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Capítulo 123

Por lo que escuché por ahí, Al y sus hombres, piensan que Alexis, sabe dónde está Miranda, con el dinero que perdió Cristóbal, lo cual, también es lógico, el problema es que no creo que ese pachuco sea de los que se dejan asustar con tanta facilidad, como para decirles lo que ellos quieren saber.

Si los agentes, con todas las ventajas de su lado, dándole en la madre, sin piedad y sin descanso, no lograron hacer que se confesara culpable, otros contra los que se puede enfrentar, no van a lograr nada.

No quiero ni pensar en que va a terminar todo esto, lo único que me preocupa que no sé dónde está, tal vez ya lo encontraron los hombres de Al, lo más seguro es que lo interrogaron y al no sacarle nada lo mataron y para evitarse broncas lo fueron a tirar en alguna carretera para que nadie lo encontrara.

Todo puede ser posible, mientras tanto hay que esperar a ver lo que ocurre, aunque no me gustaría que terminaran con él de esa forma, se ve que es un buen tipo y hay algo en él que hace que me simpatice, es como si al verlo despertara ese sentimiento de apapacharlo y cuidarlo.

Además de que me puede servir en la casa como conseguidor, sé que es derecho y leal, gente como él es la que necesito tener a mi lado para sentirme más segura y avanzar en mis planes.

Si lo encuentro y lo convenzo de que se venga a trabajar a mi casa, me voy a tener que aventar la bronca con Alfonso, ya que no permitiré que le haga daño, ahí si que va a estar difícil la decisión que se tenga que tomar, no creo que el gran Al, se conforme con que el pachuco le diga que no sabe nada del dinero o de Miranda.

Rebeca, terminó de un trago su bebida, decidió que ya no pensaría más en él y dejaría que las cosas pasaran, así que comenzó a revisar unos papeles para no seguir pensando en Alexis.

Junio 25, 1942, 13:00 horas

Unos días después Alexis, platicaba con Rosa, después de haber dado su paseo matinal, estaban, sentados en la cama donde él convalecía, de pronto ella lo abrazo por el cuello y lo besó con intensidad, el pachuco le correspondió, su cuerpo ardiente reaccionó, sus labios se succionaban y sus lenguas jugueteaban ansiosas.

Alexis, iba a decir algo, ella al separarse, le puso un dedo en los labios obligándolo a callar, después con ternura lo fue desnudando, gozando con lo que sus ojos iban descubriendo, las heridas que recibiera en el cuerpo, habían cicatrizado bien, aunque lo que más llamó la atención de la muchacha, fue la intensa excitación que el pachuco mostraba y que no podía ocultar por más que lo intentara.

Rosa se puso de pie junto a la cama y se despojó de sus ropas, de manera lenta, con movimientos sensuales, una vez que estuvo desnuda, caminó con lentitud, luciendo su excitante figura a la mirada atenta de Alexis, que con los ojos inyectados por el deseo la contemplaba, regocijándose con su hermoso cuerpo, el cual parecía adquirir un brillo especial, por la luz que se colaba en la vivienda.

Núñez, se encontraba tendido en el lecho, su cuerpo desnudo, con sus músculos dibujados, sin huella alguna de los golpes que recibiera, esperando con paciencia al siguiente movimiento que ella quisiera hacer.

Los ojos de Rosa se centraron en la firme virilidad. Observaba con lujuria a ese hombre, al que tanto deseaba desde que lo viera la primera vez, cuando inconsciente y bañado de sangre, lo tuvo en sus brazos y él se encontraba a las puertas de la muerte.

Poco después, mientras le daba un baño de esponja, que el doctor Saldaña, le había enseñado a realizar, supo que debía tenerlo entre sus brazos y entre sus piernas, quería disfrutar de él y que Alexis, gozara de lo que ella podía brindarle, era la primera vez que se sentía así ante un hombre, lo deseaba como nunca antes a nadie.

Ahora, ya repuesto, la atraía mucho más, emocionándola y despertándole sensaciones que jamás antes había sentido por nadie. La masculinidad de Alexis, hacía que Rosa se sintiera halagada, convencida que aquella pasión, era provocada por su desnudez, por su cuerpo, por sus encantos, por toda ella.

Se fue arrodillando a un lado de él, dejando que sus manos acariciaran el musculoso tórax, sus largas y bien cuidadas uñas descendían, con lentitud, Alexis buscó con sus manos los firmes senos que apuntaban hacia su rostro, señalándolo con los hermosos botones endurecidos, como incitándolo a disfrutar de ellos.

Rosa, con un gesto de tierna maldad y una enigmática sonrisa, le impidió que la tocara, al verlo inmóvil, rendido a sus caprichos, le besó con suavidad los labios y continuo sobre el pecho, ahora era su boca la que recorría aquella carne tersa, dándole pequeñas chupaditas y una que otra mordidita que estremecían la epidermis del pachuco, provocando en él, todo ese deseo que se había acumulado en su cuerpo al paso de los días.

Mientras su diestra ya se había apoderado del máximo trofeo a la pasión, lo acariciaba, apretándolo con la fuerza exacta. La boca de Rosa se encontraba en el vientre plano y firme del hombre, descendiendo más y más con sus besos y caricias, bajando lentamente hacia el objetivo que sintiera agitarse en su mano.

Llegó a su meta, usando su boca y su mano, Alexis le regalaba profundos gemidos que como música celestial penetraban en sus oídos, indicándole que estaba en el camino correcto de la pasión. Cuando estaba a punto, las manos de él la sujetaron por las axilas levantándola, la recostó en el tálamo de su amor y la beso en la boca.

Sus viriles manos recorrieron todos los encantos de la muchacha, su boca se deslizo por los endurecidos senos, disfrutando de ese grato sabor de los pezones endurecidos, de aquella piel que le parecía deliciosa.

Con su rodilla fue abriendo los exquisitos muslos de la hembra y con agilidad se colocó entre ellos, su masculinidad apuntaba hacia el nido de amor y placer que se encontraba dispuesto para el ataque.

Le sujetó los torneados muslos, levantándolos para cobijarlos bajo sus codos, ella impulso su cadera hacia arriba apresurando el momento, pidiéndole en muda suplica que no se detuviera. Sintió la cadera del hombre avanzar, cerró los ojos en el momento en que se produjo el contacto tierno y bello, era toda una mujer.

El hombre se empujó un poco más, con determinación, aunque con suavidad y certeza, y ella no pudo reprimir el gemido de placer que brotó de su garganta, un goce divino cruzaba su cuerpo estremeciéndolo con intensidad al momento preciso en que sus seres comenzaban a fundirse en uno solo.

La entrega se consumó, sus cuerpos se encontraban unidos, en una plena comunión de sensaciones, de pasión, de deseo de anhelo. Con su deseo desbordado, Rosa trató de seguir el trepidante movimiento que él iniciara y que la estaba haciendo conocer un placer que jamás imaginó que sentiría en su cuerpo.

No tardaron mucho en alcanzar el éxtasis supremo, sus cuerpos se estremecieron a la misma frecuencia, sus corazones palpitaban con un acelerado frenesí, una deliciosa oleada de placer y satisfacción los envolvía para llevarlos a conocer el paraíso de la pasión, de la entrega, de la cima anhelada y deliciosa que los colmaba con sus mieles deliciosas, permanecieron por algunos minutos recostados, abrazados, llenándose de besos y caricias.

—¡Eres muy guapo y me gustas mucho! —dijo ella con ternura, al tiempo que le acariciaba el rostro.

—Tú también eres muy bonita, yo no merecía esto, de verdad, jainita… —expresó él con sinceridad.

—Claro que sí, desde que te desnudé, aquella noche, para que te curaran las heridas, sentí que tenía que hacer el amor contigo… Me gustas tanto que, aunque la señora Maricela, me ha aconsejado que nunca tenga un padrote que me quite mi dinero, yo quiero que tú seas mi viejo, yo te daré lo que quieras, te vestiré como a un rey, a mi lado no te faltará nada y seremos muy felices amándonos noche y día.

Es más, si quieres que gane más que con la fichada, soy capaz de hacer todo lo que me pidas, lo que sea, con tal de que me ames y me trates como lo acabas de hacer, nada me haría más feliz que eso, quiero ser tuya para siempre, quiero atenderte y cuidarte como tú me lo pidas o me lo órdenes.

Alexis no respondió, no era la primera vez que le ofrecían que padroteara a una mujer, desde su primera relación sexual con una mujer que se ligó en el México, esta se lo propuso y él se negó sin mentiras ni engaños.

Núñez, no se sentía con las entrañas para dar el cambio de pachuco a padrote, no podía hacerlo, Gamaliel, se lo había dicho muy claro en una de las tantas lecciones que le dio en la intimidad de la sala de su casa:

“Los Pachucos atraen a las mujeres por su forma de vestir y por su forma de bailar, por el trato que sabes darles, se debe saber elegir a la que pueda ser importante y diferenciarla de las que sólo buscan una aventura para una noche, eso te evitará muchos dolores de cabeza y dejará las cosas en claro en tu mente”.

“Ya verás que no faltaran las jainitas que, emocionadas por lo que sienten y experimentan, te propongan que seas su vividor, que quieran mantenerte, debes actuar como lo sientas. Recuerda que no se puede ser Pachuco y Padrote a la vez, o eres uno o lo otro, aquel que a dos amos sirve, con alguno de los dos queda mal”.

“Nadie sino tú puedes decidir si disfrutas de la vida como se te va presentando, muy a lo pachuco, con estilo o te complicas y vives de las mujeres a las que te atará el compromiso de explotarlas de tenerlas a tu antojo y a tus caprichos, sin importar lo que debas hacer para que ellas te obedezcan y hagan lo que les mandes…”

Cuando se le presentó la oportunidad, ya sabía diferenciar con toda claridad, entre lo que era un pachuco y lo que significaba vivir como un padrote, por lo que no le costó mucho tomar una decisión que lo marcaría.

Como Pachuco, se podía divertir, tener novia y algunas movidas, según como se fueran presentando las cosas, cómo se dieran las circunstancias y por donde lo llevara el momento; hacerles el amor sin compromisos, ni condiciones, después, podían seguirse viendo o si te vi ni me acuerdo, lo cual era ideal para los dos.

Como Padrote, tendría que cumplir con las viejas que conquistara y metiera al talón, también tendría que cuidarlas, para que no se enviciaran, sacarlas de la delegación cuando las detuvieran, quitarles sus ganancias, vigilar que nadie se pasara de listo con ellas y si era necesario poner en su lugar al que lo intentara, lastimando o matando si era necesario, todo con tal de no perder el respeto de sus mujeres.

Viviendo así era difícil que él pudiera llegar a amar a una sola, el amor para un padrote significaba complicarse la vida, si la mujer a la que amara, fuera celosa y posesiva, vendrían los problemas y muy fuertes.

No faltaría alguna de las rameras que, no aceptara que su viejo estuviera de planta con otra, o que no se quisiera vender para mantenerlo y habría que obligarlas para que cumplieran con su parte, con su obligación, aunque para eso hubiera que lastimarlas, dañarlas, golpearlas, humillarlas, despreciarlas, mostrarles quién mandaba.

El padrote, debía renunciar a todo tipo de sentimientos por el bien del negocio, sobre todo para no inclinarse más por una que por otra, una vez iniciado en la padroteada, no se podía conformar con una sola, debía tener varias mujeres y a todas habría que cumplirles y hacerles ver a quién le pertenecían.

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