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Seis meses después, Camila aún sufría por la ausencia de Felipe. Perderlo había sido de los momentos más difíciles para ella. Sobre todo, ahora era viuda y tan solo había estado casada por mediodía.
Su dolor era enorme, las noches eran interminables. Se quedaba dormida, con la almohada empapada en lágrimas. Pero sabía que tenía que seguir, se había recibido hace poco de ingeniero en administración.
Tenía que intentar por todos los medios, olvidar a pesar de que era muy difícil.
Ingresó a la empresa, lo hizo con unos leves temblores en el cuerpo.
—Bienvenida, tú debes ser nuestra nueva compañera —comentó una voz cálida a su lado.
Al levantar la vista, se encontró con una chica de cabello rubio, y ondulado. Tenía puesto un pequeño traje de color marrón, el cual se ajustaba su silueta.
—Muchas gracias —murmura con una sonrisa un poco queda, debido a que últimamente desde que Felipe se fue, ella había dejado de sonreír.
—¡No seas tímida!, ven con nosotras, te presentaré a todo el equipo —murmuró llena de entusiasmo, fue contagioso para Camila.
Ella, conoció cada uno de los rostros. En total eran 10 compañeros, cada uno con un nombre diferente obviamente y una historia cargada entre sus hombros.
Se sentó en su escritorio.
—Huele a nuevo.
Se preguntaba si acaso lo habían comprado hace poco, o simplemente eran imaginaciones suyas.
—Ahora te toca irte a presentar con el jefe, pero descuida, él no es muy hablador ¡Oh, tienes escritorio nuevo! Que raro... —comentó Ana, encogiéndose de hombros.
—Está bien, no hay problema
Se puso de pie, Slsus tacones, algo bajos, resonaron a través de el suelo inmaculado de mármol. Al estar frente a una puerta doble, tragó saliva.
—Yo puedo...
Se sintió completamente triste, y un poco ofuscada, porque empezar una nueva etapa de su vida, conllevaba hacerlo sin Felipe.
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Su madre, le había insistido, tenía que volver a vivir. Pese a que ella se negaba a hacerlo.
Al ingresar, dió un leve golpeteo y sus labios fueron mordidos por sus finos dientes, una hilera blanca y derecha.
—B-buen día, soy Camila —comentó tímida.
—Mucho gusto, soy su jefe —dijo.
Aunque ella no vió un rostro. Sus ojos solo apreciaron, el respaldo de una silla de color oscuro. Y unos pies, que estaban cruzados, sin embargo no vio nada más.
No pudo contemplar rostros, y mucho menos a una persona.
—Es un gusto para mí.
—Sobre el escritorio te dejé todas las carpetas que tienes que revisar, te sugiero que lo hagas lo más antes posible —demando, sin ningún tipo de temblor en la voz.
Ella, levanta una ceja, aquel sonido le pareció brevemente conocido. Sin embargo pensó que estaba teniendo un poco de alucinaciones, movió la cabeza de un lado al otro para olvidar.
—¿Sigues ahí..? —preguntó.
—Estoy aquí Señor.
—Muy bien, ahora necesito que te marches a trabajar —comentó y ella asintió
No había esperado, aquello de parte del, su corazón revoloteo con fuerza. Obligándose a ser consciente de la realidad. Una realidad extraña, oscura y en parte gris. Su jefe, al parecer era mandón, y un poco extraño.
De igual forma, llegó a su escritorio con una sonrisa.
—¿Qué te pareció nuestro jefe?, es bastante gruñón —dijo divertida.
—Lo es, incluso me sorprendió la manera en la cual me revisó.
—Tranquila. Ya verás que con el tiempo, eso vuelve un poco, un centímetro, un milímetro más amable.
—Entonces... No sé si sentirme más calmada o aterrada —comentó con gracia.
—Tranquila todo saldrá bien.
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Al día siguiente, Camila había llegado empapada. Le había tocado una lluvia torrencial, la cual no tuvo prevista hasta que bajó del colectivo, y la empapó.
—¿Qué te ha pasado..? —preguntó Ana asombrada.
—No pensé que llovería —comentó Camila, con el ceño fruncido.
Ana, ingresaba una hora más antes que Camila, entonces no se había empapado.
—Espera, te consigo unas toallas —comentó y salió rápidamente corriendo.
—No hace...
—¡Aquí tengo!
—¿Por qué habría unas toallas en una empresa? —preguntó en voz alta, sin embargo era verdad.
Frente a ella, apareció Ana, junto con una toalla de color violeta, grande y esponjosa.
—G-gracias —murmuró un poco confundida.
—Ve al baño de las mujeres. ¿Te queda ropa seca..?
—Hmm... creo que no.
—Entonces descuida. Buscaré un uniforme, de los que hay para los recepcionistas. Aunque, no creo que te agrade —dijo divertida y Camila no entendió ¿Por qué no..?
Quince minutos después, se vio a sí misma frente a un gran espejo, con un traje ajustado, y una pollera, que no llegaba a tapar sus muslos pero era eso, a congelarse de frío con ropa húmeda y mojada.
—¡Te queda hermoso! —comentó Ana dando aplausos.
—¿Hermoso? parezco que salí de un prostíbulo —protestó.
—¡No exageres! Ya verás como entras en calor. Lo bueno que aquí, la calefacción siempre está prendida.
—Supongo que tienes razón. Pero... ¡Esto no me cubre ni las bragas! —protestó con una mueca, y su nueva amiga se rió.
Sabía que tenía que llevar unas carpetas, y buscar otras nuevas a la oficina del jefe. Lo hizo con algo de pereza, no tenía ánimos de ingresar, y que el jefe esta vez la pueda ver en ese conjunto tan diminuto.
—Yo puedo ¡Yo puedo..!
—¿Por qué siempre te das fuerza para entrar?, no es un lobo el señor —comentó el secretario.
Camila dió un respingo del susto.
—No sabía que estabas aquí —comentó aterrada.
—Pues aquí estoy —dijo y ella asintió punto de un leve golpeteo
—¡Pase!
Después de escuchar el típico pase del otro lado, ingresó. Primero vió el respaldo, hizo una mueca.
"¡No podré conocer el rostro del jefe!"
Se vio rodeada increíblemente de cajas, aquello no lo tenía previsto, se tropezó con una cayendo al suelo.
El hay problema: quedó boca arriba, con las piernas desparramadas, mostrando su ropa interior.
—¿Ya terminaste de caerte..? —preguntó una voz, y ella se sentó de golpe.
—Uno no se cae a propos... —quiso replicar, pero al darse cuenta que hablaba con el CEO desistió —señor, es que hay muchas cajas y...
—¿Y eso a mí me importa..? tienes que mirar dónde vas —comentó de mala manera y ella puso una mueca.
—Usted... no es muy agradable que digamos —dijo de golpe se cubrió la.boca.
—Lo sé, lo escucho muy seguido. Aunque... eres la primera persona, quien me lo dice de frente.
—Ya luego lo lamento. No fue mi intención y...
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—No me importa, al menos eres sincera. La mayoría solamente quiere lamerme el trasero. Por así decirlo.
—Ahora... sí lo siento un poco más amable —dijo y él puso los ojos en blanco.
—Eres buena candidata.
—¿Qué..? ¿Para que? A qué te refieres. Olvídelo. Traje las carpetas que necesitas, ¿precisa algo más..? —preguntó.
—No, puedes dejarlas aquí y retirarte.
Ana te mostrará el resto de la empresa, algo que no pudiste hacer el día anterior.
—Gracias usted es muy amable.
—Hazlo rápido, antes de que me arrepientas. Tengo trabajo para hacerte, una vez que des una vuelta.
—Gracias señor.
Desapareció por el pasillo, sus pasos fueron rápidos. Por fortuna no había visto el rostro, aún estaba dado vueltas y lo único que pudo ver fue el respaldo de una gran silla de color negro.
Llegó frente a Ana, la misma la tomó de la mano, con instrucciones de hacerla conocer el lugar.
—Ya verás, te va a parecer un lugar bonito e increíble.
—Está bien. Aunque prefier..
—¿Qué prefieres, trabajar? No seas aburrida, yo eres como...
—Eres como qué... digo soy como qué.
—Como nuestro jefe. Amargado, siempre con la misma actitud. Hay algo en él que me cae bien.
—Pero si él parece un robot —dijo divertida Camila, y Ana sonrió.
—No lo sé, siento que hay algo más oculto en él ¿no te parece?
Cuando salió de la empresa, se despidió de Ana.
—¿No quieres que me quede aquí contigo..? —preguntó Ana preocupada.
No quería dejar a su amiga sola, esperando la parada del colectivo.
—No te preocupes, estaré bien.
—Es muy tarde ¿Estás segura..? —preguntó nuevamente Ana.
—Ve tranquila —dijo Camila y Ana asintió a regañadientes desapareció de su vista.
Camila, esperaba el colectivo, hacía frío, y tenía sueño. Quería llegar a darse un buen baño de agua caliente y recostarse hasta quedarse profundamente dormida.
Algo, la desconcierta. Alguien o mejor dicho algo, le tapa la boca.
—Si respiras... O dices algo, estás muerta —siseó alguien a su lado.
Asintió, con los ojos cubiertos de lágrimas, y sintió como alguien le tocaba los bolsillos. Y pronto sus manos bajaron hasta su trasero.
—Eres una buena mercancía, no solo te robaré... si no también a ti —dijo divertido, y la tomó de los brazos.
—¡Ayuda..! —comenzó a gritar Ana, pero el sujeto fue más rápido y le cubrió la boca rápidamente con algo sucio.
A pesar de que quiso protestar y escupir aquel trapo viejo y añejo. Se lo impidió.
Era arrastrada, por alguien y a pesar de que lo empujó, y le mordió la mano al sujeto siguió insistiendo hasta tenerla lejos de la empresa.
—A-ayuda —quiso decir, sin embargo sus palabras quedaron atoradas detrás de ese trapo.
"¿Así sería mi final tan triste?"
Se preguntó. Fue soltada, cayó de bruces al suelo. Alguien, había tomado al sujeto del cuello y se lo llevó en forma rápida.
Fué lejos de ella. Estaba asustada como alguien la había salvado, sin embargo no había alcanzado ni siquiera el rostro.
Había sido un momento muy rápido, y Camila estaba sorprendida. Pronto vio que el colectivo venía y decidió subirse en él. Y olvidarse de lo que ocurrió.
Al día siguiente, Camila le comentó todo a Ana.
—Entonces tuviste un Salvador imaginario, tal vez tengas un pretendiente —comentó Ana con alegría.
—No lo sé, pero fue el peor momento de mi vida... Bueno después de lo que me pasó con Felipe.
—Tranquila, tal vez ha sido alguien de la empresa.
—No lo sé, pero fue muy rápido y fuerte, yo no podía con todas las fuerzas del mundo o era un centímetro sujeto, quién me arrastraba. En cambio él, o lo que sea lo tomó y se lo llevó.
—Bueno. Por eso te dije que no te quedes sola.
—¡Nos hubiera llevado a las dos Ana! Creo que me quedaré más cerca de la empresa... Dónde están los guardias.
—Eso es una buena idea... tenías que decirle al jefe, tal vez puedan poner más seguridad la parte de la vereda.
—Sí, creo que iré a decirle eso mismo.
Camila se puso de pie, dejó de hablar un poco con Ana, y atravesó el largo pasillo hasta llegar frente a la oficina. Dio un leve golpeteo, después de esperar que le dijeran que pase, ingresó.
Su jefe se encontraba como siempre de espaldas, y al escucharla dijo:
—Hola.
—Hola, quería comentarle lo que me ocurrió ayer.
—Te escucho.
—Estaba esperando a la parada del colectivo, y un hombre me quiso arrastrar. Comenzó a tocarme y empezó a llevarme lejos de la empresa y hubo alguien que me salvó.
—Entonces estás sana, ¿algo más que añadir..?
"¡Maldito ser insensible!"
—No soy eso.
—Es que... ¿Escuchó mi pensamiento?
—Lo dijiste en voz alta. Continúa.