos ustedes…

—No te preocupes, hijo, con alguien deberás pagar, es la ley de la vida, hoy por ti, mañana por mí. Alguna vez alguien me ayudó mucho y ahora me toco corresponderle a la vida. Te aseguro que lo que has hecho por Rosa, es más de lo que ella misma podrá comprender… ya lo entenderá… estoy segura… tendrá que entender.

A la mañana siguiente, mientras Rosa, dormía, Alexis se despidió de la Fantasma del Correo, no pudo contenerse de darle un tierno beso en la mejilla, al agradecerle lo que había hecho por él, aún sin conocerlo.

—Hasta la vista... jefita... y cualquier cosa que necesite de mí... búsqueme... estoy puesto, y por usted… pa lo que sea, usted nomás dice y ya... de boleto vengo y le entramos a lo que se presente… —le dijo con sinceridad.

—Cuídate mucho... Alexis… la calle es hermosa y la vida nocturna más... aunque hay demasiadas bestias sueltas y la mayoría son crueles traicioneras así que hay que andar a las vivas... pa que no nos coman vivos…

—Lo tendré en cuenta... bueno... pues las golondrinas...

Salió de aquella vivienda seguido por la mirada de Maricela, que había sido buena amiga del Gama y que, se enteró de lo sucedido con el famoso pachuco y por eso al ver a Alexis, tirado en la calle, sangrando y sabiendo que era el protegido de Gamaliel, no dudo en ayudarlo.

Ahora no se arrepentía de haberlo hecho, el Mamas, era derecho, sincero, abierto y agradecido, eso la hacía comprender por qué el Gama, lo cuidó tanto y lo hizo su amigo; desde ese momento, Alexis, contaba con dos amigas sinceras y leales, porque Maricela, tenía que hablar con Rosa, y hacerla entender que, lo que acaban de hacer por ella era algo que muy pocas personas en la vida harían, cuidarla y protegerla de ser dañada.

Cuando el Pachuco llegó a la calle, se dio cuenta que salía de una de las tantas vecindades que pululan por el centro de la Ciudad, camino hacia la Plaza de la Constitución, de ahí iría a su casa. Todo le parecía diferente, era como si nunca hubiera visto aquellos viejos edificios, por los que muchas veces había pasado con sus amigos.

Casi tres semanas habían transcurrido desde aquella noche en que se peleara con aquellos tipos, tres semanas en las que nadie sabía nada de él y él, mucho menos de ellos, llegó a casa Gaona, nadie le pregunto nada, cuando lo vieron dirigirse a su cuarto, la mayoría estaban acostumbrados a que él desapareciera por varios días.

Lo que, si es que, les llamó la atención al verlo llegar vestido con una playera de algodón y un pantalón de mezclilla, esa ropa se la regaló Rosa, para que tuviera algo que ponerse, ya que su saco estaba roto por los piquetes, lo mismo que su camisa, los pantalones llenos de sangre, por lo que ya no le servían.

Toda su ropa la habían tirado a la basura, al día siguiente de curarlo, fue entonces cuando Rosa, compró tres calzones, calcetines, tres playeras para que se pudiera cambiar mientras convalecía, también le compró un pantalón de mezclilla que a ella le había gustado mucho y que Alexis lucía muy bien cuando se lo ponía.

Alexis, llegó a su cuarto y llamó a María, para que le prepara el baño y le llevara la ropa que tuviera limpia. La muchacha obedeció gustosa, Núñez, ya había notado que ella le tenía cierto cariño.

Y aunque ella no lo sabía, para Alexis, ella era algo muy especial, la veía con ternura y la consideraba una verdadera amiga, tal vez más, como la hermana que nunca tuvo, era tan abierta, tan inocente que no podía evitar sentir un cariño sincero por esa muchachita que tan bien se portaba con él.

Horas más tarde, cuando ya se hubo bañado y cambiado, fue a ver cómo iban las cosas en su taller. Sus compañeros se alegraron de verlo y le jugaron algunas bromas sobre su nueva desaparición, Alexis, se puso a trabajar con ellos, aguantando las burlas y contestando a las preguntas como se le ocurría.

Los siguientes días volvió a su rutina acostumbrada, del taller a su vivienda en la vecindad, luego a cenar en alguna lonchería y finalmente a dormir, tratando de no pensar en nada ni en nadie.

Así, llegó el viernes y después de trabajar, Alexis, se dirigió a Casa Gaona, para bañarse y cambiarse la ropa, esa noche iría a bailar, así que eligió un zoot suit y se arregló con esmero, sabía que lo buscaban, nadie se lo había dicho, aunque estaba seguro que después de lo que pasara con los matones, iban a ir tras de él y no iba a andar escondiéndose lo que tuviera que pasar, pasaría de una o de otra manera, así que lo mejor era dar la cara y esperar a que hicieran el primer movimiento para actuar en consecuencia.

Llegó al Salón México y saludó a todos los que conocía, la mayoría se alegraba de volver a verlo, incluso le hacían bromas sobre si se había casado o si había caído a la cárcel por alguna causa.

Se tomó una cerveza, sintiendo que aquel amargo sabor lo reconfortaba, ya deseaba paladear aquella bebida que le gustaba disfrutar mientras veía a otros bailar, buscando nuevos pasos para su repertorio, aprendiendo lo mucho que el baile podía ofrecer para los que observaban con detenimiento.

No vio a sus amigos, el Longinos y el Carrizos, aunque esperaba encontrarlos, platicó con algunos conocidos y se dio cuenta de que nadie estaba seguro que él había sido el causante de aquella pelea.

La mayoría hablaba de un pleito en el que tres hombres habían muerto, nadie sabía quién o quiénes los dejaron tirados en la calle, todos suponían que los habían asaltado o era una venganza.

Algunos le comentaron que había rumores de que había sido él y que por eso se había desaparecido, otros aseguraban que unas cariñosas lo habían visto darles en la madre, el Mamas, sólo sonreía y dejaba que le siguieran contando sin confirmar nada, tampoco lo negaba, por lo que la incertidumbre aumentaba en todos.

Alexis pasó el tiempo bailando con diferentes mujeres que ya lo conocían, por lo que el baile lo hizo olvidarse por completo de todo, tanto lo sucedido como del peligro que se ceñía sobre de él en las oscuras calles.

Con el cuerpo de una mujer en sus brazos y moviendo su cuerpo y sus pies al ritmo de la música se fue entregando al momento que estaba viviendo y que le gustaba, el ambiente del lugar lo envolvió y lo acogió como al hijo prodigo que regresa a casa y es estrechado entre los brazos de su amada madre.

La noche terminó sin problemas, se retiró a la hora acostumbrada, sin ningún temor caminó por San Juan de Letrán, cenó en uno de los cafés de la zona, se sentía tranquilo y relajado, aunque siempre alerta.

Salió del restaurant y caminando se fue a Casa Gaona, dónde durmió de manera plácida y confortable en la intimidad de su cuarto que lo hacía sentirse seguro y tranquilo.

Junio 26, 1942, 07:00 horas

Al día siguiente los discretos toquidos de María, en su puerta lo despertaron, vio el reloj sobre su buró, eran las siete de la mañana, contaba con un par de horas para presentarse a trabajar, así que no tenía ninguna prisa.

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