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4/ PILLADA SIN SER CULPABLE

La noche fue muy tranquila, aunque había pacientes que necesitaban que estuviéramos muy pendientes de ellos, ya que o no tenían a nadie o estaba en fase terminal. 

Por la mañana al salir de trabajar, me cruce con Hanna, Oscar y Héctor, haciendo las dos bromas alegrando el día a cualquiera, aunque estuviera cansada 

— Te llevo a casa, tienes carita de estar cansada — me dijo Robert cuando nos vimos en la puerta del hospital 

— No gracias, tu llegarías tarde _  

— No te preocupes, me inventaré algo para que los jefes no digan nada, venga vamos a mi coche que te llevo  

Me abrió la puerta de su coche ayudándome a entrar mientras el rodeo el coche sentándose en el sitio del piloto, pero sin darme cuenta de quien nos estaba mirando 

— ¿Qué tal la noche? Preguntó susurrándome al oído 

— No he podido dormir mucho — le dije teniendo sus labios cerca de los míos 

— Mira quien nos está mirando. 

— Por favor no, déjame bajar del coche — le dije con el coche ya en marcha 

Nos alejamos del hospital, dejándome en mi casa, bajándome del vehículo muy enfadada dando un portazo 

— Katia espera, por lo menos podemos ser amigos — me dijo 

— ¿Quieres ser mi amigo?, déjame en paz — grite 

Un mes, sin ver a Mark ni saber nada de él, nada más Johana me decía que él estaba bien y lo sabía porque mi amiga estaba saliendo con Mario. Una noche cambiando un gotero a una paciente, empecé a tener fuertes náuseas teniendo que pedirle a una compañera que me sustituyeran para poder ir al baño. Después de vomitar caí en la cuenta de que hacía casi dos meses que no tenía la menstruación, sintiéndome peor. 

— No puede ser — me decía una y otra vez llorando 

Cuando llegue a mi casa por la mañana, enseguida noto Johana que algo me pasaba. 

— ¿Cariño qué te pasa?, si es por Mark, se ha cogido unos días de vacaciones — me dijo 

— No, no es eso me he hecho la prueba de embarazo en el hospital, Johana estoy esperando un hijo de Mark — le dije llorando 

— Como puede ser, si tomas la píldora 

— Los antibióticos bajan su efectividad, Johana soy enfermera ¿Cómo no me di cuenta? 

— ¿Se lo dirás a Mark? Si él es el padre debe saberlo 

— ¿Para qué? Ni siquiera se ha despedido de mí, lo mejor será que deje de trabajar en este hospital y pida traslado a otro lejos de aquí 

Por la tarde en mi día de descanso como Johana y Hanna tenían pareja y me encontraba muy sola decidí salir esa noche, me recogí el pelo, me vestí con un vestido corto de color negro, me pinté y cogiendo mi bolso salí a la calle, cogí un taxi que me dejo en la dirección que le di, el club donde conocí a Mark deseando que estuviera. Pedí en la barra una bebida, sentándome en uno de los sillones, muchos hombres se acercaron a mí para ligar, pero no me encontraba con fuerzas esa noche para ligar. Casi a punto de irme, vi entrar a Mark, aunque no venía solo, lo acompañaba una mujer muy alta y rubia cogida a su brazo besándose los dos. Me puse en pie, cogí mi bolso para marcharme, necesitaba salir de allí, pero ya en la puerta alguien me cogió del brazo dándome la vuelta para ver quien era. 

— Hola Katia ¿Cómo estás? — preguntó Mark 

— Bien gracias, pero yo ya me iba, me alegro de haberte visto — contesté 

— Nosotros vamos a tomar algo y también nos vamos pronto a mi casa — me respondió. 

— ¿Es tu novia? — pregunte 

— Si, acaba de venir de Nueva York, ella trabaja allí. 

Los ojos se me abrieron como si de dos focos se tratara, Mark me hablaba, pero no entendía lo que me decía, lo único que yo deseaba era salir de allí, quería correr hasta llegar a mi casa, me estaba ahogando tenía que salir de allí y pronto antes de desvanecerme por falta de oxígeno ya que sentía como me estaba ahogando. 

Al día siguiente cuando iba a entrar en el hospital me cruce con Johana 

— ¿Has llorado? Cariño tienes unas ojeras que te llegan al suelo — me dijo 

— Voy a entregar mi dimisión, he hablado con recursos humanos del hospital de Seattle y me han dicho que hay dos plazas libres. 

— No te vayas Katia, tenéis que arreglarlo Mark y tú por el bien del bebé 

— ¿No le habrás dicho nada, verdad? Además, ayer lo vi con su novia, según me dijo él. 

— No puede ser, Mario me habría dicho algo  

— Bueno, nos vemos mañana, voy a cambiarme de ropa 

Entre en el hospital dirigiéndome a los vestuarios, después de cambiarme de ropa me senté en el suelo llorando, pensando en que sería el último día que trabajaba ahí, al día siguiente entregaría mi dimisión. 

— ¿Qué haces aquí sola? — preguntó Robert que acababa de entrar 

— Ya me voy — contesté 

Antes de levantarme del suelo, Robert me tapo la boca con su mano tumbandome en el suelo, intenté morderle y arañarle, pero no pude

— Que ganas tenia de follarme tu coño, me tenías con la polla dura todos los días y por fin eres mía — me dijo 

— Por favor déjame, suéltame te odio, — grite 

Siguió con sus embestidas cada vez más fuerte haciendo caso omiso a mis suplicas, mientras yo rezaba para que alguien entrara y terminara aquella violación. Pero el que entró en los vestuarios era quien menos me lo esperaba, Mark. 

— Vaya, vaya, eso era lo que tenías con el doctor Anderson, Katia no me esperaba que fueras tan puta, como me engañaste zorra — me dijo sin que me ayudara 

— Robert a mi despacho cuando termines de follar — dijo dejándome atónita. 

Me quedé unos minutos sentada en el suelo odiandome por haber dejado que Robert se aprovechara de mí en vez de haber peleado más todavía con él, pero el mal ya estaba echo y Mark pensaria mal de mi, por eso pensé que sería mejor marcharme del hospital y vivir una nueva experiencia en otro. .Me levanté del suelo, me cambié otra vez de ropa, cogí todas mis cosas de la taquilla y me marché del hospital, donde dejé todas mis ilusiones y sueños. Me marché hasta la puerta del hospital, donde cogí un taxi, diciéndole al conductor que me dejara en la playa, cuando le pagué al conductor y baje del vehículo, me acerque hasta el mar, me senté en la arena para pensar en lo que estaba sucediendo conmigo hasta el alba. Marchandome después a la casa dando un gran paseo, al entrar en casa me encontré a Johana desayunando en la cocina, acercándose enseguida a mi muy con el semblante de su cara asustada. 

— ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde has estado? La coordinadora te ha llamado varias veces esta noche, nos tenías muy preocupadas a Hanna y a mi pensando que algo te podía haber pasado — me dijo

— Me voy a duchar — fue lo único que pude decir, porque ya no me quedaban más lágrimas 

Pasé todo el día intentando dormir, aunque las pesadillas que tenía con Mark y Robert no me daban tregua, igual que las náuseas y los vómitos que tenía. Cuando Johana volvió de trabajar al mediodía, me obligo a comer un poco de caldo que hizo para mí. 

— Recursos humanos me ha preguntado por ti — me dijo 

— En mi bolso está mi carta de dimisión, dásela por favor — respondí 

— ¿Por qué vas a abandonar? Era nuestro sueño, el de las tres — me dijo muy seria 

— Johana por favor, no voy a volver a ese hospital — contesté

— Pero ¿por qué? Estas embarazada y no quieres que Mark lo sepa vale, pero no es excusa para que lo eches todo por el suelo. 

— Aunque le dijeras que a él que es el padre, Mark no te creería, piensa que me acuesto con Robert Anderson — contesté 

— Que tontería, no tiene pruebas 

— Si las tiene, anoche me violo Robert y Mark entró cuando ya se estaba corriendo dentro de mí, Johana, Mark me llamó puta y zorra, por eso no puedo volver — le dije abrazada a mi amiga  

— Tienes que denunciar a Anderson — me dijo 

— Para que, Mark tiene novia y no volverá conmigo 

Estaba vestida y preparada para ir al hospital, cuando entraron en casa Hanna y Mario 

— Convéncela tú cariño,la tonta esta va a entregar su dimisión a Recursos Humanos — le dijo Johana 

— No lo hagas Katia, ningún hombre merece que abandones tu sueño, te lo digo como amigo tuyo y de Mark 

— La decisión ya está tomada Mario, me digáis lo que digáis esta demás — contesté 

— Lo vas a hacer por lo que me ha contado Mark, que te pillo con Anderson follando en los vestuarios, 

— ¿Qué? Nooo, el la ____ — Quiso hablar Johana pero no la deje

— Johana cállate, me lo prometiste — dije 

— Johana ¿qué te tienes que callar? — preguntó Mario 

—  Katia no me voy a callar, no voy a consentir que, por un pervertido como es Robert, lo tires todo por los suelos, Mario no follo con Robert si no que, él la violó 

— ¿Lo has denunciado Katia?, preguntó Mario 

— Dos adultos follando en los vestuarios de un hospital y el jefe como testigo, ¿Quién me creería? — respondí

— Soy el segundo jefe tuyo y no te voy a admitir la renuncia, hablaré con Mark. — me dijo Mario

— No, no le digas nada a Mark, déjalo, en Seattle me han ofrecido trabajar en su hospital y me voy con una chica que conozco y está trabajando allí, lo siento Mario — respondí

 

Los días pasaron muy lentos y ya no supe más de Mark hasta el día de mi marcha. Con mi equipaje ya preparado, las tres amigas nos abrazamos llorando deseándome suerte, era muy duro, ya que siempre estuvimos juntas tanto para lo bueno como para lo malo. Me marchaba con Verónica, una chica que conocí en el hospital cuando estaba ingresada y me dijo que trabajaba en el hospital de Seattle. Cuando iba a subir al coche escuche como me llamaban, quedándome inmóvil al ver quien era

— Mario me dijo que te marchabas y no podía creérmelo, bueno quiero desearte mucha suerte y pedirte perdón, te voy a extrañar, Katia yo ___ — intentó seguir hablando Mark, con el semblante de su cara muy serio

— Déjalo Mark, que seas feliz con tu novia, pero eso sí, no deseo volver a verte nunca más — contesté, dándole la espalda, sentandome en el coche de Veronica

                                                        

Verónica, que así se llamaba mi nueva amiga y compañera de trabajo, tenía su piso en Seattle, dándome la oportunidad de compartirlo con ella, lo que fue una gran ventaja para mí. Al día siguiente de llegar, acompañé a mi amiga al hospital para presentarme a recursos humanos y firmar el contrato que me ofrecieron cuando hable con Recursos Humanos del nuevo Hospital. 

El primer día me asignaron con un doctor joven que se llamaba Erik, era muy alto, tenía los ojos color verde, su pelo era negro, o sea todo un adonis vestido con bata blanca. Visitando a los pacientes, pude hacer cosas que en el otro hospital no podía, cambiar goteros, sondas y ayudar en el diagnóstico del paciente. En el descanso siempre íbamos a la cafetería Verónica y yo juntas, sentándose también minutos después con nosotras, Erik.  

— ¿Puedo acompañaros? — nos preguntó Erik – ¿De dónde eres Katia? 

— Soy de un pueblo pequeño del norte — contesté 

— Yo soy de California, estoy soltero y soy muy guapo como podéis ver — nos dijo haciéndonos reír 

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