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Ajuste

3

—Me parece que Tendría que haber más seguridad alrededor de la empresa también. No solo en la puerta.

—Está bien, eso mismo haré. En realidad hay un encargado de nacer eso, pero al parecer como tú cuentas, no estaba.

—Pero... alguien me salvó. No sé quién fue pero...

—Tal vez haya sido el jefe de seguridad o...

—Sí, tiene razón.

—La invito a cenar.

—¿Disculpe..? —preguntó confusa Camila.

—No se preocupe, solamente será para conocernos ¿Acaso me tiene miedo? no le haré nada malo.

—En realidad, me sorprende un poco su proposición. En realidad solo somos jefe y empleada.

—Entonces ¿me va a rechazar la propuesta porque soy su jefe? —preguntó directamente.

—Sí, digo no... pero... Está bien, ¿en dónde y a qué hora?

—Tranquila. Le enviaré todo por mensaje de texto.

Después de haber tenido un arduo día de trabajo, se encontraba esperando en una silla elegante, y en un restaurante hermoso. No había mucha gente, y el ambiente era bastante cálido, lleno de luces de colores, de un lugar precioso.

Se quedó maravillada la vista del lugar, en los grandes ventanales de vidrio, que dejan ver que estaban sobre un mirador y al fondo se apreciaba toda la ciudad llena de luces y de curiosidades.

En ese instante, nada parecía real, más bien un bello sueño. Su alrededor se llenó de emociones, pero a pesar de los minutos, él no llegaba.

Se mordió los labios, sintiéndose en parte inquieta, con el alma puesto en el cuello, y sintiendo que a pesar de todo nada parecía lo que parecía.

Su corazón se llenó de pesar, y a pesar de la espera, él no llegó.

—¿Dónde estás jefe?

De pronto, supo que había una llamada de un número desconocido. Atendió, algo curiosa.

—Hol. Lamento... que no esté ahí.

—Entonces ¿para qué me invitó..? ¿para dejarme plantada? —preguntó con desgano.

—No. Pero podemos hablar durante la cena.

—¿Y por qué usted no llegó? si al parecer tiene tiempo de hablar conmigo.

—Tranquila... solo piense que estoy ahí frente a usted.

—Es la cena más rara que me han invitado.

—Pues siempre hay una primera vez para todo —comentó burlón.

—Entonces, ¿de qué quiere hablar conmigo? Yo estoy por pedir la carta.

—¿Qué quiere comer?

—Me gustaría comer asado con puré, si la casa invita... O el jefe mejor dicho.

—No se preocupe, puede pedir todo lo que quiera. Yo voy a comer milanesas con puré.

—¿Milanesas..? Pensé que le gustaban cosas más sofisticadas..Por así decirlo.

—Me gustan. Pero tenía ganas de comer milanesas con puré ¿hay algún problema con eso?

—No, para nada.

—Entonces, ¿Cuál es su comida preferida?

—Mi comida preferida son los canelones. Los de carne con queso, o jamón y queso.

—Pues es un plato muy rico, en algún momento si quiere podemos compartir un plato así.

—A menos que usted me vuelva a dejar plantada.

—No se preocupe, eso no ocurrirá.

—Ahora no sé, ¿y si me vuelve a fallar?

—Pues, tranquila... Ya verá que en la próxima cena... Yo estaré. Ahora me surgió un inconveniente, estoy trabajando mientras estoy hablando con usted.

—¿Y por qué no me canceló? Asi no me quedaba sola.

—Pero de igual forma, no estás sola estoy hablando con usted. Además, es un lugar muy prestigioso ¿Acaso no le agrada el lugar?

—Sí, es muy muy bonito por así decirlo.

—Entonces tiene que disfrutar y olvidarse un poco de sus problemas.

—¿Y cómo haré eso?, cada día siento que es más difícil para mí. Llego a mi casa y veo que...

—Ve que su esposo es el que falleció no está.

—Sí, los primeros meses fueron sumamente difíciles. Me entregaron sus cosas... su teléfono, su billetera. Era tan amarga la sensación, sabiendo que todas sus cosas estaban junto a las mías. Estuve tres meses, así como sin tocar nada. Pensaba que en cualquier momento él llegaría, tomaría el pantalón que dejó colgado en las sillas, volvería a sostener la botella de agua que estaba en su mesita de luz. Pero nunca ocurrió eso, me di cuenta de que tenía que seguir y limpiar ¿Sigue ahí?

—Claro, la estoy escuchando.

—Eso hice, busqué una gran bolsa de consorcio, y empecé a tirar todas esas cosas que....

—Lo siento mucho.

—Está bien, después tomé toda su ropa y la done, al igual que muchas cosas... me las dejé. Su colección de libros, me mataría si les pasaba algo —dijo divertida.

—No se preocupe, seguramente él entendería.

— No lo sé, pero me daría demasiado ver todas sus cosas al lado de las mías, incluso su cepillo de dientes... aún estabas a mi lado. Su pequeño peine...

—Continúe...

—Todas sus cosas estaban junto a las mías, y sentí que fue muy valiente en hacerlo. Cuando finalmente vi la casa vacía de sus cosas, que hay en la realidad de que él lo volvería. Aún recuerdo cómo me hinqué de rodillas y lloré amargamente hasta quedarme dormida. Al día siguiente me dolía todo el cuerpo, tenía una gran contractura y tuve que ir a un masajista.

—Pero usted continuó.

—Si, me enfoqué mucho más en mi tesis. Estudié lo máximo posible me pude recibir. Aunque fue bastante duro para mí, recibirme y que él... no esté a mi lado. Mis amigos me quisieron apoyar, pero...

—No fue suficiente.

—No lo fue, en realidad cada vez que me juntaba con ellos, me daba cuenta de que todos tenían pareja; todos estaban con alguien y yo estaba sola..

sin Felipe.

—Así que se llama Felipe.

—Sí se llamaba así. Decidí aislarme, aunque no sé si fue la mejor idea pronto conseguí trabajo, y aunque aún me duele, me distrae. Así que le agradezco haberme dado la oportunidad de trabajar para usted.

—De nada, usted es una buena empleada.

—Ya llegó mi comida —comentó Camila con alegría, viendo una gran bandeja de asado y un plato con puré había llegado frente a ella.

—Que disfrute —comentó el moso alejándose.

—Gracias.

Frente a ella tenía una copa de gaseosa.

—¿Y qué estás bebiendo..? —preguntó élm

—Gaseosa.

—¿Gaseosa? Tenías que tomar un buen vino, algo que..

—Algo para olvidar las penas.

—Si.

—No soy muy partidaria de las bebidas alcohólicas. Y Felipe también me decía lo mismo...

—Pues, provecho a comer.

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