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*CAPÍTULO 3; UN ÁNGEL EN MI VIDA*

Habían pasado tres días desde que escapé del orfanato, me di cuenta que la vida afuera también es muy dura, demasiado dura para alguien tan débil como yo, de hecho, he llegado a pensar que moriría en manos de algunas de esas personas que viven en la calle.

—¡LARGO DE AQUÍ MOCOSA INFELIZ!— me había gritado un hombre la segunda noche, cuando muerta de frío había intentado acurrucarme junto a un container de basura en un callejón —¡ÉSTE ES MI LUGAR, FUERA, FUERA!— había tenido muchas ganas de llorar porque sentía que moriría de hambre o frío, por un breve momento pensé volver al orfanato, pero no tenía ni idea de cómo hacerlo, además si lo hacía, estaría castigada de por vida.

Al día siguiente un hombre había arrojado un trozo de pan a la calle, me lancé sobre él, pero un hombre mayor lo alcanzó primero que yo y se burló de mí porque me había ganado, una vez más quise llorar al sentir como mi estómago se consumía a sí mismo.

Durante la tercera noche creí morir, realmente creí morir a manos de unos chicos, afortunadamente pude escapar corriendo, sin aliento, sin fuerzas, solo la adrenalina me había dado el impulso para hacerlo. Tuve que salir huyendo de la plaza con todo el impulso que ese momento de miedo me dió, afortunadamente pude escapar, habían llegado tres chicos que estaban muy bebidos, parecían realmente ebrios, y si no hubiese sido por eso, no habría logrado escapar, quién sabe qué me habrían hecho. Realmente creí morir.

Mi estómago truena de hambre, he comido muy poco en días. Ayer por la tarde una niña estaba comiendo un sándwich, por lo apresurada que iba se le cayó al suelo, y sin prestarle atención arrojó la servilleta y siguió caminando, tenía tanta hambre que sin dudarlo me abalancé sobre ese pedazo de pan, está vez no había un señor que me ganará en rapidez, así que sonreí de alegría cuando tomé con desesperación el alimento, levantando lo del suelo, cuando le di el primer mordisco, pude sentir como mi boca salivaba del buen sabor que tenía.

Nunca, nunca en toda mi vida había comido algo tan delicioso.

Estoy tan sucia y despeinada, en mi cara aún hay rastros de los moretones que me dejaron las chicas del orfanato. Muero de hambre, pronto comenzará a anochecer. La noche es a lo que más temo, estar rodeada de tanta oscuridad me confunde y me martiriza, me angustia no tener un lugar donde dormir, porque desde que escapé lo he hecho en muchas partes, plazas, parques, junto a container de basura, Por las noches suelo llorar de hambre y de frío, quisiera poder tener al menos alimento, eso me ayudaría a soportar las malas noches. Era horrible sentir que te estabas muriendo de hambre y sentir los calambres que lanzaba tu estomago como recriminación al no tener que digerir, supongo que es verdad que cuando no consigue que comer, sencillamente se come a sí mismo.

El ardor me hace doblarme de dolor. Paso junto a un pequeño lugar en donde creo que dice "JORGE'S CAFÉ", aquel lugar huele tan bien.

Hay una pequeña entrada donde está un hombre con cara muy seria, luego hay unas escaleras, muchas mesitas con cómodas sillas y luego una gran entrada con grandes vidrios en donde se leía el nombre del lugar.

Tengo tanta hambre que quiero llorar.

Me acerco al joven de la puerta, quién me queda mirando como si estuviese viendo a un monstruo de tres cabezas.

—Señor. . . tengo mucha hambre— casi gimo mientras intento contener los sollozos— ¿usted puede darme de comer?

—Lo lamento niña, pero no tenemos qué darte.

—Se lo pido, por favor. Yo. . . yo puedo limpiar. . .

—Márchate pequeña.

—Por favor. . .

—He dicho que te vayas— me miró enfadado— traes tan mala pinta que alejarás a los clientes, seguro estarás pensando en robar, vamos, vamos márchate. Vienes toda sucia, no hueles nada bien. En este lugar no hay nada para ti.

—Pero. . . — mis ojos se han cristalizado por las lágrimas, me siento tan mal,tan humillada y miserable. Me siento como si fuese lo peor del mundo. Inmediatamente pienso que quizás debería morir, sería una buena solución para acabar con mis sufrimientos.

Tengo hambre, no quiero dormir en la calle, no quiero más golpes, no quiero volver al orfanato. ¡No puedo volver al orfanato!. . . me encerrarían en el cuarto de castigo al menos un mes.

Sería tan fácil morir. . .

—Nada de peros— me hizo un gesto con la mano para que me alejara— Si no tienes dinero, no puedes entrar. En la vida absolutamente nada es gratis. Vete, no puedo ayudarte pequeña muerta de hambre.

Así era exactamente como me sentía; tan diminuta, tan pequeña, tan desprotegida, con tanta hambre.

Me giré para marcharme, de nada valdría insistir, el dulce aroma que provenía del lugar me torturaba y hacía que mi estómago rugiera más enfadado, por no recibir absolutamente nada. Lágrimas de frustración corrieron por mis mejillas.

—¡Hey jovencita!— una ronca y profunda voz me llamó, o al menos así quise creerlo. Quizás era alguien con un trozo de pan. Me giré con las lágrimas descendiendo por mis mejillas y pude ver a un hombre muy pulcro, elegantemente vestido, llevaba una hermosa corbata roja que resaltaba contra su camisa blanca y su traje negro.

—¿Yo?— pregunté incrédula de que aquel hermoso hombre se estuviese dirigiendo a mí.

—Tú— me dedicó una gran sonrisa, sus dientes eran hermosamente blancos. Él hombre de la puerta le miró confundido para luego mirarme ceñudo— ¡Claro que es contigo pequeña!— yo no podía creer aún que estuviese hablando conmigo.

—Di. . . dígame señor. . .

—Vuelve acá, hoy cenarás conmigo.

Sencillamente no podía creerlo. Debía ser una broma, ¿por qué me invitaría un hombre tan guapo y elegante a cenar? Seguramente se estaba burlando de mí.

—No tengo dinero, señor.

—Eso no es problema, yo tengo suficiente para los dos— me dedicó nuevamente esa sonrisa que me hacía mirar sus hermosos dientes y desear que los míos fuesen iguales a los suyos.

—Ella no puede entrar aquí señor. . . — intervino el hombre de la puerta.

—¿Quién lo dice?

—Eh. . . mire como está vestida, el dueño. . .

—Jorge, es amigo mío desde toda la vida, no creo que me prohíba la entrada a su café— dijo mirándo al hombre fijamente.

—No. . . por supuesto que no, no es usted señor, pero ella. . . no puede entrar. . . ahuyentará a los clientes. . .

—Eso no es problema— dijo y lo vi sacar y abrir su billetera, colocó muchos, muchos billetes en las manos del chico— desocupa el área de la izquierda, será mío y de la chica por una hora. . .

—Yo. . . .

—¡Vamos hombre, no tengo todo el día, y muero de hambre!

Dudé que pudiese estar muriendo de hambre, pero el hombre se alejó de la entrada para dirigirse a la elegante puerta de vidrio.

—Ven muchacha— me dijo extendiendo su mano—será lindo tener compañía— dudé de sus buenas intenciones, hasta el momento las personas no me habían mostrado muchas cosas buenas, además me sentí apenada, estaba sucia y olía muy mal, no había tomado un baño en tres días— no tengas miedo. Solo comeremos y conversaremos. Luego, si quieres puedes irte.

Estaba sentada frente a él, con miedo a comer, pero sintiéndome desesperada por llevar aquella rica comida a mi boca.

—Adelante, come o se enfriará.

—Yo. . . me da vergüenza. . .

—Con la vergüenza no se come señorita, debes saberlo bien— lo miré fijamente. Comenzó a comer tranquilamente, y ya sin poder evitarlo, comencé a devorar todo lo que tenía frente a mí— ¿y bien?, ¿cuál es tu nombre jovencita?

—Mi nombre es Katia, señor.

—Hermoso nombre, Katia. Debajo de toda esa mugre— dijo señalándome—  se esconde una jovencita muy hermosa— creo que me ruboricé, no supe que decirle— ¿tienes apellido, Katia?

—No, señor— dije tragando el bocado que tenía en la boca.

—¿Y te gustaría tener uno?— preguntó con amabilidad.

—¿Para qué?, ¿De qué sirven?

—Todos deben tenerlo. Generalmente son los padres que no lo dan.

—Yo no tengo padres, señor— dije con amargura y un poco a la defensiva, pero sintiendo que podría llorar.

—Eso es evidente. Si tuvieses padre, al menos unos responsables, no andarías en la calle. ¿Escapaste de casa?

—No señor, escapé del orfanato.

—¿Y esos golpes?

—En el orfanato. . . —dije bajando la vista al plato— hay un grupo de chicas muy malas.

—Me han dicho que esos lugares son horribles.

—Lo son— le aseguré.

—¿A dónde iras después de comer ?

—A la calle— dije obvia— no volveré al orfanato jamás.

—No tienes que hacerlo— me miró sonriendo— si quieres puedes venir conmigo a mi casa,  Katia.—

Sus palabras me dejaron desconcertada.

—¿A su casa?— pregunté mirándole confundida.

—Si, a mi casa. Allí puedes vivir, gozarás de un techo, una cama, y además disfrutarás de toda la comida que quieras, no tendrás que volver a pasar frió o dormir en la calle— lo miré más confundida todavía, aquello sonaba como un paraíso.

—Yo. . . ¿por qué haría eso?

—Porque a mí me gustaría tenerte en casa— dijo sonriendo.

—No. . . no lo comprendo— le respondí y me removí inquieta en mi silla, ¿ sería él uno de esos malos hombres de los que hablaba la directora y las señoritas del orfanato?, ¿ querría matarla?, si así fuese, al menos acabaría con el infierno que estaba viviendo.

—Es sencillo, si aceptas ir conmigo, yo te enseñaré muchas cosas. Haré de ti una joya brillante, te puliré y te convertiré en la mujer más hermosa que se haya conocido. Tendrás educación, pero sobretodo tendrás experiencia. Este mundo es cruel Katia, aquí solo sobreviven los más fuerte, los que no tememos enfrentarnos a nada, los que conseguimos lo que queremos sin importar el precio que debamos pagar.

—Yo no tengo nada para pagar ningún precio, señor.

—Pero lo tendrás, cuando haya terminado contigo— sonrió y yo sentí que debía arriesgarme, era aceptar lo que me proponía o volver a mi miserable vida en las calles— serás la envidia de cualquier mujer y el deseo de todo hombre.

—Pero. . .

—Es fácil Katia, aprenderás de mí. Yo seré TU MAESTRO. 

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