Sinopsis
Nació del vientre de una mujer, que prefirió abandonarla, antes de educarla. Creció en un pedazo del infierno aquí en la tierra, siendo odiada, despreciada, maltratada, ha tenido deseos de acabar con todo, Katia siente que no puede soportar un día más de su miserable vida. Pero todo está por cambiar cuando toma la decisión más arriesgada y desesperada de su corta vida. Katia ha muerto, y ha nacido Irina Roberts, quién aprende a vivir en un mundo que siempre le ha dado la espalda. Su ángel Alemán, le enseñará los niveles del placer, será su educador sensual, su maestro del éxtasis, ella acata y aprende bien cada lección, se esfuerza por avanzar y subir de nivel hasta obtener la oportunidad de convertirse en eso que él quiere y que ella tanto anhela. Dominik Von Fischer, ha llegado para mejorar su vida en todos los aspectos posibles, está por darle unas lecciones placenteras, porque Irina desea aprender y Dominik va a enseñarla a seducir. ************** QUERIDO LECTOR, TE INVITO A QUE ME ACOMPAÑES EN ESTA NUEVA AVENTURA, DE LA MANO DE DOMINIK E IRINA, DESCUBRE LOS NIVELES DE LA SEDUCCIÓN. CONTENIDO EXPLÍCITO. +18
*CAPÍTULO 1; KATIA*
Hola, mi nombre es Katia, y en esta oportunidad quiero contarte mi historia, una historia con un comienzo muy doloroso y trágico, una historia que te llevará a conocer el porqué de mi comportamiento. A lo largo de mi vida, muchos me han tildado con distintos apelativos, unos buenos y otros no tan agradables, sin embargo, a partir de hoy te iniciarás en el viaje de conocerme, de descubrirme, porque te contaré todo, mis sentimientos, mis pensamientos, mis miedos, mis más grandes temores, prepárate para llorar conmigo, reír conmigo, disfrutar conmigo. No puedo asegurarte que todo lo que estás por descubrir pueda gustarte, pero debo ser sincera y contarte todo, no solamente lo bueno, sino también lo malo, porque lo malo forma parte de quién soy, y de mi proceso de crecimiento.
Mi vida comienza en el orfanato donde me crié, fui abandonada allí por mis padres, no tengo familia, soy solo una chica más del inmenso mundo de los huérfanos, un inmenso mundo tan grande como las vallas hasta donde llegan los límites del orfanato, porque no conozco más allá, no sé que hay más allá, pero estoy a punto de descubrirlo. . .
Coloco el plato junto a los demás después de secarlo, suspiro agotada, odio lavar los platos, eran demasiados, eso sin contar los cubiertos y las ollas, los vasos. . . un verdadero infierno, pero ese había sido mi castigo, me enojaba ser castigada de manera injusta. Mariana, una de las chicas del orfanato era la típica chica problemática y sin escrúpulos que disfrutaba molestando a los demás y haciendo de sus vidas un total infierno, la malvada de Mariana, tiene su grupo de amigas, otras cuatro chicas más que hacían todo por complacerla, yo no sabía qué pensar, en ocasiones pensaba que esas niñas estaban siendo amenazadas y obligadas a molestar a los otros chicos del orfanato, otras veces pensaba que se habían convertido en una especie de guardianas con el fin de evitar ser el objetivo de los maltratos y las burlas, sin importar cuál de los dos fuese el caso, yo siempre, siempre era molestada por el grupo de brabuconas del orfanato, ellas me habían golpeado, y cuando me defendí golpeando a la otra chica, en ese preciso momento apareció la señorita Anna, una de las cuidadoras del orfanato.
La señorita Anna, siempre tenía mal humor, era gruñona y le encantaba impartir castigos, así que al llegar y ver que ella había abofeteado a María decidió que debía recibir un escarmiento, yo había llorado asegurándole que las chicas habían iniciado la pelea y que María me había golpeado primero, pero la señorita Anna no estaba dispuesta a escucharme, así que el castigo había sido lavar todo lo ensuciado durante el almuerzo. Yo había querido llorar desconsoladamente al pensar en todo el trabajo que tenía por delante, y así fué como había pasado gran parte de la tarde lavando y secando utensilios de cocina, lo único que quería era descansar un poco, pero no, en el orfanato no había lugar para descansos o recibiría un nuevo castigo y era precisamente lo que quería evitar.
Caminé por los pasillos, completamente cabizbaja, pensando en lo triste que era mi vida, constantemente me preguntaba los motivos por los cuales mis padres habían tomado la decisión de abandonarme en aquel lugar, era doloroso, saber que no era querida por nadie en el mundo, que ni siquiera mis padres, esos que de forma natural debieron amarme habían tomado la decisión de deshacerse de mí, sencillamente dolía, yo no sabía cómo era la vida fuera de aquel triste y gris lugar, las señoritas solían asegurar que lo peor que podía pasarnos era salir de allí y eso era precisamente lo que me había detenido de escapar, las señoritas a cargo del cuidado de todos los huérfanos que allí vivíamos, constantemente nos aseguraban que el mundo allí afuera era horrible, un mundo de monstruos, humanos crueles, maltratos, abusos, asesinatos, un lugar en que las personas solo se interesan por ellas mismas, dónde reinaba la maldad y el hambre, yo en algunas ocasiones llegaba a pensar que el mundo allá afuera, no parecía ser muy distinto a la vida en el orfanato, dónde cada niño o niña allí presente solo velaba por sus propios intereses, reinaba la maldad, la crueldad y los abusos, los niños solían maltratarse unos a otros, y los más débiles eran el blanco fácil de los maltratadores, las señoritas no eran muy amables, y si me preguntasen a mi, yo diría que solo la señorita Sonia era buena, solía mostrar más calidez en su trato hacía los huérfanos. . . El orfanato era terrible, muy malo y desagradable, pero era la única vida que yo conocía, estar allí me causaba tristeza, pensar en escapar me causaba terror, estaba convencida de que no estaba preparada para el mundo allí afuera, en dónde no tenía a nadie esperando por mí.
La tarde comenzaba a refrescar, pronto sería hora de la cena, escuchar esas campanadas sería un alivio para mí, porque tenía mucha hambre. . . no era de extrañar, siempre tenía hambre y no solo yo, la mayoría allí habían aprendido a convivir con el hambre y los calambres estomacales por falta de alimento, la verdad es que lo poco que recibía en las comida no alcanzaba para aliviar mi estómago y en ocasiones, Mariana o alguna otra chica quería someterme y quitarme mis alimentos.
Yo no tenía un carácter como para hacerle frente a Mariana y sus chicas, yo era más bien una chica débil, delgada, ojerosa y sin el más mínimo interés en pelearme con ellas y asegurar de esa manera una paliza diaria.
Después de barrer y organizar la habitación que compartía con tres chicas más decidí salir un rato a los jardines, luego me arrepintí, y hubiese deseado quedarme dentro, estaba sentada bajo un enorme árbol, cuando levanté la vista para encontrarme con que Mariana, María, Lía, Rosa, y Elena, caminaban directamente hacia mí, ¡Oh no!, no quería más problemas. Rápidamente me puse en pie para intentar huir pero era demasiado tarde.
—¿A dónde crees que vas?— preguntó Mariana cerrandome el paso.
—Yo solo quiero ir adentro— dije con voz tranquila.
—Nada de eso, estúpida, mejor cuéntanos cómo fue lavar todo eso, queremos reírnos un rato— yo miré a Elena en silencio. ¡Estúpidas ellas que querían seguirse burlando del castigo que me habían hecho recibir!
—Yo. . . fue divertido, aunque tarde bastante, me divertí— dije tranquilamente.
—¡Estúpida!—me gritó Lía, a la vez que me daba una fuerte bofetada— ¿Acaso te burlas de nosotras?
—Por supuesto que no— respondí girándome hacía el grupo de chicas, con los ojos llenos de lágrimas— solo quiero irme, ¿Si?, ¿Podrían dejarme pasar?
—Por supuesto que no— dijo Rosa, cruzándose de brazos.
—Te vamos a enseñar a respetar— dijo Mariana, a la vez que comenzaba a golpearme, lo siguiente no está muy claro en mi memoria, recibí golpes hasta caer al suelo, luego sentí como me pateaban repetidamente, mientras yo lloraba y suplicaba que por favor se detuviesen.
—¿Qué es lo que sucede aquí?— sentí alivio al escuchar que alguien más hablaba y que los golpes se detuvieron, cuando desde el sueño levanté la vista y me encontré con la dura mirada de la señorita Anna—¿Otra vez tú, Katia?, ¿De nuevo en problemas?— María comenzó a llorar desconsoladamente, mientras Mariana la abrazó y fingía consolarla, cómo pude y con bastante esfuerzo me puse de pie.
—Katia golpeó a María— dijo Rosa.
—Eso no es cierto— limpié el cálido líquido escarlata que escurría de mi nariz— ellas se han echado todas sobre mí— mi voz tembló y mis ojos dejaron escurrir lágrimas— me han golpeado entre todas, usted lo ha visto, señorita.
—Eso no es del todo cierto— aseguró Lia— estábamos aquí juntas, recibiendo un poco de sol, Katia ha llegado enfurecida, gritando a María y asegurando que por su culpa se ha pasado toda la tarde lavando platos— María lloró con fuerza como para acentuar lo que su cómplice decía.
—¡Eso no es verdad!— gimoteo al tiempo que mi labio inferior tiembla.
—Luego de eso la ha abofeteado— aseguró Mariana.
—Si, y se ha abalanzado sobre ella, dijo que por su culpa había recibido un castigo— intercaló Elena— estaba tirando de su cabello como una demente.
—Tambien le dijo que le haría pagar por todas las horas en las que estuvo lavando.
—¡No es cierto!— gemía desconsolada.
—Si es cierto, señorita Anna— dijo Maria— Katia me tiene muy mala fé.
—Señorita Anna— dije con ojos enormes— ellas están mintiendo, debe creerme— supliqué.
—Asi que todas mienten y tú dices la verdad— me dijo burlona la señorita Anna.
—Usted ha visto como me golpeaban— me defendí intentando que comprendiera.
—Eso fue porque todas me han defendido, de no ser así me hubieses matado— Sollozó María.
—¡Claro que no!— dije angustiada.
—Es suficiente— dijo la señorita Anna tomándome del brazo y tirando con fuerza— estoy cansada de que siempre te metas en problemas Katia, eres muy revoltosa y desobediente, hoy no cenarás y pasarás la noche en el cuarto de castigo.
—¡NO, NO, SEÑORITA ANNA, NO POR FAVOR!— comencé a gemir con desconsuelo.
—Por supuesto que sí, y espero que eso sea castigo suficiente para que dejes de meterte en problemas— tiró de mi brazo con fuerza, obligándome a avanzar.
—No por favor, por favor, se lo ruego— pedí sollozando.
—¡USTEDES FUERA DE AQUI DE INMEDIATO, BUSQUEN ALGO EN QUE OCUPARSE!—gritó ella.
—Si, señorita— respondieron todas a coro mientras ella comenzaba a caminar, arrastrándome con ella, y yo luchaba por soltarme mientras lloraba y gemía, aquello no podía estar pasando, no otra vez, si había algo que odiaba en aquel lugar, algo que fuese peor que esas chicas, eran el oscuro y frío cuarto de castigo.
—Por favor, por favor, se lo ruego, soy inocente. . .
—Aprenderás a las buenas o a las malas Katia, debes obedecer, los pleitos es algo que siempre es castigado— dice mientras me sigue llevando con ella, me giró para ver al grupo que dejamos atrás, y para mí ira y desconsuelo, me encuentro que todas sonrien, viendo con satisfacción la escena que han provocado y como por segunda vez en el día, me llevan a ser castigada.